Nota: puedes leerte las primeras tres citas en este enlace:
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4ª Cita:
—Hola preciosa —dijo él, rompiendo el incómodo silencio, sin dejar en ningún momento de sonreír; tenía una sonrisa bonita.
—Hola —susurró ella con timidez. Unos remolinos sonrosados se instalaron en sus mejillas.
—Toma, ponte el casco, yo no lo necesito —le dijo, ofreciéndoselo.
Andrea miró el objeto con los ojos abiertos como platos, como si fuera una serpiente apunto de atacarla.
—Pero… —balbuceó, estática como una piedra—. Yo… Es que estoy esperando a alguien…
—Lo sé, a mi hermana —Volvió a extender los brazos, con el casco en mano, ofreciéndoselo de nuevo—. He venido en su lugar.
—¿Tu hermana? —preguntó la muchacha incrédula—. ¿Laura es tu hermana?
Raúl asintió con la cabeza.
—¿Vamos?
—¿Pretendes que yo… que yo suba en ese cacharro?
—¡Oye!, no insultes a mi nena —respondió molesto. Aunque ya tenía un par de años, todavía estaba como nueva. Además, le había hecho ganar en casi todas las carreras en las que había participado.
—¡Oh, perdona!, no pretendía… —Se retorció las manos, nerviosa perdida—. Además, yo… yo nunca… he subido a una y yo… no sé si sabré…
—Tranquila, soy un crack conduciéndola. No tienes por qué tener miedo —La interrumpió él, gozando al verla toda ruborizada e inquieta. Así se le veía todavía más apetecible— ¿Subes?
Volvió a ofrecerle el casco y esta vez Andrea lo aceptó, pero antes de ponérselo, le preguntó:
—¿Porqué no ha venido Laura por mí? ¿Le ha ocurrido algo?
Raúl sonrió con suficiencia, mientras la miraba con picardía.
—He comido con un colega que vive aquí al lado y me pillaba de paso recogerte. Por eso le dije a mi hermana que vendría yo a por ti.
Andrea se quedó con la boca formando una pequeña O por la sorpresa. No se esperaba algo así… ¿Porqué querría un chico como él, con el que apenas había hablado, ofrecerse para hacer eso? No le dio más vuelta y viendo como el muchacho se impacientaba, se puso el casco. Luego, se acercó a la parte de atrás, y sin mucho esfuerzo, se montó en ella.
—Agárrate fuerte —le aconsejó, mientras metía la primera marcha y le daba gas con el puño.
En cuanto Andrea sintió el primer tirón que dio la moto, que casi la tira, le pasó a Raúl los brazos por la cintura y se aferró a él.
Raúl, satisfecho, se incorporó a la carretera con una sonrisa boba dibujada en su masculino rostro.
Pocos minutos después, Andrea hundida hasta el cuello en un mar de emociones, llegaron a su lugar de destino. En principio, eran la angustia y el miedo, las que le habían embargado, temiendo por su seguridad. Pero, a los dos minutos o así, un torrente de adrenalina la hizo sentirse temeraria, viva, con ganas de más. Nunca creyó que disfrutaría yendo montada en una moto, pero gracias a Raúl, descubrió que así era.
Nada más apearse los dos, y después de que Raúl asegurara su nena, como él la había llamado, ingresaron en el interior de un viejo y destartalado edificio.
—No ha sido para tanto, ¿verdad? —Ambos estaban subiendo por las escaleras, directos al segundo piso.
—No —reconoció ella.
—Cuando quieras, podemos repetirlo —se ofreció él, mirándola directamente a los ojos. A Raúl le fascinaba los ojos verdes de Andrea.
—Hola —susurró ella con timidez. Unos remolinos sonrosados se instalaron en sus mejillas.
—Toma, ponte el casco, yo no lo necesito —le dijo, ofreciéndoselo.
Andrea miró el objeto con los ojos abiertos como platos, como si fuera una serpiente apunto de atacarla.
—Pero… —balbuceó, estática como una piedra—. Yo… Es que estoy esperando a alguien…
—Lo sé, a mi hermana —Volvió a extender los brazos, con el casco en mano, ofreciéndoselo de nuevo—. He venido en su lugar.
—¿Tu hermana? —preguntó la muchacha incrédula—. ¿Laura es tu hermana?
Raúl asintió con la cabeza.
—¿Vamos?
—¿Pretendes que yo… que yo suba en ese cacharro?
—¡Oye!, no insultes a mi nena —respondió molesto. Aunque ya tenía un par de años, todavía estaba como nueva. Además, le había hecho ganar en casi todas las carreras en las que había participado.
—¡Oh, perdona!, no pretendía… —Se retorció las manos, nerviosa perdida—. Además, yo… yo nunca… he subido a una y yo… no sé si sabré…
—Tranquila, soy un crack conduciéndola. No tienes por qué tener miedo —La interrumpió él, gozando al verla toda ruborizada e inquieta. Así se le veía todavía más apetecible— ¿Subes?
Volvió a ofrecerle el casco y esta vez Andrea lo aceptó, pero antes de ponérselo, le preguntó:
—¿Porqué no ha venido Laura por mí? ¿Le ha ocurrido algo?
Raúl sonrió con suficiencia, mientras la miraba con picardía.
—He comido con un colega que vive aquí al lado y me pillaba de paso recogerte. Por eso le dije a mi hermana que vendría yo a por ti.
Andrea se quedó con la boca formando una pequeña O por la sorpresa. No se esperaba algo así… ¿Porqué querría un chico como él, con el que apenas había hablado, ofrecerse para hacer eso? No le dio más vuelta y viendo como el muchacho se impacientaba, se puso el casco. Luego, se acercó a la parte de atrás, y sin mucho esfuerzo, se montó en ella.
—Agárrate fuerte —le aconsejó, mientras metía la primera marcha y le daba gas con el puño.
En cuanto Andrea sintió el primer tirón que dio la moto, que casi la tira, le pasó a Raúl los brazos por la cintura y se aferró a él.
Raúl, satisfecho, se incorporó a la carretera con una sonrisa boba dibujada en su masculino rostro.
Pocos minutos después, Andrea hundida hasta el cuello en un mar de emociones, llegaron a su lugar de destino. En principio, eran la angustia y el miedo, las que le habían embargado, temiendo por su seguridad. Pero, a los dos minutos o así, un torrente de adrenalina la hizo sentirse temeraria, viva, con ganas de más. Nunca creyó que disfrutaría yendo montada en una moto, pero gracias a Raúl, descubrió que así era.
Nada más apearse los dos, y después de que Raúl asegurara su nena, como él la había llamado, ingresaron en el interior de un viejo y destartalado edificio.
—No ha sido para tanto, ¿verdad? —Ambos estaban subiendo por las escaleras, directos al segundo piso.
—No —reconoció ella.
—Cuando quieras, podemos repetirlo —se ofreció él, mirándola directamente a los ojos. A Raúl le fascinaba los ojos verdes de Andrea.
***
5ª Cita:
Cuando notó que se movía, Andrea salió de su ensimismamiento. Lo vio echarse mano a la oreja que lucía un aro pequeño plateado, para coger algo que tenía en ella. Se trataba de un porro, que, tras observarlo un segundo, se lo coló en los labios. Uno de sus amigos que tenía en ese momento el pelo recogido en una coleta, se le acercó con un mechero y se lo encendió.
Leo, tras darle una profunda calada, se lo sacó de la boca y lo miró pensativo, observando cómo comenzaba a ser consumido por las brasas. Luego alzó la vista y la clavó en la mirada curiosa de Andrea.
—¿Quieres? —le ofreció con una sonrisa divertida, extendiendo el brazo con el petardo en mano para ofrecérselo.
La propuesta le pilló tan desprevenida, que se quedó sin habla, mientras su mirada iba desde los ojos dorados de él, al porro.
Leo soltó una sonora carcajada, que provocó que sus colegas lo imitasen también. Luego, viendo que ella no reaccionaba, se encogió de hombros y se dispuso a fumárselo, pero tras la pausa, se había apagado.
—Pásame el mechero, Iván —pidió al mismo chico de baja estatura, que se lo había encendido antes—. Parece ser, que aquí la amiga, además de no saber besar, no sabe apreciar lo bueno.
Ni siquiera la miró cuando dijo ese comentario tan humillante. Se limitó a reír, mientras miraba a sus amigos que también le seguían el rollo riéndose.
—Leo… —le advirtió Laura, incómoda con la situación. No era su intención presentarse allí para que se divirtiera a costa de su amiga; ella quería que hicieran las paces. Leo se puso serio y la miró con dureza—. Digo Rey —corrigió de inmediato, comprendiendo su error —: No seas duro con ella… —Él siguió sin cambiar de postura—. Por favor —añadió.
Tras dar otra calada, le pasó el porro a Raúl, que lo observaba todo en silencio, esperando el momento de intervenir, si lo veía preciso.
—Laura, no me hagas decirte que no eres quién para darme órdenes.
Ella agachó la vista, toda avergonzada; Leo jamás la había tratado así, con esa indiferencia. Ahora le daba toda la razón a su mellizo, Leo había cambiado desde que acabó el verano y comenzaron las clases.
—¡Eres un maldito, Leo! —exclamó Andrea, toda furiosa. Una cosa era que la humillara a ella, pero otra bien distinta era que se lo hiciera a su mejor amiga, cuando había salido en su defensa.
—Rey para ti, bonita —le recordó Leo, tras mirarla con dureza y arrastrando las palabras. Se había ganado a pulso ese apodo y no iba a permitir que los demás no lo tuvieran en cuenta… Y mucho menos, una mujer.
***
6ª Cita:
Se despidió de sus colegas, evitando mirar en la dirección donde Raúl y Andrea, ahora acompañados por Laura, continuaban hablando. Se montó en su moto y se largó de allí; era hora de prepararse para ganarse el pan de cada día.
En cuanto llegó a su piso, se encontró el mismo panorama de siempre: su padre tirado en el sofá, rodeado de latas de cerveza y con unas pintas asquerosas. Pero en esta ocasión, estaba durmiendo la mona.
Sin hacer ruido, se fue directamente a su habitación. Se mudó de ropa y se puso una más cómoda: unos pantalones de chándal y una camiseta de tirantes, ambas prendas de color gris. Después de vendarse las manos, se fue al dormitorio contiguo.
Cuando ingresó en el lugar, abrió la ventana para que entrara un poco de aire. Luego se acercó a la mini cadena y le dio al play, llenando así el habitáculo con música hip-hop. En esos momentos estaba sonando Gran Torino de Lírico. Tras llenarse los oídos con aquella canción, se agachó para asegurarse las cordoneras de sus deportivos. Una vez listo, se dispuso a golpear el saco con todas sus fuerzas.
Así estuvo más de media hora, sin parar, golpe tras golpe, descargando toda la adrenalina acumulada. Expulsando su rabia, impotencia, frustración… Todo lo que llevaba por dentro, carcomiéndolo; el entrenamiento, además de servirle para estar en forma, también era como una terapia para él.
Con la camiseta empapada en sudor, la frente perlada y jadeando, Leonardo le puso fin a la sesión de esa tarde. Sacudió varias veces los brazos e hizo rotar sus hombros una y otra vez, todo con el fin de relajar y descongestionar sus tensos músculos.
Una vez se había recuperado y su respiración se había estabilizado, apagó la cadena de música y se largó de allí directamente al baño.
La ducha que se pegó le sentó de maravilla. Lo había dejado como nuevo. Ahora tomaría cualquier bocado para recuperar energías, y luego, descansaría un rato.
Veinte minutos después, un recién duchado Leonardo vestido únicamente con unos calzoncillos, se encontraba tumbado sobre la colcha de su cama, con el pelo húmedo pegándose a su frente, los cascos puestos escuchando música a través de su móvil y con los ojos cerrados.
Al cabo de una hora, la alarma de su teléfono sonó, despertándolo. Por lo visto, finalmente se había dormido de lo relajado que se había quedado. Se quitó los auriculares y se dispuso a vestirse con la vestimenta que solía utilizar para las peleas clandestinas: unos pantalones deportivos cortos y una camiseta de tirantes. Luego, se preparó un macuto con una muda de ropa, para cambiarse después del combate.
Cuando salió de su dormitorio, se encontró a su padre acompañado de una mujer. Enseguida la reconoció: era la puta preferida de su padre. A cambio de un polvo, Carlos la invitaba un par de rayas y ella siempre aceptaba encantada de la vida. En esos momentos, la morenaza de origen latino, solo llevaba un diminuto tanga puesto y se encontraba recostada sobre el sofá. Su padre estaba totalmente desnudo, inclinado sobre ella, esnifando la coca que había esparcido sobre su vientre.
Aquella escena debería de haberle incomodado o provocado alguna reacción de rechazo, pero como no era la primera vez, ni sería la última, que se encontraba con algo así, no le pilló de sorpresa y le era indiferente. Los ignoró, igual que hicieron ellos, y se fue a por las llaves de su moto, el casco y la chaqueta de motorista, que se encontraban en una silla, junto a la puerta de entrada. Se puso la chaqueta y tomó el resto, y sin despedirse siquiera, salió de allí, dejando al par de amantes adictos, con lo suyo.
***
¿Qué os ha parecido? Aquellos que se dignaron a leer la anterior entrega, ¿qué les parece ésta?
¡Vamos, opinen, comenten, digan algo! jejeje
¡Saludos!
Dulce, no es justo que solo pongas pedacitos, es como cuando le dejas a los ratones un trozo de queso pequeño cuando quieren mas.
ResponderEliminarPero me ha gustado bastante estas pequeñas partes que nos brindas ;)
Abrazoos!
Muy bueno guapa!
ResponderEliminarEs maravilloso... yo quiero un chico rebelde :) un beso
ResponderEliminarMe esta encantando, y eso que no soy de juvenil, y me tienes totalmente enganchada, ya te puedes poner a escribir que me has dejado con las ganillas jajaja......
ResponderEliminarEso pasa por dejarnos con la miel en los labios.
Besotes.
Me gusta Dulce, a ver cuando subes más.
ResponderEliminarMuy bueno, me ha encantado, lo malo es que ahora me quedé con deseos de continuar leyendo. :D
ResponderEliminarSinceramente me gusto la narración, aunque me quede un poco confundida, Leo es Raul también?
ResponderEliminarLa verdad quiero seguir leyendo mas
Me ha gustado Dulce. Muy bien escrito y a pesar de que solo son pedacitos. Es facil distinguir las personalidades de los personajes. Y me he quedado con la curiosdad por conocer mas a Leonardo, quien parece haberlo pasado muy dificil con ese padre adicto.
ResponderEliminarLo unico que no entindo bien es la expresion "y asi"
¿alguien podria explicarmela? :s
Pero buenisimo Dulce. Continuala y por favor no dejes de compartirnos aunque sea de a poquito ^^
Un besote!!!
¡Muy bueno Dulce! Me ha gustado los personajes y la trama es muy fresca. Felicitaciones.
ResponderEliminarGracias a todas por leerme y comentar!
ResponderEliminar*Lyd Macan, este pequeño adelanto es para ir abriendo el apetito, jejeje
*Leila, gracias! Sabes que gracias a tu ayuda desinteresada, esta historia ha sido mejorada >.< Bs!
*Ninfa Celtica, si es como Leo, yo también quiero un chico rebelde así! jajaja Aunque ya se me pasó el arroz, pero bueno... jijiji
*Candy, no sabes cuánto aprecio tus palabras. Viniendo de ti, una lectora emperdernida, a la que no le atrae las historias juveniles, que me vengas diciendo que quedaste atrapadas con mis letras, me maravilla! Gracias! bs!
*Adriana W. Hernandez, no sé si subiré más estrofas... Conociéndome como me conozco, no te extrañes de que así sea, no ser estarme quieta! jajaja
*Astrid E. Green, que bueno que te haya gustado!Espero que cuando esté publicada, te animes a leerla del todo >.< Muak!
* Mil Nombres, ¿en serio te ha parecido que está bien narrada? Y eso que está todavía sin corregir! jajaja Con respecto a tu pregunta: No, Leo (diminutivo de Leonardo, alias El Rey), es el prota (un chico rubio de ojos marrones), que a su vez es el jefe pandillero de "Las Fieras Callejeras". Raúl es su mejor amigo (un chico moreno de ojos negros), que anda detrás de las faldas de la protagonista (Andrea), que es la mejor amiga de su hermana melliza Laura.
Espero habertelo dejado todo aclarado.
Saludos y gracias por comentar!
*Nina Benedetta, no sé qué expresión es la que dices no entender... Por cierto, me alegra oirte decir, que con lo poco que os he adelantado, he logrado que captárais las personalidades de los personajes >.< Que observadora eres! jijiji
Me alegro que te guste. Bs!
*Lourdes, gracias por tus palabras! Bs!
Hola eh otorgado un premio a tu blog pasa a recogerlo. http://noneysagraw.blogspot.com.es/2013/10/premios-al-blog.html#more
ResponderEliminarNena con estas citas nos estas abriendo boca, pero nos dejas con ganas de mas.
ResponderEliminarQue ganas tengo de poder leerla completa ya
Buen fin de semana guapa
Muakkkkkkkkkkkkkkk