Traición (el relato de la guardiana)
Desde que nací mi misión había sido proteger y acompañar a La Elegida, aunque ella no lo supiera. Era mi obligación velar por ella, cuidar de que no se hiciera daño o tomara malas decisiones. Debía ser su guardaespaldas, su guardiana.
No siempre había querido serlo. Hubo una época en la que intenté negarme. No quería tener que estar siempre pendiente de ella y ser su sombra, quería vivir como los demás, vivir por mí misma. Eso fue lo que le grité a mi padre cuando tenía 6 años, y como respuesta solo recibí una bofetada. La odiaba. Todos la mimaban, la admiraban y la trataban como a una princesa mientras que yo no era nada. No podía ir a jugar con los otros niños, tenía que permanecer siempre junto a esa chiquilla tímida y asustadiza. En casa mis padres nunca se preocupaban por mí, solo me repetían que tenía que cuidar bien a La Elegida, una y otra vez. Estaba ya harta de La Elegida.
Sussane Ellen. Una niña que ni siquiera sabía lo que era, a la que ningún niño se atrevía a acercarse. Aunque no entendiera la razón, intuía que yo estaba con ella por obligación, y sufría por ello. Sentía, al igual que yo, soledad, pues, aunque todos la protegían, en el fondo no la querían a ella. Sus padres cuando la miraban, veían el futuro del clan, todos cuando la miraban lo hacían. Pero… ¿y ella?. Querían a La Elegida, no a la niña llamada Sue. Quizás, por culpa de lo que representaba, ya nunca lo podrían hacer. Ella lo comprendía, pero sin comprender. Y sufría por ello. En el fondo, ¿qué era peor, saber o no saber? Era una niña que no había escogido ser lo que era, y siempre tendría un trato diferente. Ambas éramos lo que nos había tocado ser, y ya no podíamos dar marcha atrás. Tendríamos que resignarnos y vivir con ello. Pero claro, entonces no lo sabía.
***
La fiesta de Navidad era un ritual tradicional que los licántropos celebrábamos desde hacía siglos. Encendíamos un enorme fuego en el centro del bosque y le ofrecíamos a nuestra madre luna el corazón de un ciervo, que representaba la caza y la vida salvaje, lanzándolo a la hoguera. Toda la manada debíamos tomar una parte del animal, como símbolo de unidad. Después comíamos y bebíamos vino en abundancia, y bailábamos y cantábamos hasta el amanecer. Uno de los principales problemas de este año era que éramos la unión de dos manadas, y, a pesar de haber pasado tres meses, algunos de los más radicales seguían oponiéndose a que permaneciéramos juntos. Con la excusa de que éramos el doble, propusieron usar a dos ciervos, pero todos sabíamos que era una indirecta a negarse a compartir la pieza con nuestro clan.
—¡¿Pero por qué siempre tiene que haber problemas?!−seguía quejándose Sue−. Ni siquiera quieren comprender que la excusa es patética y que el ciervo es algo simbólico, con que tomemos cada uno una pequeña parte, basta. ¡Que los guerreros ya han matado a medio bosque para asegurarse de que no pasemos hambre!. Y lo peor es que no sé ni qué decirles a la dichosa familia Thompson, como consigan su objetivo todos nuestros esfuerzos de que nos unamos se irán a la porra —suspiró—. ¿Tu qué piensas, Claire?.
—Que me alegro de no ser La Elegida… ¡Ay! —me dio un codazo.
—¡Tómatelo en serio!.
—¿Qué quieres que te diga?. Este lugar me da escalofríos.
Acabábamos de cruzar la “frontera” invisible, estábamos en territorio de los Lavoisier. Antes de que apareciera La Elegida y fuéramos un solo clan, las dos manadas estábamos agrupadas en zonas al este y al oeste de la ciudad, respectivamente, y seguíamos así. Íbamos a “charlar” con la familia Thompson, unos de los partidarios más radicales de la separación, los que propusieron el tema de los ciervos.
—¡Lucas! —exclamó de pronto mi amiga. Cierto chico que no me caía demasiado bien se acercaba a nosotras—, Uf, menos mal que has venido. Al menos así ya no me siento tan intrusa.
—¿Intrusa? —preguntó divertido—. Se supone que ahora éste es también vuestro territorio.
—Se supone —puntualicé yo.
—Con la de veces que he tenido que venir, y sigo sintiéndome tan fuera de lugar como siempre —dijo Sue.
—Pues no veas yo —al fin y al cabo, aquí era como si tuviésemos un gran cartel en la frente que pusiera KELVIN en letras rojas y parpadeantes. Mi comentario pareció tener gracia, pues ellos dos se miraron y se echaron a reír.
—En fin, os llevaré a la casa.
—Querrás decir, al infierno donde permaneceremos las próximas horas —corrigió ella.
—En realidad, los Thompson no son tan mala gente —los defendió Lucas—, solo conservadores, les cuesta acostumbrarse. El hijo pequeño es un buen amigo mío.
—¿Y el mayor? —pregunté más interesada. El chico hizo una mueca, y Sue mostró algo parecido.
—Bueno, algo más que tenemos en común —dijo él.
Cuando llegamos a la casa, nos recibió Len. Era un chaval tímido, rubio y de ojos azules, como toda la familia. Llevaba el pelo cortado a trazos irregulares, que le llegaban desde la barbilla hasta el cuello, y su rostro estaba enmarcado en unas enormes gafas de montura negra. Sudadera ancha y vaqueros.
—Ho… hola, Sue. Hola, Claire —dijo, rojo como un tomate.
—Eh, ¿y yo qué? —protestó Lucas—, yo también existo, Len.
Detrás suya había aparecido Axel. Metro ochenta, alumno de último curso, piercing en la oreja, pelo corto y brillante, sonrisa ladeada, camiseta ajustada y vaqueros con cadenilla. Rubio y de ojos azules, como Thompson de pura cepa que era.
—¡Hey!, hola Lucas, hola Sue… Hola Claire.
—Hola… —susurré yo de forma inaudible, sonrojándome. Era la primera vez que le oía pronunciar mi nombre, normalmente simplemente se refería a Sue y a mí como “las hermanas”. Era un apodo que nos habían puesto en el instituto, ya que nos parecíamos y siempre estábamos juntas. Podríamos haber pasado perfectamente por hermanas, ambas teníamos el pelo negro y rizado, aunque ella lo llevaba largo y yo corto. Otra diferencia eran nuestros ojos, los suyos grises y los míos negros.
—En fin, yo me voy ya —se despidió Lucas—. Os veo luego.
Axel se hizo a un lado en un elegante movimiento.
—Pasad —nos dijo—, estáis en vuestra casa.
La discusión con los señores Thompson fue larga y agobiante, aunque al menos conseguimos nuestro objetivo. Sin embargo, fue difícil, pues aunque Sue se mostraba serena y fría, como le había obligado de forma cruel su cargo, ellos parecían tener muy claro en todo momento que, por más que intentara superarse a sí misma y se ocultara tras una barrera de cinismo, en el fondo seguía siendo tan sólo una adolescente insegura. Pero tenían que asumir de una vez que ahora éramos un solo clan y que a ella le había tocado ser La Elegida. Yo me mantuve al margen, al igual que Len y Axel, pues mi misión allí era simplemente la de una guardaespaldas. Sin embargo, noté el peso de cada palabra en el alma, sobretodo viendo cómo mi amiga se tenía que enfrentar a ellos.
Al salir, todavía tensa, sentí una mano en el hombro. Me giré, era Len.
—¿Qué quieres, Len? —pregunté, y mi voz sonó más hostil de lo que pretendía.
—Sólo quería decirte que…
—¡Eh, Claire! —me llamó Axel de pronto, que apareció por el otro lado—. No hagas caso a mis padres, es que son muy conservadores. Yo no estoy de acuerdo con ellos, a mí todo este asunto en realidad me da un poco de igual, pero pienso que es mejor que seamos una sola manada. Quería que lo supieras.
—Gracias —le sonreí. Él me guiñó el ojo mientras se alejaba por el pasillo. Volví mi atención hacia Len.
—¿Qué querías decirme?.
Él apretó los labios. Parecía molesto o…dolido.
—Nada —respondió mientras se giraba y seguía a su hermano—. Nada que no te hayan dicho ya.
***
—Entonces… ¿estarás bien? —le pregunté, insegura.
—Tranquila, Lucas está conmigo. En realidad, debería preguntártelo yo a ti.
—No pasa nada, volveré sola a casa. Sin embargo… —me sentía extraña, no estaba acostumbrada a dejar sola a Sue. Siempre estaba con ella, y, aunque sabía que se las arreglaría perfectamente sin mí, era…raro. Sentía que mi amiga se estaba volviendo más independiente y eso me apenaba un poco. Pero yo era su protectora, no su niñera, y en ese momento tenía a Lucas…y alguna vez deberían de tener un poco de intimidad.
—Bueno, vuelve pronto —me callé. ¿Para qué le decía eso?—. Que te diviertas —añadí torpemente. Ella sonrió y se despidió con la mano mientras se alejaba con Lucas. Tras tantas preocupaciones por su cargo de Elegida, merecía también momentos para ella.
Caminé por los pasillos del instituto, a rebosar de gente, dirigiéndome hacia la salida. En un determinado momento me crucé con Len, que cuando me vio dio un respingo y desvió rápidamente la mirada con aire culpable, siguiendo su camino sin detenerse. Noté algo extraño en él, pero antes de poder pensar siquiera Axel apareció a mi lado.
—¿Estás sola? —me preguntó. Me sobresalté.
—¿Eh?.
—Te pregunto que si estás sola —repitió, sin perder la sonrisa.
—Eh… Sí —respondí aturdida. ¿Qué hacía él allí?.
—Qué extraño —comentó— ¿Y tu amiga?.
—Está ocupada —contesté lacónicamente, un poco incómoda. Su proximidad me ponía nerviosa. Me intimidaba.
—¿Y tú? —preguntó— ¿Vas a hacer algo?.
“¿Eh?”.
—Esto… No.
—¿Quieres ir a dar una vuelta por el bosque? —me propuso, mirándome con una sonrisa que hubiera matado a cualquier chica. Dejé que mi boca se abriera. ¿De verdad era Axel Thompson el que estaba enfrente mía proponiéndome salir?, ¿alguien al que había admirado siempre por ser uno de los guerreros más fuertes y peligrosos del clan Lavoisier?. ¿El que hasta entonces ni se había aprendido mi nombre?. No podía ser tan simple. Le interrogué con la mirada, ¿qué estaba planeando?.
—Me apetece sentirme un poco salvaje —dijo, encogiéndose de hombros.
No podía ser tan simple.
***
Acabamos exhaustos, casi sin poder respirar, tras haber pasado la tarde corriendo entre los árboles. Incluso después de haberme parado, la sensación de libertad seguía en mí. Me tendí sobre la hierba y dejé que mi cuerpo se transformara de nuevo en humano. Un lobo del color del bronce se tumbó a mi lado. Poco después era un chico adolescente.
—¿Te lo has pasado bien? —me preguntó Axel con la respiración entrecortada.
—¡Sí! —exclamé entusiasmada. Me sentía eufórica—. No recuerdo cuándo fue la última vez que vine a cazar al bosque.
—¿Normalmente no puedes?.
—No. Tengo que estar con Sue, y a ella no le gusta la caza.
“Con lo divertido que es”.
—Vaya… pues deberías hacer esto más a menudo. Cuando te pones, ¡eres una auténtica fiera! —dijo sonriendo. Me reí.
—Pues tú no te quedas corto.
Nos quedamos en silencio y me permití respirar, intentando que mi corazón desbocado se calmara un poco. El sudor hacía que mi pelo y mi ropa se me pegaran al cuerpo, pero no me importó. Me sentía bien, como no me había sentido en mucho tiempo. O tal vez nunca, tan salvaje, como había dicho Axel.
—¿Sabes? —me dijo de pronto éste—. De pequeño solía observarte.
—¿Qué? —mi corazón volvió a acelerarse. Por suerte, mi cara ya estaba roja por el esfuerzo.
—Siempre estabas con La Elegida…
—Preferiría que la llamaras Sussane —le corté.
—Siempre estabas con Sussane —corrigió—. La seguías a todas partes, como su ángel guardián, cuidándola y protegiéndola.
—¿Ángel guardián? —me reí. Esas palabras no pegaban con Axel—. Mejor diría “guardaespaldas”.
—¿Sí?. A mí me suena mejor “ángel guardián” —comentó—. Siempre habéis estado juntas, nunca te habías separado de ella. Pensé que debíais de ser muy buenas amigas, y cuando descubrí que Sussane era La Elegida comprendí que vuestra relación iba más allá de la simple amistad —por un momento me llené de vergüenza, y fruncí el ceño.
“¿Se está pensando que soy lesbiana?”.
—No, no me estoy refiriendo a eso —aclaró riendo, leyéndome el pensamiento—. Pero, en fin, por eso me extrañó tanto que hoy estuvieras sola.
Una fugaz imagen de Sue con Lucas, despidiéndose, asaltó mi mente.
—Supongo que tampoco podíamos estar siempre juntas —dije, más para mí misma que para él—. Al fin y al cabo todo cambia.
—Sí —dijo de forma sombría—. Todo cambia. ¿Y ella qué está haciendo?, ¿estará bien sin ti?.
La imagen regresó de nuevo. Hacía unas horas me estaba haciendo la misma pregunta.
—Está perfectamente, divirtiéndose con Lucas.
—Entonces, ella no tiene por qué ser la única que se divierta.
“Tal vez no”.
***
Pasaron los días y cazar con Axel se convirtió pronto en una afición y un momento deseado. Cada vez me preocupaba menos de que Sue se quedara a solas con Lucas ni que pasáramos más tiempo separadas, es más, lo deseaba. Así podría transformarme en lobo y liberarme de todas mis obligaciones. La preocupación por La Elegida que fui desarrollando a lo largo de los años desapareció de un plumazo y de pronto volví a ser la niña que ansiaba libertad. Me di cuenta de que había estado tan volcada vigilando a Sue que hasta me había olvidado de mí misma, y ahora que recuperaba los momentos para mí ya no los quería soltar.
“Qué importa nada. Al fin y al cabo fue ella quien empezó”.
Y en esos días olvidé a nuestras yo infantiles, olvidé mi mano extendida hacia esa niña y mi firme propuesta de llevarnos bien, olvidé la soledad de ambas. Porque ya no la sentíamos como entonces. Las cosas cambiaban.
Sonó el timbre que anunciaba el fin de las clases y empecé a recoger rápidamente mis cosas. Sue se acercó a mí.
—Oye, ¿adónde vas esta tarde?.
—Al bosque —respondí.
—¿De nuevo a realizar una masacre con Axel? —me soltó con ironía.
—Una bien sangrienta. ¿Quieres venir? —le sonreí.
—Ni lo sueñes —mientras salíamos del aula ella se quedó pensativa—. Oye, Claire, ¿no crees que últimamente pasamos demasiado tiempo separadas?.
—¿Y qué tiene de malo?. Tú estás con Lucas, y él te protege.
—Ya, pero se me hace raro… como antes siempre estábamos juntas. Además, no me gusta mucho Axel.
—Porque no le conoces. Yo al principio le admiraba simplemente porque era uno de los lobos más fuertes del clan, pero después descubrí que era mucho más que eso. Es muy amable y simpático, y hasta tiene su lado sensible. Es un tío genial.
—Bueno, si tú lo dices… —comentó, no sin cierto sarcasmo que me molestó— Aún así, tal vez no sea bueno que nos estemos distanciando tanto.
—Pues yo pienso lo contrario. Hasta ahora siempre hemos estado juntas, y quizás no esté mal independizarnos un poco la una de la otra.
—¿Tú crees? —preguntó, insegura.
—Vamos, ni que no nos fuéramos a ver nunca más —dije, quizás intentando convencerme más a mí misma que a ella—. Soy tu guardiana y siempre lo seré, pero tampoco puedo estar contigo todo el tiempo. De vez en cuando tienes que arreglártelas un poco sola —le sonreí—. Además, creo que estás en buenas manos —eso último no fue del todo sincero.
—Tal vez tengas razón —dijo ella—. Bueno, te dejo.
Sue se alejó, y pronto no fue más que una silueta entre las muchas que había, perdiéndose entre la gente. Suspiré, ni yo estaba segura de lo que le había dicho. Al salir, todavía me esperaba otra sorpresa más entre las muchas que me aguardaban ese día. Len estaba parado en las escaleras del instituto, con la mirada enfocada en algún punto lejano llena de preocupación, mordiéndose imperceptiblemente el labio inferior. Nada más verme se dirigió hacia mí.
—Tengo que hablar contigo —me dijo con un matiz nervioso.
—Mira, Len, mejor otro día. Hoy tengo un poco de prisa, he quedado en el bosque con tu her…
—Precisamente es de él de quien te quiero hablar —me cortó, impaciente.
Le miré. Su expresión era seria y grave, aunque tras sus ojos había preocupación y…pesar. Remordimientos. De todos modos, era obvio que no iba a ser ninguna tontería. ¿Quería hablarme de Axel?. Me crucé de brazos.
—Te escucho.
Len caminaba delante de mí, lejos de las miradas y los oídos indiscretos, tal vez sin saber por dónde empezar. Finalmente, se giró hacia mí.
—Tú sabes que mi familia se opone a La Elegida y, sobre todo, a ser un nuevo clan. Por todos los años de odio a los Kelvin. No aceptan tener que ser liderados por uno de ellos.
—Sí, lo sé, no es algo nuevo.
Él suspiró abiertamente, susurrando algo inentendible.
—Están planeando una traición —dijo de golpe—. Bueno…estamos planeando una traición.
—¿¡Qué!?.
—En la fiesta de Navidad… Cuando La Elegida esté alejada de todos para lanzar el corazón a la hoguera…aprovecharán entonces que está indefensa para matarla. Sin La Elegida, no habrá motivos para seguir juntos, y lo más probable es que Lavoisier y Kelvin luchen en una guerra, pues el odio sigue presente. Sólo necesitan un motivo, y ése es el que mi familia pretende.
Le miré sin hacerlo realmente, intentando asimilar y procesar sus palabras. Una traición… Me senté en el suelo, llevándome una mano a la frente. Bien pensado, no sería de extrañar. Pero no podía perder la calma.
—¿Por qué me cuentas esto? —le interrogué—, ¿no se supone entonces que estás traicionando a tu familia?.
Cerró los ojos.
—Sí —dijo entre dientes—, estoy traicionando a toda mi familia por lo que creo que es correcto.
No supe qué decirle. Desde luego, Axel tendría que esperar. ¡Axel!.
—Axel… ¿lo sabe? —pregunté cautelosamente. Él me miró con preocupación.
—Sí, precisamente es él el que más lo sabe.
Lo miré un momento, confusa e incrédula. No podía ser.
—Claire —me estremecí cuando pronunció mi nombre. Lo decía de una manera demasiado familiar—, ¿no comprendes lo que está haciendo contigo?.
—¿Insinúas que se está aprovechando de mí? —pregunté con la voz tensa.
—Claire…
¿Axel se estaba aprovechando de mí y quería matar a Sue?, ¿precisamente él?. Dolía demasiado. Tras todo el tiempo que pasamos juntos, dolía demasiado que ese chico que decía palabras tan bellas y se preocupaba tanto por mí en realidad fuese un traidor y yo nunca le importase. La idea era tan difícil de concebir… ¿Pero por qué lo tenía que hacer?, ¿debía dudar de él por las palabras de Len, debía creerle cuando no había nada que me lo demostrara?, ¿a la primera de cambio?. Pero era tan lógico… y yo toda mi vida había seguido a la lógica. ¿Y mi corazón?. Confiar en Len o confiar en Axel. Pero a Len apenas lo conocía, y a Axel… No quería sufrir tan pronto. Dejé la mente en blanco.
—Mientes —susurré.
—Claire, por favor…
—¡Deja de llamarme así! —exclamé, desesperada. ¿Por qué pronunciaba mi nombre de manera tan cercana?.
—¡Tienes que creerme! —me rogó—. Sé que es difícil, pero si te paras a pensar…
—Axel no puede ser un traidor —dije entre dientes.
—Mi hermano no es como tú te crees —murmuró.
Pero le amaba. No quería pensar, no quería escuchar, no quería sentir, no quería sufrir. Porque le amaba.
Cuando llegué al bosque, vi a Axel de espaldas, mirando a algún punto más allá de los árboles. La palabra “traición” chocó en mi cabeza de repente, haciendo que parara a unos metros de él, turbada. Él se giró al oírme, y sonrió.
—Hola, Claire.
—Hola… —intenté sobreponerme— Llego tarde, lo siento.
—No importa. ¿Te ocurre algo?, estás muy pálida.
“Traición”. La palabra no paraba de resonar en mi cabeza. Quería contarle la verdad, pero una corazonada me advirtió de que si lo hacía, me arrepentiría. Intenté convencerme de que eran bobadas, paranoias por lo que me habían dicho. Pero no podía articular las palabras.
—No, nada —contesté finalmente, transformándome en lobo e internándome en la espesura. A los pocos segundos él estaba a mi lado.
***
—Claire, ¿qué te pasa hoy? —me preguntó por enésima vez al transformarse en humano.
Me había distraído de nuevo, y había dejado escapar a la presa. ¿En qué estaba pensando?. La respuesta me llegó de inmediato. En toda la maldita tarde no me lo había podido quitar de la mente. ¿Pero por qué no se lo decía?, ¿por qué no confiaba en él?. Recuperé mi forma para hablar y darme un descanso.
—Lo siento, estoy en las nubes…
—¿Es por algo sucedido con La Elegida?.
“La Elegida”. ¿Cuándo empezó a llamarla así?. El primer día le dije que la llamara por su nombre, y durante mucho tiempo lo hizo. Pero… ¿Cuándo cambió de nuevo?. “Traición” Sacudí la cabeza.
—No, es simplemente que… estoy cansada. Necesito un descanso.
—Como quieras.
—Oye… últimamente venimos todas las tardes, ¿no?.
—Sí, ¿por qué?.
—No sé, creo que debería estar más tiempo con Sue. A veces tengo la sensación de que debería estar velándola, como guardiana que soy, en vez de venir aquí. Tal vez esté empezando a eludir mis responsabilidades —comenté. En cuanto lo dije, me percaté del significado de mis palabras. Era verdad. Era como si en esos últimos días hubiera sido otra persona, y ahora recuperara la preocupación y el juicio.
—Claire… deberías pensar un poco más en ti misma —me dijo Axel, serio.
—Ya… —pero quizás me había pasado del límite. Además, aunque Axel fuera inocente, seguía habiendo muchas posibilidades de que los Thompson estuviesen planeando una traición. ¿Len también?. Me dolió al pensarlo.
—Claire, ¿no te das cuenta de tu potencial?. Eres una chica increíble, guapa, fuerte, luchadora, segura, intrépida, valiente… Tienes tantas cualidades que no podría enumerarlas todas. Por eso me gustas tanto —me sonrojé con sus palabras—. Pero durante toda tu vida has vivido por La Elegida. Sometida a ella.
—No es verdad —repliqué rápidamente.
—Sí lo es. Y lo sabes —siguió diciendo él—. Y no me parece justo para ti. La Elegida es una niña caprichosa que, cuando no tenía a nadie, te necesitaba para protegerla y ahora que ha encontrado un sustituto se ha cansado de ti.
—¡Cállate ya, Axel!.
Él se calló. Al cabo de un momento, dijo:
—Lo siento. Es simplemente que me pone furioso ver que al final eres tú la peor parada.
—Sue no ha escogido ser La Elegida —expliqué, intentando mantener un tono tranquilo—. No sabes el infierno por el que tiene que pasar para mantener unidos a los dos clanes y dirigirlos. La gran responsabilidad que carga.
—A veces pienso si no sería mejor que los dos clanes se separasen, como al principio. Tal vez hubiera sido mejor que nunca hubiera habido una Elegida…
—Pero la hay. Y tenemos que vivir con ello.
—Lo siento —repitió—, no debería haberte dicho todo eso. Simplemente estaba preocupado por ti.
Sonreí. ¿Cómo podría ser un traidor?. Debía quitarme esa paranoia de una vez. Debía confiar en él y decírselo.
—Y pensar que hace poco me dijeron que eres un traidor…
Él se sobresaltó.
—¿Qué?.
—Nada, que me dijeron que pretendías traicionarnos, tú y tu familia. ¿No es gracioso?.
—¿Quién te lo dijo?—gruñó de repente, con la voz ronca, y casi creí ver que se le habían afilado los dientes. “Son imaginaciones tuyas”. Intenté tranquilizarme. Pero la palabra "traición" seguía allí.
—¿Y qué importa? —dije, insegura—. Ambos sabemos que es mentira, ¿no?.
—¡Pues claro que lo es!. Pero me gustaría saber quién te lo ha dicho, sea quien sea tal vez deba mantener una conversación con él.
—Tranquilo, Axel, no creo que sea tan importante —no podía mencionar a Len. No sabía por qué, pero sentía que debía protegerle. Esa situación no me estaba gustando nada.
—Tal vez, pero no me gusta que digan por ahí mentiras de mí y de mi familia, ¿entiendes? —estaba furioso. Intentaba calmarse, pero estaba furioso. Se le notaba. Era la primera vez que lo veía así, hasta ahora siempre se había mostrado tan…perfecto. No pensaba que se enfadaría tanto por ello. A no ser que… Imposible—. Por favor, Claire, dime quién ha sido.
—No… no veo por qué quieres saberlo. Déjalo estar, es verdad que no está bien esa acusación, pero es una tontería y lo sabes. Así que no te pongas tan furioso.
—No estoy enfadado —dijo él despacio—, sólo indignado —se estaba controlando. Parecía estar en su límite—. Pero tengo el derecho a saberlo, ¿no?. Por favor...
—¿Qué le vas a hacer? —le pregunté, cautelosamente.
—Nada, te lo prometo. En serio, me pregunto cómo a alguien se le puede ocurrir que yo traicionaría a… Sussane.
Su voz y sus palabras le delataron. Abrí mucho los ojos.
—Entonces es verdad… —murmuré retrocediendo, incrédula. Le miré como si fuera la primera vez, y en cierto modo lo era. Se le había caído la máscara.
—Claire, ¿qué tonterías estás diciendo?—de pronto había algo amenazador en el ambiente. “Traición”.
—No… —exhalé en un suspiro ahogado. Sin darle tiempo a reaccionar, me transformé en lobo y corrí hacia la dirección contraria. En ese momento estábamos justo en el centro del bosque, pero la ciudad quedaba hacia el este. Apenas conseguí atravesar el río, un poco más allá, cuando él me alcanzó y me cortó el camino. Le gruñí, enseñándole los dientes. Sabía que en una lucha nunca podría ganarle, así que debía intentar huir. Él se transformó en humano.
—Claire, vamos, sé que odias a los Lavoisier tanto como yo a los Kelvin. Sé que estás soportándolos por La Elegida, y que la idea de ser uno te asquea, no lo niegues —le miré, sin responder, agazapada en el suelo—. ¿Por qué no te unes a mí?. Toda tu vida has vivido como una esclava, una esclava de La Elegida. Dime… ¿acaso no deseas la libertad?. Sabes que es culpa suya, sabes que ella te ha arruinado la vida.
¿Cómo podía haber querido a alguien así?, ¿cómo podía no haberme dado cuenta antes?. ¿Cómo podía haber creído en él incluso cuando Len me lo advirtió?, ¿cómo podía haber sido tan estúpida?. “Decidí confiar en ti, creer en ti…”. Pero a veces por seguir al corazón una podía cometer el mayor error de su vida. No, no iba a llorar. No por él. Me transformé. Él lo tomó como buena señal, y continuó.
—Y ese Lucas… Todos sabemos que no te gusta, y aún así tienes que soportarlo por esa chica. Toda la tensión entre los clanes, las miradas de odio…podemos librarnos de ello. En el fondo… ¿qué sentido tiene tener que estar juntos?. Siempre fuimos dos clanes. Y siempre lo seremos.
—Hablas muy bien —dije fríamente. Sonrió.
—¿Y bien?, ¿qué me dices?.
—Y pensar que en la última batalla estaba preocupada de tener que herirte… —susurré, enseñándole los dientes— Mi respuesta es no.
Él gruñó, convirtiéndose en lobo para abalanzarse sobre mí. Yo reaccioné rápido, apartándome para lanzarle un mordisco al cuello. Debía huir… pero él no me dejaba. Cada vez me humillaba más que me cortara mis intentos de retirada. No luchaba en serio, me lanzaba golpes y mordiscos, pero ninguno mortal. Se estaba burlando de mí, quería jugar, porque sabía que él tenía todas las de ganar. La rabia me estaba invadiendo, y me lancé sobre él con las fauces abiertas, dispuesta a clavarle los colmillos con todas mis fuerzas. Pero él era más grande y corpulento, y no le costó tumbarme al suelo. No quería dejárselo tan fácil, su inmenso ego me asqueaba. El verdadero Axel me asqueaba. Y lo que hizo conmigo me enfurecía. Aunque más furiosa estaba yo conmigo misma. Me removí bajo él, pero me tenía inmovilizada. Me clavó las patas delanteras en el estómago y me aprisionó por el cuello con los dientes. Cuando más me resistía, más fuerte me apretaba, impidiéndome respirar. ¿Por qué no me mataba ya? ¿A qué estaba esperando? Estaba perdiendo fuerzas, y volví inconscientemente a mi forma humana. Él también lo hizo, y rápidamente sustituyó las fauces por las manos.
—¿Quién te lo reveló? —me espetó—. ¡Dímelo!.
Me negué a hacerlo, si me iba a matar que lo hiciera ya. No podía dejar que mi error fuese más grave.
—Te lo repetiré una última vez —me dijo, apretando un poco más las manos—, ¿quién te lo dijo?.
Me estaba quedando sin aire, y el mundo empezó a dar vueltas a mi alrededor. Ya ni siquiera veía a Axel, tal vez percibiera su silueta de forma imperceptible. Poco después dejé de ser yo, mi conciencia se fue. Me sustituyó el instinto de supervivencia, y me convertí en un animal que se aferraba a su último halo de vida.
—¿Quién… te… lo… dijo? —me repitió al oído. ¿Quién?, ¿quién me había dicho qué?. ¿Quién era?. Sentía cómo la sangre se me subía a la cabeza, ¿iba a morir?. Busqué desesperadamente en mi mente lo que mi agresor me estaba preguntando, todo por volver a respirar, a punto ya de desvanecerme. ¿Quién era?. Una luz iluminó mi mente.
—¿Len?—susurré inconscientemente, en el límite de la irrealidad. A pesar de que casi fue inaudible, él lo escuchó a la perfección. Me soltó bruscamente, incrédulo. Comencé a toser sin parar, violentamente, mientras me llevaba una mano al cuello y otra a la boca. Pensé que tosería hasta escupir sangre.
—Maldito hijo de perra… —oí que decía Axel, sin darse cuenta de que también se estaba insultando a sí mismo— ¿de parte de quién se cree que está?.
Me desplomé en el suelo, todavía con una bruma en la cabeza, sin parar de toser, y pronto todo se volvió negro.
***
Desperté sola, en medio del bosque. Sólo se oía el ruido de la corriente del río, los pájaros y el susurro del viento entre los árboles. Abrí lentamente los ojos, aturdida. El cielo, teñido de un naranja violeta, estaba empezando a oscurecer. Me incorporé un poco e hice una mueca al sentir un dolor repentino en el cuello y en el estómago. Tenía la garganta hinchada y tosí un poco. Apreté los dientes al recordar todo lo sucedido. ¿Qué había hecho?. Durante semanas fue como si viviera en un extraño sueño, bajé la guardia y me dejé llevar por Axel y sus palabras amables. ¿Cómo pude dejarme?. Volvieron el dolor del desengaño y la vergüenza, vergüenza por haber caído en su red como una ingenua, por no querer escuchar o pensar incluso cuando me lo advirtieron. Bloqueé mis pensamientos. Debía ir a la ciudad y avisar a todos de lo que los Thompson planeaban. No entendía por qué Axel había decidido dejarme viva, fuera la razón que fuera, tenía que estar alerta. Debía volver y proteger a Sue, La Elegida, como guardiana que era, tal vez una guardiana estúpida, pero guardiana al fin y al cabo. Tenía que enmendar mi error. En silencio, antes de partir, con mi presencia como único testigo, me juré que Axel se arrepentiría de haberme dejado vivir.
Cuando salí del bosque, exhausta de correr a pesar de las magulladuras, me encontré con un grupo de gente del clan, entre ellos mis padres.
—¡Escuchadme todos, los Thompson están planeando una traición! —exclamé—. ¡Quieren matar a La Elegida el día de la fiesta de Navidad!.
—Claire… ya basta —susurró mi madre con tono peligroso. La miré sin entender.
—¿Cómo que basta?. Tenemos que ir a detenerlos, y…
Escuché un zumbido en el aire antes de recibir el impacto de su mano en mi cara. Mi cabeza giró hacia atrás, la mejilla me ardía y me había hecho daño en el cuello, pero estaba demasiado incrédula para notarlo.
—¿Mamá? —murmuré.
—No me llames así, engendro —me escupió.
—Déjalo, Marianne —la tranquilizó mi padre—, todos sabíamos ya lo que iba a hacer. Axel nos lo advirtió, de nada sirve que te enfades ahora. Sólo será peor para ti.
—¿Qué está pasando? —pregunté con voz temblorosa, cada vez más confusa y desconcertada. Empezaba a tener miedo. ¿Qué había hecho Axel?. Él me dirigió una mirada llena de desprecio e indiferencia. Nunca me había mirado así, ni siquiera cuando me rebelé a los seis años.
—Debería darte vergüenza —me dijo—, esta es la mayor humillación que he sufrido jamás. Me has defraudado, Claire.
—¿Qué…? —no quería seguir escuchando. Crucé los dedos para que todo esto no fuera más que una pesadilla.
—¿De verdad pensabas que podrías acabar con La Elegida y ocupar su lugar? —me espetó otra mujer con severidad, otra Kelvin—. Axel Thompson nos lo ha contado todo, cómo le expusiste tu plan hoy y le pediste que se uniera a ti. Por suerte consiguió detenerte.
—¡No es verdad! —repliqué, desesperada— ¡Es él quien planea traicionarnos!, ¡fue al revés!.
—¿Aún sigues negándolo a estas alturas? —me preguntó mi padre—. Es verdad que los Thompson son muy conservadores y no están satisfechos con la situación actual, pero nunca se atreverían a una traición abierta. En cambio, tú tienes muchos más motivos. En el fondo nunca has querido velar a La Elegida y siempre la has odiado, por arrebatarte la libertad, ¿verdad?. Siempre has vivido a su sombra.
—No…
—¿Sabes, Claire? —me sonrió amargamente—. En el fondo me lo esperaba de ti.
Esas palabras hicieron que por un momento mi mundo se derrumbara. ¿Era eso lo que mi padre pensaba de mí?. Tantos años preocupándome por Sue y cuidándola. Siempre esforzándome por cumplir mi deber y satisfacer a mis padres. ¿Y en el fondo era eso lo que pensaban de mí?. Retrocedí. Quería irme de allí, huir. Al fin y al cabo, nunca me creerían.
—¡No dejéis que escape! —gritó uno de ellos.
Sentí cómo me cogían por detrás y me ataban las manos a la espalda mientras otro me ponía una venda en los ojos. Intenté retorcerme y defenderme, pero eran más y yo ya estaba herida. Ni siquiera me salía la voz para gritar. Alguien me cargó a los hombros, y me quedé quieta. Que me hicieran ya lo que quisieran. Al cabo de un tiempo interminable me tiraron al suelo, a algún lugar húmedo y cerrado, y escuché a la puerta cerrarse y a la llave girar. Pasos alejándose. Estaba sola. Maniatada y con los ojos vendados. Al principio no me moví, no hice nada. Después, poco a poco, me encogí y me acurruqué en el suelo, llena de frustración y rabia. Y por primera vez en mucho tiempo lloré. ¿Cómo podía haber llegado hasta ahí?. Durante ese día los acontecimientos no habían hecho más que empeorar. Tal vez me lo mereciera, al fin y al cabo era culpa mía. Si desde el primer momento hubiera escuchado a Len, quizás nada de esto habría ocurrido. Len…de pronto me llené de miedo. Le había dicho a Axel que fue Len. Se lo había dicho. Si hubiera tenido las manos libres, me hubiera golpeado a mí misma. Todo lo había hecho mal. Todo. Temblé, ¿qué le iba a pasar a Len?. Era culpa mía. En medio de la oscuridad, con la venda completamente empapada, deseé con todas mis fuerzas que no le ocurriera nada.
***
El tiempo pasaba y yo seguía en mi encierro. Dos veces al día me desataban para dejarme comer, pero nunca me quitaban la venda. Al cabo de poco dejé de intentar convencerles de la verdad, porque lo único que recibía eran golpes y más golpes. Las muñecas me dolían insoportablemente, y tenía el cuerpo entumecido por el frío y la falta de movimiento. Pero lo peor era la oscuridad, una continua oscuridad que no me abandonaba nunca. Nos acercábamos al día de la fiesta y yo me hundí en un pozo de desesperación. La culpa, la vergüenza, la furia y el pesar seguían presentes en mí todo el tiempo, pero cada día que pasaba el terror aumentaba. Debían detener a los Thompson antes de que fuera demasiado tarde. Recreé la escena en mi mente mil veces, Sue cada vez moría de una forma distinta, pero siempre había el mismo final. Una guerra. Un bosque lleno de sangre.
El ruido de la puerta al abrirse me despertó de mi sueño inquieto, sobresaltándome. Noté a través de la venda la potente luz que entraba. Ese día venían más pronto de lo habitual.
—Está bien, dejadnos a solas —oí que decía una voz familiar—. Me gustaría tener unas palabras en privado con ella.
—Pero puede ser peligroso… —oí cómo la voz del hombre vacilaba— Ella es peligrosa.
—Está ya muy débil, no creo que llegue a hacerme gran cosa. Además, no puede verme y está atada. Y no tiene suficiente fuerza para transformarse.
—Pero…
—Pues que Len se quede conmigo, si así estáis más tranquilos.
Al cabo de unos segundos, él accedió.
—De acuerdo. Cerrad la puerta con llave cuando acabéis —dijo antes de irse. Un chasquido, y oscuridad de nuevo.
—¿Sue? —pregunté, insegura. Alguien se acercó a mí, sentí unas manos detrás de mi cabeza y poco después la venda cayó a mi regazo. Por primera vez en mucho tiempo, abrí poco a poco los ojos, casi con miedo a ver de nuevo. Me encontré con unos enormes ojos azules mirándome preocupado, antes de comprender quién era— Len…—susurré. A su lado estaba Sue, observándome horrorizada—, ¿qué hacéis aquí?.
—Claire, siento no haber venido hasta ahora —comenzó a decir ella mientras el chico procedía a desatarme las manos—. Pero no pude hacerlo hasta hoy.
—Sue, Axel planea… —empecé.
—Lo sé. Len nos lo contó. Intenté convencerles de que tú eras inocente, pero no me creyeron.
—Pero tú eres La Elegida —dije, con miedo a alzar la voz. Mis muñecas quedaron libres. Las miré, tenían la piel despellejada y eran de un extraño color purpúreo.
—¿Y qué?. A ellos les interesa lo que represento, lo que yo haga o diga les importa un bledo. A sus ojos sigo siendo una niña, una niña valiosa —soltó con indiferencia—. Así que tuve que fingir creerles. Hasta hoy no me han dejado venir a verte. Claire, de verdad… lo siento —me dijo, cogiéndome las manos. Hice un gesto de dolor y ella las soltó rápidamente—, de verdad, no me imaginaba que estarías en estas condiciones, si lo hubiera sabido…
—No, la culpa es mía —le dije rápidamente. Veía la compasión y el horror en sus ojos, ¿qué aspecto tenía?. ¿Habría perdido peso?. A esas alturas debía de tener moratones por todo el cuerpo—. Me lo he buscado. Debí de haberte escuchado, y no haberme portado como una estúpida—le dije a Len—, además, por mi culpa, tú…
—Déjalo, Claire. En el mismo momento en el que tomé la decisión ya había asumido lo que me pasaría.
—Pero…
—Por favor, me estoy sintiendo mal de que seas tú la que se esté disculpando con tu estado. No sabías que Axel también planeaba la traición.
—Pero tú me lo advertiste, y yo no te creí —dije, sintiendo que la culpa venía de nuevo.
—Ya no importa. Tampoco está tan mal, estoy viviendo en casa de Lucas.
—¿Te han echado de tu casa? —pregunté, incrédula, sintiéndome cada vez peor—. ¡Pero son tus padres!.
—Los tuyos son peores —me dijo Sue. Otro ramalazo de dolor—. ¡Agh!… Lo siento.
—Dejemos ya el tema, ¿de acuerdo? —dijo Len—. Ahora lo primero es sacarte de aquí.
—¿Cuándo es la fiesta?.
Ellos dos se miraron.
—Esta noche —me respondió él.
—¿Tan pronto? —pregunté alarmada—. ¿Qué vamos a hacer?.
—Debemos pensar en alguna manera de dejar a Axel en evidencia delante de todos, pero sin exponer a Sussane al peligro.
—Lucas dice que en el momento de lanzar el corazón quiere cambiarse por mí, pero es una tontería. Le descubrirían enseguida.
—Pero es la única manera…
—No es la única —dije yo de pronto. Ambos se giraron para verme. Len lo comprendió a instante.
—No… —sentenció.
—Sí —repliqué. Que nuestro apodo de “hermanas” sirviera para algo.
***
La gente estaba congregada a mi alrededor, expectante. Delante mía había una enorme hoguera, y su calor me llegaba a grandes ráfagas desde mi posición. Hasta entonces nadie se había dado cuenta aún. Llevábamos ambas la misma ropa, nos habíamos maquillado de forma parecida y el enorme abrigo ocultaba parte de mi pelo. Mi corazón me retumbaba en el pecho, deseé que la gente tuviera razón cuando dijera que nos parecíamos. El maquillaje había ayudado bastante, pero si Axel se acercaba lo suficiente… Eché un vistazo a mi alrededor, intentando que no se me viera demasiado la cara, medio tapada bajo una enorme bufanda. Todos estaban a bastante distancia. Si la situación se ponía fea, me pregunté si llegarían a tiempo…y si lo que hacía realmente valía la pena. Sue se había opuesto, Len también. Sólo Lucas me había apoyado, y al final logramos convencerlos de que era lo mejor. Pero yo no estaba recuperada del todo, y si fallaba, sería a costa de mi vida. Pero era mi deber como guardiana, y también era lo que quería. Ya había cometido demasiados errores, y si estábamos en aquella situación, era en gran parte por mi culpa. Sin embargo… a la hora de la verdad tenía miedo. Sentía a la tentación de huir de allí. “Aún estás a tiempo”.
Axel empezó a avanzar hacia mí con el corazón del animal en un paño blanco manchado de sangre. Todavía no se habían dado cuenta. Él cada vez estaba más cerca… Debía esperar a que actuara antes de reaccionar. De pronto me vinieron a la mente las dobles en una película de acción, que sustituían a las actrices principales en las escenas peligrosas. Y todo pasó muy rápido. Extendí los brazos para coger el paño, y vi por el rabillo del ojo un resplandor metálico. Iba directo a mi pecho, a por mi órgano más vital. Reaccioné de inmediato, pero no conseguí apartarme a tiempo y sentí un dolor repentino en el costado derecho. Me alejé de él todo lo que pude antes de que las piernas me fallaran y me desplomara en el suelo, haciendo que mi bufanda cayera. Me llevé una mano a la herida, que palpitaba, mientras oía los primeros gritos. Mi mano se empapó rápidamente. La sonrisa triunfal de Axel se borró cuando vio que no era quien creía.
—¿Quién eres tú? —gritó, incrédulo.
—Su hermana —susurré, desafiante, a punto de desvanecerme por el dolor. Algunos lobos se acercaban rápidamente a nosotros. Finalmente, me reconoció.
—¡TÚ! —rugió en una mueca de cólera, mientras se transformaba y se abalanzaba hacia mí. En ese momento fue como si el tiempo se ralentizara. Mientras lo veía en el aire tras su potente salto, fui consciente de que no podría esquivarle. Los demás no llegarían a tiempo, estaba demasiado cerca y aterrizaría directamente sobre mí. Incluso antes de poder cerrar los ojos, estaría sintiendo sus colmillos clavándose en mi carne. Antes de prepararme para morir, me pregunté una última vez si mereció la pena…
Algo, una mancha dorada se interpuso entre nosotros. Mientras notaba cómo me sujetaban por detrás y mi vista se nublaba, lo comprendí. Len me había salvado de nuevo.
***
Caminé hacia él, entre la multitud, pero me paré a medio camino. Estaba sentado sobre un tronco, mirando ensimismado al fuego pero sin estar realmente allí, como era común en él. Llevaba el pelo recogido en una minúscula coleta y tenía entre sus dedos sus gafas rotas. De pronto no supe qué decirle. ¿”Perdón por no creerte y arruinarte la vida”?, ¿”gracias por salvarme de una muerte segura y ayudarme una y otra vez”?. O quizás no debía decirle nada. Simplemente evitarle por el resto de mi vida y no mirarle a la cara nunca más. Suspiré. “¿Sabes?, de pequeño solía observarte”. De pronto me sonrojé, sabiendo de quién provenía todas las palabras que Axel me decía. Respiré hondo y seguí caminando.
—Hola, Claire —me sonrió al verme.
—Hola.
—¿Cómo te encuentras?.
—Bien, ya me han vendado la herida —dije. Vacilé—. La verdad es que vine por… Bueno, gracias por salvarme la vida. Y te debo una disculpa.
—No hay de qué —volvía a dirigir su mirada a las llamas, y me agaché a su lado—. He traicionado a toda mi familia, y he luchado contra mi propio hermano —murmuró—. Y ahora ellos están condenados. A veces uno, por hacer lo que cree, lo tiene que sacrificar todo.
Sin saber qué decirle, le cogí la mano, intentando infundirle ánimos. Él me miró, devolviéndome el apretón. Sin las gafas, sus ojos eran aún más grandes, más penetrantes. Sonrió con cansancio.
—¿Sabías que de pequeño solía observarte?.
—Lo sé —respondí, sonrojándome de nuevo. Él se inclinó, y me depositó un suave beso en la frente.
—Feliz Navidad, Claire —me susurró.
—Feliz Navidad, Len.
Querida Angy. W, me has dejado sin palabras... Pedazo de relato!. Me ha gustado desde el principio hasta el final... He de confesar k al principio lamenté k la protagonista tuviera k vivir bajo la sombra de la protegida... Luego me ilusioné creyendo k había encontrado el amor de su vida y k éste la correspondía también... Más luego me desilusioné al ver k el mismo era un traidor y k su verdadero amor era Len, ese hombre lobo k tanto la ayuda y le salva la vida a pesar d perder a su propia familia... Luego kedé escandilizada al ver el horrible comportamientos de los padres de ella y por último, me encantó saber k al fin abrió los ojos y supo valorar al verdadero Len... Un relato completo, si señor!, felicidades x ello!.
ResponderEliminarGracias princesa por haberte unido a este proyecto, saludos!