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viernes, 17 de febrero de 2012

SEPTIMO RELATO NACIDO DEL RETO: LAS DOS CARAS DE UN MISMO CUENTO, BY NATALIA

 "La Princesa y El Sabio"



Me desperté entumecida. Estaba sobre algo blando, o eso parecía. Antes de abrir los ojos intenté recordar que había sucedido, pero solo recuerdo haber ido a las cuadras con Nira.

Ahora empezaba a oír voces. Era como si aumentaran el sonido de la radio. Después oí voces claras de personas que estaban donde quiera que me encontrase. Dos de las voces eran masculinas, que me sonaban de algo pero no sé decir el qué, y otra era femenina, y sabía de quién era, de Nira.

Nira había sido como aquella hermana que nunca tuve. Y en teoría lo tiene que ser, por ser mi doncella de compañía, pero ella me quiere por el tiempo que hemos pasado juntas, no por trabajo. Nira es un año más joven que yo, es muy lista y sabe leer y escribir, cosa que pocas pueden.

Y yo soy Zaida. Princesa del reino de Granada. Viviendo en un castillo ahora en las guerras contra los musulmanes. En los tiempos que corren el castillo estaba muy lleno, pero sin el Rey. Mi padre estaba luchando contra todos los musulmanes por defender el cristianismo y nuestro reino.

-Pero se pondrá bien ¿No? –Oí que decía Nira. Abrí los ojos y la vi hablando con dos hombres. Uno de ellos, por la ropa que llevaba, supuse que era el mozo de la cuadra y otro no lo pude reconocer. Era un chico moreno, y desde donde yo le veía parecía joven. Estaba de perfil, hablando con mi casi-hermana y el mozo.

-Sí, ha sido un fuerte golpe, pero se recuperará. No hace falta avisar al Rey, dejemos que se concentre en sus  batallas –Dijo el chico–. Pronto despertará.

Gemí y tres pares de ojos curiosos me miraron interesados. El chico se acercó a mí, agachándose para mirarle a los ojos. Ahí vi que eran de un inmenso color verdoso.

-Eh, princesa ¿Está bien? –Me dijo. Yo me levanté un poco, lo que me permitía en este momento, pero él chico de ojos verdes me retuvo– Quieta. Debes descansar, señora.

-Nira, ¿qué ha pasado? –Pienso no hacer caso a ese chico. Cuando se acercó a mi me ha dado un escalofrío, no confío en él.

-Se cayó del caballo. Afortunadamente este mozo y yo la trajimos al sabio para que la curara –Así que aquel chico joven era un sabio–. Debes descansar, como le dicen.

Normalmente Nira  me tuteaba, pero solo cuando estábamos solas. Cuando había gente ella sabía muy bien hacer su papel de doncella.

-Dime tu nombre –Le dije al mozo. Era un muchacho, que gracias a Dios, estaba limpio, no como otros que había visto en la cuadra. Hasta bañados en estiércol

-Ma... Ma… Marco, señora –Me dijo el chico tartamudeando.

-Muy bien, Marco, te doy las gracias por ayudarme. Serás recompensado.

-Ahora la señora no se puede poner a dar recompensas –Me corta el otro–. Ya se las darás al mozo cuando esté bien. Ahora a descansar.

¿Pero como me habla así ese chico?. ¡Ni de sabio ni nada! ¡Aquí mando yo!

-Nira, dale una recompensa. Abundante, y luego hablaré con él –Dije y miré a el sabio ese con una sonrisa-. Y como princesa del reino de Granada, digo que estoy bien, gracias

-Tengo órdenes de mantenerla aquí hasta que fuera necesario, vuestra tía me lo ordenó –Me dice.

-¡Mi tía solo es una furcia que quiere que me muera de una vez para ser la descendiente al trono! –Espeté- ¿Quién me asegura que usted sea de fiar? ¿Qué no me envenenará? Lucas siempre fue mi médico de confianza.

-Pero Lucas está muerto –Me dice secamente – Nira, Marco, por favor, marchaos.

-Como usted ordene, señor –Dijo Nira mientras desaparecía por la puerta seguida del mozo.

-No me toquéis –Dije secamente cuando nos quedamos solos– O os aseguro que gritaré y los guardias os apresarán.

-No os voy a hacer nada, princesa –Me dijo riéndose–. Ahora le digo que se relaje

-Para mí vos sois un desconocido, nunca os he visto por palacio. Quién sabe si habéis engañado a Nira, es muy crédula –Le digo. Y era verdad, nunca le había visto.

-¿Porqué vos sois tan desconfiadas? –Me pregunta–. Solo quiero ayudaros.

-Y yo solo quiero irme de aquí –Le dije y señalé a esa puerta–. Ahora me iré por esa puerta y vos no me podréis retener.

Me encaminé a la puerta corriendo, pero algo me sostuvo. Era él y me había agarrado de la muñeca.

-Tú no vas a ninguna parte  -Me dijo secamente. No sé en qué lugar de mi cuello presionó que me hizo perder el sentido.

Cuando me desperté estaba lo más activa posible. No entumecida como la última vez, sino que mi cuerpo estaba totalmente alerta.

Lo primero que vi, fue a Nira acercándose a mí.

-¡Zaida! –Me dijo–. Señora, veo que por fin se ha recuperado. El sabio dijo que se desmayó y que era mejor que guardara cama.

“Sí, claro, desmayarse” –Pensé.

-Oh, muy amable por su parte, pero estoy bien. Ahora quiero averiguar todo lo que puedas sobre ese sabio, mago o lo que demonios sea.

-Mi señora, recuerde que no debe blasfemar –Me dice– Pero no sé mucho de ese hombre. Apenas se le ve por el día, solo por la noche. Lo que veo más raro son esos ojos rojos, que a veces están verdes, y otras no. La verdad, es que nunca pasa por la cocina. Debe ser alérgico al algún fruto, al ajo o al perejil…

-Un momento, un momento –La paro–. Eso me suena de algo, por algún libro lo he visto yo. Habla de seres sobrenaturales, con poderes de brujos. Enviados del diablo a nuestro mundo

-Señorita, no creo que se trate de eso –Explicó Nira–. Puede que sean coincidencias.

-No lo creo – Le digo–. Estoy segura de que vi algo, lo vi en sus ojos. Lo voy a descubrir.

Subí lentamente las escaleras hacia el torreón del hechicero. El libro había dicho que eran hechiceros llamados vampiros. La explicación era muy larga, pero con el inicio me era bastante. Un ser maligno vivía en nuestra torre.

Encontré fácilmente su estudio, pues era de las pocas puertas que había. Extrañamente estaba abierta. Entré en la habitación convencida de que no había nadie, y así aparentaba ser.

Me acerqué lentamente al escritorio que había en una de las esquinas de la sala. Estaba lleno de viejos pergaminos y algún que otro libro. Empecé a rebuscar entre ellos, pero una voz me sobresaltó.

-¿Qué busca, princesa? Será un placer ayudarla –El hechicero vampírico me sobresaltó–. Sé que no hemos empezado con buen pie, pero hagámoslo ahora. Soy Tony, el sabio de la corte.

Tony hizo un ademán de darme la mano, pero yo la aparté ¿Pensaba que ahora íbamos a ser amigos? Lo llevas claro, ser de las sombras.

-Venga preciosa –Me dijo y se acercó a mí. Lo normal es que me hubiera apartado, pero no tenía miedo.  Algo en su mirada me llevaba, una espiral me absorbía, pero no estaba encerrada, sino que me gustaba.

Nunca creí que pasaría, pero aquel desconocido al que me cautivaban sus ojos se acercó lentamente a mí y me besó. Un beso con dulzura y pasión.


FIN 



Y ahora le toca a Mari escribir este mismo relato pero desde el punto de vista de Tony, el sabio. 

Saludos!

4 comentarios:

  1. ;) buen relato, gracias por regalar estos momentos. Aveces cuesta muy poco comentar y hacer sonreír a alguien. Besos y gracias a todas las socias por ser tan especiales.

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  2. Gracias :D
    Mary, sigue con la historia ;)

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  3. Me ha sorprendido y encantado a partes iguales el escenario de esta bonita historia, ni más ni menos que Granada en tiempos de la reconquista. Desde luego ha sido un soplo de aire fresco a estas letras.
    Pero lo mejor, la versión de los hechos desde Toni, a ver qué piensa el sabio-vampiro de todo esto, jejeje!!

    Besos!!

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