Tras Aquella Ventana
Durante mucho tiempo he pensando en eso pero no le había dado la real atención que debería. Llevaban viviendo ya dos años juntos y la carga de sentimientos aún era tan intensa que la sola separación dolía como esa molesta espina que sólo podía ser arrancada por él.
Louis levantó la mirada suavemente, dedicándole unos cuantos segundos a la ventana que en ese momento sonaba constantemente por los golpes de las gotas de agua que chocaban contra ésta. Llovía fuertemente y sin duda alguna, el atardecer de ese día era demasiado gris para pensar que aún faltaba la noche.
―Me pregunto si estará bien ―exclamó en voz alta.
Si bien Louis no era el hombre más expresivo del mundo, la ausencia de palabras no le impedía demostrar sus sentimientos. Era un hombre alto que rebasa la estatura promedio, además de que a diferencia de muchos otros que pasaban horas en el gimnasio intentando darle forma a los músculos de su cuerpo, para él era más sencillo pues su trabajo era el que lo mantenía en una buena condición física con respecto a sus veintiocho años.
“Aunque trabajar de constructor en un edificio no sea mi empleo soñado.”
Reacomodó las gafas sin armazón que había recorrido el puente de su nariz sin su permiso, para luego bajar una vez más la mirada hacía el libro viejo de hojas amarillentas que leía. Un tesoro que el solía conservar de su juventud cuando creyó que su vida sería lo que él esperaba. Se había equivocado por supuesto, aunque eso ahora formaba parte de su pasado.
Siempre había creído que su vida reinició cuando le conoció y no se arrepentía de ello. Sin bien la vida lo golpeó en la cara muchas veces y lo dejó sangrando, muriéndose de dolor, encontró la manera de sobrevivir. Y sobre todas las cosas, encontró a alguien por quién vivir.
Muchas veces le habían dicho que era ridículo decir que vivía por alguien más. Louis, sin embargo, no lo encontraba tan descabellado. Todo este tiempo, esa persona le había dado el impulso necesario para seguir adelante y aunque quizás nunca lograría a cumplir todas sus metas, estaba ahí, cumpliendo la más importante de todas.
―La realidad es bastante amarga… ―murmuró, tomando entre sus dedos maltratados un vaso lleno de alcohol, mismo que bebió lentamente hasta que su garganta reseca se vio satisfecha.
Louis sonrió mientras observaba la ventana que apenas dejaba ver lo que ocurría afuera. Aunque su visión era reducida gracias a la tormenta, notó el andar conocido de un paraguas negro, seguramente tomado entre las manos de ese chico.
Observó el reloj: Las seis menos quince minutos. Llegaba tarde, como siempre.
Cerró el libro y al levantarse dejó éste en la silla que había recorrido exclusivamente para ver la hora de llegada de su pareja; algunos dirían que era la obsesión de alguien manipulador, quizás hasta su pareja llegara a pensar realmente eso, pero para Louis la verdad era, que todo esto, esas pequeñas acciones formaban parte de lo enredado y maravilloso del asunto.
Caminó hacia la puerta del pequeño apartamento y caminó hacia ella, dejando su mano en la manija que la abriría. Dado el clima, parecía que el mundo permanecía más callado y tranquilo, permitiéndole a Louis escuchar el andar del otro hombre al subir los escalones que rechinaban a cada paso que se daban sobre ellos. También oyó el sonido de las llaves balanceándose, más antes de que su pareja tuviera tiempo de abrir la puerta, Louis se adelantó, abriéndola él.
―Bienvenido. ―Saludó.
Louis permaneció callado luego de esa única palabra. Contempló los ojos del otro hombre, sonriéndole, mirando sus facciones, su ropa levemente húmeda al igual que su cabello. Louis por su parte, vestía solamente un bóxer negro y una playera sin mangas blancas que revelaba ―además de su cuerpo―, el frío que estaba claramente sintiendo pero que aparentaba no tener.
Levantó su mano con un dejo de diversión en el brillo de sus ojos. Colocó una mano en la nuca del otro, y de este modo, cerrando violentamente la puerta y atrayéndolo a él a su cuerpo, pegó posesivamente la fría anatomía de su pareja a su cuerpo un poco más tibio.
―No debí dejarte ir a trabajar esta mañana…
Sólo eso, no más. Sus labios se apoderaron de los del otro, besándole con una pasión desmedida que quizás nadie más sería capaz de dar, porque la manera de amarse de dos hombre era muy diferente al resto: pasión, deseo, desesperación, torpeza, dificultad…
…Bah, era igual el amor en cualquier lado en el que lo mirara.
Lo que lo hacía diferente, eran las personas que estaban dispuestas a entrar al juego.
Louis descendió sus manos sin cautela, arrancado la ropa, quitando con desespero los suéteres y la camisa para llegar finalmente a esa helada piel que comenzó a lamer iniciando por los hombros. No era delicado, era una real necesidad que se veía envuelta de las caricias del amor.
En verdad era amor.
Lo recargó en la puerta, bajando sus manos para deslizar tanto el cinturón como el zipper de su pantalón, hasta finalmente dejarlo desnudo entre sus brazos. Y no es que no ansiara estar con él en otra clase de momentos, era que desesperadamente deseaba volver a amarlo, de entregarle el flujo de amor que durante horas se había acumulado en su corazón y que ahora, con cada agitado palpitar se liberaba con tanta fuerza, que sentía la adrenalina correr entre sus venas.
Recorrió con sus manos la anatomía ajena, sus músculos tensándose, sus pectorales, el área de su abdomen, apoderándose con ambas manos de sus glúteos para finalmente llegar a aquella extensión que sobresalía en su cuerpo.
Diferente a cualquier otra ocasión, Louis mantenía la luz prendida y la cortina de la ventana abierta, aunque no es que se pudiese ver mucho a través de ésta realmente. Era una manera de hacerlo más suyo, de poseerlo y no olvidar ningún detalle de su cuerpo y sus deseos. Porque, al menos para Louis, él era su todo.
Nunca sabía que pensaba su pareja de toda esta situación, quizás porque Louis no era muy bueno imaginando, sino escuchando. De la misma forma en la que no podía expresarse con palabras, sino con gemidos.
Al inclinarse, lamió con calma el largo del sexo ajeno, saboreándole, intentando descubrir hasta donde podía resistir él o su pareja con ello. Sujetaba las piernas del otro, rasgándolas apenas para marcarlas.
Escuchaba de todo, jadeos, suspiros, su nombre, aquel nombre. No era una cuestión de imaginación o de sueños desbordados; su realidad se había vuelto una realidad franca, a veces difícil pero siempre… siempre estaba él, ahí.
―Te amo… ―musitó, besando ahora su nuca. De cara contra la puerta, lo tenía ahí, mientras lo abría con su propio miembro. Sabía que debía ser doloroso por la escasa preparación, pero el deseo de hacerlo suyo lo había superado.
Aun así, agitado y al mismo tiempo lleno de un sudor que le provocaba espasmos de placer al recargarse en la espalda del otro mientras se hundía en su interior, eso no evitaba que su voz entrecortada por el placer le susurra al oído del otro las diversas formas en que se podía amar a alguien.
Lo demás, la incertidumbre, el dolor, el cansancio de una continua frustración en su vida, todo se iba a cualquier otro lado. El hombre al que hacía suyo, en el que salía y entraba constantemente y a distintos ángulos para poder golpear su punto g, ese hombre era al que no dejaría ir nunca de sus brazos.
“Huir es fácil, encontrarte mucho más.”
Jalando sus cabellos, reclamó un profundo beso mientras lograba que el sexo ajeno golpease duramente la puerta, lastimándolo y estimulándolo. Ya no era una cuestión de amor o de placer, era algo más profundo que superaba al mismo amor y llegaba a los límites de la obsesión, sin pretender nunca herir de más a esta persona.
―Te amo… ―repitió en un gemido ronco.
Afuera, la tormenta había aumentado, cubriendo los gemidos de aquella noche apasionada. Inclusive llevándose también cualquier rastro de pena antes formado en la situación de un apartamento alejado, de aquel martes cualquiera…
Al derramar su semen en el interior del otro, al hacerlo una vez más suyo, marcarlo vilmente, se dio cuenta de lo cerca que estaba del cielo. No, mejor aún, lo tenía entre sus brazos. ¿Hasta cuando? No lo sabía, pero sí sabía y creía que los humanos no podían tomar para siempre lo que estaba más allá de sus límites mortales.
Salió lentamente, sosteniéndolo sin alejarse. Le giró con calma, buscando aquel rostro que tantas veces había visto pero del cual no terminaba de grabarse completamente, detalle tras detalle.
Sólo hasta ese entonces, notó cuán vacio podía ser. Ni siquiera una pregunta de cómo estaba, si había tenido un buen día… alguna pregunta que pudiese relacionarse con algo más que la pasión con la que lo poseyó.
Lo miró fijamente, arrepentido, pero sinceramente preocupado por él, acariciando su rostro atractivo y esos ojos que se habían clavado como dos dagas en lo más profundo de su alma.
―No sé muchas veces lo que piensas, no sé qué puede suceder contigo en algunas ocasiones, desinteresado quizás me verás, o tal vez ambicioso, es un jucio tuyo que yo me atreveré a cambiar porque es la imagen que te he dado todo este tiempo de mí.
Esperó su respuesta, mientras le abrazaba con ternura, recargando en el hombro del otro su frente, tembloroso, sin saber qué hacer exactamente.
―Decide si quieres irte o quedarte… si es esta noche la última o mañana en la mañana…. O tal vez nunca te quieras ir ―Tragó saliva, sosteniéndolo más fuerte. ―Tienes la decisión ahora en tus manos.
Louis guardó silencio total cuando esperó la respuesta. La voz de su pareja comenzó a sonar en la habitación y finalmente…
…una lágrima cayó.
―De verdad… te amo ―musitó, cerrando sus ojos. Aspirando su aroma…
…amándole hasta el final.
FIN
Ahora le toca el turno a Nina Neko, desde el punto de vista del amado de Louis. Saludos!
aquí tienes mi relato http://escribolee.blogspot.com/2012/02/la-bella-dos-caras-de-un-mismo-cuento.html
ResponderEliminarSiii, me gustó mucho este relato y ya tengo algunas ideas sobre él ^^
ResponderEliminarMuy bueno PukitChan!!^^
SERÉ LEGAL XDD
ResponderEliminarLa verdad es que no suelo leer relatos de este tipo, pero este, desde luego, es una joyita en su género. El amor es amor se mire como se mire, y se sienta, interprete, se viva o se demuestre. Sea como sea, sigue siendo amor, y eso es lo más maravilloso del amor mismo.
ResponderEliminarVeamos el otro de qué forma quiere a Louis.
Besos!!