GIRO FORTUITO
Desde aquella fatídica noche, donde fue atacada por un lobo herido, Jessica no había vuelto a ser la misma. Su humor había cambiado a peor, todo le molestaba y estaba baja de ánimos. No le apetecía salir con las amigas, ni tampoco quedar con nadie.
Algo pasaba con ella, pero no sabía exactamente el qué. Lo que sí tenía claro era que la marca de la mordedura que tenía en el brazo, aún después de un mes, le escocía. Y eso que había cicatrizado con demasiada velocidad, pero aún así, sentía una incómoda molestia en ella.
Todas las noches se quedaba embobada mirando la forma de los dientes del lobo que ahora mancillaban su antebrazo. Con admiración, pasó sus sensibles dedos por esas muescas y se detuvo justo donde había estado una perforación más profunda. Era la que indicaba donde se había clavado el colmillo del animal.
Incluso ahora, en la soledad de su dormitorio, podía recordar perfectamente el trágico suceso...
"Eran más de las doce de la madrugada y por aquél entonces, ella regresaba del bar donde se había reunido con una amigas para tomarse unas copas e iba directa a su casa. No estaba muy lejos, sólo a un par de calles. Lo malo era que tenía que atravesar un espeso parque arbolado para llegar a su destino. Esa noche la luna llena iluminaba el lugar con su blanca luz, facilitándole la visión. No había ni cruzado la mitad del recinto, cuando el lamento de un animal herido la alarmó. Con desconfianza, pero sintiendo lástima por esa criatura, decidió mirar detrás de los arbustos para ver que era lo que pasaba. En un principio, pensó que era un perro negro el que se lamentaba a gritos, pero cuando se acercó lo suficiente al animal, descubrió que estaba equivocada. En ese momento, quiso marcharse, dejar al lobo sollozando y sufriendo allí tirado mientras se desangraba, pero su naturaleza noble pudo más que su raciocinio. Aún con miedo, se aproximó más para comprobar que era exactamente lo que le pasaba y en qué podía ayudarle. Mientras, su conciencia le decía que todo aquello era muy extraño, que no era normal que hubiera un lobo suelto en medio de una ciudad, fuera de su hábitat. Y que tampoco tenía lógica alguna que a la vez estuviera herido por una bala. Por lo que puedo comprobar con gran horror, aquél animal había sido víctima de un disparo. Se sacó un pañuelo de su bolsillo trasero de sus vaqueros y se acercó con la intención de en taponar la herida sangrante y cortar la hemorragia, pero el lobo, creyendo que ella intentaba también dañarlo, se lanzó hacia su brazo con las fauces abiertas. Jessica gritó de dolor cuando sintió los afilados colmillos atravesando su carne como si esta se tratase de mantequilla. En una acto reflejo para salvar su vida, tomó con la otra mano una gran piedra y sin pensárselo dos veces, golpeó con ella la cabeza lobuna, acabando finalmente con su vida. Aprovechó que tenía el pañuelo limpio a mano y con la liviana tela se cubrió la mordedura. Con miedo en el cuerpo y sin saber que hacer ahora con el cuerpo inerte del lobo, Jessica se levantó y echó a correr directa a su casa sin volver la vista a tras. En cuanto llegó, tomó las llaves de su coche y se fue al hospital más cercano para que el servicio de urgencia la atendiera. Les contó lo que le había pasado y el personal que la atendió, se encargaron de avisar a las autoridades pertinentes para que se hicieran cargo de la situación. Cuando llevaba casi una hora de regreso en su casa, drogada con tantos analgésicos, la policía se presentó allí mismo, a las tantas de la madrugada. Los dos agentes jóvenes y bien uniformados, le dijeron que no habían encontrado ningún lobo, ni animal alguno que hubiera fallecido en todo el perímetro del parque. Aquello la dejó totalmente confundida, no entendía como podía ser eso posible, pero no tenía otro remedio que dejar el asunto correr y olvidar el tema".
Y de eso había pasado ya un mes, uno muy largo e interminable.
Jessica dejó de acariciarse la rosada marca y se fue a darse una ducha de agua fría. Esa noche en especial, era diferente a las demás. Por alguna extraña razón, se sentía febril, con muchos sofocos y también le dolía la entrepierna.
Mientras dejaba el agua correr por su pálida y suave piel, Jessica comenzó a enjabonarse, deslizando la jabonosa esponja por su esbelto cuerpo. Sin poderlo remediar, su cabeza se llenó con imágenes de hombres desnudos, todos ellos mirándola con lujuria... con un movimiento de cabeza, Jessica logró apartar esos pensamientos calientes que la estaban atormentando. Algo raro le pasaba, se sentía muy excitada, con una urgente necesidad de sexo.
Rápidamente cerró el grifo y salió del baño, tenía que tomar un trago y olvidar todas esas emociones nuevas para ella. Estaba asustada, no sabía lo que le pasaba ni porqué reaccionaba así.
Aún con la toalla liada alrededor del cuerpo, se acercó a la cocina y se sirvió una generosa copa de vino. En el momento en el que le daba el último trago, sintió sus piernas ceder y calló al suelo. La copa se le resbaló de la mano con la caída y se estrelló en el suelo, a pocos centímetros de donde ella estaba arrodillada.
Y entonces, ocurrió.
Comenzó a sentir fuertes sacudidas que la hacían temblar de manera escandalosa, los huesos comenzaron a dolerle de una manera horrorosa y sentía su carne estirarse dolorosamente. Lo que en verdad duró unos pocos minutos, le parecieron horas de intensa tortura, hasta que todo se volvió negro.
Cuando consiguió abrir los ojos, notó que le dolía cada terminación nerviosa y cada músculo. Incluso hasta los párpados los tenía resentidos. No tenía molécula alguna en el cuerpo que no le doliera de esa manera tan desagradable. Parecía que si le hubiera pasado un camión por encima.
Finalmente consiguió enfocar la vista y después de gemir un par de veces, se levantó lentamente del suelo donde había estado tumbada. No pudo creer con lo que se encontró; no sólo no estaba en el piso de la cocina, sino que estaba en medio del salón. De un salón totalmente destrozado y por lo que parecía, ya había amanecido.
¿Cuanto tiempo había estado inconsciente?, se preguntó sorprendida. Pero eso era lo menos preocupante...
La amplia estancia era un caos, todo a su alrededor totalmente destruido. Los cojines hechos jirones, las figuras hechas añicos, los muebles arañados y con marca de mordeduras.
¿Mordeduras?.
Eso sí que era extraño, ¿que ladrón entraba a robar y se dedicaba a morder los mueles?. Se acercó a la primera marca que tenía más a mano y comprobó con horror que tenía la misma forma que la que ella tenía en su antebrazo. Para estar más segura, puso ésta al lado del mueble para poder compararlas.
Prácticamente coincidían.
Había estado un lobo allí. En su propia casa.
Pero allí no había nadie más con ella, acababa de comprobarlo y la puerta seguía cerrada con llave. Entonces... ¿que era lo que estaba pasando?.
Una fugaz y aterradora idea le pasó por la cabeza, pero enseguida la desechó. Aquello no era posible y punto.
Dispuesta a olvidar todo eso, se dispuso a poner un poco de orden sobre todo aquél caos.
Y así pasó el resto del día y cuando aún quedaba un par de horas para anochecer, decidió acercarse al centro comercial a comprar algunas cosas para reponer parte de todo lo que había perdido en "extrañas circunstancias".
***
Michael estaba eufórico, había conseguido vencer a su rival en el duelo que se había organizado una hora antes del anochecer. Tanto él como su oponente, se rifaban un puesto muy importante para los de su especie. Aquél que consiguiera derrotar a su contrincante, pasaría a ser el alfa de todos los licántropos de la ciudad.
Como venía haciéndose desde milenios, cada cincuenta años, los hijos pródigos de los antiguos que así lo quisiesen, se enfrentaban entre sí hasta quedar sólo uno con vida. El ganador, y por tanto, el más fuerte, pasaba a ser el alfa de su clan.
Esta vez le había tocado a él luchar nada más ni menos que con cinco machos dominantes y finalmente había vencido al último, a Tom. Cada uno de ellos elegía la manera de combatir, tal como una lucha cuerpo a cuerpo, o con espadas e incluso a duelo como había ocurrido con Tom. Había vencido a todos ellos y ahora disfrutaba el privilegio de ser el manda más del lugar.
Pero en este último combate, Tom no falleció en el acto y como un cobarde, salió corriendo aún estando herido. Tanto él como los suyos, fueron en su búsqueda, pero pronto llegó la noche y se quedó sólo. Los otros tuvieron que detenerse para afrontar la transformación. Michael, por ser un hijo pródigo descendiente de un antiguo, podía controlarlo a su antojo. Y esta vez no tenía ganas de convertirse en lobo, tenía que cazar a Tom y acabar con lo que había comenzado.
Supuestamente, su adversario, también podría hacer lo mismo, pero en su estado le sería imposible. Un hombre lobo herido perdía sus fuerzas sobrehumanas y hasta que no se recuperasen tras varias horas de reposo, no volverían a recuperar su fortaleza.
No disponía de mucho tiempo, así que avanzó y se adentró en un parque en su búsqueda y captura.
Ayudándose de su desarrollado olfato, logró seguirle el rastro y lo encontró muerto en el suelo, con una enorme herida en el cráneo. Alguien había terminado con su trabajo.
Satisfecho por que ya podía proclamarse finalmente el vencedor, cogió el inerte cuerpo del lobo negro y se lo echó al hombro y cargó con él de regreso al bosque que estaba a pocos kilómetros.
No tardó en llegar, descargar el peso muerto y enterrarlo junto con los otros cuatro cadáveres.
Después de eso, dejo que su cuerpo se transformara en un enorme lobo blanco y aulló a la noche, anunciándole a los suyos que ya tenían un nuevo rey.
Al poco tiempo, los antiguos enviaron a un mensajero para citarlo esa misma noche.
Michael acudió a la asamblea que se había organizado en su honor y escuchó atentamente a sus superiores. Todos ellos en antaño habían sido también jóvenes alfas como él, pero una vez cumplido medio siglo en ese cargo, pasaban a ser un "antiguo".
Le habían pedido que eligiera pareja ya, que no se demorara en ello. Era una tradición, cada reciente Alfa se emparejaba nada más alzarse en el poder.
Y ahora le tocaba a él.
Y estaban en época de celo.
Y todas las hembras de su raza estaban pululando a su alrededor para llamar su atención. Todas y cada una de ellas, exceptuando las menores y las que ya estaban casadas, estaban deseando ser las elegidas.
Pero él de momento no había sentido atracción por alguna de ellas.
Un mes después de su ascenso, Michael continuaba sin pareja y rodeado de una gran multitud de humanos que iban de un lado a otro en medio de aquél centro comercial.
***
Jessica intentó concentrarse en lo que le decía la dependienta de la tienda donde ahora mismo se encontraba. Le había pedido consejo sobre que tela era la más recomendable para unas cortinas. Pero ella no prestaba atención, su mente estaba lejos de allí. No podía sacarse de la cabeza la extraña noche que había pasado, una que había supuesto la pérdida de varios objetos materiales de su hogar.
La palabra "Lobo" resonaba una y otra vez en su cabeza.
"Lobo".
¿Por qué tenía el presentimiento que las historias sobre hombres lobos eran ciertas?. Un palpito, junto los últimos acontecimientos, le habían llevado a esa conclusión.
Definitivamente esa era la respuesta verdadera. Los hombres lobos existían y posiblemente ella era una mujer loba.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral en ese instante. La sola idea de que eso fuese cierto la desconcertaba.
—Disculpe —le dijo a la mujer que había guardado silencio y la miraba extrañada—, no me encuentro bien.
Y sin más dejó a la dependienta parada en medio de la tienda, con varias telas en las manos y mirándola sin entender nada. Había notado la ausencia de ella, como su mirada había estado perdida y mirando a la nada. Y ahora se marchaba sin más.
Y es que Jessica comenzaba a sentir otra vez como si tuviera fiebre, el cuerpo le ardía, su sexo palpitaba y ahora toda su atención solo se centraba en cada hombre andante que pasaba por su lado.
Estaba nuevamente excitada, confundida y con las manos cargadas con pesadas bolsas de plástico. Decidió que lo mejor era regresar a su casa y darse otro baño de agua fría.
Sin perder más el tiempo y dejando lo de ir de compras a medias y para otro día, se dirigió a los aparcamientos a por su vehículo.
Cuando ya lo había divisado con la vista, algo la hizo detenerse de golpe. Notaba algo extraño en el ambiente que la atraía. Giró sobre sus talones y con la mirada comenzó a buscar aquello que tanto ansiaba de esa manera tan extraña y urgente.
***
Michael había comprado ya algunos comestibles para pasar la semana. Su triste frigorífico se lo agradecería eternamente.
Normalmente, su criada Anabel era la encargada de hacer la compra, pero acababa de dar a luz tres cachorritos sanos y hermosos y estaba de baja.
Supuestamente, la sobrina de ésta iba a sustituirla, pero la muchacha estaba de exámenes aquella semana y no pudo ir a atender sus obligaciones para con él.
Y a él le venía bien salir un rato y distraerse. Desde que había ascendido al poder, había estado muy ocupado y en tensión. Los asuntos de política lobuna eran muy complejas y requerían de su atención.
A parte, cada loba soltera de la ciudad iba en su búsqueda, hostigándolo con su aroma femenino y coqueteando con él para acabar siendo la elegida.
Pero ninguna lograba despertar en él sus instintos primitivos.
Hasta ese momento.
Sus fosas nasales se llenaron del dulce olor a hembra.
De una de su especie.
El olor era muy intenso y le produjo varios cambios. Comenzó a transpirar, sentía un cosquilleo en las palmas de las manos y su miembro se había endurecido.
Dejó la compra en el maletero de su coche y se dispuso a buscar la fuente de dicho aroma. Enseguida sus ojos se clavaron en una mujer alta, esbelta, morena y con un cabello tan largo que casi ocultaba su redondo trasero.
Ella también reparó en él.
Ambos se acercaron lentamente y quedaron uno enfrente del otro.
Por un momento se hizo el silencio en el lugar.
Jessica no sabía que pensar, aquél morenazo de ojos negros y de complexión corpulenta la atraía como las pollitas a la luz. Esa atracción era un sentimiento nuevo para ella. Totalmente desconocido.
En lo único que pensaba era en besarlo, rodear sus piernas sobre su cintura y dejar que la pasión se desatase entre los dos.
Después de unos minutos, Michael alzó la mano y le acarició el rostro con delicadeza.
—Te encontré —le susurró.
—¿Nos conocemos? —murmuró ella con un débil hilo de voz.
—No, pero a partir de ahora tendremos mucho tiempo para hacerlo.
Ella lo miró sin entender y sin poder evitarlo tampoco, se puso de puntillas y lo besó.
Cuando sus bocas se separaron, ella estaba avergonzada.
—Perdona... yo... —comenzó a gimotear—... no sé por que he hecho eso... yo...
—Tranquila, es normal —le aclaró interrumpiéndola—, si no lo hubieras hecho tú, lo hubiera acabado haciendo yo igualmente.
—No te lo vas a creer —comenzó a decir ella ignorando su último comentario—, pero últimamente me siento diferente y no sé lo que me hago.
—Estas en celo —le dijo tranquilamente.
Ella abrió más sus azulados ojos y lo miró con incredulidad.
—¿En celo?.
—Así es —tomó sus manos entre las suyas y mientras le acariciaba con los pulgares ambos dorsos, le dijo—, sé lo que eres y yo también lo soy.
Y su mirada se clavó en la marca que Jessica tenia en su desnudo antebrazo, a la vista. Ella siguió la dirección de su mirada y entendió a lo que él se refería.
—Yo... —no supo que decir—, soy nueva en esto y no entiendo nada —le confeso al fin.
—No te preocupes, tenemos toda la eternidad por delante para explicarte lo que eres, para que te adaptes a esta nueva vida y para que entiendas que me perteneces.
Sus últimas palabras deberían de haberle enfadado, por dar por sentado que ella no tenía elección alguna en eso... pero no fue así. Su mente le decía que aquello era verdad, que ese hombre era su otra mitad, su alma gemela y que deberían estar juntos.
Michael liberó sus manos y posó las suyas alrededor de su cintura y la atrajo más hacía él.
—Eres mía —le aseguró—. Yo, tu alfa y tu dueño, te reclamo mi compañera.
Y sin más, la besó apasionadamente.
Había encontrado a su pareja ideal en el sitio menos esperado y no pensaba dejarla escapar. Ya habría tiempo después para explicarle lo que significaba ser loba, ahora lo que más le urgía era marcarla como suya.
FIN
D.C. López
Ohh interesante y sexy, perfecto :D como se nota que te gusta el nombre de Jessica xD
ResponderEliminarola Dulce!!!! Gracias por pasar por mi blog!!! eres muy amable tienes tiempo para todo!! jeje... espero que estés bien y que por allá todo marche mejor, leí tu relato y me parece muy interesante, para serte franca no he leído mucho acerca de este tipo de historias, pero me empieza a gustar! :D te felicito!!! escribes muy bien!!! un abrazo ! :)
ResponderEliminarBien!!! Me gustó, me gustó!!! Ahora hay que elegir la portada y el título... no se me ocurre nada!!!Y para las portadas nos muy buna en eso...
ResponderEliminar!!! Me gusto, me gusto y me re gusto xD me pasare mas seguido por aqui. Lobos, a decir verdad no soy muy amante de ellos :P pero esta ammm mini historia? one shot? soy nueva en este sitio asi que tendras que explicarme varias cositas jejeje, pero amo! lo sexy! controlador de los lobos!!! cuidate!!!
ResponderEliminar¡¡Whoaa!! Me ha encantado como no te imaginas.... pero que bien, como casi nadie hizo de lobos, lo correcto era rematar con este hermoso relato de hombres lobo. ¡Ya quiero ver cómo termina todo este proyecto! Cundo sea así, se los quiero mostrar a unas amigas, y seguro les gustará :D
ResponderEliminarBesos
Me lo apunto en pendientes para leer otro día, que hoy es pelin tarde ya, jejeje
ResponderEliminarBesotes wapaaa.
Genial, Dulce, me encantó!!!
ResponderEliminary es que no hay nada mejor que un buen relato paranormal para pasar un buen rato.
Te diré que tanto el argumento como la forma en que has contado la historia son estupendos. Una linda historia de amor lobuna para la Antología.
En serio... !!! me gustó mucho!!!
Besos, preciosa.
Wenas, wapa, me tomé hoy unos minutos para comenzar a cumplir con las historias que me he propuesto leer, jejeje :)
ResponderEliminarMe ha encantado la historia, la forma clara de narrarla, me ha gustado muchísimo.
Muchos besotes, wapi.