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viernes, 7 de junio de 2013

344. MARÍA MAGDALENA SERRA

Hola a tod@s!, vamos a terminar esta semana laboral con otra presentación más, la de:

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MARÍA MAGDALENA SERRA

Este es su blog, donde publica su blog-novela:

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqbtGLdpAAnNXP2rNfFEwQ5rPjlOJ21Mf2cYt2qhrrSScWyiBESgdtdcWu7ir_oo13SwFB-r-LT9BBZPCo2n0VQOEFkMiR25KuiuXfGBPC_JcvnWThhRftk3k6R66dpT6PQhBlycX0M68/s1600/mariposillassdkfj.gif


Aquí os dejo el booktrailer:


Este es el enlace  del índice de los capítulos:

http://unpuenteyunapared.blogspot.com.es/p/indice-de-capitulos.html

Y aquí os dejo un pequeño adelanto del primer capítulo:

El helado estaba riquísimo. Paola envolvió con la lengua las primeras gotas resbaladizas con sabor a menta, y se deleitó con el frío que éstas aportaban a su boca.  Realmente delicioso para una tarde de Julio. Había estado trabajando toda la mañana ayudando a su hermana en la guardería, y aunque siempre le habían gustado los niños, hasta ahora no se había dado cuenta de lo agotador que era cumplir todo lo que ellos necesitaban y querían. Recordó con una media sonrisa a Caterina, la más pequeña. Apenas hacía unas semanas que había cumplido los dos años y no se acostumbraba a separarse de su madre. Le había costado mucho convencerla.

-Llegaré tarde al trabajo. –la mujer no había parado de suspirar. No había soportado dejarla llorando. La abrazó una vez más y le besó la mejilla. -Recuerda Cielo, las princesas valientes no lloran. -En ese momento Paola había pensado en todas las películas de las princesas Disney que había visto y todas habían llorado. Fue algo que efectivamente no dijo. Cualquier argumento era bueno para que se quedara.
 
Al final la niña había aceptado, algo que pocos conseguían sin que los niños no patalearan el primer día.
 
Le había dado un caramelo de fresa, el favorito de las chicas porque era rosa. Y durante aquel momento aquella niña había sido muy feliz. Paola intuyó que en casa su madre le prohibía comer dulces, y ese pequeño secreto empezó una bonita amistad entre ella y Caterina.
 
La bola de helado se había terminado. Estuvo a punto de ir a por otra pero hubiera sido demasiado. Se chupó los dedos recubiertos todavía con esencia de menta y llegó a casa. No había nadie todavía. Lo mejor habría sido ponerse a hacer algo productivo como los estudios, ordenar su cuarto o simplemente ir a hacer la compra si la nevera estaba vacía. En cambio, salió a la terraza a observar a la gente. A Paola le divertía elaborar historias para cada una de las personas que veía bajo su balcón, ya fueran mujeres, hombres o niños. Incluso una vez se inspiró en un pastor alemán y le inventó una vida parecida a la de un perro policía capaz de salvar a cien personas de un incendio.
 
Un hombre trajeado pasó caminando mientras hablaba por el móvil. ¿Con quién podría hablar? Era atractivo, con un ápice de barba que empezaba a crecer y rostro anguloso. Andaba rápidamente y otra vez la chica se preguntó hacia donde se dirigiría. Tal vez estuviera hablando con  algún  empresario que le comunicaba la mala noticia de que sus últimos negocios habían fracasado. Aunque, si fuera así, lo más probable es que estuviera enfadado, y a pesar de que era verdad que parecía molesto, transmitía también cierta simpatía. Puede que estuviera hablando con dos personas a la vez. Por un lado, su amigo le contaba que tenía problemas de dinero y le pedía ayuda. Por otro, su mujer le decía que lo echaba de menos. Paola pensó, si algún día se casaba, ¿llamaría a su marido para decirle que le quería o que lo extrañaba? Recordó su primer novio. Filippo Sartori. Con él habían empezado muchas primeras veces. Los primeros besos, las primeras sonrisas despistadas, las miradas a la luna, y sobre todo, los primeros mensajes antes de acostarse. “Que duermas bien. Buenas noches amor” y ella contestaba: “Tú también, buenas noches, te quiero” Pero no conseguía dormirse, pensaba en él, en cómo le había pedido que fuera su novia. Había sido una noche cuando habían salido con unos amigos. Giovanni se había acercado a ella.
 
-Filippo quiere decirte algo. –ella lo buscó entre la gente pero no vio a nadie. 
 
–Está fuera.
 
Paola salió y lo vio sobre su motocicleta. Una Vespa azul marino. Con un gesto de cabeza la invitó a sentarse detrás. Estaba enamorada de él y no lo dudó un instante.
 
La llevó a dar una vuelta por el centro de Roma. Se pararon al lado de la Fontana di Trevi, que a esas horas de la noche no había nadie y sintieron como si esa gran fuente les perteneciera durante aquellos momentos.
 
-Bueno, supongo que te harás una idea de por qué te he llevado aquí ¿verdad? –dijo Filippo con algo de timidez. Paola, que hasta ese momento había estado contemplando la belleza de la Fontana, se giró para mirarlo.
 
Filippo, que siempre estaba seguro de sí mismo, que no vacilaba ante nadie y no le temía a nada. Por eso ella lo admiraba tanto, a él no le importaba la opinión de los demás, decía y hacía lo que quería, y todos lo respetaban. Ahora que lo miraba podía estar segura de que nadie era perfecto, incluso él. En sus ojos había reflejada la duda. Y solo podría hacerla desaparecer ella. Filippo continuó:
 
-Me gustas mucho, y como no encontraba ningún momento para decírtelo, he decidido que lo mejor sería crearlo yo mismo. –el chico esperó con expectación la reacción de Paola. Ella sonreía, y si no se había lanzado a abrazarlo nada más haber acabado de hablar él, fue porque quería disfrutar de aquella sensación. Nada más le importaba ahora, incluso había dejado de escuchar el agua que corría a unos metros de ella.
 
-A mí también me gustas, Filippo. Y creí que ya lo sabías. –al contárselo a Michela, había dado por sentado que se lo contaría a Giulia o a Violetta. Por eso había decidido decírselo, estaba dispuesta a hacerlo público si eso era necesario, incluso a admitirlo delante del propio Filippo.
 
-Pues, lo había oído,  pero dicen tantas cosas que no supe si creérmelo.
 
Él se acercó a una Paola algo incómoda. Había visto los besos en muchas películas o en la calle, sus amigas le habían dicho como era. Y cómo inexperta, decidió dejarse llevar. Al tener los labios de Filippo sobre los suyos, hizo lo mismo que él, los entreabrió y dejó que su lengua la acaricia. Lo encontró extraño, pero le gustó, porque era la boca de Filippo, el chico del que se había enamorado. Al separarse de él tenía las mejillas enrojecidas y sonreía.
 
-¿Quieres que volvamos? –preguntó el chico que vio su rostro encendido.
 
-Estoy bien.
 
-Me alegro. –y sonrió. El Filippo de antes había vuelto y Paola se alegró por ello.
 
Se besaron de nuevo bajo la luz de la luna.
 
La vibración del móvil hizo que Paola regresara al presente. Lo cogió del bolsillo y echó un vistazo al número. Susanna Conti.  Una bomba de relojería, pero una bomba alegre, feliz de la vida y con ganas de sonreír a todas horas.

7 comentarios:

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