Esta es la parte del reto Las dos caras del mismo cuento, de nuestra compi Nina Neko. La primera parte (desde la perspectiva de Louis) la hizo PukitChan y podéis leerla
aquí.
Tras Aquella Ventana
Acababa de salir de la tienda departamental, a unirse una vez más a la horda de trabajadores que se arremolinaba a diario en la parada de autobuses y los pequeños puestecitos de comida rápida.
Miró con un dejo de indiferencia los flirteos de las dos chicas que se encontraban sentadas frente a él en el autobús que tomó casi con desenfreno, no deseaba llegar tarde, Louis era muy estricto con él cuando llegaba tarde, aunque nunca había sido violento, de hecho, ahora que lo pensaba, Louis nunca era desagadable con él, nunca había demostrado furia o molestia ante sus torpes e infantiles arrebatos que eran tan frecuentes en él. En dos años de relación su pareja siempre había sido todo un terrón de azúcar, quizás eso era lo que le molestaba tanto. Jack siempre fue el chico sin remedio, el impulsivo, el sentimental. Parecía que Louis siempre quería hacerle saber que era mucho mejor que él y en ocasiones, su dulzura excesiva lo fastidiaba. Aunque, no por ello podía dejar de sentir aquellos intensos sentimientos por él.
Miró el reloj de mano, ya era demasiado tarde y seguramente Louis se preocuparía. La lluvia de afuera golpeteaba las ventanillas entonando una marcha fúnebre que a Jack tranquilizó extrañamente. Andrea lo había obligado a reacomodar unos artículos que él mismo había decidido colocar de manera “artística” pero su jefa no le encontraba el arte a que los puros reposaran sobre los ceniceros negros fuera de su lugar, ni que el juego de ajedrez de marfil se encontrara desordenado, como si se hubiese iniciado una partida y ésta hubiera sido abandonada a la mitad del juego.
De no ser por su maldita jefa, él se encontraría en casa bajo las cobijas mientras miraba el televisor y saboreaba una enorme taza de chocolate espumoso y caliente.
Aunque, quizás él mismo había sido el causante de eso, quizás no deseaba volver a casa, aún no.
Incluso ahora, mientras se encontraba sentado en el autobús y las luces rutilantes de los autos y los semáforos le aportaban una especie de vida a su rostro, él se encontraba nervioso, irritado. Temía llegar a casa y encontrarse con él. No sabía lo que haría, no estaba seguro de poder mirarlo de la misma manera, sin incomodarse después de lo que había sucedido la noche anterior.
Y saberse tan cerca de él, comprender que pronto lo tendría frente a sus ojos lo suministraba de un temor que lo tenía vuelto loco, con el corazón a mil.
Finalmente el autobús lo dejó frente al portal de su casa, de ese refugio al que había huido junto a Luis, apartado de sus padres, lejos de las miradas de reproche y repulsión de sus hermanos mayores, Jack era el último de cinco varones, y desde que había descubierto, o mejor dicho, desde que había admitido su inclinación sexual abiertamente, se había convertido en el peor.
Abrió el paraguas cuando notó que estaba empapándose frente al portal, no sabía cuantos minutos había permanecido así, pero su cabello negro azabache ya estaba mojado por completo.
Intentó insuflarse valor a sí mismo y dar el primer paso, cruzar la calle le supuso una odisea y subir los escalones que lo conducirían a la puerta de entrada se le antojo una experiencia avasallante.
Colocó las llaves en el boquete de la puerta sintiendo que su corazón le estallaría, respirando el aroma de la lluvia mezclado con la tierra y las flores del pequeño jardincillo que con tanto esfuerzo habían logrado hacer crecer.
Jack estaba a punto de sacar las llaves y correr vertiginosamente, lejos de aquel hogar, de su hogar, cuando la puerta se abrió de golpe y una enorme y maravillosa sonrisa lo recibió detrás de ella, con ese estrepitoso y gallardo:
—Bienvenido— su voz no solo era melodiosa si no también angelical.
Asombrado por aquel abrupto y sorpresivo saludo, Jack no supo que decir, si no que se quedó mirándolo, embobado. “Lo dirá de nuevo, estoy seguro” pensaba, y Jack no sabía que decir. Intentaba ocultar el frío brutal que lo embargaba, y trataba de disimular los nervios que pretendían obligarlo a tiritar como una gelatina.
Aunque estaba seguro de que Louis conocía sus pensamientos, siempre lo sabía, sus ojos en esos momentos expresaban pavor, nerviosidad, se sentía abrumado por su presencia y poderosamente extasiado con la situación. Permanecieron callados un instante, Louis lo recorría con una expresión pervertida en la mirada, degustando de su facha. Mofándose seguramente. Jack tenía un traje negro ceñido a su cuerpo de corte elegante y que siempre tenía pulcramente lavado, planchado y perfumado, pero que en esos momentos parecía un trapo cubriendo su frío cuerpo, la corbata negra lo asfixiaba, la camisa roja se le pegaba desagradablemente al torso y sentía que no podía moverse con libertad, o sería quizás que la emoción de ver a Louis era lo que le impedía moverse en absoluto.
“¿Maldito Louis, por que tuviste que recibirme tan condenadamente sexy?” pensó, haciendo un breve repaso de su amante; cabello levemente enmarañado, playera sin mangas que se pegaba a su esbelto y apetecible cuerpo y Oh mi Dios, ese ínfimo, diminuto, celestial y pecaminoso bóxer negro que no dejaba nada a la imaginación. O quizás sí. Jack siempre había tenido una precoz y perversa imaginación.
Y hubiera seguido aguzando la vista, iluminándose con la silueta de su hombre si éste no lo hubiera sostenido bravamente de la nuca obligándolo a besarlo al tiempo que cerraba la puerta de un golpazo, el fuego nació en su cuerpo incrementando presurosamente, ni siquiera era capaz de sentir más la ropa húmeda ni el frío de esa noche lluviosa, el hombre de cuerpo musculoso y deliciosamente tostado se adhirió a él, golpeando su cuerpo con todo el puño de su pasión.
—No debí dejarte ir a trabajar esta mañana…
Le susurró al oído, provocando un espasmo en su espina dorsal. Una vez más, sus labios lo aprisionaron, haciéndolo suyo por completo, como cada noche, era ese desenfreno, esa deliciosa posesión que lo hacía saber que le pertenecía solamente a él lo que lo volvía loco, lo convertía en un esclavo fiel dispuesto a satisfacerlo en todo momento.
Amaba sentirse así, caliente hasta no poder más, que su respiración lo sofocara a un punto culminante que era incapaz de soportar, que sus manos lo acariciaran sin medida, sin reserva. Louis le prometía constantemente el cielo, y nunca en dos años de vivir juntos había roto su promesa.
Con una precisión y rapidez exorbitantes el hombre lo despojó de la ropa húmeda, como un loco que busca desesperado un punto quieto, hambriento de ver su piel desnuda, y Jack disfrutaba de aquel desespero, de esa lengua ardiente que calentaba sus músculos, de su violencia, de su arrebato. Cada caricia era un deleite desposeído.
Jack se dejó llevar por el fuego, se dejó a su merced, permitió que hiciera lo que fuera con su cuerpo, era suyo y deseaba que lo poseyera, eternamente, impetuosamente. Aunque su cabeza le daba vueltas, por dentro su corazón latía con una vehemente fuerza al pensar que pronto podría volver a la carga con el mismo tema y Jack no quería decirle nada, volvería a preguntarlo, lo sabía.
Louis despejó sus conjeturas internas y lo agolpó sobre la puerta, el chico sintió el frío material en su pecho y dio un respingo, pero Louis no le permitió moverse más, resbalando sus calientes manos, Jack sintió que un escalofrío recorrió su cuerpo cuando el hombre que lo recibió comenzó a desabrocharle el pantalón con una avidez que lo volvió loco, la sensación punzante que le provocó sus manos cerca de su miembro ocasionó que se endureciera.
No pensó en la extraña situación que estaba viviendo puesto que para ellos no era extraña en lo absoluto, Jack poseía un encanto sexual irresistible para Louis, siempre se lo había dicho, y por tal motivo éste siempre estaba sediento de él, sediento de penetrarlo cada día cada hora, sediento de hacerlo suyo. Era algo que Jack adoraba en él, su pasión tan extrema, la deleitante forma con que lo hacía gozar hasta llegar al clímax, por ello siempre se lo recompensaba, estando dispuesto a él en todo momento.
Cuando Louis se apoderó de su cuerpo con aquellos fuertes y musculosos brazos, Jack sintió que se tensaba, cogió su miembro por detrás de su cuerpo y notó gozoso que éste ya estaba duro, preparado. Eso lo excitó mucho más, ambos tocaban sus vergas con un gran deleite, gimiendo en la estancia de la sala que permitía apreciar todo con total claridad, las luces encendidas no eran habitual en sus encuentros amorosos, a ambos les fascinaba la intimidad romántica que les ofrecía la noche, el secreto de la oscuridad, descubrirse, besarse, lamerse, bañarse en el cuerpo del otro.
Jack no pudo más, dio media vuelta vertiginosamente mirando retadora y provocativamente a Louis que no pareció sorprendido, al contrario, lucía extasiado. Y con una fuerza potente y sugestiva lo hizo inclinarse frente a él, mostrándole su sexo ardiente, Louis no se dio a esperar, después de mirarlo con una expresión voraz y perversa comenzó a lamer la carne que Jack le ofrecía, cada succión era celestial. El chico inclinó su cabeza hacia atrás suavemente, apretando los ojos para saborear de aquella dulce experiencia. La legua caliente y juguetona de Louis que recorría cada milímetro de su miembro cada vez más endurecido, a punto de estallar dentro de su boca.
Las lamidas de Louis subían de intensidad, mientras que Jack intentaba contener los deseos urgentes de vaciarse, deseaba continuar disfrutando de aquella maravillosa sensación, sosteniendo al hombre por los cabellos, tirando suavemente de ellos mientras que la visión de un Louis arrodillado y a su entera merced lo extasiaba hasta un punto casi culminante.
De pronto algo lo obligó a susurrar su nombre. Sí, lo había hecho por vez primera. No sabía por que pero en aquellos dos años de convivencia nunca le había mencionado en sus encuentros furtivos bajo las sábanas. Quizás era que temía darse cuenta de que cohabitaba con un cuerpo masculino, un nombre masculino le haría darse vuelta y salir corriendo. No comprendía como era que pese a estar tan lejos de su familia aún estuviera envuelto en sus prejuicios, sus correctivos y su cruel decepción. A veces Jack odiaba ese nombre, odiaba saber lo que le provocaba el siquiera mencionarlo, no imaginaba hacerlo mientras su cuerpo era explorado a fondo, mientras degustaba de placeres prohibidos, casi imperdonables.
Pero ahora era muy distinto.
—Louis…Louis— era el nombre más hermoso jamás creado. El nombre que significaba no solo un par de letras en conjunto formando una palabra, no era un nombre cualquiera, era “el” nombre.
El que definía al amor de su vida.
Louis se levantó probablemente sorprendido por sus palabras. Sonriendo, se acercó a él suavemente.
—Te amo…— fueron sus únicas palabras después de besarlo tiernamente en la nuca. Jack se sintió feliz, como nunca lo había estado. Sentía que Louis era sincero. Siempre había tenido esa duda, un hombre mayor no suele amar de aquella forma a un chiquillo, pero Louis no era cualquier hombre. Él era diferente, y anoche se había dado cuenta de ello.
Jack gimió de placer y de dolor cuando el potente y viril miembro de Louis lo penetraba con una furia imperiosa. Reforzado por los sublimes susurros de amor cerca de su oído.
La tormenta no amainaba en lo absoluto, por el contrario, se fue haciendo cada vez más salvaje y mitigaba los abruptos y sugestivos gemidos de placer, golpeteando tórridamente la ventana que se convertía en testigo mudo de su arrebato de pasión.
Jack sentía que ese hombre lo penetraba una y otra vez sin salir por completo, subyugándolo a la juntura de la puerta y la pared. El golpeteo frenético de sus testículos con los suyos le provocaba una sensación de ardor en su cuerpo que incrementaba el placer.
—Te amo…—repitió Louis, entrecortadamente y jadeante.
—Oh Louis—de nuevo aquel nombre celestial—Te amo, siempre te he amado…
Louis incrementó la rapidez de sus embestidas enloqueciéndolo de placer, hasta que sintió cómo se vaciaba en su interior haciéndolo una vez más de su propiedad. Así se sentía Jack junto a él, era extraña esa sensación, saberse de alguien, comprender que su cuerpo, su mente y su corazón no le pertenecían en lo absoluto, eran enteramente de ese hombre que resoplaba en su nuca al tiempo que salía de su interior, recargándose en su cuerpo.
Jack sintió que lo volteaba lentamente, y él obedeció sin decir palabra alguna.
Sus ojos verdes buscaron el azul intenso de Louis, siempre hallaba esa chispa de luz dentro de ellos y esta vez no era la excepción.
Entonces se dio cuenta de que siempre era igual, Louis parecía buscarlo solamente para su deleite físico, lo enamoraba, lo poseía y una vez que obtenía lo que deseaba de él, lo dejaba completamente solo, acompañado por su confusión. ¿Qué sentía Louis por él, que sentía él por Louis? Con cada segundo que pasaba esclarecía esa duda que lo había acompañado durante dos largos años.
—No sé muchas veces lo que piensas—inició el hombre, Jack calló— No sé qué puede suceder contigo algunas ocasiones, quizás me veas desinteresado o tal vez ambicioso, es un juicio tuyo que yo me atreveré a cambiar porque es la imagen que te he dado todo este tiempo de mí.
No respondió inmediatamente, en realidad por que no sabía qué responder. Sabía que esto sucedería y aún así se empecinó en llegar a casa, después de lo que le había preguntado la noche anterior, Jack bien podría haber huido tal y como lo había hecho de sus padres. No sería muy diferente, después de todo así había sido siempre, un cobarde, un miedoso… un niño de veinte años.
Louis lo tomó entre sus brazos, Jack sintió que éste recargaba la frente en su hombro y notó que estaba sudoroso, temblando y por vez primera, sin saber que decir o que más hacer.
—Decide si quieres irte o quedarte… si es esta la última noche o mañana en la mañana… O tal vez nunca te quieras ir—dijo, y lo sostuvo con más fuerza. Jack miraba hacia el suelo—Tienes la decisión ahora en tus manos.
Jack no comprendía lo que estaba sucediendo. ¿Cómo era posible que él tuviera la decisión en sus manos, como era posible que Louis llorara frente a él rogando?
Por primera vez Jack sintió que maduraba paulatinamente junto a la respuesta que se fraguaba en su interior.
—Louis… —dijo, el hombre frente a él calló y escuchó atentamente—Sabes perfectamente bien lo cruel que has sido conmigo durante estos años. Tu temperamento crudo, indiferente y desalmando ha terminado por convertirme en un muñeco, un títere de sus propias emociones. Creo que he tirado toda mi cordura al suelo en estos dos años… creo que estoy a punto de hacer algo que quizás pueda sorprenderte pero que necesito hacer con locura. Por nuestro bien necesitamos esto.
Calló un segundo, Louis continuaba escuchándolo. Llorando amargamente, presagiando el final de aquella apasionada relación
—Estoy a punto de hacer algo increíble Louis, y necesito que me apoyes en mi decisión, necesito que me demuestres que estás dispuesto a eso, a apoyar lo que decida, a respetarme y respetar mis palabras… Ahora voy a preguntarte algo… no quiero que me interrumpas ni que preguntes por qué. Yo sé porqué y eso me basta, por tal, si me amas también debería bastarte…
Louis asintió y Jack pudo sentir que su corazón estaba a mil esperando su pregunta. Lo vio en su respiración agitada, sus manos temblorosas, sus lágrimas que no cesaban.
—Mi pregunta es la siguiente, es muy importante para mí que la entiendas y que me respondas sinceramente… Louis… ¿Quieres casarte conmigo?
Una lágrima cayó desde sus ojos hasta la mano de Louis que había tomado al último momento, se arrodilló lentamente sin dejar de mirarlo y sin dejar de llorar al tiempo que se quitaba una preciosa argolla de compromiso y se la colocaba a Louis en el dedo anular.
Louis se restregó los ojos con una sonrisa en los labios.
—De verdad…te amo—musitó éste, apretando aquellos hermosos ojos azules, Jack sentía que su corazón bombeaba con estrépito al escucharle diciendo esas palabras. Contemplando su imagen dulce que pese a la edad le resultó infantil.
Su amor era un sentimiento que atravesaba las dificultades como un rayo sobre las blancas nubes del cielo, y éste sentimiento duraría hasta el final…
FIN