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lunes, 4 de mayo de 2015

"INDECISA" HISTORIA QUE ESTÁ SIENDO TEJIDA EN EL RETO: TEJIENDO UN CUENTO:



CAPÍTULO 1

(D. C. López)



    Jessica estaba terminando de colocar la libreta de apuntes en la taquilla que le correspondía, cuando su amiga Emy le dio un ligero codazo en las costillas para llamar su atención.
    —Jessi, mira quién viene por ahí —le susurró ésta al oído.
    La muchacha sacó la cabeza de larga melena oscura como la noche sin luna, de detrás de la puerta de metal, y miró en la dirección que indicaba su amiga. A pocos metros de donde ellas se encontraban de pie, estaba Richard, el guaperas del instituto, caminando con paso distraído mientras cargaba su vieja mochila de un hombro y hablaba con un colega suyo. Por  un momento sus miradas coincidieron y Jessica, ruborizada por ser pillada espiándolo de manera tan descarada, volvió a meter la cabeza en la taquilla deseando que la tierra se abriera y se la tragara.
    «¡¿Cómo podía ser ese chico tan irresistible?!».
    —¡Hola, Jessica! —Saludó el muchacho de cabellos rubios, con una voz masculina y juvenil, llena de picardía.
    «¡Oh, mi Dios!, ¡el chico más guapo del instituto me está saludando, a mí, a una vulgar y corriente alumna!».
    —Hola —respondió ella con voz débil, casi en un susurro.
    La muchacha, temiendo acabar tartamudeando, no dijo nada más; siempre se sentía como un flan en presencia de Richard, y de seguro, acabaría haciendo tal cosa si dijera algo más.
    —Celebro haberte encontrado sin apenas esfuerzo; te estaba buscando —dijo él con voz seductora, dedicándole una linda sonrisa ahora dibujada en su rostro lleno fracciones masculinas y bellas, mientras ella tragaba saliva nerviosa perdida—. Quería preguntarte si tenías planes para esta noche...
    «¿Que si tenía planes para esa noche? Es que acaso... ¿Richard tiene pensado invitarme a salir o algo así o qué?».
    Ella lo miró incrédula, sin terminar de asimilar que Richard, su amor platónico, estuviera buscándola y preguntándole algo así. De ahí que no supiera qué responder. Un chico como Richard no se fijaba en una muchacha como ella. No era fea, en absoluto, pero tampoco era un tremenda belleza. Su figura era quizás más delgada de lo que se consideraría normal, pero al menos lleno de curvas allí donde deberían estar. Su larga melena morena le llegaba casi a la altura del trasero y sus ojos color miel no eran nada del otro mundo. Para ella, estos eran muy vulgares. En definitiva, se consideraba un chica más del montón, nada excepcional.
    En cambio él era todo lo contrario. Tenía el pelo rubio, ondulado y con un brillo casi inhumano; sus ojos eran tan azules como un cielo despejado en verano. Y su figura... ¡Menudo cuerpazo! Atlético y esbelto, sin dudas, la envidia de muchos.
    —Tenía pensado estudiar para unos exámenes que tengo dentro de una semana —le dijo desviando la mirada y clavándola en sus uñas bien cuidadas—. ¿Por qué quieres saberlo?
    —Esta noche estrenan en el cine una película que quiero ver y pensé que, quizás, querrías ir también. ¿Te apuntas?
    A Jessica casi se le doblan las rodillas y cae de bruces al suelo tras su invitación. Su cuerpo parecía de goma en aquellos instantes.
    «¿Acaba de pedirme una cita el chico del que creo estar enamorada?».
    —Ahora mismo no sabría decirte. Déjame que lo piense, ¿vale? —respondió finalmente tras una pequeña e incómoda pausa.
    —Está bien, en ese caso déjame que te dé mi número de teléfono para que puedas darme una respuesta cuando lo tengas claro, ¿te parece bien? —comentó mientras sacaba de la mochila un trozo de papel y lo anotaba, sin esperar una respuesta por parte de ella—. Aquí tienes. La esperaré impaciente.
    Y después de otra genuina sonrisa, de esas de infarto donde se muestran una hilera de brillantes dientes blancos, se marchó con su colega; éste había estado observando en silencio toda aquella extraña escena. Cuando los dos se perdieron en la siguiente esquina y ya no estaban a la vista, Emy explotó tras también haberse estado manteniendo al margen:
    —¡Tía, no me lo puedo creer!, ¡si no lo hubiera oído, y también visto con mis propios ojos, no me lo habría creído! —exclamó la joven muy entusiasmada y luego, poniendo un semblante más serio, añadió—: ¿Y qué es eso de que aún no lo sabes? Llevas todo lo que llevamos de curso deseando que él se fije en ti y ahora que parece que lo ha hecho, ¿le vienes con estas, con que no sabes si ir o no? ¡No hay quién te entienda, chica! —Se notaba que la pelirroja se encontraba confusa y exasperada ante el comportamiento tan extraño de su mejor amiga.
    Lo cierto era, que ni Jessica sabía lo que se hacía. Solamente tenía claro que aquello que acaba de acontecer era como un sueño hermoso, y temía que si aceptaba, acabase en pesadilla. Sin embargo, si no se arriesgaba, jamás sabría lo que hubiera podido pasar en el caso de aceptar. Por eso decidió intentarlo, ya que tampoco tenía nada qué perder ni mejor plan para un viernes noche.
    Tras esa decisión en mente, ahora lo que tocaba era pedir cita con su estilista para que la tuneara, ponerse sus mejores ropas, y estar reluciente para cuando ambos se vieran esa noche.

***

    Una hora después de que se produjera el encuentro en el instituto, quedó con él por medio de un mensaje, ya que era la única manera en la que ella se sentía más valiente y segura como para hacer tal cosa, en la puerta del cine a una hora determinada. Cara a cara o sencillamente hablando, era demasiado para ella; en lo referente a Richard, era muy tímida.
    Tras casi dos horas a manos de su querido y fiel estilista, lucía bellísima, con uno top negro ceñido y unos jeans vaqueros ajustados. No obstante, cuando se disponía a arrancar su motocicleta, va y se encuentra con que la jodía ¡no quería hacerlo! Sin embargo, después de varios infructuosos intentos, de casi un cuarto de hora y de maldecir unas cien veces por lo bajo, lo acabó consiguiendo. Y gracias a ello, llegó tarde a la cita; la película ya había comenzado y Richard no estaba a la vista.
    Y ahora, en la actualidad, se encontraba hablando con él por teléfono, mientras su flaco culo estaba metido en los aseos de hombres. No era que a la joven le gustase visitar esos sitios, no, ni mucho menos. Lo que ocurría era que fuera, en la fila del cine, había demasiado ruido impidiéndole que pudiera escuchar bien lo que el chico le decía por la otra línea. Y el aseo de mujeres estaba más que descartado, ya que, como era habitual en todos lados, había una cola impresionante. Y ella, que ya llegaba tarde, no podía esperar más. Así que, se metió en el de chicos, que por alguna extraña razón siempre tenía menos tráfico y casi nunca solía haber cola.
    —Pensaba que ya no ibas a venir —le acaba de decir Richard con voz seria en el mismo instante en el que ella cerraba la puerta.
    —Bueno, las cosas se complicaron. Pero ya estoy aquí, apunto de ir a las taquillas a comprar la entrada. ¿En qué asiento y filas estás? Es para coger, si hay butaca disponible, la de al lado, o, al menos, la más cercana...
    —De acuerdo, espera que lo mire y ahora te digo. —Hizo una pequeña pausa para hacer tal menester, y antes de que respondiera, Jessi escuchó de fondo la voz  estridente de Anna que en ese instante le comentaba algo gracioso a Richard. ¿Qué hacía Anna allí, la rubia teñida con mechas rojizas, con él?—. Mira, estamos en la fila 9, butacas 12 y 13...
    —¿Estamos? —soltó Jessica con voz incrédula.
    —¿No te dije que vendría acompañado? —Intentó que su voz sonara con un matiz de preocupación. Sin embargo, resultó ser una mala imitación—. Anna está aquí conmigo, ¿tú no tes has traído también a un amigo?
    —Yo... —No sabía qué responder tras la desagradable sorpresa que se acababa de llevar. Se sentía en esos momentos, como si le hubieran echado por encima un cubo de agua fría.
    «¡¿Cómo se ha atrevido el cara dura, a hacerme algo así?!», se preguntó para sus adentros toda indignada, una furiosa Jessica. «¡Qué ilusa he sido! Si yo tenía razón cuando me pareció muy raro que él se fijara en mí. Seguro que lo hizo para burlarse y divertirse un rato, ¿verdad? Porque si no fuera el caso, no estaría ahora mismo con Anna, "la chica fácil" del instituto, ¿no?. Aunque es cierto, que tampoco me especificó que íbamos a estar solos y que lo que me proponía era una cita... ¡Qué lio!».
    En ese momento, entró en los aseos donde ella se encontraba ensimismada, un chico, sacándola de sus caóticos pensamientos. El muchacho se quedó notablemente sorprendido al verla allí, en el aseo de hombres siendo una mujer, pero no dijo nada; fue directamente al lavamanos y comenzó a lavárselas en silencio.
    Era realmente tremendo, de unos dieciocho años más o menos. Iba todo de negro y cada prenda se ajustaba perfectamente a su musculosa y corpulenta figura. No estaba cachas en exceso, no, aunque era cierto que estaba fibroso y con las suficientes anchuras como para recalcar que tenía una constitución fuerte. Sin dudas, un buen espécimen de hombre. Y más con aquel pelo moreno que lucía salvaje todo revuelto y a lo loco, pero sin dar la impresión de ir despeinado, y aquellas facciones tan masculinas rozando la perfección. Y cuando sus miradas coincidieron a través del espejo, Jessica casi se atraganta con la belleza de aquellos ojos negros azabache, que con tanta intensidad se fijaban en los de ella.
    —Un minuto, Richard, ahora seguimos hablando —dijo al fin cortando la llamada, tras apenas un par de minutos de un incómodo silencio.
    Jessica guardó el móvil en el bolsillo trasero de los pantalones y luego, armándose de valor, se acercó al chico que ya estaba apunto de salir.
    —Espere un momento, por favor —soltó de golpe, sin medir las palabras. Y luego, cuando obtuvo la atención del desconocido, la propuesta que tenía en mente proponerle, le pareció absurda. Sin embargo, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Además, ella estaba desesperada—. ¿Puedo pedirle un favor?
    —¿Qué puede querer de mí una chica tan linda como tú? —respondió el morenazo, con una sonrisa ladeada.
    —Mire, sé que esto le va a parecer absurdo, pero es que resulta que tengo un amigo que me mola mucho, pero él parece no darse cuenta. Habíamos quedado para ir al cine, y yo pensé que era una cita y ahora resulta que ha venido con otra amiga... y yo... —Ya no sabía cómo continuar y las palabras se le trababan en la lengua—. Bueno, pues yo he pensado darle celos o algo así, a ver si de esta manera se fija en mí de una vez y...
    —¿Y en qué puedo ayudarte yo? —respondió interrumpiéndola el chico, que en ningún momento había dejado de sonreír mientras la escuchaba balbucear toda nerviosa.
    Sin dudas, todo eso le parecía gracioso. Seguramente pensaba que estaba tratando con una adolescente con ideas infantiles y hormonas revueltas... Y era muy probable que no se equivocara... podría...
    —Me preguntaba, si estás sólo, sin compañía...
    —Bueno, en realidad he venido con unos amigos, pero eso no será problema alguno si lo que piensas ofrecerme me acaba pareciendo interesante —confesó interrumpiéndola una vez más, sin dejar de mirarla fijamente y sin apartarse de la puerta donde se encontraba de pie con los brazos cruzados—. Escúpelo.
    —Pues yo... Yo había pensado... En fin, ¿te gustaría venir conmigo a ver una peli y fingir que somos "muy buenos amigos"?
    «¡Ya está, ya lo he dicho!», se dijo la joven, tras liberar el aire que tenía retenido en los pulmones.
    La sonrisa del joven se amplió a más no poder, mostrando una hilera blanca de dientes más perfectos si cabe que los de Richard, tras escucharla lanzar su propuesta, su plan.
    —Por cierto, me llamo Jack —soltó antes de darle una respuesta mientras le extendía una mano—. Si quieres que seamos "muy buenos amigos", creo que al menos tendríamos que saber nuestros nombres...
    —Cierto, perdona, es que con los nervios... soy Jessica. —Estrechó la mano que le ofrecía. Y, ¡para qué negarlo!, el tacto le resultó a la joven realmente bueno, muy grato—. Y no se preocupe, le pagaré la entrada y le daré lo que usted me pida a cambio del favor...
    Mientras le decía esto, Jessi rebuscaba dentro de su monedero; quería comprobar cuánto dinero disponía.
    —¿Lo que yo le pida? —preguntó Jack con un tono de diversión que no se molestó en disimular—. Conque me invites al cine, es suficiente. Aunque, ¿quién sabe? Quizás, cuando acabe la noche, estés tan agradecida, que decidas ofrecerme alguna otra cosa... —Aquellas palabras consiguieron que Jessi se ruborizara—. Por cierto, si nos vamos a hacer pasar por amigos íntimos, lo mejor será que nos tuteemos, ¿no crees?
    Jessi asintió, mientras tragaba saliva toda nerviosa y sin creérse, lo que acababa de hacer. ¡Y con un total desconocido!
    Después de conversar un poco más, los dos entraron en la sala donde se proyectaba una película que estaba ya a medias, casi acabando; la que estaba viendo Richard con Anna. Habían tenido bastante suerte y pudieron conseguir dos entradas justo al lado de la pareja que ahora los miraba a ambos con mal disimulada curiosidad. Jessica se sentó en medio de los chicos, con Richard a su derecha y Jack a su izquierda. Y en toda la velada, Richard no dejó de mirarla por el rabillo del ojo. Realmente parecía sorprendido de haberse encontrado a Jessica tan bien acompañada.
    «¿Qué se pensaba, que me iba a presentar sola mirando como ellos dos tonteaban delante de mis narices? Seré tímida, pero no tonta», se dijo mientras intentaba, en vano, prestar atención a lo que quedaba de película, y lo ignoraba adrede.
    De vez en cuando, Jack, sin previo aviso e interpretando bien su papel, le sujetaba de la mano para acariciarle el dorso de la misma, con movimientos circulares y suaves. Aquello le pareció a la muchacha, una caricia "algo" íntima. Pero se sentía tan bien, demasiado bien, que no se quejó en ningún momento y se dejó hacer.
    Un par de veces, Richard le rozó la otra mano libre, con la suya propia, como si también quisiera cogérsela y acariciársela como hacía el otro chico; muestra de que sentía celos o envidia. No obstante, no llegó ha hacerlo y ambos roces quedaron como tal, como meros roces.
    Después de la película, los cuatros decidieron irse a tomar un refresco. Y durante todo el momento que duró la salida, Richard no paró de mirar a Jack con recelo y desconfianza.
    La mayor parte de la conversación estaba centrada en ellos dos, en Jessi y Jack, de cómo se conocieron, cuánto tiempo llevaban tan unidos, y cosas de ese estilo. Y como Jessica no sabía qué responder, dejó que fuera Jack el que respondiera por los dos las mentiras que creyese necesarias, para así ella no meter la pata; no quería que se desvelara su engaño.
    Cuando se hizo la hora de recogerse, las dos parejas salieron del centro comercial y se fueron a los aparcamientos manteniendo una charla banal durante el trayecto. Se notaba que no eran parejas de novios ninguno de ellos. Saltaba a la vista que eran un grupo de cuatro amigos pasando el rato. Aunque a Jessica, que se negaba a reconocer que al final la velada estaba resultando ser mejor más agradable de lo que esperaba gracias a la compañía de Jack, no le gustó ni una pizca que Richard invitara también a Anna y, encima, sin comentárselo previamente; la descarada parecía estar encantada con el hecho de formar parte de la cita, ya que estuvo en todo momento sonriendo. De hecho, en ningún momento se separó de Richard y estuvo todo el rato coqueteando con él, intentando llamar su atención. No obstante, Richard apenas le hizo caso, estaba más concentrado en saber más sobre Jack y sobre ella, Jessi, que en la película o cualquier otra cosa.
    Cuando estaban ya al lado de sus respectivos vehículos de dos ruedas, ya que todos habían asistido en motos, Jack, de sopetón, la atrajo hacia su cuerpo y le plantó un sonoro beso en los morros que la dejó con la boca abierta.
    —Me lo he pasado fenomenal, espero que repitamos de nuevo. —Sacó tras su confesión, una nota con su número de teléfono que tenía guardada dentro de uno de los bolsillos de su chaqueta de cuero, y se la entregó—. Llámame, estaré encantado de quedar de nuevo contigo.
    Ella le dio las gracias y él, antes de subir en su Harley Davidson, le susurró al oído tras pegarse peligrosamente a su tembloroso cuerpo:
    —Pero la próxima vez, la cita que sea a solas.
    Y se marchó. Así, sin más, tras arrancar la bestia que tenía por moto y salir pitando de allí, derrapando ruedas en el proceso.
    —Yo también tengo que irme, mis padres se van a enfadar conmigo si llego tarde —repuso Anna resoplando, mientras también montaba en su motocicleta y la arrancaba, como segundos antes había hecho el imponente Jack. Y al igual que había hecho el muchacho, la chica le dio un sonoro beso al sorprendido Richard, antes de largarse.
    —¿No decías que Jack era sólo una amigo tuyo? —inquirió el chico tras recuperarse, en cuanto quedaron los dos a solas.
    —Así es —respondió sin dar más detalles ni devolverle la pregunta, cosa que podría haber hecho puesto que él había interpretado la misma escena que ella: la de besarse con otra persona.
    —¿Tratas así a todos tus amigos? —preguntó incrédulo, refiriéndose a lo del beso.
    Jessica lo miró con el ceño fruncido y se dio cuenta que la mirada del que creía que era el amor de su vida, estaba cargada de deseo, de anhelo. Empero, no pudo seguir con su escrutinio, porque el mismo fue interrumpido cuando, a cámara lenta, Richard se aproximó a ella hasta acortar las distancias que los separaba, y, sin más, la besó de manera urgente, con desesperación...
    Y ahora, ¿qué podía pensar ella de todo eso?


CAPÍTULO 2

(Déborah F. Muñoz)

    Richard se sentía como un estúpido. Había tardado en reunir el valor para pedir a Jessica que fueran al cine, pero ella se había mostrado tan poco entusiasmada con verle a solas que había pedido a Anna que le acompañara. Suerte que lo había hecho, porque Jessica se presentó tarde y acompañada por un tipo con pintas de chulo que no le daba ninguna confianza. Por supuesto, Richard había interrogado a la pareja en un intento por saber más sobre su relación, pero Jessica se había quedado callada, dejando al tal Jack hablar y, para colmo, Anna no se había despegado de él, a pesar de que le había repetido una y mil veces que no quería nada con ella. La velada había acabado aún peor que cuando empezó: Jack había besado a Jessica y Anna le había besado a él antes de que pudiera apartarse.
    Toda la frustración acumulada salió cuando se quedó por fin a solas con Jessica y, sin poder resistirse, reclamó sus labios como llevaba deseando hacer desde hacía meses. Al principio, ella pareció responder al beso pero, en cuanto se apartó un poco, le pegó un empujón y le dijo, ofendida:
    —¿A qué te crees que estás jugando conmigo?
    Antes de que pudiera responder, ella se montó en su moto y abandonó el aparcamiento, dejando a Richard solo con sus pensamientos. «Desde luego, no podría haber salido peor», se dijo desanimado. No obstante, cuando arrancó la moto comenzó a darle vueltas al asunto y a replantearse su estrategia: no iba a rendirse sin pelear.


***

    Ya en la otra punta de la ciudad, Jack aparcó su Harley y sonrió al recordar la velada. Jessica no era la clase de mujer despampanante con la que acostumbraba a salir, pero había que tener agallas para pedir a un perfecto desconocido que se hiciera pasar por un muy “buen amigo” delante del tipo al que pretendía ligarse, y eso le gustaba. Además, tenía que reconocer que lo había pasado estupendamente interpretando ese papel y provocando al tal Richard, que en más de una ocasión había estado a punto de soltar humo por las orejas del cabreo que tenía. Sí, desde luego estaba celoso, pero Jessica no parecía haberse dado cuenta del detalle. Por otro lado, si al chico le gustaba Jessica, ¿por qué había quedado con la otra fresca? Tenía curiosidad por saber más del asunto y además el beso del final de la velada había sido de lo más prometedor.

    La pena era que no había podido pedirle el teléfono a Jessica, porque hubiera sido extraño hacerlo delante de los otros dos cuando se suponía que eran “muy buenos amigos”. Jack le había dado su número con disimulo, claro, pero no estaba seguro de que ella le fuera a llamar o de que se pusiera en contacto con él: cuando lo pensara en frío, esa chica, cuyo carácter hacía desaparecer todas sus inhibiciones cuando afloraba, sin duda se arrepentiría de haber actuado de una forma tan descarada.
    En cualquier caso, a Jack no le iba a detener el hecho de no tener el teléfono de la chica. Cuando sentía interés por algo, como era el caso, no paraba hasta conseguir lo que quería. Había recabado suficientes datos a lo largo de la noche y no le costaría localizarla, así que le daría a Jessica un poco de margen, por si se aventuraba a llamarle, pero, si no lo hacía, no iba a quedarse esperando a que el destino volviera a ponerla en su camino.


***

    Jessica esperó hasta estar encerrada en su cuarto para echarse a llorar. Todo lo que podía haber salido mal, salía mal. Richard había resultado ser un casanova que ni siquiera tenía la delicadeza de disimular un poco: primero había besado a Anna, con la que sin duda estaba saliendo, y luego la había besado a ella a pesar de que creía que estaba saliendo con Jack y que Anna acababa de marcharse.

    Lo más triste de todo era que Jessica había estado a punto de dejarse llevar. Y no lo había hecho por el sencillo motivo de que todavía sentía el beso de Jack cuando los labios de Richard invadieron los suyos. Jack, ese chico misterioso y sexy que había salvado la tarde y que había conseguido que, a pesar del mal trago, se lo pasara bien.
    Más tranquila ya, Jessica sacó el pedazo de papel en el que el joven había apuntado su teléfono. Deseaba mandarle un WhatsApp agradeciéndole todo lo que había hecho por ella, pero cuando estaba a punto de hacerlo algo la detuvo. Él la había besado y había dicho que la próxima vez la cita sería a solas. ¿No malinterpretaría el mensaje pensando que quería algo más con él? El recuerdo del beso la hizo sonrojarse. ¿Realmente no quería algo más con él? Cuando se durmió, horas más tarde, todavía seguía dándole vueltas a eso.
    Al lunes siguiente, Emy la abordó en cuanto entró en el instituto, impaciente por saber cómo había ido todo. Por desgracia para ella, y para la pobre Jessica, sus padres le habían requisado tanto el teléfono como el ordenador hacía un par de semanas y no le permitían ni salir de casa ni recibir visitas en su tiempo libre como castigo por llegar a casa borracha y dos horas más tarde de lo permitido, así que no había tenido oportunidad de preguntárselo antes.
    —Tía, no me lo puedo creer —dijo su amiga cuando acabó de contárselo todo con pelos y señales—. ¡De verdad que no me lo puedo creer! ¿Después de tanto tiempo imaginando cómo será besar a Richard y haces esto cuándo por fin lo hace?
    —¿Es que no me has escuchado? Siempre he soñado con un beso de Richard, sí, pero después de una cita romántica y de que me declarara su amor, ¡no después de una cita que resultó no serlo, tras morrearse con Anna delante de mis narices y ver cómo Jack me besaba! Francamente, después de eso, preferiría no volver a verle en mi vida.
    —Y ese Jack, ¿besa bien? —Al ver a Jessica sonrojarse, se entusiasmó y comenzó a preguntar más—: ¿Cómo es? ¿Vas a llamarle?
    —¿Estás loca? Debe de pensar que soy una niña tonta.
    —Si te dio su teléfono... —Emy se interrumpió y dijo en voz baja—: Richard viene directo hacia nosotras.
    Jessica pegó un bote, pero se obligó a parecer lo más calmada posible. Por suerte, en ese momento sonó la campana y tuvieron que dirigirse a clase, por lo que pudo eludir el encuentro. Y siguió eludiéndolo durante el resto del día hasta que llegó la hora de marcharse. Le vio en la otra punta del aparcamiento y aceleró el paso para llegar a su moto antes de que la viera, pero no tuvo suerte.
    —¡Eh, Jessica! —la llamó Richard, que empezó a avanzar hacia ella.
    Ella hizo como si no le hubiera oído y continuó su camino con la esperanza de que no la alcanzara, aunque pronto se dio cuenta de que era inútil a no ser que se pusiera a correr y no quería perder la dignidad, así que se resignó, se dio la vuelta y le esperó con los brazos cruzados.
    —¿Dónde has dejado a Anna? —le preguntó Jessica, en tono firme.
    —¿A Anna? —Richard parecía desconcertado por la pregunta—. No la he visto desde el otro día, ¿por qué...? Bueno, da igual. Me gustaría hablar contigo, bueno, ya sabes, de lo del otro día —finalizó, con evidente nerviosismo.
    —Lástima que yo no quiera hablar contigo de eso. De todas formas, con quien tienes que hablar es con Anna.
    —Escucha, Jessica, creo que ha habido un malentendido...
    —¿Malentendido? —preguntó, soltando una carcajada amarga. Para rematarlo todo, Richard pretendía tomarla por tonta y seguir jugando con ella, cosa que no estaba dispuesta a tolerar: se había pasado el fin de semana llorando por la decepción, pero no derramaría ni una lágrima más por ese crápula. Por el contrario, iba a dejar salir toda su furia—. Jack me besó. Tú besaste a Anna. Y luego, cuando nos quedamos solos, me besaste a mí. No hay ningún malentendido. Eres un cretino y un cara dura.
    —Por favor, Jessica, no es lo que tú crees, ¡si me dieras la oportunidad de explicarme y...
    El ronroneo de una Harley que se paró justo frente a ellos ahogó sus palabras y Jessica soltó un pequeño grito por la sorpresa.
    —Siento llegar tarde —dijo Jack, con una sonrisa arrebatadora. No tardó en percibir que algo iba mal entre esos dos y preguntó—: ¿Te estaba molestando?
    —No, no te preocupes —respondió Jessica, disimulando la marea de sentimientos que la invadía en esos momentos: sorpresa porque estuviera allí, alegría por volver a verle, algo de vergüenza por lo del otro día y, sobre todo, agradecimiento y excitación—. Cojo mi moto y nos vamos. Adiós, Richard.
    Satisfecho por la cara que había puesto su rival al verle allí, Jack escoltó a Jessica hasta su vehículo conduciendo muy lentamente, sin decir palabra para darle tiempo a asimilar su presencia y a decidir si quería seguir con él o irse a casa por su cuenta. Luego, cuando ella ya tuvo puesto el casco, preguntó:
    —¿Y bien? ¿Quieres que vayamos a tomar algo?
    —Oh, sí. Ni te imaginas lo mucho que me apetece —dijo ella.
    Jack sonrió y le indicó que le siguiera. Puede que Jessica solo hubiera aceptado por despecho, pero eso no le preocupaba. Ya se encargaría él de quitarle de la cabeza al tal Richard... y de ocupar el lugar de este en su corazón.
    La llevó a uno de sus lugares favoritos: un chiringuito de verano en el centro del parque más grande de la ciudad, que ofrecía comida barata a un buen precio y unas vistas espectaculares. Como ya empezaba a hacer un poco de frío, la terraza estaba casi desierta, lo que les daba bastante intimidad.
    Jack le pidió entonces a Jessica que le contara la historia completa y ella así lo hizo. Cuando llegó a la parte del beso, no pudo evitar comentar:
    —Tendré que partirle la cara la próxima vez que le vea.
    —¿Cómo que partirle la cara? ¡No harás tal cosa, ni siquiera tenemos algo de verdad!
    —Primero —dijo él, divertido, alzando un dedo—, puede que no tengamos algo de verdad, pero él creía que sí, lo que significa que tengo que defender mi honor. Segundo —Alzó otro dedo—, no soporto a los tíos que se aprovechan de las chicas y que juegan con ellas. Y tercero —Le quitó un mechón rebelde a Jessica de delante de los ojos—, tengo toda la intención de conquistarte y no quiero tener a ese payaso rondándote mientras lo hago.
    Jessica se sonrojó visiblemente; no se esperaba eso, y menos de un chico tan sexy e interesante como él.
    —Yo... pero... ¿por qué? ¡Si apenas me conoces! —Fue lo único que acertó a balbucir. Jack se echó a reír.
    —Te conozco lo suficiente como para saber que quiero intentarlo. Tienes carácter, te sabes desenvolver muy bien en situaciones adversas y además me lo paso bien contigo y has conseguido sorprenderme. Para mí, esas cualidades son muy importantes. Tanto como para querer conocerte mejor en todos los aspectos en los que se puede conocer a una mujer. ¿Tienes idea de lo que cuesta encontrar todas estas características reunidas en una sola persona? —Jack se dio cuenta de que estaba siendo demasiado directo con ella y decidió cambiar de táctica—. No te estoy diciendo que seamos novios así sin más, de la noche a la mañana. Pero sí que me gustaría empezar a salir contigo y que nos conozcamos mejor. Me gustó fingir que éramos “muy buenos amigos”, ahora quiero que lo seamos en la vida real.
    —Pues... —empezó a decir Jessica. Pero no supo cómo continuar. Aunque apenas le conocía y su razón le decía que era demasiado precipitado que Jack le hablara de esas cosas, no paraba de rememorar el beso que le había dado y tenía que admitir que necesitaba más. Aparte de eso, todas las ilusiones que se habían desmoronado con el comportamiento de Richard habían supuesto un fuerte golpe para ella, y empezar a salir con Jack sin duda ayudaría a sanar esas heridas—. ¡De acuerdo!

CAPÍTULO 3

(LyD Macan)

    El resto de la tarde con Jack fue bastante entretenida, a Jessica le permitió conocer algo más del chico con pinta de playboy. Aunque la primera impresión cuando alguien lo veía era de peligroso y chulo, luego no era tanto, aunque tenía un aura de misterio que te atraía como a un imán.
    El chico la acompañó hasta su barrio, pero antes de que cada uno tirara para una dirección, hicieron un parón en un parque cercano a su casa. En cuanto ambos se bajaron de la moto, él aprovechó para agarrarla por la cintura y pegarla a él.
    —Mañana voy a ir a recogerte a casa y te llevaré a clase —le dijo quitándole un mechón de la cara—. Quiero pasar todo el tiempo que pueda contigo.
    «¿Pero si él tiene clase cómo me va a acompañar?». Lo miró un poco desconcertada, aunque por otra parte se sentía… ¿ilusionada? Era una sensación extraña, como mariposas en el estómago.
    —Cla... claro —tartamudeó sonrojándose—. Pero... ¿No tienes clase?
    —Sí, pero no pasa nada si llego unos minutos más tarde.
    —Entonces su... supongo que está bien. —Le sonrió tímida—. Luego te mando la dirección exacta de mi casa.
    —Estupendo, a las ocho estaré allí, te llevaré en mi moto y a la vuelta te recojo. —Sonrió torcidamente.
    Ella asintió totalmente sonrojada por la vergüenza. La sonrisa del chico se hizo más amplia al verla. Éste le cogió la barbilla y le levantó la cara con cuidado para que se vieran a los ojos. Lentamente acercó la cara y atrapó sus labios en un beso suave, pero con el paso de los segundos el chico incrementó su pasión, siendo abrasador.
    Se separaron jadeando por falta de aire; Jessica estaba totalmente roja y con los ojos brillantes. Jack la abrazó por unos instantes, sorprendiéndola a ella y a sí mismo; nunca era tan cariñoso, pero pensaba que esos momentos a ella le vendría bien. Se separó de ella y con un guiño se montó en la Harley, alejándose en cuestión de segundos.
    Mientras ella veía como se alejaba, inconscientemente se llevó una mano a los labios y se los tocó. Estaban un poco inflamados por el impresionante beso que le había dado Jack, beso que la había dejado… en las nubes.
    «¿Qué me está haciendo este chico?», se preguntó mientras se montaba en la moto y conducía hasta casa. Su mente estaba hecha un lío, no entendía cómo podía llamar la atención de un chico como Jack. Y según Richard, cosa que ella dudaba, la de él también. Pero lo que sí tenía claro, es que estaba colada por los dos.
    «Soy masoquista», se dijo a sí misma una vez ya en su cuarto, dejándose caer en la cama y enterrando la cabeza en la almohada. A pesar de lo que hizo Richard en el cine y luego su vago intento de arreglarlo, todavía sentía ese “amor platónico” por él.
    Suspiró y se puso a hablar con su amiga por WhatsApp contándole todo lo que había pasado por la tarde estando con Jack. Hablaron también un rato sobre el extraño comportamiento de Richard, pero no muy largo ya que Jessica estaba muy cansada, y pronto se despidió de Emy y se fue a dormir.
    De pronto, le despertó un pitido y buscó a tientas el móvil. Al desbloquearlo vio que eran las dos de la mañana y que tenía un mensaje de Jack.
    «Hermosa, creo que se te ha olvidado mandarme cierta dirección, ¿o es que estás huyendo de mí, gatita?».
    «Lo siento, me quedé dormida y se me pasó completamente. Aunque... ¿Quién sabe? Tal vez quería deshacerme de ti ;)», le escribió, y sonriendo como una tonta apagó el móvil tras enviarle un segundo mensaje con su dirección; se durmió con la sonrisa todavía pegada en los labios.
    A la mañana siguiente se levantó llena de energías, saludó a su padre que se iba a trabajar y acto seguido, desayunó tranquila.
    Cuando estaba secándose las manos al ritmo de la música moviéndose por la cocina con un baile sensual, un golpe en la ventana la sobresaltó. Al asomarse por la misma descubrió a un Jack sonriendo socarrón. Dejó el trapo en su sitio y abrió a Jack por la puerta que daba al patio. Se hizo a un lado para que pasase, pero sin mirarlo a la cara. Estaba roja como un tomate y muerta de vergüenza.  
    «¡Dios, me ha pillado bailando, que vergüenza!, me pregunto qué pensara ahora de mí...». Se mordió el labio pensativa.
    —No sabía que te movías de esa forma.
    —No suelo bailar... en público, además tampoco me conoces mucho —murmuró mirando para cualquier sitio menos para él.
    —Otra sorpresa que me llevo contigo. —Le sujetó por la barbilla y la miró a los ojos—. No dejas de sorprenderme, Jessica, y eso me gusta.
    Ella retrocedió un paso para coger sus cosas, necesitaba poner un poco de distancia entre ambos; estar cerca de Jack la trastocaba.
    —Bueno, ya estoy... lista —soltó ella mientras se tocaba la oreja con nerviosismo.
    —Pues vamos entonces. —Sonrió burlón y la siguió hasta la salida.
    Cuando llegaron al instituto se formó un pequeño revuelo al verlos llegar, y más cuando él se despidió de ella con un beso en la mejilla, cerca de los labios. Jessi pasó las tres primeras horas como en una nube, ignorando todos los cuchicheos que había sobre ella y el misterioso chico de la moto que la había traído hoy a clase.
    Nada más comenzar la última clase del día, Jessica estaba deseando salir por fin. Durante toda la mañana, Richard no se le había acercado. Eso la desconcertaba, pues ella era consciente de que tenían una conversación pendiente, o al menos eso era lo que creía él; por su parte, no tenían nada de lo que hablar, de ahí que estuviera aliviada de que éste guardara las distancias y solo se limitara a mirarla.
    Estaba entre enfadada y nerviosa por tanta miradita, tanto de reojo como fija. Cada vez que giraba la cara lo encontraba mirándola, ni se molestaba en hacerlo disimuladamente. Por fin la ultima hora acabó y ella se dirigió a guardar el material; así aprovechaba para alejarse del constante escrutinio de Richard.
    Suspiró una vez que dejó las cosas en su taquillas y se dirigió hacia el patio, pero chocó contra alguien. Levantó la mirada y para su sorpresa, era Richard.
    —¿Qué... qué quieres?
    —Solo hablar contigo ahora que estás sola. —Se encogió de hombros quitándole importancia.
    —Pues no puedo, me tengo que ir y…
    En un rápido movimiento, Richard la tenía apoyada contra la pared. Éste apoyó las manos a cada lado de su cabeza, dejándola atrapada. 
    «¿Qué narices se cree que hace?», se preguntó ella viendo como los tonificados brazos de él estaban a ambos lados de su cabeza.
    —Me vas a escuchar aunque sea unos minutos.
    —Mira, no tengo por qué escucharte si no quiero, y ahora mismo no tengo ni tiempo ni ganas de escucharte —le espetó ella empezando a molestarse.
    —¡Lo vas a hacer! ¡Maldita sea, Jessica, solo escúchame! —exclamó él exasperado.
    Ella lo miró asombrada. Nunca lo había visto ponerse de esa forma con nadie, ni exasperarse ni elevar la voz.
    —No... no quiero... —tartamudeó mirando a su alrededor.
    —Yo solo llevé a Anna porque no parecías muy cómoda con la idea de ir solo conmigo y...
    —¡Oh, venga ya! —exclamó ella empujándolo.
    Ella podía aguantar muchas cosas, pero no que encima le echaran la culpa de haber llevado a otra chica. Si lo hizo fue porque él quiso.
    —A mí no me vengas con esas, Richard, no soy estúpida. Espero que te hayas reído a gusto de mí con tus amiguitos —le dijo echando fuego por los ojos.
    —Jessica...
    —¿Qué está pasando aquí? —inquirió una voz a las espaldas de Richard—. Espero que no la estés molestando.
    —¿Tú que demonios haces aquí? —Se giró Richard para encarar a Jack.
    —Vine por ella, habíamos quedado. Y si te digo la verdad —Lo miró de arriba abajo con una mueca desdeñosa—, no me gusta que idiotas como tú la entretengan cuando ha quedado conmigo.
    —Jack... vámonos, por favor —le susurró ella agarrándose de su brazo.
    —Mira, amigo, tú aquí no pintas nada, así que no te metas en conversaciones que no te incumben.
    —Me incumben en el momento en que la estás molestando —dijo Jack dando un paso hacia él—. Procura no melastarla de nuevo o voy a tener que romperte la cara.
    —¡Jack! —exclamó Jessica tirándole del brazo para llamar su atención—. Por favor, vámonos, no merece la pena.
    —Está bien. —Le sonrió a ella y luego miró con desdén a Richard; éste lo miraba con los puños cerrados y con la mandíbula firmemente apretada—. No te vuelvas a acercar a ella.
    Con eso se dio la vuelta y dándole la mano a Jessica se fueron alejando del lugar y dejando a Richard echando humo por las orejas.
    —¡No me voy a rendir fácilmente! —le gritó retándolo.
    Jack se paró y sonriendo como el gato de Alicia en el País de las Maravillas, miró primero a Jessica, le guiñó un ojo y después, se giró para mirar al otro chico.
    —Que gane el mejor, entonces.
    Jessi miró a ambos petrificada, sin entender cómo había llegado a esta situación. 
    «¿Qué va a pasar ahora? ¿Desde cuándo es esto una competición?».

CAPÍTULO 4

(Jazmín Romero)

    Era noche de martes, en tiempo de clases y a punto de llegar a la época de exámenes, pero Richard vagaba en su moto por las calles de un vecindario al azar sin importarle nada de eso. ¿Acaso lo iban a castigar cuando volviese a casa? Ojalá alguien, al menos, notara el momento en que él fuese a pasar por la puerta. El vivir solo con su hermano mayor Ryan era una ventaja a veces, más todavía si éste trabajaba de noche en un bar, pero no luego de días como aquél.
    Saber que le esperaba una casa fría y a oscuras, que además debía prepararse solo la cena y acostarse a mirar el techo de su habitación, sin que nadie le preguntara si se encontraba bien, no era la mejor idea de libertad adolescente. Así que se había desquitado conduciendo a gran velocidad por la autopista, aunque no tuviera edad para hacerlo. También había pasado por el puerto y luego regresó de vuelta al centro de la ciudad. Ni siquiera se había acercado a su hogar para cambiar su uniforme por algo más cómodo.
    Primero se había puesto furioso. Ella le había parecido tan dulce, tan inocente... y al final era el tipo de chica que se juntaba con sujetos como ese Jack. No pasaba de ser una más del montón, que se impresionaba por niños con pinta de malos. Decidió olvidarse de ella y hasta hubiese ido a buscar a Anna para terminar lo que ella había empezado en el cine el otro día, de no ser porque su mente lo traicionó y lo llevó en la dirección contraria.
    Cuando se dio cuenta, estaba parado frente a la casa de Jessica.
    Miró la hora, eran casi las once. El vehículo de la muchacha estaba aparcado en la entrada. Pensó que seguramente ésta no se había quedado con ese sujeto insoportable hasta muy tarde. Jessie no era de las que se metía en problemas. Y precisamente por eso le gustaba tanto. No sería tan simple dejarla de lado, pensó, tampoco estaba dispuesto a hacerlo. Seguiría insistiendo y esperaría el momento oportuno para volver a intentarlo con todo.
    De pronto, una de las ventanas del piso superior de la casa se encendió y, a través de las cortinas, pudo ver a alguien moviéndose de un lado a otro. Su corazón dio un vuelco. Imaginó a Jessica saliendo de la ducha, o en pleno proceso de ponerse un camisón pequeño... blanco... suave...
    Tenía que huir de allí. Si llegaban a pescarlo en la acera, aunque no pudiera ver nada de lo que ella estaba haciendo, iba a quedar como un pervertido.
    Aceleró y se perdió en la oscuridad, de camino a su casa fría y su cena sin preparar.


***

    La ventana de la habitación de arriba era la de Lucius, el padre de Jessica. Un hombre alto y de contextura delgada, que le había heredado a su hija los ojos de suave color miel. En una foto enmarcada, sobre la mesita de noche, sonreía la madre de la muchacha, con una melena tan oscura como la de ella y una expresión de felicidad que la inmortalizaba en los corazones de todos.

    —¡Te digo que había alguien en la acera, con su motocicleta detenida y apenas encendí la luz salió huyendo!
    La joven había entrado a la habitación con los ojos entrecerrados y enfundada en un largo pijama desteñido. Había querido acostarse temprano, pero el sueño no le llegaba.
    —Habrá sido tu imaginación, papá —lo tranquilizó, deseando volver a la oscuridad de su cama con rapidez—. Seguro fue alguien que pasaba.
    —Lo vi muy bien —insistió él—. Si hasta tenía el uniforme de tu colegio. Y se detuvo un rato largo frente a la casa.
    Aquello terminó de desperezarla.
    —¿En serio? ¿Viste, por casualidad, cómo era?
    —¡Lo sabía! Tienes una ligera idea de quién puede ser, ¿verdad? —gritó el hombre, pero de inmediato bajó la voz y adoptó un tono que dejaba entrever toda su preocupación—. Jessie, no le prometí a tu madre que te cuidaría para que termines así. Primero llegas tarde de una simple salida al cine, luego regresas de clases con un sujeto extraño en una Harley y más tarde te visita un pervertido de cabello rubio. ¿Qué está ocurriendo?
    —Ni yo lo sé —confesó la muchacha, luego de una pausa incómoda—. Lo siento. No volverá a ocurrir.
    —También te escuché llorar antes de anoche, pequeña.
    —Oh, no. Eso fue...
    —Sé que debo parecer entrometido, pero estas paredes son una porquería. ¿Recuerdas que quedamos en que había dos clases de problemas?
    Aquel trato lo habían hecho juntos, cuando regresaban de despedir a la mujer que los observaba eternamente hermosa, desde el retrato en la mesita. Era como un juramento sagrado, la fórmula que los protegería siempre de la distancia que podía existir entre un padre y su hija adolescente.
    —Sí, por un lado los que puedo resolver yo sola y por otro...
    —... los que debes contarme a mí —completó él, en un esfuerzo por reunir toda la comprensión del mundo—. ¿Tienes algo qué contarme?
    Jessica no era tonta. Sabía que aquel fin de semana había roto algunas reglas. Era consciente de que había ido en contra del sentido común el viernes pasado en ese aseo de hombres, con aquel que para entonces, era un completo desconocido. Desconocido que ya no lo era tanto después de un par de citas, y que encima ahora quería que fuesen algo más.
    —No, papá. Es una simple salida al cine que terminó mal —contestó, deseando convencerse a si misma en el proceso—. Yo puedo con esto.
    —Muy bien. Voy a estar observando, de todas formas. Ten mucho cuidado, ¿sí?
    Dicho esto, cada uno volvió a la comodidad de sus soledades, en la oscuridad de la noche. Cuando Jessica cerró la puerta de su dormitorio, sintió que no había sido del todo sincera. Aunque no llegaba a la gravedad de un problema que debiera comentar, según el trato, le hubiera gustado hablarlo. Extrañaba a su madre, por esa y por otras tantas razones.
    Así que se sentó en la cama, se metió con cuidado bajo la manta e hizo cuenta de que ella estaba allí también.
    —¡Ah, mamá, en qué lio me he metido! —murmuró, con cuidado de que las paredes no llevaran el diálogo imaginario a la habitación de al lado—. No sé si hago bien estando con Jack sin apenas conocerlo, ni si he de darle una oportunidad a Richard o no...
    Y con esas preocupaciones en mente, Jessi al fin se durmió.


***

    A la mañana siguiente, cuando estaban por entrar a clases, Jessi fue asaltada por las preguntas de su amiga Emy.

    —¿Qué? ¿Entonces estás saliendo con el tal Jack ese? ¿Qué va a pasar entonces con Richard ahora? ¿No era tu amor desde que entramos al instituto?
    —No sé. Empiezo a arrepentirme de todo lo que he hecho desde el viernes.
    Y era cierto. Su ánimo comenzaba a enfriarse y ella volvía a la dura realidad, en la que se veía cada vez más lejos de su objetivo original.
    —¡Claro que deberías! ¡Has conseguido liarte con un total desconocido! —murmuró la otra—. Por amor de... Mira, ¿qué les dirán a sus nietos cuando les pregunten cómo se conocieron?
    —¿Nietos? —Se espantó—. Espera un poco.
    —¡Y sus recuerdos más felices serán junto al papel higiénico! ¡El día que pelees con él llorarás abrazada al retrete! ¡Celebrarán su aniversario brindando frente al espejo!
    Las exageraciones de su compañera no hicieron más que provocarle risa. De verdad, ¡su nuevo romance había comenzado en un baño público!
    —¡Basta! —exclamó, a punto de ser vencida por las carcajadas frente a las taquillas.
    —Y, lo más importante. No sabes nada de él. —La broma había llegado a su fin. Ambas tomaron sus libros y se quedaron pensativas en el pasillo—. Todo por un brote de celos, cuando podrías haber tenido la única posibilidad con Richard. ¿O es que no lo quieres tanto como creías? Si es así, no te molestará que otra vaya por él, como la tal Anna.
    La sola idea le puso a Jessica los pelos de punta.
    —¿Qué? ¡No! Yo estoy... Bueno, estaba enojada con él —reconoció, apenada por la cantidad de detalles que comenzaban a caer por su propio peso a medida que pasaban los días—. Para una vez que Richard se acuerda de mí para organizar una salida, voy yo y lo arruino todo presentándome a la cita con Jack, en vez de esperar a ver qué explicación me daba para explicarme la presencia de Anna. Pero es que me sentí tan ridícula cuando apareció con esa estirada... ¡Y lo del beso! ¿Qué pretendía hacer? ¡Realmente creí que estaba burlándose de mí!
    Iba y venía, de la pena al enojo. Y de éste, al entusiasmo. De pronto verlo llegar al instituto, con su mochila vieja al hombro, su cabello rubio ondulado y sus ojos chispeantes, le hizo sentir el mismo subidón de energía de siempre. Se quedó embobada por unos segundos, los cuales aprovechó Emy para susurrarle encima del hombro, como si fuera el angelito de su conciencia:
    —Entonces, ¿por qué no vas y le preguntas y sales de dudas?


***

    Richard venía distraído, con mucho sueño y molesto. La cena le había salido espantosa y el sistema de calefacción de la casa se había estropeado, por lo que había dormido envuelto en mil y una mantas. Esa mañana, apenas había podido levantarse a tiempo para llegar al toque de la campana. Y debía evitar a la pesada de Anna, que desde lo del cine se había vuelto más pegajosa que nunca. Así que no estaba teniendo un buen momento. En realidad, desde el fin de semana, nada le salía bien.

    Refunfuñaba en su mente sobre eso, mientras luchaba con su taquilla abarrotada de cosas, cuando sintió una vocecita a sus espaldas.
    —Mi padre te envía saludos. Y dice que, para acosar a alguien, primero hay que averiguar bien cuál es la ventana que se va a espiar.
    Al escuchar eso, el sobresalto fue tal que casi se pilla el dedo con la puerta de la taquilla. Tuvo que hacer un esfuerzo por no delatar su vergüenza de haber sido descubierto en algo que ni siquiera había hecho a propósito.
    —No sé de qué estás hablando —balbuceó con aparente frialdad, mientras sostenía sus libros con el brazo contra el pecho. Como si necesitara un escudo contra una espada invisible. O algo que escondiera lo que fuera que provocaba en ese vacío que se extendía desde la boca de su estómago.
    Jessica lo miró divertida, y se dijo mentalmente que venía bien la táctica de comenzar con algo que lo tomara por sorpresa, ya que la dejaba a ella con la ventaja. Ahora podría seguir con el discurso que se había repetido a si misma la noche anterior, una y otra vez, tras prometerse mantener con él la conversación que había quedado en el aire en dos ocasiones. Podría resultar. Tal vez el incidente del cine quedara en el olvido y ella tomara eso como una lección para su corazón roto. No estaría Jack siempre para servirle de excusa, así que podía comenzar en ese instante a superar a Richard, su gran amor platónico que terminó en desastre sin siquiera comenzar.
    —No te preocupes —continuó, segura de que estaba yendo por buen camino—. Mira, voy a hacerte caso y hablaremos sobre lo del cine. Vamos a hacer una tregua, ¿sí? Creo que hubo un malentendido, y aunque te agradezco por la invitación al cine, me temo que al no conocemos bien, no supimos entendernos. No sé qué idea tienes con respecto a tus amigas, si piensas que puedes hacer con ellas lo que quieras a primeras de cambio. Y aunque te agradezco por considerarme una de ellas como para llevarme a tu salida del viernes, quiero dejarte claro que no soy como Anna ni como esas otras chicas que seguro aceptan esos intercambios de pareja, la primera noche en haber sido citadas.
    El chico olvidó la campana, las clases, los libros y al resto de los que pasaban a su lado para no llegar tarde. ¿Intercambios de pareja? Aquello estaba perdiendo toda lógica.
    —¿Cómo? ¿Qué intercambios?
    —Lamento el no haberte dejado explicar las dos veces que lo has intentado y también siento el haberme ofendido así cuando fuiste tan amable de llevarme al cine y todo eso... —siguió ella, ya sin ser capaz de detenerse. Estaba en piloto automático—. Tendría que haberte informado de antemano antes de aceptar dicha cita, que si estabas acostumbrado a que tus amiguitas te diesen besos y otras cosas en la primera quedada, que conmigo no encontrarías nada de eso; yo no soy así, una chica fácil.
    —¿Eh?
    —Igualmente, me caes bien —aclaró, para luego tomar aire y extender su mano derecha—. Si aceptas mi amistad “a la antigua”, te la ofrezco. ¿Qué te parece?
    Ahora él solo debía tomar su mano. Jessica aguardó, con el brazo en el aire, mientras rogaba que los nervios no la delataran quebrando su voz, o haciéndole fallar las rodillas en pleno pasillo. El discurso hubiera sido un poco más largo, pero considerando que estaban a punto de perder una clase y ya se habían quedado solos en el corredor, la idea principal había sido transmitida.
    Tenía que felicitarse por las palabras que había reunido en solo una noche de dar vueltas y vueltas en su cama. Su madre la estaría viendo desde arriba, felicitándola por dar una imagen tan madura y tranquila de sí misma. Por otro lado, tal vez su primer amor no estaba terminando de manera tan desastrosa.
    Lo que pasó por la mente de Richard, en cambio, fue el equivalente a una erupción volcánica. Las malditas consecuencias de aquella pésima salida al cine seguían apareciendo. Y aquella mano, extendida frente a él, significaba lo opuesto a lo que había querido lograr desde hacía tiempo con esa chica tan testaruda. Observarla de lejos no había sido suficiente. Tenerla cerca, como amiga, y para colmo con el tal Jack revoloteando a su alrededor como insecto, sería el final de su cordura.
    Ese sería su desafío personal desde entonces. Suyo y de su orgullo, que a partir de ese instante tomó las riendas sin siquiera preguntar. Así, su orgullo levantó el mentón, sonrió con tranquilidad y venció los centímetros que lo separaban de aquella mano, sin tomarla.
    —Creo que me parece poco —declaró, con una claridad envidiable—. No estoy interesado en ninguna clase de amistad contigo. Ni de la convencional, a la antigua o como se llame, ni de la que sea que estés inventando en esa cabecita.
    —¿Ésta cabecita? —reaccionó la muchacha, fuera de sí—. ¿Cómo te atreves? ¡Trato de arreglar las cosas y...!
    —Y la que malinterpretó todo fuiste tú. Pero eso ya no importa. —Siguió el orgullo hablando por él, que para esas alturas ya había dominado por completo el cuerpo del joven, y acercó su rostro al de la chica para dar el golpe de gracia—. Porque no voy a parar hasta que seas mía.
    En eso, un profesor apareció y comenzó a regañarlos en una voz que a ambos se les hizo muy distante. Richard sintió el hormigueo de la victoria por haber logrado decir esas palabras de una buena vez, después de tanto tiempo. Asombrado de lo que había logrado, a pesar de los medios, se alejó con una ancha sonrisa hacia las aulas.
    Jessica fue alcanzada por el profesor, pero se quedó con la mano en el aire y la vista clavada en la espalda del rubio que se alejaba. Estaba boquiabierta.
    «¿Qué acaba de ocurrir?», se preguntó confundida.

CAPÍTULO 5

(Hada Fitipaldi)

    Jack se apeó de su Harley, sacudiendo su pelo negro y algo despeinado mientras se quitaba el casco. Se había saltado la última clase para llegar a tiempo a recogerla. Faltar a una asignatura no era algo que le quitara el sueño, lo había hecho muchas veces antes, por eso repetía curso, pero en aquella ocasión ni siquiera había sentido el ya conocido malestar de arrepentimiento que se acumulaba en la barriga. No es que no quisiera seguir estudiando, pensaba ir a la universidad mientras trabajaba en el taller de su hermano para pagarse los estudios. Pero el hecho de verla a ella, el subidón del momento por así decirlo, borraba cualquier otra emoción que pudiera roerle las entrañas.
    Aquella misma mañana se había presentado Noelia en su casa, con su minifalda enseñabragas y la lengua viperina, que no tardó en meter en su boca como una pirata exigiendo su festín. Pero no lo había disfrutado en absoluto, y se había sorprendido poniéndola en el patio de su casa señalándole el camino a la calle. Aquella mujer era parte de su pasado, como el cigarrillo que en aquel momento colgaba de sus labios. Dos caladas pausadas mientras oteaba el patio del instituto de Jessica, aún vacío. Siempre era el mismo ritual, dos chupadas largas del cigarro para después tirarlo al suelo y pisarlo con fuerza, imaginándose que en aquel canuto también residían los recuerdos, pero estos se resistían a aplastarse con la fuerza de su suela, adhiriéndose a su mente como chupópteros. Se pasó las manos por la cara frotándose con fuerza, y con paso decidido se dirigió a las taquillas por las que solía aparecer la preciosa morena a la que iba a buscar.


***

    Jessica estaba confundida, por decirlo de alguna manera. Desde la promesa de conquistarla que Richard le había hecho hacía solo unos días, no había vuelto a hablar con él. Pero sus miradas si habían chocado en más de una ocasión, notando como aquellos ojos azules como el cielo la acariciaban por todas partes intentando llegar a su corazón. Y sentía el deseo que desprendía del cuerpo de su amor platónico, aquel chico parecía querer fundirle los huesos con su simple presencia. Lo peor era que lo conseguía, y si no se había rendido a sus pies era porque Jack aparecía cada día en su moto a la salida de clase para recogerla. Como un ángel vengador enorme y seductor, se acercaba con paso decidido agarrándola por la nuca y plantándole un beso en la comisura de los labios. Justo el límite entre lo decente y lo carnal, un contacto para ponerle la piel de gallina y calentarla por dentro.

    Aquel día fue algo diferente, porque cuando salió de clase lo encontró junto a su taquilla, con su sempiterna chupa negra; la sonrisa ladeada que prometía el cielo y el infierno a la vez. Eran aquellas sonrisas las que llevarían a cualquier mujer de cabeza a la perdición con la felicidad por bandera, porque a pesar de ser consciente de lo poco que conocía a aquel chico misterioso, Jessica no se lo pensó y fue a su encuentro.
    Cuando estuvo a su alcance, Jack alargó la mano, atrapó su melena oscura entre los dedos, y acercándola a él con posesividad le plantó un beso en los labios. No una caricia o un leve aleteo de labios, no. Un morreo en toda regla, de esos que quitan la respiración y te hacen pensar que el aire es innecesario. Solo cuando Jessica se olvidó hasta de sí misma Jack se separó poco a poco de ella, sonriendo ampliamente como un fiero león ante su más preciada presa.
    ─¿Te he dicho que estás preciosa hoy?
    ─No te ha dado tiempo, tu lengua me ha llegado antes que tus palabras. ─Jessica lo miró con una leve sonrisa, yendo aturdida de sus labios a sus ojos negros y vuelta a empezar. Después pareció darse cuenta de que decenas de jóvenes les rodeaban y notó el calor en sus mejillas─. ¿Y a qué ha venido el cambio de modalidad de beso? Porque no sé si ha sido lo más conveniente.
    Señaló disimulada a los que les rodeaban, intentando hacerle ver a Jack lo mucho que estaban llamando la atención. Pero él se limitó a sonreír más si cabía, cerrando las manos en torno a su rostro y acercándose de nuevo a su cara pero sin rozarle los labios.
    ─¿A ti te ha gustado?
    ─Sí.
    «¡Mucho, quiero más!», gritaba su cerebro. ¿Acaso era capaz un beso de despertar tantas sensaciones? Ahora sabía que sí, y no pudo dejar de pensar que si el beso del cine con Richard hubiera sido de otro modo, sin Anna y sin enfados de por medio, quizás hubiera sentido algo parecido.
    ─Pues eso es lo importante. ─Entonces Jack le cogió los libros del brazo, cargándolos con facilidad mientras la agarraba por la cintura─. Respecto al cambio de modalidad, es porque es viernes, y te voy a llevar a un sitio especial. Siempre que no tengas otros planes, claro…
    Richard eligió ese momento para entrar en escena, «siempre tan oportuno», pensó Jessica. Y a pesar de ir colgada de uno de los chicos más sexys que había visto en su vida, y de que todavía le ardían los labios del tremendo beso que le había dado, no pudo apartar la vista de Richard. Estaba increíble, como siempre, y la miraba como nunca, como había soñado durante meses que lo hiciera. Con deseo, con admiración y también con celos. Se podía oler la tensión en su cuerpo, en su postura lista para saltar sobre su acompañante.
    Y es que Richard estaba quemado, había pasado otra noche de soledad en su casa, que se cernía como una pesada losa sobre su espalda. Por fin había llegado el viernes, el fin de semana prometía ser mucho mejor y había albergado la esperanza de compartirlo con Jessica. Pero como un buen derechazo le llegaba la imagen de ella con aquel impresentable, seguro salido de alguna banda de delincuentes, que la cogía como si le perteneciera luciendo su conquista ante los ojos de todos.
    Apretó varias veces los puños, notó cómo le hormigueaban de las ganas que tenía de arrancarla de los brazos de aquel tipo y echársela al hombro para alejarla de todo. Pero no era fan de montar espectáculos, y sabía que no ganaría puntos con ella haciendo algo así. Así que se tragó su orgullo, atragantándose con su sabor y se dispuso a pasar junto a ellos, aguantando la mirada de suficiencia de él a la vez que le devolvía todo el odio que sentía con la suya. Después observó los dulces ojos expectantes de ella. Pero, ¿qué era lo que esperaba Jessica? Porque le había ofrecido que fueran amigos y él se había negado. ¿Acaso podía tener alguna esperanza con aquella preciosa chica después de todo?
    La idea le dio una fuerza renovada para seguir luchando, y cuando la pareja estaba pasando por su lado, echó la mano hacia el lado al encuentro de la de Jessica. Solo sus dedos se rozaron en un suave toque casi imperceptible, casi. Pero el hormigueo se extendió por todo su brazo, y lo mejor fue que consiguió que ella se volviera y lo mirara. Casi pudo escuchar el grito de júbilo que dio su cerebro, cuando aquellos ojos miel lo miraron con mucha atención. Le respondió con la más seductora de sus sonrisas mientras se alejaban en una silenciosa despedida.
    Jessica tardó unos segundos en coger el casco que Jack le tendía, ya que Richard siempre conseguía perturbarla, y cuando centró su mirada en la oscura del chico, notó como este arrugaba el ceño en un claro gesto de enfado.
    ─¿Te ocurre algo?
    Jack se le quedó mirando unos segundos que se entremezclaron pesados con las respiraciones de ambos, para después suspirar y enfundarse su casco.
    ─No, es ese amigo tuyo rubito, cada vez me cae peor.
    ─Bueno, vas a disfrutar dos días al menos sin verlo. ─Jessica le guiñó un ojo fingiendo una alegría que no sentía del todo, ya que una parte de ella se negaba a no verlo durante el fin de semana─. Entonces, ¿a dónde me llevas?
    La sonrisa espontánea y genuina de Jack volvió a aparecer, alegrando el corazón de la chica.
    ─Es más bien qué vas a ver. ─Jack le cogió una mano, poniéndola sobre su corazón─. Esta tarde, nena, vas a ver un pequeño trozo de mi alma, pero no se lo digas a nadie si no perderé toda mi leyenda de matón.
    ─Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo ─prometió haciendo el gesto de la cremallera en la boca con sus dedos.
    Cuando terminó, Jack capturó su mano y en una lánguida caricia, paseó sus labios por los dedos de Jessica hasta llegar a las yemas, que introdujo poco a poco en su boca, para después chuparlas como una piruleta en una húmeda caricia que le puso la piel de gallina. Con un intercambio mudo de miradas, lleno de promesas y deseos, se montaron en la moto del chico y recorrieron las calles de la ciudad. Estacionó frente a un bar de aspecto moderno, con amplias cristaleras y un portero que parecía un armario con cara de malas pulgas.
    Jack se bajó de la moto ayudándola después, y cuando capturó su mano, no volvió a soltarla tirando de ella hasta el enorme tipo de la puerta. Jessica admiró una vez más la seguridad que desprendía aquel chico, teniendo solo un año más que ella. Una fortaleza envidiable que se escapaba por cada poro de su piel, y no pudo hacer otra cosa más que suspirar y dejarse llevar. Nunca antes nadie la había llevado de la mano, excepto su madre y su padre, claro. Quizás era más conveniente decir que nunca la había llevado un macizo de aquella magnitud, como si ella fuera un pastelito y él un hambriento chico con ganas de devorarla. Porque todo en Jack era provocación y seducción, y por si eso fuera poco, el recuerdo de sus besos le latía aún en los labios.
    El interior de aquel bar era de cálida madera oscura y metal, en una combinación exquisita. Al frente se hallaba la barra, en la que un camarero secaba unos vasos con la vista fija en su trapo. Jessica lo observó más detenidamente porque aquella era la mirada que ella solía utilizar cuando estaba pensando en otra cosa, y algo en el aspecto de aquel chico le resultó familiar. Puede que fuera el pelo rubio que le caía desordenado hasta los hombros, o quizás el aire soñador con el que tanto se identificaba. Pero el sonido que comenzó a llenar la estancia hizo que desviara la atención del chico.
    En un lateral podía distinguirse un pequeño escenario de madera muy bien equipado con amplificadores e instrumentos musicales. Una batería se erguía orgullosa entre todos ellos, y una figura larga con el pelo rojizo sobre la cara daba golpes sin cesar sobre platillos y tambores, en un ritmo que se pegaba e incitaba a bailar.
    Jack la llevó hasta allí, sentándola en una silla pegada al escenario, y dándole un suave beso en el dorso de la mano, saltó sobre el mismo para coger una guitarra negra que había en un caballete. En seguida se unió al sonido del batería, reproduciendo la canción de Sweet Child O´Mine de Guns&Roses, y Jessica descubrió algo nuevo de Jack aquella tarde. Y es que con la guitarra en la mano brillaba de un modo diferente, casi mágico, de esa forma magnética que te hace acercarte a las personas sin dudarlo. Y eso iba a hacer ella, dispuesta estaba a saltar al escenario y aplaudir como una fan enloquecida, pero cuando se estaba levantando de la silla un pie se le enganchó a la pata de metal y tuvo que mirar hacia atrás.
    Entonces lo vio. Richard cargaba una caja de refrescos en dirección a la barra. Llevaba una camiseta de manga corta y podía ver a la perfección sus brazos tonificados, aquellos entre los que tantas veces había deseado estar. Cuando se encontró con sus ojos todo desapareció a su alrededor, incluida la música estupenda que aquellos dos tocaban. Se perdió en sus profundidades azules, nadó en ellas, y se dejó arrastrar por la corriente hasta que se encontró a su lado.
    ─¿Qué haces aquí? ─preguntó Jessica con vacilación.
    ─Eso te lo tendría que preguntar yo a ti, preciosa. Este es mi bar.
    ─No sabía que trabajabas aquí, ni en cualquier otro lugar.
    ─Hay muchas cosas de mí que no sabes. ─La voz de Richard era tan sugestiva y erótica que Jessica tuvo que tragar con dificultad y mirar al otro camarero de la barra, que la observaba divertido─. Aunque en realidad el que trabaja aquí es mi hermano ─dijo señalando al otro chico─, yo solo me paso a hacer algunas horas los fines de semana.
    ─Encantado, soy Ryan, como verás la parte más atractiva de la familia.
    Jessica alargó la mano para estrechársela, mientras veía divertida como se tiraban el trapo de secar los vasos de uno a otro.
    ─Pues encantada, es un placer conocer al hermano guapo ─dijo lanzándole una mirada juguetona a Richard, que este le devolvió encantado. ¿Acaso le había empezado a perdonar por lo ocurrido la noche del cine?
    ─Y ¿qué te trae por aquí? A parte del magnífico ambiente, claro.
    ─El grupo que toca.
    ─¿Los conoces? ─soltó Richard.
    ─Creo que tú también…
    Pero Jessica no pudo terminar la frase, porque en apenas un suspiro vio como una mano se estampaba contra el pecho de Richard, haciendo chocar su cuerpo contra la barra.
    ─Pero, ¿qué te has creído, imbécil? ¡Quítate de encima!
    ─Creo que te advertí de que no molestaras a Jessica o te rompería la cara.
    Richard empujó por los hombros a Jack, que retrocedió un par de pasos, aunque apenas se movió. Su cuerpo permanecía duro como una piedra por la tensión mantenida. Jessica se puso a su lado, poniendo una mano sobre su brazo intentando calmarle con aquel contacto.
    ─No me estaba molestando, Jack. Tan solo hablábamos.
    ─Me parece que él quiere mucho más de ti que hablar, ¿no es así, rubito?
    ─Eso a ti no te importa, chuleta. ─La mirada de Richard destilaba furia, y con los puños apretados se aproximó más a él─. Más te vale que salgas del bar si no quieres terminar mal.
    ─Va a resultar imposible, porque tocamos aquí esta noche.
    Richard miró contrariado a su hermano, como queriendo que desmintiera aquello, aunque Ryan no pudo más que asentir con pesar y aclarar:
    ─Chicos, no quiero peleas aquí dentro, así que más vale que os separéis ahora mismo o tendré que llamar a Marcus el portero y os aseguro que no es nada amable.
    Jack y Richard tuvieron un choque de miradas de esas que matan, aguantando negro contra azul, oscuridad frente a luz, hasta que Jessica tiró de nuevo del brazo del primero. Solo entonces este se permitió relajarse, y rodeando por la cintura a Jessica anunció:
    ─Nosotros nos vamos, tenemos que descansar para el concierto y ponernos guapos ─explicó con sorna─. Déjamelo todo bien preparado para esta noche, chico.
    Y con un guiño de ojo que hizo que Richard lo viera todo rojo, la pareja salió de allí, impidiendo así que estrangulara al chico de negro. Se volvió hacia su hermano, que había reanudado su tarea de secar vasos y lo observaba con una sonrisa burlona.
    ─Estás pillado por esa chica, ¿eh?
    ─No digas bobadas, Ryan.
    ─Lo que tú digas, hermano. ─Ryan dejó el vaso sobre la barra para coger a Richard por los hombros y sonreírle con serenidad─. Solo ten por seguro una cosa, no importa como empiezan las cosas, sino como acaban. Y el amor, hermanito, siempre termina yendo al lugar adecuado.
    Con una palmada en el hombro se alejó de él, y Richard deseó que por una vez su hermano tuviera razón, y el destino le deparara una oportunidad con aquella preciosa chica.

CAPÍTULO 6

(Lulai)
    Después de que salieran del bar Jack no le dio tiempo ni para quejarse por la pelea que había sucedido dentro. Miró a Jessica con sus ojos oscuros y con suma ternura le preguntó si esa noche iría para verlo tocar.
    —Para mí es importante que vengas —le había dicho con sinceridad y a Jessica se le había olvidado por qué estaba molesta.
    Sonriendo le aseguró que no se lo perdería por nada del mundo, pero que tendría que llevar a Emy ya que era la única forma de que su padre la dejase salir tan tarde. Jack la acercó contra su cuerpo para besarla a gusto. Más pronto que temprano, él la dejó frente a su casa con la promesa de que se verían en el bar y se fue, no sin antes robarle un par de besos más.


***

    Emy apareció en la casa de Jessica tan solo media hora después que ésta le hubiese avisado de los planes para la noche. Traía con ella una pequeña maleta que, según ella misma, contenía todo lo necesario para prepararse. Entre las dos pasaron lo que quedaba de la tarde probando atuendos y riéndose como hacía tiempo que no hacían.

    Para las ocho ya estaban más que listas, cada una vestida, maquillada y peinada perfectamente. Jessica llevaba un sencillo vestido morado de corte princesa y falda suelta que le llegaba a medio muslo, lo complementó con unas lindas sandalias grises con algo de tacón y una chaqueta liviana por si hacía frio. Emy estaba completamente de negro con unos pantalones de cuero y una blusa monísima, pero teniendo en cuenta el tono rojo de su cabello, que hacía que su atuendo brillara, estaba estupenda.
    Al bar llegaron temprano de forma que Jack, que las esperaba en la puerta, pudo dejarlas agradablemente acomodadas en una de la mesas cerca del escenario antes de irse a terminar con los preparativos.
    —¿Puedo servirles algo? —Jessi y Emy, que hasta el momento habían estado riendo en susurros,  levantaron la cabeza al escuchar la voz de Richard.
    —Hola... —saludó Emy asombrada de encontrarlo justo allí, pues Jessica no le había contado sobre la pelea de aquella tarde no queriendo aumentar la desconfianza que Jack generaba en ella.
    —Queremos unos refrescos. —Ella le dio una pequeña sonrisa pidiéndole disculpas por todo lo sucedido aquella tarde.
    Richard le devolvió la sonrisa antes de darse la vuelta e ir por su pedido. Jack volvió a aparecer segundos después, el bar ya se había llenado y no faltaba mucho para que comenzaran a tocar, por lo que él aprovechó a quedarse unos minutos con ellas en la mesa. Por suerte para Jessi, fue otra de las camareras quien les sirvió las bebidas; no tenía ganas de ver otro enfrentamiento entre los dos chicos.
    —Ya es hora. —Jack se puso en pie y se agachó para robarle un beso a Jessica antes de alejarse.
    Ella solo pudo quedarse mirando como él subía el escenario y tomaba la guitarra tal cual había hecho aquella tarde. Y cuando comenzó a sonar la primera canción, se perdió otra vez. Solo habían sido dos ocasiones, pero Jessi ya había determinado que le encantaba verlo tocar, tan compenetrado en la música que parecía ser parte de ella.
    Media hora después, Jessica se encontraba tan concentrada babeando por el moreno, que no notó cuando su amiga se levantó de la mesa y se encaminó hacia la barra.


***

    Richard se tomó de un trago el chupito de tequila y rechinó los dientes mientras veía a Jessica observar con fascinación al niñato aquél. Nunca llegaría a entender qué era lo que tenían los músicos que parecían revolucionar a las féminas. No solo era Jessica, todas las chicas en el bar parecían suspirar por alguien del escenario. O tal vez era solo su idea. Sacudió la cabeza y volvió a llenar el vaso, dispuesto a tomarse otra copa.

    —Deja de tomar tanto alcohol o no podrás ni sostener la bandeja aunque la misma esté vacía —le dijo Ryan cuando pasó por detrás de él.
    —Cierra el pico. —Fue todo lo que contestó para luego vaciar el chupito nuevamente. Su hermano se encogió de hombros y siguió con su trabajo.
    —Hey... ¿Me invitas una copa de eso que tomas? —Richard levantó la mirada para encontrarse con la amiga de Jessica recargada en la barra. Se llamaba Emy, si mal no recordaba.
    —¿Tienes edad para beber? —la cuestionó con el ceño fruncido.
    —¿Y tú? —La pelirroja le sonrió con picardía.
    —Touché —admitió antes de buscar otro vaso y servirle.
    Ella cogió el vaso llevándose a los labios con lentitud y Richard no pudo evitar mirárselos, como tampoco pudo evitar mirar hacia abajo siguiendo el camino de una gota perdida que iba desde el cuello a hasta perderse en el generoso escote.
    «¡¿Pero en qué diablos estás pensado?!», se reprendió mentalmente. «A ti te gusta Jessica». Alzó la cabeza con rapidez fijando la vista más allá del hombro de la joven, con tanta suerte que se encontró viendo como Jack, aprovechando el descanso que había hecho la banda, tenía a Jessica atrapada en un beso demasiado apasionado. De su pecho salió un gruñido sordo, mientras volvía a mirar hacia abajo, hacia Emy que le sonreía.
    —Ehh... ¿Quieres ir a un lugar mas tranquilo? —le preguntó antes de poder contenerse, dejando hablar por él, al alcohol que corría por sus venas.
    Cuando ella asintió entusiasmada, se apresuró a decirle a su hermano que se tomaba un descanso.


***

    —¿Y tu amiga? —cuestionó Jack sin soltarla de la cintura.

    Se encontraba pletórico por la forma en que Jessica le demostró cuánto le había gustado el  show. Ella sola se había colgado de su cuello en el mismo momento en el que había bajado del escenario y él no desaprovechó tan gran muestra de cariño.
    Jessica miró hacia atrás encontrando la mesa vacía, frunció el entrecejo antes de escanear los alrededores en busca de la característica melena de Emy, pero no la halló por ninguna parte. ¿Dónde se habría metido?
    —No sé en qué momento se ha largado —confesó con la mejillas encendidas—. Estaba un poco distraída.
    —¿Sí? —Jack sonrió abiertamente—. ¿Qué te tenía tan embelesada?
    —Hey... Dije distraída no embelesada. —Ella lo golpeó en un brazo de forma juguetona—. Tengo que ir a ver dónde se metió ésta niña.
    —Bien, te ayudo que todavía falta un rato para volver a empezar. —La liberó de su agarre pero mantuvo una de sus manos en la baja espalda de ella guiándola por entre la multitud.
    —Deberíamos dividirnos —dijo ella, y al ver la indecisión en él, agregó—: Va ser más rápido.
    A Jack no le quedó más que estar de acuerdo. Rápidamente decidieron que él iría a ver fuera mientras ella revisaba en el servicio de dmujeres. A Jessica no le costó mucho llegar hasta allí y por suerte no estaba muy lleno por lo que fue fácil determinar que Emy no estaba allí. Salió al pasillo pensando dónde más se podría haber metido cuando escuchó su risita viniendo del fondo del mismo pasillo.
    Caminó hasta la puerta que rezaba “Solo personal autorizado”, la cual no estaba cerrada del todo sino que había una franja de algunos centímetros por donde se podía ver el interior de lo que parecía ser una sala de estar con un sofá. Nada de eso le llamó la atención, lo que si la dejó paralizada fue lo que sucedía en ese sofá.
    ¡Emy estaba besando a Richard! «¡Qué beso ni que beso, eso es un morreo en toda regla!», le gritó su consciencia. Emy estaba semirecostada sombre el sofá con Richard suspendido sobre ella. Sus bocas se comían la una a la otra y sus manos parecían luchar para ver quien abarcaba más piel del otro.
    —¡Emy! —El nombre surgió de su boca como un grito ahogado.
    Richard se levantó de un salto y se la quedó mirando asustado, mientras que su mejor amiga se irguió acomodándose la ropa tranquilamente. Jessica no sabía qué pensar. Por un lado se sentía una estúpida por creer por un segundo que Richard de verdad iba en serio con todo lo que le había dicho. Y por el otro, no podía creer que justamente Emy, que sabía todo lo que ella sentía, le hiciera algo como eso.
    —Jessica... —Richard avanzó un paso hacia ella pero Jessi se alejó poniendo sus manos en alto.
    —Ni me hables —le rugió sin dirigirle ni una mirada—. No quiero verte.
    Él agachó la cabeza y salió de allí sabiendo que la había cagado. Cuando estuvieron a solas, las dos se enfrentaron en una mirada silenciosa.
    —Tú... —dijo Jessi presa de la impotencia.
    —¿Yo qué, Jessica? ¿Qué vas a reclamarme? —le preguntó con soberbia Emy poniéndose de pie—. ¿Acaso no estás con Jack?
    —Yo...
    —Tú... Yo... ¿Acaso es todo lo que vas a decir?
    —¿Por qué? —pronunció con un nudo en la garganta.
    —Porque me gusta desde hace años, pero nunca lo notaste. Quise ser buena amiga y dejé que fueras tú quien se lo quedara —explicó con enojo—. Eres tan estúpida que no te das cuenta de que estás dejando ir a un buen chico por andar con ese... Así que pensé que era hora de que hiciera algo ya que tú parecías no quererlo para ti. —Hizo un gesto de indiferencia como si lo que había hecho fuera una tontería.
    —¡Podrías habérmelo dicho! —rugió Jessica desbordada.
    —¿Decírtelo? —Emy rompió a reír de forma irónica—. Te crees que todo gira entorno a ti, Jessica. ¿Qué diferencia hubiera hecho que te hubiera confesado mis sentimientos hacia él?
    —Mucha... Hubiera hecho "la diferencia" —le dijo con voz compunguida.
    Salió de allí antes de que ella pudiera ver las lágrimas que le rodaban por las mejillas. Lágrimas de impotencia e indignación. Indignación porque era consciente de que su amiga tenía toda la razón y de que ella había sido hasta ahora, una completa egoísta.
    Fue tan apurada su salida, que se llevó por delante a alguien.
    —Lo siento —murmuró entre el llanto.
    —Hey... —De pronto se vio rodeada por uno reconfortantes brazos que ya le eran conocidos—. ¿Qué te sucede, nena? —Jack la tomó del mentón para que le mirara—. ¿Por qué lloras?
    ¿Cómo le explicaba lo que acababa de vivir? 


CAPÍTULO 7 

(Andrea P. M.)

    Noelia, que había estado observando el pequeño altercado ocurrido en el cuartito de descanso del personal del bar, sonrió con satisfacción, pues había encontrado una manera de librarse de aquella insulsa joven que acompañaba a su chico. Porque al fin y al cabo, Jack seguía siendo de ella, y lo sería siempre, sólo debía recordárselo. En cuanto todos habían abandonado la estancia, ella se había levantado de su asiento oculto en un rincón, se había atusado el cabello y había caminado sobre sus tacones de vértigo hasta la barra donde se hallaba ahora el chico causante de aquél atercado entre amigas.
    Éste, que era nada más ni menos que Richard, a pesar de la rabia que lo carcomía por dentro por su metedura de pata y la adrenalina que aún corría por sus venas, no pudo evitar fijarse en aquella chica que caminaba hacía él como una diosa, semejante a cualquier ángel de Victoria Secret. Aunque Noelia de ángel tenía poco, más bien encarnaba al mismísimo diablo aunque Richard todavía no lo supiera.
    —¿Qué le pongo? —preguntó éste mientras secaba el culo de un vaso con un trapo demasiado húmedo para tal menester. Aunque para húmedos los labios de la joven que no paraba de sonreír.
    —¿Estás bien? —preguntó ella haciendo un mohín sensual, dibujando a su vez, corazones sobre la superficie de madera de la barra con la yema del dedo índice—. He visto que no te llevas bien con Jack y que ambos estáis interesados en la misma chica.
    Richard se quedó sorprendido de que conociera a Jack, a ese motero pretencioso y chulesco que le crispaba los nervios sólo de verle.
    —¿Conoces a Jack? —preguntó, intentando en vano sonar indiferente.
    Noelia volvió a sonreír porque sabía que le tenía en el bote.
    —Más que eso, soy su novia, y no me gusta nada como tu amiguita se ha metido entre nosotros. Quiero recuperarle y tú me vas a ayudar —Le dijo mirándole fijamente—. Conozco un secreto de Jack que no quiere que salga a la luz y estoy segura de que si esa mosquita muerta se entera, no lo querrá volver a ver.
    Richard, interesado por la conversación, dejó el trapo a un lado.
    —¿Qué quieres a cambio de ése secreto? —preguntó el rubio, que ya había advertido que aquello le costaría un precio.
    —Quiero que me digas todo lo que sabes acerca de esa estúpida chica. —Hizo una pausa—. Absolutamente todo.


***

    En cuanto salieron del establecimiento, Jack se quedó pensativo un instante antes de montar en su Harley. Ella le había suplicado que no insistiera más en querer saber la razón de su tristeza, y él, que quería ganarse su completa confianza, aceptó dejar el tema aparcado. Inmediatamente, una vez con el casco puesto, le hizo un gesto a Jessica para que montara e hiciera lo mismo. Ella, aunque estaba enfada por el numerito entre ella, la que creyó que era su mejor amiga, y Richard, no pudo resistirse a él, quien había sido tan considerado concediéndole intimidad tras pillarla descompuesta, y obedeció aferrándose a su cintura una vez subida en la moto.

    Comenzaron a cruzar la ciudad más deprisa que nunca y los cabellos de ella danzaron junto al viento debido a la velocidad.
    «¿A dónde demonios me lleva?», se preguntó Jessica mientras las dudas le agolpaban la mente. Durante el breve trayecto no dejó de preguntarse cómo había llegado a ese punto, donde resultaba ser que Emy, su amiga de toda la vida, estaba colada por Richard, y éste, a su vez resultó ser un falso que le había mentido cuando le había dicho que estaba interesado en ella. Tampoco comprendía por qué estaba con Jack a pesar de conocerse mutuamente sólo de manera superficial. Sentía que Jack, como un  duro y frío iceberg, sólo le había mostrado un pequeña parte de él y que la mayor parte, aún seguía escondida bajo el océano. Quizás por ello sentía un intenso magnetismo hacía él; todo en Jack era misterioso.
    En cuanto bajaron de la moto, una vez aparcada, Jack estrechó a Jessica en sus firmes brazos y la besó como nunca antes lo había hecho. Fue inesperado, haciendo de ella un verdadero flan. Sentía que en cualquier momento iba a desfallecer. Y es que Jack no sólo era misterioso, era pasional, con una pasión que hacía estallar en llamas su dulce corazón.
    —Ven, quiero enseñarte algo —dijo él mientras la cogía de la mano y la conducía hasta el portón de una casa. Lo que se imaginó Jessi que era su casa.
    —¿Y el concierto? —preguntó Jessica confusa.
    —¡Que le den al concierto! —exclamó Jack mientras cogía en volandas a la chica y cruzaban el umbral de la puerta como si de una pareja de recién casados se tratase.
    Jessica, dispuesta a olvidarse de momento de lo ocurrido con su amiga y con Richard, comenzó a reír ante el gesto tan inesperado de su acompañante. Reía y reía, mientras sus pies seguían sin tocar el suelo y éste la subía hasta el piso de arriba.
Jack la dejó caer con delicadeza encima de la cama y por un segundo Jessica pensó lo peor. Ella seguía siendo virgen y todavía no se sentía preparada. Miró a Jack con el temor reflejado en su rostro. Él debió darse cuenta porque empezó a reír.
    —Mi pequeñaja pensando cosas divertidas cuando yo sólo quería darle un concierto privado —explicó él sarcástico mientras cogía el mástil de la guitarra que tenía en su habitación apoyada junto a una estantería de libros de poesía.
    Jessica se sorprendió ante aquel detalle, nunca hubiera dicho que a Jack le gustaba la poesía y se avergonzó por los pensamientos calenturientos que anteriormente habían comenzado a formarse en su mente.
    —Te prometo que esta noche será más especial que cualquier concierto que puedas ver, porque voy a tocar sólo para ti y te abriré mi alma de tal forma que no querrás marcharte nunca de mi lado.
    Acto seguido rasgó las cuerdas de la guitarra y comenzó a cantar una melodía preciosa. En ese instante, Jessica supo que Jack era algo más que su increíble físico y cada vez notaba que le gustaba más todo lo que conocía acerca de su persona. Jessica se recostó un poco más en la cama mientras la voz de él le llegaba al alma y lentamente con la imagen de Jack inclinado sobre su guitarra y sus sugerentes labios cantando su hechizante canción, ella se quedó dormida.


***

    La cama era fría, Jack sentía como las sábanas oprimían su corazón y su alma hasta un punto en que la oscuridad era todo lo que quedaba. Volvía a tener esa pesadilla que le hacía recordar lo solo y roto que estaba. Inspiró hondo, intentando llenar los pulmones con algo que no fuera tóxico, porque todo en él sentía que era venenoso. Marchitaba todo lo que tocaba, todo lo que se acercaba a él acababa arruinado, se sentía como la mano de la muerte. Una desgraciada y jodida persona que no merecía ni tan siquiera esperanza, no merecía a la chica que dormía plácidamente a su lado. Jack buscó bajo la almohada su móvil. La luz de la pantalla le cegó durante un instante hasta que sus ojos pudieron acostumbrarse. Vio que era poco más de las dos de la madrugada, también vio algunos WhatsApps de un número desconocido.

    «Sé tú secreto y pronto verás como todo lo que amas se desmorona».
    —¿Jack?
    La voz de Jessica llegó a él en un susurro. Fue casi como un murmullo, todavía seguía dormida pero el chico necesitaba irse de allí lo más deprisa posible. Se sentía asfixiado. La habitación estaba sumida en la penumbra y la silueta de ella se le antojó desagradable, aunque no era por Jessica en absoluto. Ahora mismo le dolía el verla. No debía haberla dejado entrar en su corazón. No debería haberse enamorado.
    —Sigue durmiendo, princesa —dijo él con cariño mientras pasaba la mano por sus sedosos cabellos oscuros.
    Jessica agotada por toda la emoción que durante el día había vivido entrecerró los ojos, con la visión de su sexy motero junto a ella. Jack supo que enseguida volvería a dormirse, lo cual hizo que sintiera un profundo alivio pues no tendría que explicarle nada de lo que estaba sucediendo.
    El pasado volvía a rondarle la mente y es que parecía que nunca podría librarse de lo que el año anterior había sucedido en su antiguo instituto. Había sido culpa suya. Iba borracho, con su antigua pandilla y habían estado jugando a los retos. Un reto que había llegado demasiado lejos.
    Se levantó de la cama, y se puso su cazadora de cuero, salió a hurtadillas amparado por las estrellas y cogió su moto. El aire de la velocidad comenzó a azotarle los cabellos y se sintió libre. Ligero de problemas, sintió como sus preocupaciones se desvanecían. Aparcó en el parking del puerto y respiró hondo mientras bajaba de la moto. Volvió a mirar su móvil, una vez más.
    «Despídete de tu adorable amor, comienza el juego».
    Con una impotencia que no hacía más que crecer en él, se llevó las manos a la cabeza. Lucharía por Jessica y quien quiera que le hubiera mandado esos mensajes iba a pagar por ello. Enseguida pensó en Noelia, pero desechó la idea, era demasiado cruel hasta para ella. O eso quería pensar.
    En ese instante Jessica despertó, sola, en una habitación desconocida y sin Jack a su lado. Quiso saber donde estaba él pero antes de poder levantarse, la pantalla de su móvil se iluminó. Era un mensaje de Richard y sintió como su corazón, que andaba por su cuenta, se aceleró al leer las palabras que le dedicaba:
    «Jessica, lamento lo ocurrido con Emy. Quiero que sepas que ella para mí no es nadie y que lucharé por ti hasta el final; ningún chulito me va a frenar. También haré todo lo posible por no fastidiarla otra vez.
    Perdóname,  he sido un estúpido por hacerte sufrir y no haberme dado cuenta antes de que estoy locamente enamorado de ti».

    Estaba todavía asimilando lo que acaba de decirle Richard, cuando Jack hizo acto de presencia. Tras dedicarle una tímida sonrisa, le pidió que la llevara de regreso al bar aprovechando que todavía era temprano y que tan sólo había pasado una hora desde que ambos abandonaron aquél lugar.
    Jack, quien se mostraba como ausente, como si su  mente no estuviera allí junto a su cuerpo, asintió con la cabeza sin decir nada, aceptando su petición; diez minutos después, estaban de regreso.

CAPÍTULO 8  

(D. H. Araya)


    En cuanto entraron, Jessica observó por sobre su hombro un segundo antes de seguir a Jack. Cuando sus ojos se encontraron con los de Richard sintió que un estremecimiento pasaba por su espalda. No supo por qué sus mejillas se sonrojaron levemente, como si hubiera hecho algo malo y él le hubiera pillado, cuando había sido justo lo contrario.
    —¿Estás bien? —Oyó la voz de Jack decir a su lado.
    Lo miró enseguida y alzó ambas cejas como pregunta. Él arrugó su frente antes de detenerse y detenerla a ella.
    Jack volvió a repetir la pregunta, Jessica lo observó unos segundos sin saber qué decir.
    —No... es... Es tu sorpresa. —Sonrió suavemente—. Todavía estoy asimilando que eres músico. ¿Por qué no me habías dicho que tocabas la guitarra y de ese modo tan espectacular?
    Jack la observó apenas un segundo con la misma expresión antes de sonreír de esa manera que hacía a su corazón latir más rápido.
    —Si te lo hubiera dicho no hubiera podido darte esa sorpresa.
    Ella se rio al oírlo y levantó la mano para acariciarle el labio inferior. Jack agarró su muñeca y le besó el dorso sin dejar de mirarle fijamente a los ojos, casi diciéndole con la mirada las cosas que quería hacerle físicamente; esta vez Jessi volvió a estremecerse, pero debido a esa mirada.
    Jack la guió a un lado de escenario. Mientras caminaban sintió un leve cosquilleo en la nuca. La estaban observando, lo sabía. Enseguida miró alrededor, pero no pudo ver, o más bien distinguir, dentro de escasa luz del lugar a alguien que la observara con tal intensidad. Eso sí, pudo captar a varias chicas observando a Jack, y de cierta manera las entendía, ¿quién no lo observaría?, pero nada más. Supuso que sería Emy, si es que ésta no se había ido ya y todavía se encontraba en el lugar, cosa que le extrañaba; la conocía lo suficiente como para saber que su amiga seguramente se habría largado nada más terminar la discusión que habían tenido, no queriendo tener que afrontar otra. Para Emy, con un enfrentamiento al día, tenía bastante. No era de las que le iban los dramas.
    Cuando llegaron al lado del escenario, el mismo chico que estaba en la batería  y que Jessi creyó recordar que se llamaba Luc, apareció por un lado y los detuvo.
    —Ya veía a estas alturas que no ibas a llegar —soltó el chico de cabello rojizo observando a Jack con una voz firme y clara, y a la vez fría; ningún matiz de sentimientos había allí.
    —Calma, hombre. —Jack pegó a Jessica más a su lado—. Tan solo he estado una hora ausente. Tampoco es para tanto.
    El chico la miró y Jessica se sintió atrapada por un par de ojos verdes. Un segundo después él la liberó y observó a Jack. Luego, sin decir nada, se alejó de ambos y caminó hacia la barra.
    —No le hagas caso. —La chica observó a Jack al escucharlo hablarle—. Luc es así. —Él sonrió y la guió hacia unas sillas. Ya frente a frente ella observó la guitarra sobre el escenario y miró a Jack.
    —Ahora tendrás que decirme más de tu secreto. —Jack alzó una ceja y sonrió de lado sin decir nada—. ¿Desde cuándo tocas? ¿Quién te enseñó a tocar? ¿Solo tocas la guitarra? ¿Estás en una banda?
    Jack soltó una carcajada haciéndola callar de golpe. Al darse cuenta de que casi no había tomado aire para preguntar, se sonrojó y a la vez sonrió. Después observó sus manos toda mortificada sin saber qué hacer, pero él tocó su rostro con dos dedos y la olbigó a que alzara la cabeza para que pudiera mirarles a los ojos.
    —Calma, ya tendrás todas esas respuestas que deseas más adelante.


***

    Richard dejó la caja de botellas a un lado de la barra y casi maldijo, desde hacía minutos que observaba a Jessica con el imbécil. Apretó la mandíbula y tomó aire para relajarse.

    —Si sigues observándolos de esa manera, te quedaras ciego —soltó una voz fría a su lado.
    Richard observó el techo como si pidiera paciencia a alguien y luego, al chico de cabello rojizo. Éste llegó a la barra para segundos después pedir algo de beber a Ryan.
    —No le hagas caso hermanito, Luc solo busca molestarte.
    Él soltó un bufido. Al igual que Ryan, conocía a Luc lo suficiente como para saber que a pesar de sus palabras no era un mal chico. Solo tendía a decir siempre la verdad, a ser condenadamente sincero, aunque doliera y molestara como mil demonios.
    El muchacho suspiró y dejó de atormentarse, se movió tras la barra, cerca de su hermano, y comenzó a ayudarle a secar vasos. Luc lo miró y apuntó detrás de si con su mano.
    —Me sigue faltando un cantante, ¿no querrías...?
    —¿Él estará en el grupo? —Luc tragó el resto de su bebida y se alejó sin decir ni una palabra. Richard observó a su hermano que sonreía de lado—. ¿Qué? —le preguntó—, ni siquiera ha contestado a la pregunta.
    —¿Si ese chico estuviera en el grupo tú entrarías, hermanito? —Negó con la cabeza enseguida—. Entonces, esa pregunta no necesitaba respuesta.
    Richard volteó sus ojos y observó a Luc llegar tras la batería.
    Pocos sabían que cantaba, en verdad podía contarlos con una sola mano, y le gusta hacerlo, solo que sabía que era una pérdida de tiempo. Observó hacia el escenario. Ya tenía suficientes cosas por las que preocuparse. Como por ejemplo una chica que poseía unos increíbles y dulces ojos de color de la miel. Suspiró. Era mejor que siguiera trabajando.


***

    Jack sonrió al ver la expresión en el rostro de Jessica, la chica quería saber todo de él y se le notaba demasiado. Aunque era dulce por eso. Él en verdad no deseaba decirle todo, le agradaba que ella se interesara por él.

    Pasó una de sus manos por el cabello y sonrió de lado, ella volvió a observarlo de esa manera que le agradaba, como si no pudiera quitarle los ojos de encima. «Bueno, eso no era de todo cierto», pensó y observó a rubito al otro lado del bar; una enorme ira se le instaló en el pecho al verlo, pues Richard lo sacaba de quicio. De hecho, estaba segurísimo, que lo que había provocado que Jessica llorara antes de llevársela a su casa, tenía que ver con él, con ese desgraciado de cabellos rubios.
    —¿Entonces...? —insistió ella. La miró enseguida.
    —Bien —soltó—, lo hago desde hace años, gatita. —Ella siguió esperando—. Solo toco la guitarra y... Mmm... —Observó hacia el escenario—. Se podría decir que estoy en una banda, aunque solo somos dos. —Apuntó con el pulgar hacia ése lugar.
    —Es increíble —susurró ella y sonrió—. Lo haces muy bien... eres... muy bueno.
    Sonrió al oírla y solo la observó; la muchacha casi parecía que quería saltar de la silla.
    —Eso me dice que serás mi fan número uno. —Ella sonrió enseguida.
    —Claro que sí. —Tras oírla confersar aquello, la atrajo hacia si de un empujón. Luego la acomodó entre sus piernas y agarró nuevamente su rostro con ambas manos.
    «¿Qué tiene esta chica que me vuelve loco?», se preguntó. Era hermosa y dulce, pero era indudable de que había algo más allí. Y él, no se la merecía. Sin embargo, reconocía que era lo suficientemente egoísta como para fantasear conque aquello que había surgido entre ambos, podría funcionar.
    Ella lo observó esperando pero él no se movió. Quería que ella se acercara a él, que si quería un beso lo tomara cuando quisiera. Ya no quería ser solo él quien devorara su boca, la quería a ella desesperada por sus besos, por sus caricias.
    Tomó aire cuando la sintió acercarse lentamente, solo que antes de que ella lograra tocarlos los interrumpieron.
    —Ya es la hora, hombre. Es nuestro turno de tocar —soltó Luc desde su derecha. Jessica se alejó enseguida y él suspiró.
    —Bien —dijo resignado—, divirtamos de nuevo al público de esta noche.


***

    Jessica volvió a ubicarse cerca del escenario, esta vez sabiendo que Richard estaba a unos metros tras ella. Se había prometido no volver a mirarlo por esa noche, y ya se estaba arrepintiendo. Constantemente se preguntaba qué estaba haciendo, con quién estaría hablando, si la estaría observando, si se habría visto de nuevo con Emy a solas. Y lo único que le impedía girarse para ver, era el chico vestido de negro sobre el escenario.

    Ella sonrió al ver a Jack tomar su guitarra y acomodar la correa sobre su hombro. Se fijó en como él observaba a su alrededor, a todas las personas que habían en el lugar antes de fijar sus ojos en su rostro. Jessica sonrió enseguida al ver su sonrisa y sintió que su cuerpo se calentaba y casi comenzaba a flotar al tener toda su atención. 
    No sabía por qué estaba nerviosa, solo que al verlo allí y saber que otra vez iba a oírlo y verlo tocar, se sentía emocionada.
    De un segundo a otro la batería comenzó a sonar. Jessica observó a Luc mover los brazos de una forma segura mientras comenzaba una canción. Segundos después Jack rasgó su guitarra y comenzó a tocar; ella casi jadeó al escucharle. Observó como lo dedos masculinos recorrían las cuerdas con tanta seguridad que quedó embobada observándolo sin saber qué hacer. Fue una chica un poco más baja que ella la que la sacó de su trance.
    Jessica sintió el empujón en todo su costado izquierdo. Su cuerpo se balanceó hacia un lado y jadeó por la sorpresa. Un segundo después una chica estaba delante de ella gritando y alzando las manos hacia los músicos. Allí notó que no era la única chica que prácticamente se lanzaba hacia el escenario. Varias, casi una docena de ellas, lo hacían. Entre uno y otro empujo ella sintió que era desplazada de su lugar preferencial y arrojada hacia atrás; un grupo de chicas la habían alejado de Jack como si nada.
    Molesta e irritada se metió entre las chicas escandalosas y de la misma manera que la habían desplazado, a empujones, regresó a su lugar.
    Jessica sopló un mechón de su cabello lejos del rostro al estar de vuelta frente al escenario. Observó a Jack a la cara y notó que él miraba a todo el público alrededor, como si quisiera asegurarse de que todos estaban prestándole atención.
    —¡Jack! —gritó justo a su izquierda la misma chica que le había dado el primer codazo. Jessica la observó enseguida y arrugó la frente. «¿Pero qué se creé?», se preguntó algo molesta.
    Como la canción terminó, todos aplaudieron. Ella también lo hizo y miró a Jack que le sonrió al verla. Un segundo después ya estaban tocando otra, más lenta y tranquila, aunque llena de energía. Jessica sentía que los acordes se metían bajo su piel, ya de por si el retumbar de la batería, su ritmo, hacia saltar su interior y ahora, cada nota musical que salía de esa guitarra causaba que los bellos de su piel se erizaran. «Es condenadamente bueno», reconoció mentalmente.
    —¿Cómo va? —dijo un voz a su izquierda; ella casi gimió. Conocía esa voz.
    Más rápido de lo que creyó posible giró su rostro en dirección a Richard que apenas estaba a unos muy pocos centímetros lejos de ella. Richard sonrió cuando captó su atención y ella tragó; su boca se había secado de repente.
    —Ahh... —No supo qué decir, todavía estaba asimilando que hacía poco más de una hora, estaba pegándose el lote con su mejor amiga.
    —Espero que te estés divirtiendo, a pesar del malentendido de antes —dijo él, ahora con semblante serio.
    —Sí, sí —soltó de manera atropellada, no queriendo sacar ése tema ahora. Quizás en otro momento. Miró a Jack y dijo—: Son muy buenos.
    Richard arrugó la frente y miró hacia el escenario apenas un segundo antes de volver a clavar sus ojos brillantes y azules en los de ella. Luego se encogió de hombros como respuesta.
    —Vamos —le dijo ella, animada por haber conseguido cambiar el tema de conversación—, debes admitir que lo son, Richard. Jack toca muy bien igual que su amigo.
    Jessica los observó unos segundos. Se tensó cuando notó que el guitarrista la observaba fijamente. Y más tensa se puso cuando éste movió sus ojos hacia Richard con la frente arrugada.
    Miró a Richard levemente más tensa que antes.
    —Bueno, sí—reconoció él. Luego, la miró y dijo—: Solo creo que les falta algo.
    Jessica lo pensó.
    —Como más miembros en la banda. —Movió la cabeza de un lado a otro—. ¿Te imaginas lo famosos que serían si consiguieran un cantante y quizás otro guitarrista? —Miró a Richard—. ¡Sería genial!
    —Te gusta —adivinó él—. La música y todo eso —aclaró.
    —Claro que sí, ¿a quién no?
    Richard observó hacia el escenario por varios segundos hasta que la miró de nuevo y sonrió como si nada; ella creyó que se estaba perdiendo algo muy importante. Al ver que él se alejaba de repente y caminaba hacia el otro lado del escenario arrugó la frente intrigada. Observó como luego de que acabara una canción él subiera al escenario y hablara con Luc. Miró a Jack enseguida por esto y se puso nerviosa. El chico tenía el cuerpo tan tenso que podía verlo desde donde estaba.
    «Esto no acabará bien».
    De repente Jack se acercó a ambos chicos que hablaban animadamente. Cuando lo vio negar con la cabeza, Jessica quiso moverse hacia ellos, no quería una pelea. Sin pensar lo que hacía, comenzó a empujar a las chicas que esperaban otra canción. Sus ojos no se despegaron de ninguno de ellos mientras caminaba. Solo que, al ver que Richard le decía algo a Jack con una petulante sonrisa en su rostro, se congeló. Jack tomó aire una vez antes de liberarlo lentamente, luego asintió con la cabeza y regresó a su lugar en el escenario.
    Ambos, Jessica y Jack, se observaron a los ojos.
    —¿Qué...? —quiso preguntarle pero se olvidó de hacerlo apenas vio que Richard seguía allí. Más aun, que él se había puesto delante de un micrófono como si nada.
    —En esta ocasión, señores y señoritas —la voz de Luc resonó en los altavoces del lugar—, vamos a hacer algo especial. Aquí, nuestro compañero, nos acompañará con su voz mientras tocamos.
    Jessica jadeó y observó a Jack.
    «Cantar. Richard iba a cantar en la misma banda que Jack...».
    No lo podía creer, apenas comprendía lo que veía justo delante de sus ojos. Pero, ¡si Richard no cantaba! Nunca lo había hecho, si fuera así todos en la escuela lo sabrían, sobre todo ella, ¿no?
    Y así, Richard comenzó a cantar.
    Esa noche Jessica se dio cuenta de muchas cosas. Que Jack era mejor persona de lo que se pensaba. Que su mejor amiga había guardado un secreto que le afectaba y que habían muchas cosas que no sabía de Richard: una de ellas era que cantaba, y otra, que lo hacía muy bien.


CAPÍTULO 9 

(Natalia Serna)

    Alrededor de las cinco de la mañana, Jack dejó a Jessica en la puerta de su casa despidiéndose con un tierno beso como solía hacer cuando la dejaba. Como también siempre hacía, Jack esperó a que ella estuviese dentro de la casa para marcharse. A punto de cerrar la puerta, Jessica se despidió de él con un gesto de la mano y una sonrisa, cerrándola después. Actó seguido, Jack se puso el casco, arrancó su Harley Davidson, y se marchó de allí.
    Tras oír como Jack se alejaba, Jessica, apoyada contra la puerta principal, intentó serenarse y recobrar la compostura. Mientras subía las escaleras no dejaba de pensar en todo lo que había vivido esa noche. Como por ejemplo, la canción que, a solas en su habitación, le había tocado Jack. Recordaba su voz, cada una de las notas musicales que la acompañaban y que, por un momento, le hicieron olvidar el instante en que vio a su mejor amiga besando a Richard, el chico del que estaba, o al menos creía, enamorada. Ya en su habitación, Jessica se quitó la ropa, se puso el pijama, cogió su Ipod y se tumbó sobre la cama. Recostada sobre la misma, buscó una de sus canciones favoritas entre las más de cien que tenía en el aparato y que en momentos así, le hacía desconectar de la realidad y, mientras las notas de "Nothing else matters" de Lucie Silvas sonaban en sus oídos, Jessica se fue quedando poco a poco dormida hasta perder la noción del tiempo.


***

    Mientras Ryan contaba el dinero que había hecho de caja aquella noche, Richard recogía el local junto con Marga y Cristina, dos chicas de veintiún años que trabajaban junto a su hermano durante toda la semana. Mientras estaba barriendo, Richard recordaba cada detalle de la conversación que había tenido con Noelia hacía unas pocas horas. Aún seguía preguntándose si había hecho bien en revelarle tantos, quizás demasiados, datos sobre Jessica como también se preguntaba si había hecho bien en enrollarse con Emy para intentar darle celos a la muchacha. Todo con el objetivo de que dejara a Jack de una vez por todas y se fuera con él. Ni siquiera había conseguido que Jessica se quedara con él, sino todo lo contrario. Había logrado que ella se marchara echa una furia con Jack, dejándolo a él echo polvo sin saber qué hacer para solucionar el lio que había creado con su equivocada acción.
    —No puede ser verdad lo que dices. —Recordaba Richard que respondió nada más terminar de contarle Noelia lo de aquel terrible episodio que había ocurrido un año atrás y en el que Jack era el protagonista. el culpable.
    —¿Quieres que preguntemos a uno de sus colegas de por aquél entonces, que también estaba allí, para que te lo confirme? —le había preguntado Noelia—. Sé de uno de sus colegas que vio todo y que puede corroborar lo que te estoy diciendo:
    —No estoy diciendo que mientas —había soltado intentando excusarse—, solo es que es demasiado... fuerte y poco creíble.
    —No te estoy mintiendo, Richard. —le había respondido ella, intentando convencerle—. ¿Vas a dejar que a Jessica le pase lo mismo que le pasó a aquella chica?, ¿tan poco la quieres?
    Aquellas preguntas no dejaban de repetirse en su cabeza. Si todo aquello era verdad, Jessica corría peligro al lado de Jack y ella no lo sabía.
    —¿Vas a pensártelo? —dijo una voz familiar que le despertó de sus pensamientos.
    —¡Luc! —le contestó Richard—. No te he escuchado llegar, estaba pensando en mis cosas.
    —Espero que esos pensamientos sean para unirte a la banda —dijo Luc guiñándole un ojo—. Tienes una gran voz y nosotros necesitamos un cantante. ¿Qué tienes qué pensar? Te gusta cantar, lo sabes, así que, no veo la complicación aquí.
    —Está bien, lo tendré en cuenta —contestó finalmente tras suspirar—. Deja que mañana me lo piense mejor y te digo cosas el lunes.
    —Espero tu llamada entonces —dijo despidiéndose de él tras palmearle la espalda.
    Richard sonrió mientras Luc se marchaba. Aptó seguido, continuó limpiando el local sin dejar de pensar en todo lo que le había dicho Noelia y en la propuesta de Luc.


***

    Después de haber dejado a Jessica en su casa, Jack dio un pequeño rodeo antes de llegar a la suya. Al llegar, aparcó su Harley Davidson, se quitó el casco, apagó el motor y cuando se dispuso a entrar, vio que Noelia le esperaba sentada en una de las sillas que tenía en el porche, mientras se fumaba un cigarrillo y lo miraba fijamente.
    —¿Qué haces aquí? —le preguntó cuando estuvo a su altura.


***

    —Jessica —la llamó su padre para despertarla porque la comida estaba ya lista—. Vamos, cariño, son las dos de la tarde, ya está la comida en la mesa servida. ¿Tendrás hambre, no?
    —Enseguida voy —le contestó ella con aspecto soñoliento—. Dame unos minutos y bajo.
    Lucius no dijo nada más. Tan solo le dio un beso en la frente y salió de la habitación. Ya a solas, Jessica se quedó unos segundos tumbada en la cama. A su mente volvieron los recuerdos de la noche anterior; Jack... Emy... Richard... Respiró hondo y se levantó para bajar a comer. Tan solo se había puesto una camiseta de manga corta junto con el pantalón del pijama ya que no tenía pensado salir en todo el día ya que aún tenía demasiados deberes por hacer y, por supuesto, no había tocado un solo libro desde el viernes.
    —¿Vas a salir hoy? —le preguntó Lucius al verla llegar.
    —No, tengo deberes por hacer y además he de estudiar matemáticas para el examen del miércoles.
    —Tienes aspirina en el botiquín por si te duele la cabeza por la resaca.
    —¡Papá! —dijo medio enfadada—. Sabes que nunca bebo, no sé por qué me dices lo de la aspirina.
    —Lo sé, hija —contestó el hombre—. Es que te veo mala cara y pensé que anoche habías hecho una excepción...
    —Me acosté tarde —dijo interrumpiéndole y omitiendo algunos datos de la noche anterior—. Además, no he dormido muy bien.
    —Si quieres contarme algo, cualquier cosa que te esté preocupando, ya sabes... —La animó.
    —No pasa nada, tan solo son los nervios por los exámenes, por la selectividad que se acerca... Ya sabes, cosas de estudios. No te preocupes, estoy bien.
    Lucius, tras asentir no muy convencido, se levantó de la silla para dejar en el fregadero su plato de comida, pero no sin antes darle primero un beso en la frente a su pequeña.
    Al terminar de comer, Jessica recogió el resto de los platos que aún habían sobre la mesa y luego, limpió la cocina mientras su padre veía las noticias en el salón. Al terminar, subió a su habitación para intentar estudiar un rato. Sin embargo, pasadas varias horas, Jessica desistió de la idea porque se dio cuenta de que no había avanzado ni dos páginas ya que no podía concentrarse.
    Al no poder hacerlo, buscó el teléfono móvil en el bolso y, al verlo apagado por falta de batería, corrió a conectarlo al cargador. Esperó unos minutos hasta que pudo encenderlo. Después de poner el pin, empezaron a llegarle todos los mensajes que le habían enviado durante el tiempo que había estado el aparato apagado. Siete notificaciones de Facebook, dos menciones en Twitter, cinco correos sin leer y que solían ser de publicidad, y veintiocho mensajes de WhatsApp. Tan solo abrió este último donde vio los doce mensajes de Emy, que no quiso leer y los diez de Richard que tampoco quiso hacerlo. Iba a leer los cinco de Jack cuando vio que un número desconocido le había enviado también un mensaje.
    «Jack no es lo que tú crees. No te conviene. Por tu bien, debes alejarte de él tanto como puedas».
    Lo primero que pensó Jessica es que alguien le estaba gastando una broma, pero cuando el sonido del WhatsApp que le avisaba que le había llegado otro mensaje en ese momento procedente del mismo número, le hizo dudar.
    «Creerás que es una broma pero no es así. Aléjate de Jack o algo terrible te pasará, al igual que le ocurrió a ella».
    ¿Ella?, ¿quién era ésa ella? ¿A qué se refería? Quiso responderle, decirle algo a esa persona anónima que quería alejarla de Jack, pero prefirió no hacerlo, no seguirle el juego, por eso eliminó todos los mensajes, bloqueó al usuario y luego apagó el móvil; la joven supuso que se trataba de alguna loca fan, que quería alejarla de él con mentiras para poder así conquistarlo sin que estuviera ella de por medio.
    Con esa conclusión en mente, decidió olvidar el tema e intentar concentrarse de nuevo en los estudios.



***

    Al día siguiente, y sin haber dormido casi nada, Jessica al llegar a clase vio que Emy, quien le estaba haciendo señas en cuanto la vio entrar por la puerta, le estaba guardando un sitio a su lado. Al no estar todavía preparada para enfrentarse a ella, optó por irse hasta la otra punta del aula y sentarse allí, evitando en todo momento el contacto visual con su amiga. Ésta, viendo que la ignoraba, le mandó un WhatsApp para ver si así conseguía hablar con ella de una vez.
    Finalmente, Emy consiguió que Jessi le prestara atención, pues ésta le había respondido al mensaje donde le había pedido que la perdonara y que olvidara lo ocurrido con Richard. Jessica le había dicho que sí, que sería lo mejor, que pasarían página e ignorarían lo ocurrido.
    No osbtante, las cosas se enfriaron entre ellas y la relación tan estrecha que mantenían desde niñas no volvió a ser la misma, ni ese día ni en los días posteriores que le siguieron.
    Con Richard apenas coincidió, y las pocas veces que lo hicieron, no mantuvieron ningún tipo de conversación ni contacto. Y, la verdad, ella se lo agradecía enormemente, pues aunque le gustó el episodio donde conoció su faceta de cantante, una que realizaba con bastante maestría, seguía algo molesta y dolida, por lo ocurrido con Emy.
    Sin embargo, con Jack todo siguió igual, nada cambió. Se siguieron viendo cada día a la hora de ir a clase, ya que él se encargaba de llevarla al instituto, tal como él le había ofrecido hacer. En cambio, durante el resto de la semana no pudieron quedar para citarse por las tardes como hubieran querido, ya que estaban oficialmente en épocas de exámenes y había mucho que estudiar, pero sí lo hicieron en cuanto llegó el sábado.



CAPÍTULO 10

(Encarni Maldonado)

    Desde el fin de semana pasado, Jack no dejó de recibir mensajes amenazadores, donde le decían que sabía lo que había hecho, un año atrás, con aquella pobre chica. No paraba de preguntarse quién conocía su secreto y por qué después de tanto tiempo lo atormentaban de esa manera. Él solito se había machacado lo suficiente con lo que había pasado con Diana como para que alguien viniese ahora a recordarle su pasado.
    Jack se estaba volviendo loco, no quería pensar en eso porque le había costado demasiado superarlo, y además quería mantener toda su atención en Jessica, en lo que la llevaría a hacer esa noche. Tenía que conquistar del todo a esa chica, se había convertido en un desafío, en un elemento para vivir, para respirar. Sabía que estaba un poco complicado por el tema de ese rubio oxigenado llamado Richard; intuía que ella había estado mucho tiempo pillada por él, pero eso lo iba a arreglar pronto...
    Suspiró mirando por el balcón; esa noche no era muy fría, había quedado con Jessica a las diez, y tenía que coger ya su moto si quería llegar a tiempo.
    Entró en su habitación, se encasquetó su chupa negra y cogió el casco; acababa de ocurrírsele una idea para llevarla a cenar.



***

    Jessica no dejaba de pensar en todo lo acontecido. No había podido hacer plenamente las paces con Emy por mucho que lo intentó a lo largo de la semana, pero es que... ¿Cómo hacerlas teniendo todo esto encima? Ya no sabía si prefería a Richard o a Jack, o a ambos a la vez. Si antes estaba hecha un lío, que su amiga le confesara sus sentimientos había terminado rematándola.
    ¿Y si se olvidaba de Richard definitivamente? Jack era genial, y hasta ahora le iba muy bien con él.
    El móvil sonó, y ella dio un respingo porque la había pillado desprevenida. Sabía que no se trataría de aquel desconocido que días atrás intentó sembrar la semilla de la duda en ella, pues desde que lo bloqueó, no había vuelto a recibir más mensajes de esa persona. Por eso Jessi supuso que sería Jack para decirle que ya venía a su casa... ¡Y ella aún con el albornoz puesto!
    Desbloqueó la pantalla del móvil y se sorprendió al ver que el WhatsApp que había recibido no era de Jack, sino de Richard.
     «Aunque esta semana te he dejado tranquila para no agobiarte, quiero que sepas que sigo en mis trece, pero no te escribo por eso: me gustaría que mañana nos viéramos, tengo que contarte una cosa. Es importante. En el Baúl, a las doce».
     Arqueó una ceja; Richard era muy insistente. Aunque no parecía querer hablar de su situación amorosa, o de su amistad, o de su no-amistad más bien, sino de otra cosa... Ese mensaje tenía un aire de misterio que nunca habían tenido sus palabras.
     El Baúl era un pub muy frecuentado por los alumnos mayores del instituto. Y al día siguiente era domingo, ¿acaso no trabajaba con Ryan?
     Se lo pensó unos segundos antes de responder. ¿Qué querría contarle? Era demasiado tentador como para no querer ir, pero a la vez...
     No quería ir, porque él se había liado con Emy, y por mucho que le dijera que estaba enamorado de ella, estaba resentida, por no decir que se estaba pensando eso de quitarse de en medio para que su amiga tuviese vía libre con él.
    Pero... por otro lado... esos ojos azules...
     Se mordió el labio hasta hacerse sangre, con la pantalla del móvil aún iluminada con su mensaje.
     «Ok», tecleó finalmente.



***

    Jack llevaba diez largos minutos esperando, aparcado en una manzana antes de la casa de Jessica, a que ella se dignara a aparecer. Le había escrito que por favor no se apease al lado de su casa, ya que su padre andaba por el piso de abajo, y lo único que le faltaba es que le hiciera preguntas sobre él. Le había dicho que había quedado con Emy para cenar, y eso de que saliera tan tarde de casa no era algo que a él le gustase, pero al final lo había convencido porque era sábado.
     Tanta prisa, y al final ella era la que se retrasaba. Negó con la cabeza sonriendo, ¡ésta Jessica!
     —¿Aburrido sin mí? —dijo una voz femenina a su espalda.
     Cuando giró la cabeza la vio de pie, sobre unos tacones negros, metida en un vestido del mismo color, corto, y una chaqueta vaquera como abrigo.
     Desde luego era única; arreglada pero informal, y en ella era una combinación bastante compensatoria.
     Le dedicó una sonrisa resplandeciente, tanto como la que ella tenía en el rostro.
     —Un poco, ya era hora —la reprendió como si estuviese indignado, aunque la sonrisilla que tenía de oreja a oreja delatara a kilómetros que pensaba que la espera había merecido la pena.
     Se puso el casco, y le dio otro a Jessica; esta vez solo usarían una moto.
     Jessica lo cogió riendo, y con un movimiento rápido, pasó una de sus piernas por el asiento de la Harley y se sentó detrás de él.
     —Bueno, te dejo que te retrases la próxima vez —le gritó divertida a través del casco mientras unía sus manos por delante del torso de Jack.
     Jessica no tenía ni idea de a dónde la dirigía ese día; le había dicho de cenar juntos y ella había dicho que sí instantáneamente. Estaba a un paso de ser su novio, o al menos eso pensaba ella. Se había preguntado innumerables veces si él solo se había fijado en ella por lo lanzada que había sido en aquel baño del cine, porque pensara que podría conseguir de ella lo que quisiera a corto plazo. Aunque, por otro lado, no creía que Jack fuese de esa clase de tipos. Pero, ciertamente, no lo conocía demasiado para asegurarlo. Tocaba en una banda, era amable con ella, estaba muy bueno y había abierto un poco su corazón. De eso no había duda. Sin embargo, en su cabeza aún había pensamientos dirigidos a Richard, más después de lo que le había dejado en el móvil hacía menos de una hora. ¿Debía contárselo a Jack? No estaba bien quedar con su "rival" a escondidas, como si fuese a ponerle los cuernos.
     Aún no le entraba en la cabeza que le hubiese dicho que sí. ¿Estaba loca? Tal vez, ¿y Emy? ¿¿Y si se enteraba Emy?? En realidad no debería enfadarse con Jessica, ya que estaba claro que para Richard ese beso con ella no había significado nada para él pero...
     Y en ese momento cayó en algo, si para Richard no había sido nada morrearse con Emy, ¿por qué lo había hecho? ¿Era un cabrón sin escrúpulos? Emy era su amiga, podría haberse enrollado con cualquiera, ¿por qué precisamente con ella?
     Le empezó a hervir la sangre solo de pensarlo, si lo hubiese hecho de otra forma, quizás ahora no estuviese en este lío por él.
     —¿Pasa algo? —le preguntó Jack nada más parar la moto.
     Jessica frunció el ceño.
     —No, ¿por qué?
     —Porque por poco me dejas sin respiración hace un momento; me apretabas demasiado con las manos.
     Instantáneamente ella deshizo su abrazo sobre el cuerpo de Jack.
    —Perdona... tenía un poco de miedo, corrías demasiado.
     Jack se quitó el casco, se apeó de la moto y la miró; ella también se había bajado ya.
     —Creía que te gustaba la velocidad, tú siempre vas muy rápido.
     Pues era cierto, le encantaba ir al máximo, aunque no había encontrado una excusa mejor que estamparle, porque lo siguiente era reconocer que estaba pensando en Richard y en todo lo acontecido con Emy, y no tenía ninguna gana de estropear la velada.
     —Supongo que no es lo mismo ir delante y conducir tú misma la moto que ir de paquete detrás. —Se encogió ligeramente de hombros, sonriendo un poco para destensar el ambiente.
     Se dio cuenta de que donde estaban quedaba bastante alejado de la ciudad, pues el cielo cubierto de estrellas se veía plenamente. Estaban en una carretera que no conocía, y como única luz, había una farola adosada a un poste. Lo que rodeaba ambos laterales de la vía era una ristra de árboles a cada lado, con un trasfondo un tanto oscuro.
     Al final acabó de reconocer ese lugar como las afueras de la ciudad; hacía años que no iba por allí para hacer alguna excursión con su padre en plena naturaleza.
    —¿Por qué hemos venido aquí? —preguntó con escepticismo, ¿no era una cena romántica en un restaurante caro?
     No es que a ella le importara eso, pero era la idea que se había gestado en su mente desde el principio, por eso se había arreglado tanto.
    Jack sonrió seximente.
     —Para cenar. —Encendió una linterna que ella no había visto y se colgó una mochilita al hombro, cosa que tampoco sabía que llevaba en la moto.
     Jack la instó a caminar y se adentró en la ristra de árboles oscuros.
     Jessica apenas podía creer que estuviese en medio de una carretera, calzada con unos tacones, ataviada con un vestido bonito y que Jack la estuviese instando a entrar ahí dentro en esos menesteres.
     —Te mataré si me caigo rodando, te lo advierto —le dijo al final, medio en serio medio en broma, mientras iniciaba el paso hacia él.
     Jack soltó una carcajada.
     Al final la cogió de la mano para ayudarla a ir por el terreno escarpado. Ella empezó a refunfuñar, y Jack, como si Jessica fuese más ligera que una pluma, la asió de la cintura y la levantó del suelo para llevarla a pulso. Entonces las quejas se convirtieron en risas, y el terreno escarpado en el suelo más maravilloso del mundo para ella; nadie la había cogido así nunca, y con eso le quedaba muy claro que aparte de guapo, Jack era muy fuerte.
     —Vale, se acabó el viaje —dijo él aún con la sonrisa en los labios, dejándola en el suelo.
     Cuando Jessica levantó la vista, no pudo menos que quedarse alucinada por la estampa: delante de ella había un mirador de madera, y en el fondo, una luna gris metálico se recortaba sobre el negro de la noche salpicado de estrellas.
     Se acercó a la barra de madera apenas sin darse cuenta, totalmente embelesada con el paisaje; la ciudad quedaba en lo más bajo del valle, con unas luces tan diminutas que parecían el reflejo de esas estrellas nocturnas.
     —Por tu rostro maravillado, deduzco que te gusta el lugar que he elegido para cenar incluso aunque lleves esos taconazos.
     Jessica puso los ojos en él; el brillo de sus pupilas era chispeante.
     —¡Me encanta! Nunca había estado aquí —respondió llena de emoción, hacía tiempo que no se sentía tan fascinada con algo así.
     Jack esbozó una mirada pícara, dando pasos cortos y sensuales hacia ella.
     —Me alegro, espero que también te guste la comida, y... el postre. —La asió de la cintura y le plantó un beso pasional en los labios.
     Definitivamente, ese chico merecía la pena. 



***

    Richard llevaba media hora esperando a Jessica en el Baúl, pero hasta el momento no había noticias de ella, ni físicamente ni a través del teléfono.
     Le había echado veinte mil vistazos a la pantalla del móvil, y siempre veía lo mismo, solo que con un minuto de variación en la hora.
     Suspiró hastiado. Si ella no venía ahora, no lo haría nunca, y ese chulito se la habría ganado.
     Quizás fuese muy tarde para echar marcha atrás, si el espacio que había dejado entre ellos su salida con Anna había sido casi insalvable, tal vez lo que había pasado con Emy había hecho que esto ya fuese misión imposible. Sin embargo, ella le había dicho «Ok», pero ahora no aparecía…
     Se levantó de la silla para largarse; estaba un poco harto de hacer el gilipollas, nunca se había arrastrado así por nadie, y no entendía por qué lo estaba haciendo ahora por Jessica.
     Estaba claro que ella le gustaba más que ninguna otra, pero tampoco era plan este. Después de la conversación que había tenido con Noelia, una brecha de esperanza se había abierto en su interior; ese moreno chulito tenía algunas cosas oscuras que quizás Jessica debiera saber, pero si no se dignaba ni siquiera a verlo, no podía hacer nada.
     —Más vale que sea importante de verdad —dijo la voz femenina de ella a su espalda.
     Richard se giró sobre si mismo, y la encontró encarándolo con el ceño fruncido y los brazos cruzados. No parecía venir muy predispuesta a hablar de buenas, pero tendría que hacer algo para convencerla de lo que sabía.
     Se enderezó, pues su mirada arrolladora lo había dejado K.O, incluso enfadada le parecía guapa.
     —Sí que lo es, por favor, siéntate —le ofreció con un gesto de mano indicando la silla que tenía justo enfrente de él en la mesa que acababa de abandonar.
     Jessica bufó, aún se estaba preguntando por qué había acudido a esa cita, pero finalmente le hizo caso, y se sentó enfrente de él.
     —Vale, soy toda oídos.


CAPÍTULO 11 

(Elizabeth Luna)
 
    Richard la miró. Era verdaderamente hermosa. No se refería solo a sus ojos en forma de avellana color miel. Tampoco a sus cejas arqueadas o su pequeña y recta nariz. Ni a sus dulces labios, húmedos y rosas, que escondían una tímida sonrisa de dientes alineados. Ni siquiera eran los hoyuelos que decoraban sus mejillas. No tenía que ver con nada de eso, era su luz. La que irradiaba. Esa luz en la que él deseaba envolverse y junto a ella convertirse en el big bang del siglo XXI.
    —¿Y bien? —la voz de Jessica lo sacó de sus pensamientos—. ¿Qué era eso tan importante que querías decirme? ¡Ya sé! ¡Qué eres imbécil! Ah, no, eso ya lo sabemos. ¡Qué eres un Yony Melenas Terror de las Nenas! Ah, no, eso también lo sabemos, te vi la otra noche con Emy. ¡Ya sé! ¡Qué...!
    —¡Ya basta! —Richard no la dejó continuar—. ¡Lo siento! ¡Joder! Lo de Emy fue solo para darte celos. Fue una gilipollez.
    Jessica lo observaba. Parecía sincero. Tenía ojeras y el rostro abatido. Deseó abrazarlo. Fundirse contra su pecho y aspirar su aroma. Acompasar su respiración con los latidos de su corazón y permanecer allí de por vida. En el mejor lugar del mundo, su pecho. 
    —Disculpa. Están siendo días muy duros para todos.
    —Jessi, Jack no es la persona que tú crees. —La expresión del rostro de la joven le indicó que no iba por buen camino—. Te lo digo en serio. Es un tipo peligroso. A su lado corres peligro. Se rumorea que él, el curso pasado...
    Al muchacho le costaba mencionar las atrocidades que supuestamente había cometido el guitarrista del que iba a ser su nuevo grupo. Pero si no lanzaba el mensaje rápido sabía que la chica se levantaría de su asiento y se marcharía sin volver la vista atrás.
    —Acabó con la vida de una muchacha de nuestra edad —soltó de sopetón.
    Ella permaneció inmóvil. Las palabras resonaron en sus oídos como un eco lejano de voces deformadas. Experimentó en pocos segundos un aluvión de emociones. Primero la atrapó la ira. ¿Cómo era capaz de inventar algo así de Jack? De su Jack, ese chico amable y sensible que tocaba la guitarra. Luego sintió deseos de salir corriendo y no parar hasta llegar a ningún lugar que se convirtiera en algún sitio donde encontrarse. Porque sabía que se estaba perdiendo. Lo sabía. Lo que no se imaginaba cuánto.
    Y por último, le fallaron las fuerzas y dudó. Quizá Richard no le estuviera mintiendo. No tenía ningún sentido, ¿para qué exponerse así? Como le solía decir su madre en vida: «la mentira es como la mierda, siempre flota». Inventar un rumor de ese tipo le podía costar muy caro a cambio de nada.
    —¿Quién te ha dicho eso? ¿Por qué me haces esto?
    Richard sintió como se le encogía el corazón. Provocándole un inmenso dolor en el pecho. Él no quería dañarla. No quería que sufriera. Aunque al parecer era lo único que sabía hacer. 
    —Se dice, Jessi, y te aseguro que mis fuentes son fiables, que el año pasado Jack y una tal Diana, salieron una noche...


***

    En otra parte de la ciudad, mientras tomaba su taza de café de media tarde, observó como alguien introducía bajo la puerta de su casa, la que podía ver desde el sillón que está al lado de la chimenea, un sobre. Se acercó a recogerlo no sin antes abrir la puerta para intentar descubrir al mensajero. Pero era demasiado tarde. Unos pasos lejanos le indicaron que el cartero sospechoso no quería ser visto. Y recordó un dicho: se dice el mensaje, pero no el mensajero. Rió para sus adentros. Realmente, el refrán rezaba de la siguiente formas : se dice el pecado pero no el pecador. Pero a él le encantaba jugar con las palabras.

Cerró la puerta y volvió al sofá. Abrió el sobre y extrajo unas fotos desgarradoras. ¿Quién era esa chica? ¿Por qué le mandaban imágenes de una joven hospitalizada?
    Terminó de vaciar el contenido del sobre. Había un folio doblado en cuatro partes. Lo abrió. Era una carta escrita a ordenador. Con letra arial 12 e interlineado sencillo. Se llevó una de las manos a la frente y se la frotó con fuerza. ¿De qué iba aquello y qué tenía que ver con su hija?
    La llamó al teléfono móvil. No respondía. Siguió insistiendo mientras permanecía horrorizado con lo que acababa de leer.


***

    En el baúl se había detenido el tiempo. Por las mejillas de Jessica resbalaban lágrimas de desconcierto. La pantalla de su móvil se encendía incesantemente. Su padre no dejaba de llamarla y ella tenía la voz demasiado quebrada como para fingir que todo estaba bien. 

    —Lo siento, pero consideré que debías saberlo. 


 CAPÍTULO 12 

(Janire Fernández)

    —¡Basta! —Jessica se levantó de la silla gritando, horrorizada por las palabras de Richard—. No quiero oír ni una palabra más. No me puedo creer que hayas caído tan bajo. Inventarte algo así de Jack...
    —Jessica, por favor, créeme. No me gusta lo que te estoy diciendo pero te aseguro que es verdad. Ese... Jack —dijo con un tono cargado de asco y odio—, se las apañó para que la familia de esa tal Diana no lo denunciara. El muy cobarde ni siquiera pagó por lo que había hecho. Es un monstruo Jessica. No deberías estar cerca de él.
    Jessica creía que se iba a desmayar. Lo que acababa de oír aún le resonaba en la mente y la cabeza le daba vueltas. Notaba como su cara perdía lentamente el color y sus piernas le temblaban. Debió de hacer un ademán de caerse, porque Richard se levantó muy deprisa y la cogió de los brazos.
    —Suéltame —le dijo con una voz muy débil—. Te lo estás inventando. No puede ser cierto nada de lo que has dicho. Jack no es así. Lo sé, le conozco.
    «Pero, ¿realmente lo conozco? Para, no. Tiene que ser una mentira. Jack no sería capaz de hacer algo así», se dijo a sí misma mientras mil imágenes comenzaron a golpearle la mente, una tras de otra: la mano de Jack acariciando la suya el primer día en el cine, su sonrisa torcida mientras la aguardaba en las taquillas, el mirador de madera, sus dedos acariciando las cuerdas de la guitarra, sus ojos negros clavados en los de ella...
    —No te estoy mintiendo, Jessica, pero puedes preguntárselo a él mismo. —Sin comprenderlo del todo, Jessica miró hacia la puerta del Baúl, donde Jack la miraba sorprendido y, a la vez, preocupado.


***

    Después de despedirse de Jessica, Jack había recibido un mensaje de la pesada de Noelia.

    «Parece que esa mocosa con la que juegas últimamente ha decidido pasarse por el Baúl esta noche, y por lo que veo está muy bien acompañada».
    Iba a ignorar el mensaje cuando de pronto le llegó una imagen en la que Jessica aparecía sentada una mesa con ese chico que no paraba de entrometerse entre los dos: Richard.
    Se subió a su Harley Davidson de inmediato y no pensaba en otra cosa que darle una lección a ese niñato entrometido. No obstante, cuando llegó allí, se le olvidaron por completo sus celos. Algo no iba bien. Richard le cogía de los brazos a Jessica, que se encontraba a penas de pie, pálida y con la cara llena de lágrimas. Ésta, en cuanto lo vio, se acercó muy deprisa hacia él. Jack se sentía nervioso y preocupado pero no entendía por qué motivo. Abrió sus brazos para abrazarla pero Jessica no le dejó, imponiendo una barrera invisible entre los dos.
    —Dime que no es verdad. Por favor. Dime que no es cierto lo de la chica y lo de que por tu culpa...
    Jessica no fue capaz de terminar la frase porque sus propias palabras la ahogaban. El corazón de Jack pareció dejar de latir de golpe. «... lo de la chica y lo de que por tu culpa...». La miró horrorizado y aturdido. Sabía perfectamente de qué estaba hablando. De pronto sintió que todo en su interior se hacía en pedazos, y que cada trocito de él rasgaba la poca esperanza que le quedaba. El miedo empezó a abrasarle por dentro. La iba a perder a ella también, seguro. Se había enterado de aquello.
    —Pero... ¿cómo?
    Al ver que Jack no decía nada, Jessica empezó a gritar, a hacerle preguntas y a pegarle en el pecho. Pero Jack no sentía nada: no la oía, no notaba sus golpes, no percibía que todos los del pub los estaban mirando. Tenía un enorme nudo en el estómago y sus pulmones parecieron encogerse. Entonces, miró más allá, y vio que Richard miraba a todos lados menos a él, y cuando al fin sus miradas coincidieron, vio la culpa grabada en sus retinas; su miedo se convirtió en ardiente furia.
    —¿Has sido tú, verdad? —gritó de tal manera que la pregunta parecía una afirmativa.
    Se apartó de Jessica sin apenas tocarla y se dirigió hacia él con el puño levantado. Su objetivo era desquitarse y descargar toda la adrenalina en él, en el bastardo culpable y causante de que Jessica supiera su secreto, pero unos brazos lo agarraron por detrás y el golpe no llegó.
    —¡Jack, para! —Jessica lo agarraba con fuerza temiendo que Jack volviera a intentar dar otro puñetazo—. ¡Para, por favor!
    Richard no se había movido de donde estaba en ningún momento. En cierto modo, disfrutaba con lo que estaba viendo, y eso a Jack lo consumía con una rapidez feroz.
    Pero, en parte, ella tenía razón. Debía parar. Y lo más importante, debía contarle la verdad a Jessica, por muy incapaz que se sintiera de hacerlo. Cogió de la mano a Jessica y se acercó a su oído.
    —Acompáñame, por favor. Creo que te debo una explicación.


***

    «¿Debería acompañarle?», pensó Jessica. Se le quedó mirando a los ojos, indecisa. Después de lo que le había contado Richard y del comportamiento de Jack, no sabía qué hacer, si volver a confiar en el chico del cine o alejarse de él.

    —Jessica, por favor...
    Notó un tono desconocido en su voz, un tono que nunca pensó que escucharía, un tono que suplicaba, desesperado y frágil. Entonces se notó que a Jack le temblaban las manos y se dio cuenta de que le brillaban los ojos de una manera que no lo había hecho antes.
    —Está bien, vamos.
    Jack se dirigió a su moto y antes de subirse miró a Jessica dubitativo, como si pensara que fuera a huir. Jessica se sentó detrás de él después y lo agarró con fuerza por la cintura. Esto, de cierto modo, lo reconfortó, pues lo que tenía que hacer a continuación, en cuanto llegaran a su casa, era algo más que revelar un secreto, era enfrentarse a un terrible error del pasado que aún lo castigaba.


***

    Casi doce meses antes...


    Llevaban dos horas tocando y cantando pero no le importaba. No quería parar. Había conocido a Diana tres meses, en el mismo bar donde tocaba la guitarra. Fue allí donde escuchó por primera vez esa hermosa voz. Melodiosa, dulce y enérgica. Todo a su alrededor parecía congelarse cuando la escuchaba cantar. Hace tres meses que la había conocido, y hace dos empezaron a componer juntos canciones para presentarlas en el Dylan’s.

    Hacían un equipo increíble. Más que eso. Jack sentía que tenían una conexión más fuerte de la que se pudiera tener con ninguna otra persona. La amaba. Por primera vez en su vida, amaba de verdad a alguien. En ningún momento, ni siquiera cuando la tenía delante, podía quitarse de la cabeza el brillo que irradiaba constantemente: el brillo de su pelo castaño, el brillo de sus ojos a donde quiera que mirara, el brillo de su sonrisa... Y lo mejor de todo era que ella también le quería. Se habían besado el día anterior en el parque, cuando la convenció de que se escapara de casa por la noche por unas horas. Ella le había confesado que su mayor sueño en la vida era viajar por el mundo cantando de escenario en escenario y él le había dicho que su deseo, aunque no en un futuro, era tenerla a su lado fuera donde fuera. La noche había sido fantástica. Pero esta vez, después de la sesión, tenía pensado algo distinto, quería sorprenderla.
    La llevó a un polígono industrial abandonado donde se reunirían con los viejos amigos de Jack. Le habían retado a una competición de derrapes, como habían hecho cada año hasta ese día, y él aprovechó la ocasión para sorprenderla llevándola a un lugar diferente de donde solían ir y hacer algo distinto. Distinto al menos para ella.
    —Jack... —dijo Diana sosteniendo la puerta del coche que siempre usaba para las carreras—. No creo que esta sea una buena idea...
    —No te preocupes por nada, Di, te lo vas a pasar bien. Ya lo verás.
    Diana se sentía muy insegura. Aquello no estaba bien. Una vocecilla en su interior le gritaba que no se subiera al coche.
    —Pero, si ni siquiera tienes el carnet de conducir...
    —Es verdad, no lo tengo. Pero no tienes por qué preocuparte por eso. Llevo varios años conduciendo coches en el taller de mi padre. —Al ver que lo la había convencido, le sonrió y dijo—: Tranquila, no dejaré que te pase nada malo.
    Diana al final cedió y se subió al coche. Se pusieron el cinturón y Jack arrancó el coche. Ninguno de los dos se dio cuenta de que el cinturón del copiloto no estaba bien abrochado. En los primeros derrapes Diana agarraba con fuerza su asiento, y miraba con miedo por la ventana cómo otros coches hacían lo mismo que ellos a una distancia no muy lejana. Después, acostumbrada a aquella sensación “descontrol controlado”, se relajó y comenzó a gritar, divertida, dejando que la adrenalina recorriera su cuerpo.
    —¿Te estás divirtiendo? —gritó Jack sin apartar la vista de la pista improvisada.
    —¡Sí! —gritó ella, y ambos se rieron.
    Jack se sentía cada vez más motivado. Le encantaba ver a Diana así y cada vez él quería más. Había llegado la hora de hacerlo, iba a impresionarla. Cogió más velocidad que en las veces anteriores, totalmente seguro de sí mismo y de que aquello le iba a encantar. El coche se dirigía muy rápido en línea recta hacia el almacén que tenía delante. Tenía que haber derrapado un momento antes pero quería llegar al límite. La seguridad que Diana había conseguido hasta ese momento menguó.
    —Jack...
    Él no escuchaba, estaba convencido de que lo conseguiría. Los conductores de los otros coches comenzaron a tocar la bocina y a gritarle, pero tampoco les hizo caso.
    —¡¡¡Jaaack!!!
    Cuando había llegado a ese límite, Jack pisó el pedal del freno y giró el volante, pero los frenos esta vez fallaron y al girar noventa grados, acabó impactando contra el almacén por el lado del copiloto. Un gran estruendo dio paso a un doloroso silencio, y un doloroso silenció se rompió con un grito desgarrador.


***

    Jessica se sentía conmocionada con aquella historia. Escuchó a Jack con los ojos bien abiertos y se sorprendió con la manera de contarla: tan sincera, tan sentimental...

    Jack, después de narrar el impacto, se calló bruscamente y miró hacia otro lado. Su respiración era acelerada y sus músculos estaban tensos. Aun así, Jessica no pudo reprimir la pregunta:
    —Entonces, Diana está... ¿está muerta?
    Se arrepintió de haberlo dicho así, de haber sido tan brusca. Jack volvió a girar la cabeza para mirarla y lo que ella descubrió fueron unos ojos vidriosos, a punto de estallar en lágrimas.
    —No... no lo sé...
    —¿Cómo que no lo sabes?
    —Ella... ella está... —Jack no podía decirlo y sin poder contenerese por más tiempo, empezó a llorar.
    Jessica corrió a su lado y lo abrazó con fuerza. Se sentía fatal por verlo llorar, por ver caer las lágrimas en la cara de aquel chico con aspecto de duro e impenetrable. Notó como los pulmones de él se inflaban.
    —... está en coma.


CAPÍTULO 13 

(D. C. López)

    Richard se sentía como un mierda. Como una grandísima mierda. Por un lado, se sentía bien por haber puesto a Jessica en conocimiento del turbio secreto que tan bien había guardado celosamente Jack. Sin embargo, por otro lado estaba hecho polvo por haber sido el causante del dolor que estaba padeciendo la chica de sus sueños en cuestión. El verla llorar desconsolada, rota, le había partido el alma a él. Pero no tenía otra opción, o se lo decía él para que supiera con qué tipo se estaba viendo, o se lo hubiera acabado desvelando la bruja de Noelia. Y fijo que esta se lo hubiera contado de tal manera, que el machazo hubiera sido mucho peor, más destructivo y doloroso; era obvio que esa rubia descolorida, disfrutaba con el dolor ajeno.
    Tras dedicarle una mirada asesina a la chica de marras, que estaba en la otra punta del Pub sentada en la barra con una cerveza entre sus bien cuidadas manos, Richard tomó el casco que había dejado apoyado sobre una de las sillas que habían al rededor de la mesa en la que minutos antes había estado hablando con Jessi, y se fue directo a los aparcamientos sin molestarse en tratar con aquella arpía llamada Noelia; ahora que había cumplido con su parte, con su objetivo, no quería volver a verla, ni en pintura siquiera.
    Segundos después, mientras iba montado sobre la moto en dirección a su solitaria casa, pensó en la manera de tener un nuevo acercamiento con Jessica. Tenía la intención de ser su pañuelo de lágrimas, quien le consolara ahora que estaba tan necesitada de apoyo y el que le hiciera olvidar a ese malnacido que había resultado ser un impostor.



***

    Ya no tenía más lágrimas para derramar. Sus ojos estaban ya secos. Y por lo visto, Jack estaba igual que ella, en idéntica situación.
    —Yo... —Jack no supo qué más decir. Acababa de confesarle que fue un cabeza loca, un chulo prepotente que antepuso sus ganas de gloria, ante la prudencia, consiguiendo así destrozar la vida de una encantadora muchacha—. Lamento todo lo ocurrido. El accidente, las repercusiones posteriores y el haberte ocultado esta siniestra parte de mi vida... —Ahora que había encontrado el valor de abrirse, las palabras salían solas como si nada—. Nunca fue mi intención hacer daño a nadie.
    Esto último lo dijo en un susurro, ya que según iba pronunciando las palabras, éstas iban perdiendo intensidad. Se limpió una vez más las mejillas aún un poco húmedas, con el dorso de una de sus manos.
    —Lo sé. No te creo capaz de hacer algo así adrede —reconoció ella, tras el incómodo y corto silencio que se había establecido entre ellos, tras las sinceras palabras de Jack—. ¿Sigues participando en carreras? —soltó ella antes de que él pudiera decir algo.
    Jack se puso pálido y tan rígido, como una estatua de granito. ¿Cómo podía confesarle abiertamente, que después de lo de Diana había seguido corriendo de manera temeraria, sin miedo a la muerte, porque en cierto modo, la andaba buscando? Según él, era lo que se merecía como castigo por lo acontecido casi un año atrás.
    La muchacha, al ver el cambio obrado en él y al no recibir contestación alguna en el acto por su parte, dedujo la respuesta por si misma.
    —Por tu silencio, deduzco que así es...
    Jessica, mientras esperaba a que él dijera algo, lo miró con un cúmulo de emociones congregadas en sus pupilas. Sentía pena, tristeza, compasión, compresión, y al mismo tiempo, preocupación. Preocupación por no saber cómo afectaría todo lo que acaba de descubrir, en su relación con él... ¡Por todos los diablos, si el chico no había aprendido la lección y seguía jugándose la vida! Y, para qué obviarlo, la de los demás también.
    Era consciente de que ya no lo vería con los mismos ojos. Ahora sabía que él, además de ser un irresponsable, había amado a otra, si es que no la seguía amando aún después de lo ocurrido, y que era capaz de ocultarle algo de tan tremendo calibre. Si no se lo hubiera contado Richard, entonces, ¿qué, jamás se habría enterado de que había una chica de su edad, medio muerta en un hospital por culpa suya, por confiar en él? Cierto era que los accidentes ocurrían, y que Jack no tenía del todo la culpa. Diana había montado en el coche, sabiendo los riesgos a los que se exponía, sin que nadie la forzara. No obstante, el que había aceptado aquél estúpido reto de la carrera ante un puñado de amigos, el que había ignorado las advertencias de la chica, y el que había empotrado el coche contra el muro del almacén, había sido él; y si no fuera por su amigo Richard, él jamás se lo hubiera confesado. Y eso, junto con todo lo demás, le dolía horrores. Eso de que Jack no confiara en ella, la había defraudado, dolido.
    Él intentó un acercamiento, pero ella dio un paso hacia atrás, alejándose de él; todavía estaba conmocionada y tenía mucho qué pensar. Entre que nunca había estado del todo segura de que lo suyo con él fuera a funcionar debido a que apenas se conocían, entre los sentimientos que aún sentía por Richard, y lo que acababa de descubrir, la pobre, a esas alturas, se encontraba más confundida y perdida que nunca.
    —Jessi... —susurró el compungido chico al verla alejarse, huyendo en cierto modo de él—. ¿Es que me temes? ¿Crees acaso que a ti también te haría daño?
    Su voz se quebró, a la vez que sus labios temblaron ante la idea de haberla perdido ahora que había conseguido conquistarla. Una conquista que pintaba ser efímera, por como se estaban desarrollando los acontecimientos.
    —No, no es eso —respondió ella enérgicamente, con quizás más fuerza de la que hubiera deseado emplear—. Lo que ocurre es que estoy cansada emocionalmente. Necesito estar una temporada sola, para asimilar todo esto.
    Jack, que seguía con los hombros hundidos, todo derrotado, asintió con la cabeza tras suspirar con resignación.
    —Está bien, te daré todo el espacio que necesites. Tómate el tiempo que creas conveniente. Yo te estaré esperando —hizo una pequeña pausa para darle más énfasis a la palabra que pensaba pronunciar a continuación—. Siempre.
    Aunque a Jessica le dolía verlo así, hecho polvo como ella se sentía también, no cambió de parecer. Sabía que no tenía que tomar una decisión estando en caliente, de ahí que quisiera tomarse un tiempo y pensarse las cosas ya en frío. Estaba su futuro en juego. De la decisión que tomase, la de seguir siendo la novia de Jack a expensas de que cualquier día de estos tuviera de nuevo otro accidente en el que perdiera la vida, o no, su destino sería de una manera o de otra. Pero la cuestión era, en el caso de decidir no seguir con él, ¿se conformaría con ser simple amigos? Y si elegía la otra opción, ¿cómo podría ella vivir sabiendo que en cualquier momento su chico podría acabar empotrado contra una pared?
    «¡Vaya lio! No sé qué hacer. A pesar de todo, sigo colada por él. Es sentir su mirada sobre mí, y sentir mariposas en el estómago. Sin embargo, con Richard me pasa igual... ¿Qué hay mal en mí?», se preguntó mentalmente Jessica, toda hecha un manojo de emociones contradictorias.
    —Llévame a casa, por favor —le pidió tras otro incómodo silencio.
    Jack no dijo nada, se amasó el pelo despeinándoselo, para acto seguido enfundarse nuevamente el casco. Una vez hubo arrancado la Harley tras haberse montado encima de ella y ya sin el caballete puesto, notó a sus espaldas como Jessica tomaba asiento detrás. Y como la anterior vez, la chica se aferró nuevamente a su cintura, para ir bien sujeta.
    El muchacho se recreó en la sensación de ese contacto, pues era consciente de que pasaría algún tiempo antes de volver a tener un contacto físico con ella, si es que alguna vez lo volvía a tener. Eso dependía de ella.
    Y a él, por mucho que le jodiera la situación en la que ahora se encontraba por culpa del mete-en-todo de Richard, no le quedaba otra que resignarse y esperar, además de rezar para que ella no decidiera finalmente, alejarse del todo de él.



***

    Jamás había pensado que al llegar a casa, se iba a encontrar con tal panorama. No esperaba encontrarse a su padre todo desquiciado y preocupado, yendo de un lado para otro en medio del salón, con un sobre en la mano.
    Cuando Lucius se percató de su presencia, corrió a paso ligero hacia ella, con la cara desencajada.
    —¿Me puedes decir qué es esto y quién es Jack?


CAPÍTULO 14 

(María Orgaz)

    Jack llegó a casa abatido, estaba derrotado y destrozado por dentro. Sabía que Jessica estaba muy dolida con él. No solo por su temeridad y el accidente, sino por no haberle contado la verdad desde el principio. Tal vez si hubiera sido sincero, ella habría comprendido de otra manera lo sucedido, pero ya era tarde para volver atrás.
    Solo podía rezar para que la dulce joven que le había robado el corazón, quisiera volver a verle tras unos días de separación. No podía ni imaginar cómo podría levantarse por la mañana si no volvía a ver los preciosos ojos de su chica. Era el castigo por su temeridad, el castigo por continuar con las carreras, y no le estaba mal empleado, a fin de cuentas siempre pensó que debía morir para recibir lo que merecía por haber destrozado la vida de la joven Diana, a la que tanto había amado hasta que conoció a Jessica.
    Todo había sido culpa de Noelia, si ella no hubiera conocido su secreto, nada habría sucedido, porque habría podido manejar la situación de otra manera. Pero aquella maldita arpía siempre estaba presente para amargarle la vida.
    Sus pensamientos fueron interrumpidos porque sonó su móvil. Acababa de recibir un WhatsApp. Se emocionó pensando que podría ser de su querida Jessica. Abrió la aplicación y su expresión se tornó en una expresión de furia y asco. Era Noelia quien había escrito.
    «Cariño, siento haber sido tan brusca y haber actuado así, pero tienes que aprender de una vez que eres mío y de nadie más».
    Al leerlo, se enfadó muchísimo. Aquella loca estaba amargando su vida desde que la había conocido cinco meses atrás. Maldijo el día en que la sacó a bailar en la discoteca. Si no hubiera empezado a tontear con ella ya que había resultado ser una chica fácil, nada habría sucedido y no tendría a una loca acosadora jodiéndole todos los días. Bastante mal había hecho él las cosas como para que la arpía ayudase a que fuese todavía más desgraciado; la muy loca no aceptaba la roptura que tuvo lugar un par de meses atrás.
    Fue a la ducha para tratar de calmarse y pensar qué podría hacer para recuperar la confianza de Jessica. Tenía que ser algo espectacular que la dejase sin palabras para así poder volver a estar con ella, pues lo que más deseaba en el mundo era poder volver a abrazarla.


***

    Jessica se encontraba delante de su padre con los ojos como platos al observar las fotografías que sostenía en las manos con unas imágenes impactantes de una chica hospitalizada. Se imaginó que sería Diana, el amor de Jack, aquella joven castaña que por culpa de una imprudencia y de la testoterona de un puñado de tíos estaba casi sin vida postrada en una cama. Se dio cuenta de que había una carta, quería leerla, ver si contaba toda la historia tal como la había escuchado personalmente de Jack. Pero el rostro furioso de su padre frenaba el impulso de arrancarle la carta de las manos.

    Jessi tenía miedo de que hubiera algún secreto más de aquel fatídico accidente que le hubiera seguido ocultando Jack; en el fondo de su corazón no podía evitar querer permanecer junto al joven a pesar de su carácter. 
    —Papá, yo...
    La joven no sabía lo que responder porque ni ella misma sabía lo que pensar de toda aquella situación. Por no hablar de que no sabía qué decir sobre quién era Jack. Hasta aquel momento era su novio, pero no sabía lo que sería a partir de aquel día.
    —Siéntate, porque me parece que tienes muchas cosas que contarme —ordenó con voz firme mientras señaló el sofá del comedor.
    Jessica obedeció a su padre sin pronunciar palabra. Se imaginaba la descomunal y desproporcionada bronca que le caería por haberle ocultado cosas. Aunque no toda la culpa era suya, a fin de cuentas no tenía ni idea del pasado de Jack. Pero claro, si casi no le conocía. Había sido una imprudente aquel día en el baño, pero aquellos ojos, aquella sonrisa torcida... Era recordarle y su cuerpo se estremecía haciendo que un ligero rubor se instaurase en sus mejillas.
    —Empezaremos por lo que debiste contarme hace unos días. ¿Quién es ese Jack y de qué le conoces?
    —Pues nos conocimos hace no mucho tiempo y la verdad es que nos gustamos. —La joven no quería dar demasiados datos sobre el primer encuentro ya que la reprimenda sería mucho peor.
    En su mente retumbaban las palabras que desde pequeña le había repetido su progenitor «nunca hables con desconocidos».
    —¿Quién es la chica de las fotografías y cómo ha acabado ingresada en el Hospital? Aunque no hace falta que me digas nada, por lo que pone en la carta, ya sé las respuestas. Pero sí que quiero saber qué es lo que sabes de esa historia.
    Lucius observaba a su hija con los ojos entrecerrados y una seriedad que pocas veces había mostrado hacia ella. Pero la situación era muy grave; no permitiría que su hija sufriera ningún daño siempre que lo pudiera evitar.
    —Era la novia de Jack. Tuvieron un accidente, por eso ahora la chica está en coma.
    Jessica intentaba mantener la compostura y contener las lágrimas, algo extremadamente complicado teniendo en cuenta que tenía que asimilar toda la situación a la vez que respondía al interrogatorio de su padre. Le estaba resultado muy duro ya que quería a Jack, pero imaginar todo aquello partía su alma en dos.
    —Ese Jack cometió una enorme imprudencia y como has visto, por su culpa una inocente chica está en coma. Es un irresponsable. Así que, no quiero que te vuelvas a acercar a él, jamás. ¿Entendido? —No le dio tiempo a su hija para que le respondiera, continuó hablando mientras no dejaba de mirarla fijamente a los ojos—: Ahora sube a tu cuarto, estás castigada hasta nueva orden.
    La conversación había terminado al menos para Lucius que bajó la mirada para volver a leer la maldita carta que le había amargado la tarde. No obstante, para Jessica la conversación no había llegado a su fin. Aunque Jack era un temerario todo lo que había sentido estando con él era sincero, era real. Había podido ver parte del alma del joven cuando éste cantó en privado para ella. Por eso, no se pudo contener, se dejó llevar por su corazón, por sus sentimientos, recordando todos aquellos hermosos momentos vividos junto a Jack, y dijo:
    —Soy mayorcita para saber si debo ver a Jack o no. No me lo puedes prohibir. Si quiero seguir viéndole es mi problema, es cosa mía. No tienes derecho a meterte en mi vida.
    No pensaba lo que decía, tan solo se dejó llevar por lo que le decía su corazón. Un corazón que debía decidir si continuar con Jack o apartarse de él, pero no quería que nadie influyera en su decisión y mucho menos que le ordenasen nada. No había aceptado órdenes de su padre con casi dieciocho años, y no empezaría a hacerlo en aquel instante.
    Lucius abrió los ojos desmesuradamente ante las palabras de su hija. No podía creer que quisiera poner su vida en peligro para que aquel macarra inconsciente la enviase también a ella al hospital. Estaba tan furioso que su cuerpo actuó solo, su mano se elevó dándole un sonoro bofetón que desestabilizó a la muchacha.
    Ella trató de recomponerse, pero el bofetón había sido muy fuerte y por ello le costó reponerse. Instantes después, puso la mano en la mejilla rosada por el golpe mientras cálidas lágrimas comenzaron a salir sin control alguno.
    —¡Te odio! —gritó mientras salió corriendo por la puerta principal de la vivienda.
    Necesitaba pensar, en Jack, en Richard, en lo sucedido a esa tal Diana... Eran demasiadas cosas juntas y no podía más, enloquecería si no tenía un respiro para poder pensar en todo aquello. Corrió y cogió su moto para marcharse de allí mientras los gritos de su padre llamándola se iban alejando cada vez más hasta que dejó de oírle. Fue muy deprisa con la moto, siempre había amado la velocidad, y en aquel momento era un bálsamo para su dolor, para que se llevase las lágrimas y todo lo acontecido durante la tarde. Tras conducir y conducir con los ojos empañados por las lágrimas, sin saber porqué se detuvo y se quedó sorprendida de dónde se había detenido. Era la carretera que llevaba al mirador donde había tenido aquella maravillosa cita con Jack. No entendía cómo su subconsciente había recordado el lugar y había acabado allí, seguramente para torturarse más todavía.
    Se bajó de la moto y se sentó en el suelo mirando las estrellas, pues ya había anochecido. El cielo mostraba una estampa preciosa, como si del cuadro de un pintor famoso se tratase, era una auténtica obra de arte creada por la naturaleza.
    Comenzó a recordar cómo había llegado hasta aquella situación. Todo por un maldito malentendido en el cine, de no haber ido Richard con Anna, ella no habría buscado a un acompañante, no hubiera buscado a Jack y nada de todo aquello habría sucedido, pues si hubiera tenido la cita a solas con Richard ahora sería su novio y estaría feliz. Pero no podía negar que todo aquel tiempo en el que había estado con Jack había estado pletórica y muy alegre además de sentirse querida y viva. Pues aquel joven motero de sonrisa torcida había llegado hasta su corazón.
    Fue recordando todo lo vivido con Jack, todo lo que sentía por Richard, al que había visto preocupación en la mirada cuando le contó la verdad sobre su novio. Tal vez era cierto que quería conquistar su corazón de forma sincera. Pero su mente le recordó que el rubio que todavía ocupaba una parte en su corazón se había besado con su mejor amiga Emy. Era cierto que sentía celos pero... necesitaba a su amiga más que nunca. Llevaba días echándola de menos, echando de menos la relación que habían tenido desde pequeñas. Cogió su móvil para llamarla, pero se dio cuenta de que tenía varios WhatsApps de su amiga. Por lo que Jessica dibujó una amplia sonrisa en su rostro, tal vez ya podrían volver a ser las de siempre. Abrió los mensajes con mucha ilusión.
    «¿Estás bien? ¿Dónde has ido? Tú padre acaba de llamar a mi casa para ver si estabas aquí. Estaba histérico y no paraba de gritar. Y me he quedado preocupada».
    Su amiga estaba preocupada, entonces quizás podrían hablar. Seguro que ella le ayudaba a decidir, porque aunque quería a Jack, todo lo sucedido con Diana era... muy complicado de asimilar. Así que no se lo pensó y respondió rápidamente.
    «Mi padre y yo hemos discutido muy fuerte, y hasta me ha dado un bofetón. Necesitaba pensar porque ha pasado algo muy grave. ¿Crees que podríamos quedar para hablar un rato? Necesito recuperar a mi amiga».
    Observó la pantalla hasta que salió el doble check que indicaba que su WhatsApp estaba enviado y casi creyó saltar de alegría cuando vio que el doble check se puso azul, señal de que Emy había leído sus palabras. Debajo del nombre de usuario vio la palabra"escribiendo..." y se levantó de un salto por la emoción. En unos pocos segundos tuvo la respuesta de su amiga.
    «¿Qué ha pasado? No me asustes... De acuerdo. Quedamos en el parque del insti, que si mi padre te ve llamará al tuyo. Le diré que me voy al cine, así tendremos tiempo para hablar. Ahora nos vemos».
    Jessica se puso el casco y arrancó la moto para llegar al lugar donde se encontraría con Emy. Y tras unos cuantos minutos llegó a su destino. Su amiga ya estaba esperándola, sentada en uno de los bancos del parque. Al verla se levantó pero no se movió del lugar. Jessi fue hacia ella corriendo para abrazarla mientras su fuerza interior volvió a derrumbarse.
    —No llores, tranquila. Cuéntame qué ha pasado —dijo con preocupación mientras ayudaba a su amiga a sentarse en el banco.
    Jessica relató todo lo acontecido en los días en los que su amistad se había enfriado mientras Emy escuchaba con atención; la chica no quería interrumpir hasta que finalizara todo el relato. Sin embargo, no pudo evitar que en su rostro se dibujara una mueca de horror al conocer el trágico accidente de Diana. Cuando Jessi finalizó y llegó a la parte de la discusión con su padre y terminó de hablar, Emy trató de pensar bien en lo que le iba a decir a su amiga, pues veía el estado de nervios en el que se encontraba.
    —Estoy sin palabras... Es que cuesta creer que haya pasado algo así. Pero recuerda que te lo dije. Te dije que no conocías a Jack  lo suficiente como para comenzar con él un noviazgo serio. No sin conocerlo primero más detalladamente. Y como ves, no me estaba equivicada —dijo su amiga en tono serio.
    —Por favor, lo último que necesito ahora es que me digas eso. Además, creía que tu querías a Richard y  si yo estaba con Jack, tú tenías entonces el camino libre —contestó irritada y sintiendo celos solo de recordar a su amiga entre los brazos del rubio de clase.
    —Jessica, por favor. No seas niña. A pesar de todo, creo que Richard sería mejor para ti que Jack, a la vista está por lo ocurrido. Y por mucho que me fastidie y aunque me guste Richard, yo a él no le gusto, porque está coladito por ti —reconoció triste por admitir la verdad, pues ella era consciente de que no tenía posibilidades de poder conquistarle.
Jessica vio la tristeza en el rostro de su amiga y entendía que también lo estuviera pasando mal. Había sido un poco egoísta por no tratar de comprender a Emy antes, ya que los sentimientos del corazón son complicados de controlar. Ella lo sabía muy bien, pues si hubiera controlado sus sentimientos no se encontraría en aquella batalla de emociones y sentimientos con respecto a Jack y Richard.
    Estuvieron un buen rato hablando; volvían a ser las amigas de siempre. Era lógico que en un momento tan complicado, se necesitasen mutuamente. El amor era algo extremadamente complejo y doloroso, sobre todo en la adolescencia.
    Un roce en el hombro de Jessica interrumpió la conversación.
    —¿Cómo estás? —preguntó Richard con gesto de preocupación en el rostro.
    —¿Qué haces aquí? —La muchacha no entendía lo que hacía Richard allí; sus sentimientos hacia él eran contradictorios, por eso no sabía cómo hablarle ni cómo comportarse ante su presencia.
    —Lo he llamado yo —confesó Emy levantando el dedo índice de una de sus manos y agachando la mirada.
    —¿Por qué le has llamado? —contestó Jessi tratando de sujetar las lágrimas que se morían por volver a salir de sus ojos de lo tan afligida que estaba.
    —Me preocupaste mucho al escribirme. Sabía que tendría que ver con Jack y con Richard. Por eso le pregunté —Señaló al aludido con la cabeza—, pero no me dijo casi nada. Así que pensé que lo mejor era quedar los tres y hablar las cosas —contestó con preocupación en la voz.
    Jessi entendía que su amiga solo trataba de ayudar, y debía ser tremendamente complicado ya que estaba interesada en Richard. Esbozó una pequeña sonrisa y abrazó con cariño a Emy. La quería mucho y no quería volver a alejarse de ella. Se levantó del banco, cogió del brazo a Richard para hablar a solas. Necesitaba saber muchas cosas.
    —¿Cómo sabías lo de Diana? ¿Por qué me lo has contado justo ahora? —Su voz sonaba autoritaria ante la atenta mirada de Richard.
    —Me lo dijo una persona del entorno de Jack. Y viendo que te estabas involucrando tan a fondo con él, creí que debías saberlo. Sabes que quiero estar contigo y viendo que no he parado de meter la pata una y otra vez, sobre todo cuando he tratado de darte celos, pues pensé que abriéndote los ojos te estaría haciendo así un favor. Mis intenciones eran arreglar nuestra... —dejó la frase a medias.
    —Enrollarte con mi mejor amiga no fue una buena idea. Creo que es la peor idea en la historia de las ideas. Y pegarte con Jack y sacar sus trapos sucios tampoco lo son... Dime quién es tu confidente, y qué saca a cambio de todo esto. ¿Qué es lo que le has ofrecido a cambio de la información? —preguntó seria y preocupada.
    Richard veía que Jessica ya estaba rota por dentro con todo lo acontecido. Lo último que quería era darle otro mazazo emocional diciendo que su confidente era novia o al menos amante de Jack. Pero la chica necesitaba una respuesta, podía leerlo en sus ojos.
    —Eso es lo de menos, no tiene relevancia alguna. Tú confía en mí. Sabes que solo quiero lo mejor para ti y estar contigo. Déjame mantenerte a salvo, por favor... —Su tono era de súplica.
    El joven se acercó a Jessica rodeándola entre sus musculosos brazos. Al principio ella se quedó petrificada, pero tras unos segundos se escondió en su pecho. Dejando que las lágrimas cayeran sin control. Durante unos largos minutos ninguno de los dos se movió. Richard se sentía en el cielo, al fin tenía a la chica de sus sueños entre sus brazos. Estaba seguro de que Jack había quedado fuera de combate, y que por fin tendría la oportunidad de conquistarla.
    Mientras duró el largo y reconfortante abrazo, Jessica se sintió bien, se sintió segura. Dio gracias de que su amiga hubiera llamado a Richard para ir a su encuentro. Después de llorar todo lo que pudo, las lágrimas dejaron de caer por su rostro. Estaba más tranquila tras haberse desahogado. Se separó un poco del chico y le miró a los ojos. Conectaron sus miradas de una forma casi mágica. Hasta que él se percató de la señal rosada que Jessica tenía en la cara.
    —¿Y este golpe? ¿Jack te ha pegado? —dijo con nerviosismo en la voz y la mirada endurecida.
    —No, no. Es que he discutido con mi padre... —contestó ella bajando la mirada toda avergonzada.


***

    Noelia tras ver lo sucedido entre Jack y Jessica se sintió pletórica, su plan estaba saliendo a las mil maravillas. Se marchó a casa para celebrar su victoria. Más tarde volvería a charlar con Richard para ver si éste ya le había apartado a la petarda de Jessica, del camino hacia los brazos de su adonis llamado Jack; aquel joven rubio le había sido de más utilidad de la que había creído. Y lo sería mucho más.

Envió un mensaje a su queridísimo Jack para ponerle las cosas claras. Él era suyo y de nadie más, ninguna niña pija le volvería a tocar jamás.
    Después de descansar un poco, Noelia decidió salir a dar una vuelta. Tal vez encontraría a Jessica vagando desconsolada por haber descubierto el secreto de Jack. Y si podía partirle la cara o hundirla más en la miseria, lo haría. Ella por su hombre estaba dispuesta a hacer cualquier cosa.
    Como sabía todos los datos de la joven gracias al guapo y rubio de Richard, se puso a pasear por la zona con la esperanza de tropezarse con ella. Y no imaginó que el paseo sería tan gratificante...


***

    Richard se sintió aliviado en parte al saber que Jack no había maltratado a Jessica. Lamentaba que se hubiera llevado un bofetón de su padre, pero entendía el enfado y el consiguiente bofetón. En casa cuando se portaba mal también había recibido más de uno. Cogió la mejilla de la joven para que sus miradas volviesen a conectar, y así lo hicieron. Hasta pudo ver una pequeña sonrisa en los suaves y carnosos labios de Jessica. Fue la señal para él, se acercó lentamente hacia ella hasta que comenzaron a besarse. Parecía la escena de una película, el chico guapo besándose con la chica más hermosa del instituto bajo una noche estrellada junto a un árbol. Solo faltaba un coro de angelitos tocando el arpa.

    Todo era absolutamente perfecto hasta que un flash interrumpió el momento «beso de película», y la joven reaccionó apartando a Richard de un empujón. Jessica le miraba sorprendida porque no se esperaba un beso en un momento como aquel, pero además quiso observar quién había hecho una foto. Para él había sido una interrupción de lo más inoportuna porque había roto aquella atmósfera. No podía creerlo, Noelia estaba delante de ellos con una sonrisa malévola tan amplia que juraría que le hubiera rodeado toda la cabeza. En aquel momento empezó a arrepentirse de haberse aliado con semejante serpiente con tacón.
    —Vaya, vaya... yo haciendo planes elaborados para librarme de ti, y resulta que tú solita haces todo el trabajo —dijo Noelia observando a Jessica que estaba sorprendida de que aquella desconocida estuviera hablando con ella y le hubiera hecho una fotografía, la muchacha estaba desconcertada y su rival se regodeaba de su ventaja—. Ahora sí que lo tuyo con Jack ha terminado. Después de que éste vea cómo has corrido a los brazos de Richard para morrearte con él, no querrá volver jamás a saber nada más de ti —añadió mientras vio con gran satisfacción cómo los ojos de Jessica se agrandaron y comenzaron a llenarse de lágrimas.

CAPÍTULO 15

(Mari Perea)

    Emy se alegraba de ver a su amiga más tranquila tras la conversación a tres bandas que habían mantenido, ahora que estaba en los brazos de Richard. Aunque para ello Jessi tuviera que estar justamente así, abrazada al que era el amor plátonico de su vida.
    Instantes después, cuando los vio besarse, supo que tenía que olvidarse de dicho amor que a todas luces no era correspondido.
    Resignada y la vez feliz por su amiga ante tal escena, suspiró. Pero de pronto, un flash rompió el momento tan tierno y tan romántico que estaba sucediendo ante sus ojos. Todavía no se había recuperado de la sorpresa, cuando segundos después, la aparición de una rubia desconocida que, tras la foto robada, dijo que gracias a eso tendría de nuevo a Jack para ella, captó su atención.
    —¿Quién eres y qué quieres? —dijo entonces ella enfurecida, sin poder evitarlo, cuando fue consciente de que dicha intrusa venía con malas intenciones.
    —Contigo no va la cosa, pelirroja —fue la respuesta de la rubia desteñida.
    —¡Claro que va conmigo!, te estás metiendo con mi mejora amiga y con mi amigo.
    —No tengo problema en declararte la guerra a ti también, pelirroja —aclaró la rubia, aparentemente divertida con la situación.
    —Tengo nombre, para tu información —le aclaró Emy a la vez que le daba un manotazo al móvil con el que la entremetida había hecho la foto y que todavía seguía sujeto entre sus manos, haciéndolo caer al suelo.
    —Eres... —empezó a decir Noelia visiblemente molesta, mientras hacía el amago de lanzarse sobre ella para golpearla por su osadía.
    —¡Basta! —gritó Richard, interponiéndose ante la rubia y evitando así que ésta la lastimara a ella—. Lárgate de aquí y déjanos en paz. Si quieres decirle a Jack que he besado a Jessica, pues adelante, díselo. Él ya sabe que yo también la amo y que voy a luchar por ella. —Se giró y la miró por encima del hombro y le dijo—: Emy, llévate a Jessi a tu casa y ya mañana veremos qué pasa.
    —Ten por seguro que Jack sabrá de vuestro beso —aseguró Noelia ignorando a Emy y centrándose en Richard; en esos momentos estaba agachada en el suelo recogiendo su teléfono, que para su buena fortuna, solamente se había arañado un poco y seguía operativo—. De hecho, la foto la hice desde su WhatsApp, y la misma le ha llegado directamente —reconoció satisfecha y con voz triunfante.
    —¿Richard? —dijo de pronto Jessi, tras reaccionar después de haberse quedado como petrificada con la aparición de la rubia; ver a su amigo echando humo por las orejas y con intenciones de abalanzarse sobre aquella desconocida para estrangularla, la sacó de su estupor inicial.
    —Jessica, ve con Emy y descansa. Mañana veremos mejor las cosas con la cabeza fría y hablaremos del tema —dijo finalmente el muchacho una vez estuvo más calmado; Noelia había retrocedido un par de pasos, viendo el peligro al que se estaba exponiendo gracias a su lengua viperina.
    —Anda, Jessi, vamos que te vendrá bien descansar —le animó Emy a su amiga, tirando de ella hacia las motos.
    —Emy, creo que no tendrías que dejar solo a Richard con Noelia —balbuceó la joven, preocupada por Richard, pues la rubia ésa había demostrado ser una víbora sin compasión ni corazón.
    —Tranquila, él sabe cómo tratar a muchachas como ella —fue lo último que le dijo a su amiga, antes de arrancar su moto.
    El camino hacia su casa lo hicieron en pocos minutos ya que no quedaba muy lejos del lugar donde habían quedado para hablar. Y cuando llegaron, las dos fueron directas a su dormitorio y sin apenas hablar de lo ocurrido, ambas se acostaron.
    Emy era consciente de que Jessi tenía que descansar y pensar en todo lo que le estaba pasando desde que invitó a Jack al cine sin conocerlo siquiera, aquella ya lejana noche.
    También ella estuvo pensando en ello. De hecho, estuvo a punto de echarle en cara que había sido una irresponsable e impulsiva, que no se pensaba bien las cosas antes de actuar. Pero, se lo pensó mejor. Se dijo que aunque quería lo mejor para ella y que lo más lógico sería decirle todo eso, le daría tiempo para que recapacitara por sí sola y aprendiera a pensar las cosas antes de tomar una nueva decisión, decisión que podría afectar en su vida.
    De momento, la acogería allí con ella, hasta que estuviera preparada para hacer las paces con su padre y regresar a casa.


***

    Jessica seguía teniendo la mente tan liada como horas antes cuando había discutido con su padre y había acabado ganándose, según él, una merecida bofetada.
    Aunque ahora ella, pensando fríamente las cosas, reconocía que se había precipitado con Jack, seguía sin arrepentirse de haberse liado con él. Según la conclusión a la que llegó tras mucho recapacitar, lo que estaba claro como el agua era que gracias a su aparición, ella se había sentido viva y querida. De ahí que no pensara que había cometido un error cuando decidió intimidar con él. Que tenía que haber ido más despacio... Cierto. Que tenía que haberlo conocido un poco mejor antes de permitir que la besara y se tomara ciertas libertades con ella... Cierto. No obstante, lo hecho, hecho estaba. Ahora tocaba lidiar con todo eso y con Richard; de él tampoco se olvidaba.
    Pensando en todo eso, la muchacha acabó cayendo en los brazos de Morfeo, pero solo estuvo en los mismos hasta que Emy, pocas horas después, la despertó para que se arreglara, pues tenían que ir al instituto.
    La mañana fue muy tranquila y las clases le ayudaron a no pensar en nada de lo ocurrido desde que descubrió la existencia de Diana, que fue lo que había desencadenado todo aquel caos mental en el que ahora se encontraba atrapada.
    Jessica había decidido que era el momento de ordenar su vida y pensar en lo que era bueno y lo que no para ella. Eso fue lo que le había dicho a su querida Emy cuando ésta le había preguntado esa misma mañana, cómo se encontraba y si había tomado una decisión con respecto a Jack. Le había respondido que pondría las vivencias vividas desde que lo conoció, en una balanza, y que sopesaría los pros y contras. Y que, cuando supiera qué pesaba más, así haría.
    —¿Papá? —preguntó al hombre que estaba junto a su moto esperándola.
    —Hija, quiero pedirte perdón por la bofetada que te di ayer; no era mi intención lastimarte —reconoció éste todo afligido y con ojeras bien definidas, señal de que apenas había pegado ojo en toda la noche—. Tienes que entenderme, fue enterarme de que tu novio había hecho que su anterior novia estuviera en coma, y ponerme enfermo. Eso, junto con tu comentario radical, me superó.
    —Te entiendo, papá, y te agradezco que te preocupes por mí y que no quieras que sufra por culpa de nadie. Pero ya soy mayorcita para cometer mis propios errores e intentar resolverlos por mi cuenta. Sé que te tengo a ti para cualquier cosa que necesite, pero déjame a mí decidir lo que creo que es bueno o no para mi persona.
    —De acuerdo, hija, dejaré que tú decidas sobre tu vida. Pero si necesitas ayudas o consejo, recuerda que puedes contar conmigo.
    —Lo sé, papá, y te lo agradezco. —Fue decir eso, y lanzarse a sus brazos.
    —¿Vienes a casa? —le preguntó Lucius tras el efusivo abrazo que se dieron.
    —Voy a casa de Emy a terminar unas tareas y en cuanto termine, voy a casa. Me imagino que será ya para la cena.
    —De acuerdo. Hasta la cena entonces, hija —dijo el hombre despidiéndose de ella con un beso en la frente. Justo en ese momento, Emy apareció.
    —¿Nos vamos, Emy? —le preguntó Jessi, en cuanto la tuvo a su altura y su padre se alejó de ellas.
    —Sí —afirmó la peliroja—. ¿Qué ha pasado con tu padre? —preguntó cuando comprobó que el hombre estaba lo suficientemente lejos como para no escucharlas.
    —Me ha pedido perdón y hemos aclarado las cosas.
    —Me alegra mucho saber que os habéis reconciliado. —Emy era completamente sincera. Odiaba ver a su amiga afligida y peleada con su progenitor—. ¿Hasta cuándo vas a estar en mi casa? —preguntó segundos después, mientras ambas se ponían los cascos dispuestas a subir en sus respectivas motos e irse en breve.
    —Hasta la hora de la cena.
    —Pues vamos que podamos hacer todas las tareas al completo y así tengamos el fin de semana libre —convino Emy justo antes de arrancar su moto.
    La tarde de estudio la habían planeado durante el descanso, en el recreo, y según el planing que habían organizado, dejarían todas los deberes hechos antes de la hora de la cena. Y Jessica esperaba que fuera así, pues no quería llegar tarde y más ahora que había hecho las paces con su padre; no quería fastidiarla de nuevo siendo inpuntual.
    Así que, cuando llegaron a la casa de Emy, ambas se pusieron manos a la obra con las tareas sin distrarse ni descansar. Y gracias a eso, terminaron media hora antes de lo planeado.
    Cuando Jessica lo tuvo todo recogido y guardado en su mochila, se despedió de Emy tras haber quedado previamente con ella para salir juntas ese fin de semana. Y con las mismas, se fue hacia su casa donde ya le esperaba su padre con la cena lista.
    —Buenas noches, hija, te he preparado tu cena favorita. —Lucius se la había preparado para compensar su mal hacer del día anterior.
    —Buenas noches, papá, muchas gracias por la cena. No tenías que haberte molestado.
    —Lo sé, pero es lo mínimo que podía hacer después de mi brusco comportamiento de...

    Ring Ring Ring Ring

    El sonido del teléfon fijo sonando, interrumpió la conversación.
    —Dígame —dijo Lucius tras descolgar el teléfono.
    Segundos después, en los cuales el hombre estuvo escuchando lo que le decían por la otra línea, le ofreció el aparato a su hija.
    —Jessica, hija, es para ti.
    —¿Quién es? —le preguntó ella, antes de atender la llamada.
    —Es Richard.
    Sin perder más el tiempo, la muchacha se puso el aparato en el oído.
    —Jessica, tengo una mala noticia... —comenzó a decir el chico, con un matiz de preocupación en la voz.
    —¿Qué pasa, Richard? —Ahora la voz de ella la que sonaba preocupada.
    —No quiero que te alteres. Pero creo que deberías saber que Jack ha tenido un accidente y que está en el hospital.
    A Jessica casi se le cae el mundo encima cuando escuchó eso. Sus peores temores se estaban haciendo realidad.
    —Pero... ¿cómo? Y él... ¿cómo está? Dime que está bien, Richard, dime...
    —Tranquilízate, Jessica. Él está en observación. No tiene nada grave. Estuvo participando en una carrera, y al fallarle los frenos, se estrelló contra un muro de contención. Gracias a que llevaba el cinturón puesto, no rompió el parabrisas con la cabeza cuando se la golpeó, y los daños han sido menores.
    —¡Menos mal! —exclamó tras suspirar, alivida al saber que todo había quedado en un susto.
    Tras despedirse de Richard y darle las gracias por haberle informado sobre lo ocurrido con Jack, se dirigió a su padre, que había escuchado la conversación con atención.
    —Tengo que ir al hospital, papá, tengo que asegurarme de que es cierto que Jack está bien. —Sin esperar a que su padre le diera la aprobación, se puso en marcha.
    —Espera, hija, yo te llevo y te acompaño. —La detuvo Lucius, cuando la joven estaba ya con casco en mano, junto a la puerta de entrada.
    Jessica le agradeció el gesto con un asentimiento de cabeza. Dejó el casco de nuevo en su sitio y siguió a su padre hasta el garaje. Ambos montaron en el coche en silencio, con semblantes serios, y se dirigieron al Hospital donde Richard había dicho que Jack se encontraba en observación.
    En cuanto llegaron, Jessica dejó dicho en el mostrador que era la novia de Jack. Dio sus datos y la dejaron pasar. Tras hablar con el doctor y comprobar que era cierto que todo iba bien, tal como le había dicho Richard, pidió verle. El doctor accedió, y le dijo que le acompañara.
    Y eso hizo Jessica, ir tras él seguida de su padre, que le pisaba los talones. Sin embargo, antes de llegar al lugar del destino, una enfermera detuvo un momento al médico para hacerle una consulta, interrumpiendo la marcha.
    Justo donde los cuatro estaban detenidos, había una puerta abierta al lado. Ni Jessica, ni tampoco Lucius, pudieron evitar echar un vistazo mientras esperaban a que el doctor reanudara la marcha. Y lo que vieron, los dejó a los dos, estupefactos.
    —Diana... —susurraron los dos a la vez, totalmente paralizados por la sorpresa.

CAPÍTULO 16

(Ally Owen)
 
    Su corazón se oprimió ante la sorpresa. Si no fuese por el subir y bajar del pecho de Diana, no la creería viva. La chica parecía un delicado ángel, con la tez blanca al punto de brillar, el cabello castaño ondulado y radiante, casi como si lo cuidara cada día, los labios carnosos y —a pesar de su estado—, de un bello rosa carmesí, como si lo hubiese maquillado aquella mañana. Era hermosa, tanto que Jessica no pudo evitar imaginarla vivaz, alegre y perfecta para Jack.
    Jessica sintió vergüenza de sus pensamientos, pero en estos no pudo evitar los celos que se introdujeron, ni el extraño desazón de que Diana ya no pudiese estar junto a Jack.
    «¡Oh, Por Dios! Jessica, eres lo peor», se dijo al tiempo que sintió la mano de su padre tomar la propia.
    —Vamos, cariño. No creo que sea apropiado que estemos aquí, espiando.
    Pero antes de que lograsen avanzar siquiera un par de pasos, la puerta de la habitación de Diana terminó de abrirse, dejando salir a una hermosa y elegante mujer. «Su madre», se dijo al ver el enorme parecido de la mujer con la chica que dormía ausente en la habitación.
    —¿Lucius? —la escuchó decir, quitándole la respiración al ver la expresión de reconocimiento en su padre.
    —Elizabeth… —la voz de su padre parecía compungida, al tiempo que sus mejillas se coloreaban cargadas de un pesar que Jessica no comprendió—. Tanto tiempo, no… no pensé… Extraña forma de encontrarnos.
    —Sí —respondió la mujer, intentando arrebatar el silencio del aire y rellenarlo con algo.
    —¿Papá? —quiso recordar su presencia y la razón por la que estaban ahí, y los ojos de su padre le dijeron que le salvaba el momento.
    —Lo siento, Elizabeth. Mi hija viene a ver a uno de sus amigos…
    —¡Oh! Entiendo, ve tranquilo. Otro día podemos conversar, hace mucho que no nos vemos. Me encantaría hablar con Flavia.
    Su pecho volvió a oprimirse al escuchar el nombre de su madre. ¿Qué acaso esa mujer no la sabía fallecida?
    —Creo que eso será imposible, Elly —El repentino tono cercano de su padre la sorprendió. ¿De dónde demonios se conocían ellos?—. Flavia nos dejó hace ya cuatro años.
    Los ojos de la que antes creía una completa desconocida, se volvieron vidriosos, derramando lágrimas en cosa de segundos. Pudo notar el dolor que le producían las palabras de su padre, era evidente que para esa mujer su madre había sido alguien importante. ¿Cómo era entonces que no se había enterado de nada?
    —Dios. Yo… yo no sabía nada. ¿Cómo fue? ¿Qué pasó? —Un silencio se formó entre ellos, al tiempo que Jessica miraba a su padre compungida. ¿Cómo volver a hablar de aquello?—. Creo que estoy hablando de más —agregó la mujer al reconocer en sus expresiones la incomodidad.
    —Juntémonos otro día para hablar, Elly. Hoy no es momento.
    Se despidieron de la mujer sin que Jessica pudiese despegarse de sus preguntas en torno a ella, por lo que al momento que se alejaron un par de metros se lanzó a preguntar:
    —¿De dónde y desde cuándo os conocéis?
    —Elizabeth era la mejor amiga de tu madre. Se conocían desde niñas. Los tres pertenecíamos a un grupo de amigos dentro de la facultad de educación, todos jóvenes con sueños pedagógicos.
    “Sueños pedagógicos” era la frase típica de su padre. Como profesor siempre le había hablado de sus ideales, los que había compartido con su madre y que ahora sabía se iniciaron en la facultad junto a la tal Elizabeth.
    —Si eran tan buenas amigas, ¿por qué dejaron de verse?
    —Peleas de juventud, Jessi.
    —¿Qué pudo ser tan grave como para dejar de verse tanto tiempo?
    Su padre pareció incomodo, desviándole la mirada. ¿Qué había sucedido entre su madre y Elizabeth como para que a su padre le costara tanto confiárselo?
    —Elizabeth fue mi novia inicialmente, Jessi. Todo lo que puedo decirte es que las cosas entre ella y yo no terminaron de buena manera, y tu madre quedó metida en medio de mis indecisiones.


***

    Sentía el cuerpo hecho trizas, como si un camión lo hubiese aporreado, aunque lo que había ocurrido no era muy diferente a ello.

    Había estado ofuscado, lleno de rabia después de ver la foto que había llegado a su WhatsApp. Se cegó observando los labios de su Jessica pegados a los de Richard. Horas atrás, al ver partir a la chica que amaba sin perspectivas de que esa relación pudiese continuar, se había prometido no volver a defraudarla, pero en cuanto la vio pegada a ese imbécil, toda promesa autoimpuesta desapareció de su mente, llevando a sus pies directo hacia las llaves de la empolvada camioneta de su padre y al garaje del taller. Sin haberlo pensado mejor, se montó en la vieja Chevrolet roja sin miramientos.
    ¿Qué diría su fallecido padre de aquello? Sí, estaba metiendo la pata nuevamente y sabía muy bien que el viejo no estaría orgulloso de él, pero no escucharía sus palabras para frenarlo. Hacía tres meses que ya no estaba ahí para aquello, así como ya no estaba para ayudar a Eduardo —su hermano mayor—, a alimentarlos, ni para frenar el dolor que consumía a su madre, quien aliviaba sus penas tomando pastillas día a día después de su pérdida.
    Llegó a la zona industrial en la que siempre se reunían a apostar en peligrosas acrobacias y carreras.
    —¡Ey, Jack! —lo había llamado Eddy, el viejo con pintas de joven que cobraba las apuestas—. ¿Vienes a apostar o a derrapar un rato?
    —¿Es noche de derrapes? Entonces, apúntame, viejo.
    Y esas palabras sellaron su error. Dos horas más tarde había terminado en el hospital luego de estrellarse contra aquel estúpido muro de contención. Y aunque sus intenciones al salir de casa habían sido precisamente esas —precipitar su cabeza contra algo—, el plan había fallado.
    —¿En qué demonios pensabas ahora? —le decía Eduardo dando zancadas por la habitación. Llevaba ya veinte minutos regañándolo—. ¿Cuándo vas a crecer de una vez, hermano? ¿Cuándo dejarás de ser una carga para mí? Mierda, Jack. ¿Qué le hubiese dicho a mamá si te hubiese pasado algo, eh?
    —Cómo si ella fuera capaz de entender algo de lo que decimos —ironizó ofuscado.
    —¡Demonios, Jack!
    —Déjame en paz, Lalo. No quiero hablar ahora.
    —¡Agradece que puedes siquiera hablar! Maldita sea, Jack... —«Aquí vamos de nuevo», pensó Jack con pesar. Pero antes de que Eduardo pudiese seguir con su bronca, unos golpecitos en la puerta interrumpieron la caldeada conversación—. Pase —dijo su hermano, recobrando la compostura.
    Cuando vio sus bellos ojos miel cruzar el umbral de la puerta no pudo más que suspirar; Jessica estaba ahí para verlo. Había sentido tanta rabia hacia ella al ver la fotografía que le envío Noelia, que creyó que jamás se le pasaría. Sin embargo, todo ese enfado desapareció con solo verla ahí, con el rostro lleno de preocupación y lágrimas amenazando con salir.
    ¿Cómo si quiera había llegado a pensar en la idea de dejar este mundo estando ella ahí?
    —Jessi, pequeña. Yo…
    Sus palabras se detuvieron al ver entrar a un hombre tras ella. Su padre, no podía ser otro, se dijo al ver la expresión de enfado en el rostro de éste. La mirada del hombre pasó por la habitación como haciendo un escaneo de la situación, encontrándose entonces con la presencia de Eduardo, que lo miraba a él a su vez con curiosidad también.
    —¿Elson? —Jack se sorprendió al ver que el padre de Jessica conocía a su hermano, pues lo había llamado por su apellido, y que tras el reconocimiento, una sonrisa amigable se formaba en sus labios—. ¿Qué haces...? —Sin esperar repuesta alguna, el hombre dijo mirándole con seriedad—. Con que este es tu famoso hermano...
    «¿Famoso?, ¿yo? ¡¿Qué demonios?!».


***

    Miró al atlético muchacho que acompañaba a Jack en la habitación del hospital donde se encontraba ingresado. Un moreno tan guapo como él, su hermano menor, quien al instante de ver a su padre sonrió de oreja a oreja. ¿A cuántos conocidos de su padre descubriría ese día?

    —¿Papá? —llamó intentando buscar una respuesta a la situación.
    —¡Oh!, lo siento, hija, este es Eduardo Elson, el mejor estudiante de la facultad de leyes y un genio en mi clase de ética.
    —Y mi hermano —agregó Jack con la voz compungida—. Mi magnifico y ejemplar hermano.
    —Calla tú, enano, aún no te doy permiso para hablar con libertad —gruñó Eduardo en broma, sonriendo luego hacia Jessica.
    —Y tú debes de ser Jessica, ¿no? La devoción del señor Clason y la culpable del corazón roto de mi hermano.
    —¡Ey! —Jack se ruborizó por completo, sin poder evitar que una sonrisa se formase en los labios de Jessica. 
    Estaba bien, él se hallaba a salvo, y aunque no se sentía aún segura de cómo continuarían su relación, no podía evitar el alivio en su corazón al verlo sano, quizás algo magullado y con un yeso en la pierna, pero vivo al fin y al cabo.
    —Vamos, enano, no mientas. Deja de hacer estupideces y resuelve tus problemas como corresponde.
    —Y deja de darle problemas a tu hermano dijo Lucius. Y ya que estamos, a mi hija también —agregó.
    —¡Papá! —exclamó ella; Eduardo y su padre rieron al unísono ante su chillido.


***

    Risas se escuchaban en el interior de la habitación. Richard estaba seguro de que entre las voces estaba la de Jessica. Estaba segudo de que ella ya había llegado, y por cómo se escuchaban las cosas, el ambiente ya no estaba como antes. 

    ¿Acaso había ayudado al imbécil de Jack avisando a Jessica de su accidente? Se preguntó gruñendo, aunque de todas maneras la chica se enteraría de una forma u otra.
    —O encuentras alguna manera de que esa niñata se aleje de mi hombre, o me encargaré yo misma de no ponerle las cosas tan fáciles —la voz de Noelia lo sacó de sus pensamientos. Se giró, encontrándose a la rubia con una sonrisa ladeada y la mirada llena de oscuras promesas.
    —Le tocas un pelo y te prometo que no pensaré en ti como una chica a la hora de tomar represalias.
    —Vamos, hombre, solo te pido que empieces a controlar a tu amorcito, si no quieres que la controle yo.
    —¡¿Qué demonios hace ella aquí?! —Richard había llamado también a Emy, buscando apoyo para consolar a Jessica; la chica había llegado en el mejor momento—. Desaparece, zorra.
    —Qué miedo, Dios mío, ¡sálvame! —ironizó la rubia con malicia en la expresión.
    —¡Desaparece, si no quieres verte con mi palma en tu cara!
    La puerta de la habitación se abrió ante el grito de Emy, asomando por ella un moreno al que no conocía. Este miró la situación, sopesándola.
    —Noelia, Jessica está aquí para ver a mi hermano. Tú sobras, así que si me haces el favor de irte y desaparecer para siempre, sería magnífico para todos.
    —¿Cuánto te gustaría eso, no, Eduardo? —la voz amenazante de Noelia habría dado escalofríos a cualquiera, menos al moreno, que solo sonrió agregando:
    —Vamos, Noe, deja de hacer una vergüenza de ti misma y desaparece.
    Noelia gruñó con desesperación, girándose al tiempo que sacaba su móvil.
    —Ya les advertí, luego no vengan llorando y suplicando rogando perdón.
    —Sí, sí, gatita malgenio —El moreno llamado Eduardo terminó de abrir la puerta, despegando su mirada de la enfurecida Noelia—. Supongo que son amigos de Jack, ¿no? —Sin esperar respuesta del par que observaba la escena en silencio, añadió: Pasen, por favor.
    «¿Amigos? Primero muerto».


***

    Cuando vio entrar a Richard no pudo evitar sonrojarse al recordar el beso que éste le había dado en la plaza, y el hecho indudable de que Jack ya lo sabía acentuaba su azoramiento.

    Ambos chicos se miraron como dispuestos a lanzarse el uno encima del otro, solo frenándose por la presencia de más gente dentro de la habitación y la imposibilidad de Jack para levantarse de la cama.
    —Tienes más visitas de lo habitual, enano —comentó Eduardo sentándose junto a su hermano.
    «Lo habitual», pensó Jessica mirando a Jack con reproche en los ojos, provocando que las mejillas de este volvieran a sonrojarse, haciéndolo lucir tan niño, tan indefenso. ¿Sería capaz de alejarse de Jack cuando todo su cuerpo le decía que debía abrazarlo? Lo cierto era que solamente la presencia de su padre y la de Richard, la refrenaban de hacerlo y de besarlo.
    «Estás mal, Jessica».


CAPÍTULO 17

(Natalia Serna)



    Pasada media hora, quizás algunos minutos más, las visitas se habían marchado dejando a Jack y Jessica solos en aquella habitación de hospital. Ambos estaban en silencio, sin saber que decir, cuando se quedaron solos. Ni siquiera Jessica se atrevía a decirle que había visto a Diana y que era hermosísima, mucho más que ella. Jack, por su parte, no sabía cómo empezar a entablar conversación después de todo lo ocurrido.

    —¿Quieres....? —dijeron los dos a la vez rompiendo el silencio de la habitación.
    —Empieza tú —continuó Jack después de que ambos se quedarán en silencio.
    —No —le contestó Jessica—, habla tú.
    —Lo mío es una tontería —dijo Jack—. Seguro que lo tuyo es más importante, ¿qué me ibas a preguntar?
    —¿Por qué lo has hecho? —le preguntó Jessica después de unos segundos de silencio y sin atreverse a decirle que había visto a Diana— ¿No pensaste en que podías haberte matado?
    —Lo sé —le contestó Jack mirando a la ventan—. Estaba buscando matarme y acabar con todo de una vez.
    —¿Cómo...? —empezó a decir quedándose sin habla, ¿cómo podía querer matarse alguien como él? Era algo que no cabía en su cabeza— ¿Cómo puedes querer matarte?
    —Tú no lo entiendes —empezó a decir—. No entiendes nada.
    —Si me lo explicas tal vez... —empezó a decir Jessica dejando un silencio antes de decir lo siguiente—. He visto a Diana, está en la habitación de al lado. Es hermosa Jack y no entiendo cómo te fijaste en mí después de haber estado ...
    —¡Quieres callarte! —le grito Jack sin dejarle terminar de hablar y provocando que Jessica se medio asustará de su reacció— Perdona —Siguió diciéndole después de ver la reacción de Jessica—, no quería asustarte. Es que....
    —Será mejor que me vaya a casa y te deje descansar —le dijo sin dejarle terminar—. Vendré a verte mañana, si quieres que venga.
    —Claro que quiero que vengas, perdona por haberte gritado, Jess —se disculpó—. No quería asustarte.
    —No pasa nada —le contestó.
    Ambos se despidieron como si fuera simples amigos. Jessica quería despedirse con un beso como siempre lo hacía pero algo se lo impedía. Al salir del hospital, y antes de dirigirse a la salida, Jessica no pudo evitar echar una ojeada a la habitación de Diana quien seguía en coma desde aquel fatídico accidente.


***

    Aquel fin de semana paso entre visitas al hospital para hacer compañía a Jack y salidas a los recreativos de la zona junto con su amiga Emy. Richard, por su parte había intentando ver a solas a Jessica para evitar que fuese al hospital pero las continuas negativas de ella le estaban poniendo cada vez más nervioso por la situación. Había llegado el lunes y Richard la esperaba al lado de su taquilla para así hablar con ella. Al llegar Jessica no dudo en besarla en los labios lo que provocó que Jessica se apartará de él.

    —¿Qué pasa? —preguntó Richard— ¿He hecho algo que te incomode?
    —No... —le contestó Jessica— Solo es que... que necesito tiempo Richard. Tiempo para asimilar todo lo que ha pasado. El accidente de Jack... Noelia... Diana... Necesito tiempo para estar sola y serenarme.
    —¿Tiempo para estar con él? —le preguntó Richard empezando a ponerse celoso de Jack.
    —Jack es una persona muy importante en mi vida y no pienso dejarle solo en el hospital —le contestó Jessica algo molesta por la actitud de Richard—. Tengo que irme a clase —siguió diciendo mientras cogía los libros y cerraba su taquilla.
    —Tenemos que hablar —le dijo Richard cortándole el paso—. No quiero que lo veas ni que estés con él, es peligroso para ti.
    —No me digas lo que tengo o no tengo que hacer —le contestó molesta— soy lo suficientemente mayor para hacer lo que quiera y ahora, ¿me dejas pasar?
    Richard se apartó de su paso por lo que Jessica se marchó para el aula de biología que estaba a punto de empezar en unos segundos. Mientras se marchaba, Richard no dejaba de mirarla los celos se apoderaban de él al imaginarla junto con Richard en la cama del hospital.


***

    La semana para Jessica pasó entre las clases en el instituto, los deberes en casa por las tardes y las visitas al hospital para hacer compañía a Jack quien, después de que Jessica le dijera que necesitaba tiempo para asimilar todo lo que había pasado estas semanas atrás, sorprendentemente para ella, Jack lo había aceptado bastante bien. Una de aquellas tardes, Jessica había llevado a Jack a dar una vuelta por el hospital, en una silla de ruedas que le habían prestado las enfermeras, para que él se aireará un poco y desconectará de aquellas cuatro paredes. Al volver de la cafetería donde habían tomado unos refrescos, al pasar por la habitación de Diana, Jack no pudo evitar mirar al interior de la habitación donde podía verse a la joven postrada en la cama mientras una enfermera controlaba sus constantes vitales y el ritmo de su corazón. Jack, sin dejar de mirarla, no pudo evitar que unas lágrimas se le cayeran por las mejillas.

    —¿Quieres que entremos? —le interrumpió Jessica quien había visto aquella vulnerabilidad de Jack—. A lo mejor puedes sentirte mejor si lo haces.
    —Llévame a la habitación —le contestó Jack.
    —¿Pero...? —siguió intentando convencerle—. Opino que te vendrá bien verla.
    —Llévame a mi habitación —le volvió a decir intentando no volverle a gritar—. Necesito estar solo.
    Jessica no siguió hablando, tan solo le llevo a su habitación y le ayudo a subirse a la cama puesto que necesitaba ayuda debido a la escayola que tenía en la pierna.
    —Lo siento, Jess —le dijo Jack cuando ya estaba en la cama—. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí pero no estoy preparado para verla.
    —No pasa nada —le contestó—. Tengo que irme a casa.
    Jessica iba a irse cuando la mano de Jack cogió la suya impidiéndole que se marchará. Ambos no dijeron nada. Tan solo se miraron a los ojos diciéndose todo con una simple mirada.



CAPÍTULO 18

(Angy W.)

    Pasaron varios segundos de silencio.
    —Jess... —comenzó a decir Jack, pero se detuvo. Soló suavemente la mano de Jessica y se alejó de nuevo, bajando la mirada y contemplando su regazo, abatido. Jess lo observó con el corazón roto.
    —Será mejor que vuelva a casa —dijo, mientras le dedicaba una sonrisa que mezclaba tristeza y cariño. Salió de la habitación antes de que su compañero pudiese replicar.
    En el pasillo, volvió a ver el cuarto de Diana, vacío en aquel momento. Incapaz de resistir la tentación, entró. La estancia estaba levemente a oscuras, ya que las cortinas estaban parcialmente corridas, pero aquello solo conseguía que la muchacha destacase más. Su piel clara —mortalmente pálida—, y su cabello castaño intenso parecían brillar. La imaginó en el coche, con la cara contraída de espanto, gritándole a Jack desesperadamente que se detuviera antes de que... se sumergiera en el sueño indefinido en el que se encontraba en aquel momento.
    —¿Dónde estás, Diana? —murmuró Jessica en voz baja.
    —Eso es lo que nos gustaría saber a todos —Una voz femenina le respondió, sobresaltándola—. Y si querrá irse de allí para volver a nuestro lado algún día.
    Jessica casi dio un saltito del susto, y se giró preparando mentalmente una disculpa y una explicación sobre su presencia allí. Pero la visión de la madre de Diana entrar en la habitación dejó su mente en blanco.
    —Elizabeth... —susurró. Aún le sorprendía y le incomodaba la revelación de su padre, y no sabía muy bien cómo debería tratar con ella—. Yo... lo siento, vi a Diana desde el pasillo y entré sin pensar y...
    —No te preocupes —Le sonrió Elly—. En otro tiempo, si las cosas hubiesen ido de otra manera, tú y Didi seguramente os hubieseis conocido desde pequeñas y os hubieseis hecho inseparables como tu madre y yo lo fuimos. Y estar aquí hubiese sido completamente normal para ti.
    Elizabeth se giró hacia su hija con una expresión vacía en su rostro.
    —A veces las personas se van sin que ni siquiera podamos decirles adiós.
    Jessica sabía que parte de aquellas palabras también se referían a su madre, Flavia. Tragó saliva.
    —Aún no sabemos qué será de Diana. Todavía no se ha ido. Así que no tiene por qué decirle adiós aún —dijo, sin pensar. Sin embargo, al ver el rostro de la mujer, sin esperanzas, no pudo evitarlo—. Diana podría despertar. Por eso, pienso que es mejor que prepare las palabras que le dirá cuando regrese.
    No sabía ni lo que estaba diciendo. Se sintió ridícula soltándole aquellas palabras tontas a la madre de aquella chica, cuando ni siquiera conocía ni era cercana a ninguna. Se mordió el labio inferior. Sin embargo, Elizabeth sonró. Sus ojos estaban ligeramente brillantes.
    —Gracias, Jessica.


***

    Richard contempló abstraído el plato de pasta que había sobrado del mediodía girar y girar dentro del microondas. Últimamente no se sentía él mismo. No se sentía nada. ¿Qué estaba haciendo? Repasó mentalmente sus acciones y su comportamiento en las últimas semanas, y solo pudo concluir que había sido un soberano imbécil. Se había liado con Emy y había hecho daño a Jessica incontables veces. La quería, quería luchar por ella y quería protegerla. Pero al final debido a sus celos y a su imbecilidad solo acababa hiriéndola. ¿Siempre había sido así? ¿Ni siquiera sabía cómo hacer feliz a la chica que le gustaba? Él había pensado que era diferente. Que era otro tipo de chico, menos egoísta, más paciente, un chico que podría conquistar de forma limpia a la persona que quería. Pero lo único que había hecho había sido cagarla una y otra vez, decepcionando sin parar a Jessica y a sí mismo. Al final, no había demostrado ser mejor que Jack.

    Interrumpió momentáneamente esa espiral de autodesprecio para levantarse y sacar el plato del microondas. Se sentó de nuevo en la pequeña mesa de la cocina, ya que el salón se le hacía demasiado grande y vacío para él. De nuevo, una cena solo. Pensó que aquel plato de pasta recalentado y aquella cocina podrían perfectamente englobar y representar su vida en general.
    Definitivamente, tenía que cambiar. A partir de ese momento actuaría diferente. Sabía que habían pasado muchas cosas, y que Jessica aún estaba conmocionada y necesitaba tiempo. Así que se lo daría. Jess sentía algo por Jack, ese era un hecho innegable, pero hacía que lo que sintiese ella por él fuese mucho mayor. Y la conquistaría por méritos propios, no a costa de alejarla del moreno.
    Allí solo, en medio de la pequeña cocina de una casa demasiado amplia para una sola persona, incluso para dos, Richard se sintió un poco mejor tras tomar esa resolución.


***

    Los días pasaron con rapidez. Richard encontró a Jessica varias veces por el instituto, pero no pasaron del mero saludo. Decidió dejarle el tiempo que ella necesitaba. Sin embargo, su relación no se enfrió, ya que siempre imprimían un cariño especial en cada "hola" o "hasta luego" que se decían.

    De vez en cuando le enviaba WhatsApps casuales, simpáticos, divertidos, que la hicieran reír. Sobre todo en esa época en la que se acercaban los exámenes finales, que hacían que la tensión y el estrés se empezaran a notar en el ambiente y obligaban a dejar el resto de problemas momentáneamente de lado. Después de aquello, vendrían las vacaciones.
    Para Richard, éstas se resumirían en trabajar en el bar, aunque era posible que algún fin de semana hiciera alguna escapada con su hermano a alguna parte. También podría cantar en la banda de Luc. Había pensado muchas veces en la oferta de su amigo. Le había dicho que le daría una respuesta pronto, pero al final nada había quedado en claro. Para ser sincero, le había encantado la experiencia de situarse sobre un escenario, frente a un público alocado contagiado por la locura y el ritmo frenético de la música. Le había gustado cantar, y que la gente respondiera a su voz.
    El problema era que en la banda también estaría Jack, y no sabía con seguridad que aquello funcionara dada su relación con él. No sabía si podría cantar siguiendo los acordes de su guitarra, o si él podría tocar para guiar y acompañar a su voz. Se necesitaba una relación de compenetración íntima, y ellos dos apenas podían contenerse para no matarse a hostias cuando se veían. A pesar de que, claramente, ambos disfrutaran de la música.
    Richard se preguntó si algún día arreglaría sus diferencias con el moreno. Sin embargo, comprendió, estando Jessica en medio sería difícil. Y la historia de Diana solo complicaba las cosas.


***

    Jessica estaba contenta. Al día siguiente le darían el alta a Jack y saldría del hospital al fin. Había ido ocasionalmente a visitarle, pero últimamente debido a los exámenes apenas había tenido tiempo para ir. El día siguiente, sin embargo, le vería sí o sí.

    Tumbada boca a abajo en su cama, en medio de un descanso de estudiar, miró la pantalla de su móvil frente a ella dudando de si debía contárselo a Richard. Aquella última semana, por algún motivo, habían comenzado a hablar bastante. Al principio sólo eran WhatsApps casuales, a veces graciosos y bromistas, pero un día que estaban ambos en línea comenzaron a hablar y la conversación les duró horas. Empezaron comentando asignaturas del instituto y exámenes, pero pronto rotaron a temas más personales. A Jessica le gustaba hablar con Richard. Sentía que hasta aquel momento no había podido hacerlo, ni conocerlo realmente. Sus aficiones, sus pensamientos, sus temores y sueños... precisamente porque no sabía nada de él, la noche en que le vio y oyó cantar se sorprendió tanto.
    Tuvo la sensación de que comenzaban a acercarse de nuevo, pero de manera diferente a como había sido hasta ese momento. Sin agobios, sin rozaduras tensas. Simplemente... estaba conociéndolo y dejando que él la conociera a ella. Comenzaban a entablar una confianza de amistad. Aunque, por supuesto, su corazón seguía aumentando el ritmo de sus latidos cada vez que recibía una respuesta del rubio.
    Contempló de nuevo el último mensaje de él: «¿Qué te cuentas?», enviado hacía poco. Al final, decidió escribirle «Mañana le dan el alta a Jack». Sencillo, sin explicaciones innecesarias. Sentía que de algún modo Richard tenía derecho a saberlo ya que había estado de alguna manera implicado en toda aquella historia. Vio el estado "escribiendo..." del chico, pero antes de que pudiese recibir y leer su contestación unos golpecitos en la puerta la sobresaltaron.
    —Adelante —dijo en voz alta. La figura de su padre la recibió desde el marco de la puerta—. Vaya —dijo con tono alegre—. Normalmente nunca me haces caso cuando te pido que llames a la puerta, hoy te has portado.
    —Jess... —El tono serio de su padre y su expresión apagaron pronto su júbilo. Jessica se levantó de la cama.
    —¿Qué ocurre? —De pronto, sintió miedo. ¿Qué podría haber ocurrido para que su padre tuviese aquella cara?
    —Me acaba de llamar Elizabeth. Pensé que debías saberlo. Es Diana.
    Un vacío en su estómago le vaticinó los peores presagios.
    —¿Qué pasa?, ¿ha ocurrido algo malo? —No se molestó en esconder su nerviosismo y miedo. Después de aquella charla que había tenido con Elizabeth... si al final a Diana le pasaba algo...
    —No. No, no, Jessica, todo lo contrario —Finalmente, Lucius sonrió, y las pequeñas arruguitas que se formaron en la comisura de su boca le dieron un aspecto jovial—. Diana ha despertado.


CAPÍTULO 19

(María Orgaz - Marru)


    Cuando Jessica escuchó aquellas palabras de la boca de su padre se quedó bloqueada. En su interior, sentimientos contradictorios luchaban, se sentía alegre pues era una desgracia que la chica llevase tanto tiempo en coma, pero otra parte de ella no pudo evitar que unos celos saliesen a la luz, pues era más guapa, había estado con Jack y probablemente pretendiese estar con él al haber despertado. Entonces recordó a Jack, tal vez ya lo sabía, a fin de cuentas no le habían dado todavía el alta, que se lo darían un par de horas más tarde.
    Lucius supo que su hija se encontraba en una encrucijada de sentimientos, y prefirió darle un poco de espacio para que pensara tranquilamente en sus cosas. Jessica no se movió, ni se percató de que su padre ya no estaba en la habitación junto a ella. Tan solo salió de su ensimismamiento cuando sintió que el móvil vibró en su mano.
   Miró la pantalla, era la respuesta de Richard.
    «Lo sé. Espero que esté mejor».
    Se notaba que la noticia no era plato de buen gusto para él, pero que estaba tratando de ser educado. Pero todo había cambiado para Jessica tras la inesperada noticia. Así que no dudó en contárselo.
    «Diana acaba de despertar.Me lo ha dicho mi padre».  
***
    Richard estaba bastante contento de tener una relación un poco más cerca con Jessica aunque el moreno de la Harley estuviese de por medio, era mejor tenerla así por el momento antes que no poder hablar con ella como había sucedido antaño. La noticia del alta de Jack le traía por el valle de la amargura, pues su competidor estaría al pie del cañón para tratar de arrebatarle a la chica de sus sueños. Cuando su adorada Jessica le escribió por WhatsApp que el motero chulito iba a tener aquel día el alta, sintió ganas de estampar el teléfono contra el suelo por la rabia, pero como se había prometido a sí mismo ser mejor persona, supo que debía ser educado, para no volver a discutir con ella. Lo que no podía haberse imaginado jamás era la inesperada noticia del despertar de Diana.
    Estaba un poco confuso, ¿qué pasaría a partir de aquel momento? ¿Qué haría Jessica? ¿Y Jack? ¿Y Noelia? Porque si aquella víbora estaba con las uñas sacadas porque la angelical Jessica quería estar con Jack, ¿qué haría cuando se enterase de que la comatosa novia de su hombre había despertado?Desde luego todo era un auténtico lío ya de por sí, pero encima con aquella molesta y desagradable rubia, que era tan mala como el mismo diablo, era peor.¡En qué hora había ayudado a aquella chica! Pues no solo no había conseguido tener a su lado a Jessica, sino que encima estaba estropeándolo todo cada vez  que aparecía.
    «Eres estúpido, Richard. Ahora esa maldita rubia lo complicará todo mucho más», se dijo a sí mismo. Tenía que tratar de ver la situación de otro modo, tal vez si conseguía limar asperezas con Jack podría cantar en el grupo sin matarse a hostias con él, y a lo mejor conseguía ganar puntos con Jessica.
    De manera rápida y decidida se marchó hacia el hospital, pues seguramente pillaría al moreno todavía allí. Se le estaba ocurriendo una idea y tal vez era lo mejor que podía hacer en un momento así.
    El camino hasta el hospital no fue largo, pero con tantas cosas en la cabeza a Richard le pareció un viaje eterno. Subió hasta la habitación de Jack donde esperaba encontrárselo para contarle su idea. Entró sin llamar y para su desgracia se le encontró a medio vestir, con los vaqueros sin abrochar y sin la camiseta puesta.
    —Perdona, creí que estarías aún en la cama. No sabía a qué hora te daban el alta —se disculpó, pues no tenía intención de verle en paños menores.
    —Nada, no te preocupes, me estoy vistiendo porque me han dado el alta ya. Aunque no eres la visita que esperaba que viniese a buscarme —comentó con extrañeza mientras terminó de vestirse.
    —Lo imagino. Pero necesito hablar contigo de algo muy importante. —Se puso muy serio pues la ocasión lo merecía.
    —No me digas que te has hecho gay y te has enamorado de mí —comentó bromeando y riéndose a carcajadas, mientras se sentaba en la cama para descansar un poco.
    —En tus sueños...
    La pequeña broma relajó un poco a los dos jóvenes, que se sentaron para poder hablar. Jack estaba bastante intrigado de ver que su competidor tenía una expresión extremadamente seria. Así que esperó a que hablara para salir de dudas.
    —Mira, sé que tú y yo no nos llevamos bien. Pero lo cierto es que ambos compartimos varias cosas, como la pasión por la música, y a Jessica. Aunque tenemos algo más en común, y por desgracia es algo bastante peor que querer ala misma chica... —Richard no sabía cómo explicar todo lo que estaba rondando en su cabeza, necesitaba su ayuda y era una idea que le carcomía por dentro.
    —Estás muy raro, y no comprendo lo que quieres decirme...
    —Noelia es lo que pasa. ¡En qué maldito día quise hacerle caso! —Sabía que el motero le comprendería. Aunque no estaba seguro de si le ayudaría.
    En cuanto Richard terminó la frase Jack abrió los ojos desmesuradamente. Aquella víbora había estado aliada con su competidor.Desde luego la situación prometía. Al principio, quiso pegarle una tremenda paliza, pues seguramente toda la situación con su querida Jess se había complicado por culpa de aquella unión. Pero si había ido a hablar con él, era porque estaba harto de Noelia, cerró los ojos y movió la cabeza a los lados mientras suspiró, no solo para calmarse sino porque comprendía perfectamente que estuviera desesperado por liberarse de aquella rubia sin escrúpulos.
    —Ya decía yo que Noelia estaba más pesada y alegre que de costumbre...
    —Creí que podría ayudarme a conseguir a Jessica y que así se alejara de ti. Me contó cosas horribles sobre tu pasado, aunque por lo que me he enterado, no eres tan mal tipo como creía. —Richard estaba hablando con total sinceridad. A fin de cuentas, de verdad había visto que el moreno no era tan mal chico.
    —Desde que conocí a Noelia ha sido un tormento. Así que te entiendo y creo que te voy a ayudar.
    Por primera vez, los dos chicos estaban de acuerdo en algo. Lo complicado era pensar en un plan para librarse de la rubia peligrosa, y además hacerlo de manera conjunta. Estuvieron hablando largo y tendido, pues Jack quiso enterarse de todo lo que había tenido que ver con Noelia, para saber hasta qué punto había influido en los últimos acontecimientos con Jessica.
    —Bueno, entonces tenemos que tratar de alejarla de Jessica. Bueno, y de nosotros, ¡yo estoy harto de ella! —bufó Richard con enfado.
    De repente la puerta de la habitación se abrió de golpe provocando un gran estruendo.
    Así que conspirando en mi contra... Jack tú eres mío. Además Richard tiene que follarse ya a Jessica para que esa maldita niñata te deje en paz, o pagará ella las consecuencias —les amenazó Noelia con una sonrisa malévola.
    —No te atreverás a tocarla o te juro que no respondo de mis actos. —Jack estaba más serio que nunca.
    Noelia se acercó a él con los ojos entrecerrados. Mientras él continuaba sentado al igual que Richard que la observaba con odio, pues por su culpa toda la situación estaba del revés. Noelia sacó una navaja y se la clavó a Jack en el estómago, sin que ninguno de los dos jóvenes pudiera reaccionar a tiempo pues no se lo esperaban.
    —Si no eres mío no lo serás de nadie —escupió antes de sacar la navaja del estómago del joven motero y ver cómo empezaba a sangrar.
    Noelia se marchó corriendo dejando a Jack malherido y a Richard bloqueado por lo que acababa de suceder. No se esperaban algo así. Jack se retorció de dolor mientras todo se manchaba de sangre. Tras unos segundos, Richard consiguió volver a ser él mismo y trató de ayudarle. Cogió una de las sábanas dela cama para tratar de taponar la herida.
    —¡Aguanta, voy a buscar ayuda! —gritó mientras salió al pasillo a pedir ayuda.
    Cuando salió por el pasillo con las manos ensangrentadas se chocó con alguien.Era Jessica que al verle nervioso, gritando y con las manos cubiertas de sangre abrió desmesuradamente los ojos.
    —¿Estás bien? ¿Por qué vas cubierto de sangre?, ¿te has pegado con Jack? —preguntó ella de forma atropellada.
    —¡Jack necesita ayuda! —gritó corriendo por el pasillo para buscar ayuda.
    Jessica entró en la habitación y se encontró a Jack sangrando por el estómago y tratando de taponarse la herida con la sábana que le había dado Richard. Abrió desmesuradamente los ojos mientras se acercó a él para intentar socorrerle. A los pocos segundos, Richard volvió con un médico para que atendieran al joven moreno.
    Se lo llevaron inmediatamente al quirófano para operarle, mientras, los dos jóvenes se quedaron esperando en el pasillo. No sabían lo grave que podía estar, sobre todo la muchacha que había llegado en medio de la confusión. Richard le relató la historia a Jessica, que empezó a llorar por la preocupación y angustia. Pasados un par de horas, el médico salió del quirófano y los dos jóvenes se abalanzaron sobre él para que les informara del estado de Jack.
    —Doctor, ¿cómo está Jack? —preguntaron a la vez con angustia.
    —Afortunadamente, ningún órgano ha sido dañado. Confío en que pronto se recuperará. Evidentemente, necesita estar ingresado para recuperarse y que se sequen los puntos —explicó el doctor con calma.
    —¿Puedo pasar a verle? —Jessica no podía contener las lágrimas.
    —Podéis pasar, pero solo cinco minutos, necesita descansar. Y por favor, no le alteréis.
    Jessica y Richard pasaron con cuidado a la sala de cuidados intensivos donde lo habían llevado tras la intervención, donde Jack estaba tumbado con los ojos cerrados y un gran vendaje en el estómago. La muchacha se acercó a él y le acarició la mejilla con el dorso de su mano. Al sentir el tacto, Jack abrió los ojos lentamente.
    —Hola... —dijo un poco adormilado.
  —¿Cómo te encuentras? —Richard preguntaba de manera sincera, se había asustado mucho al ver tanta sangre. Sangre que aún tenía en sus manos.
    —Como si me hubieran apuñalado... —dijo intentando poner tono chistoso—.Gracias por ayudarme, Richard.
    Jack y Richard se miraron a los ojos durante varios minutos, con gesto serio pero amistoso. Aquel ataque había influido en ambos de una manera que ninguno de los dos hubiera esperado.


CAPÍTULO 20

(Encarni Maldonado)


    ¡Esa rubia estaba como una puta cabra! ¿Lo había apuñalado? Estaba harto de ese hospital y ya que iba a salir, iba una loca y le hincaba un cuchillo directamente en el estómago. Aunque le molestara admitirlo, tenía que ayudar a Richard, puesto que, al final, él solo había sido una víctima más de esa bruja desdeñosa, y encima, le había salvado la vida con su rápido actuar.
     Esperaba ansioso el momento de estar a solas con Richard para planear algo y mantener a Jess fuera de la vista de Noelia, pero sobre todo tenía que hablar con Jess y disculparse por su comportamiento esos días. Ese hospital había agriado su carácter, y no le gustaba ser ese nuevo Jack. Pero ahora que se habían ido ambos a descansar, no podía hacerlo.
    Suspiró y miró al techo.
    Alguien tocó a la puerta, sin pedir permiso, la abrió. Elizabeth asomó media cabeza a través de ella.
    Jack se puso rígido, esa mujer le imponía demasiado. 
    —Creo que deberías saber… saber… —La señora dudó, después apretó los labios.
    Elizabeth había odiado a ese chico, pero verlo postrado en una cama, como su hija hacía poco, no le reportaba ninguna satisfacción. Él había tenido la culpa de que Diana hubiese estado allí tanto tiempo, pero la pura verdad es que no parecía mal chico. Lo había visto llorar a escondidas en la habitación de su hija. Ella, antes de irse esa noche con él y tener el accidente, le había estado contando cosas sobre música, canciones y guitarras. Nunca la había visto más feliz. Y eso se lo debía a él, aunque no lo iba a reconocer, sería demasiado después de todo lo que había pasado, pero el chico tenía derecho a saber que ella había despertado de su largo letargo.
    Jack tenía todos los miembros tensos, ya se imaginaba lo peor cuando Elly habló:
    —Ella está despierta. Aún no puede recibir visitas, pero si quieres pasarte más adelante…
    Jack se quedó boquiabierto, ¡eso era genial!
    —¿Está bien? Quiero decir que… ¿tiene alguna secuela? —preguntó desesperado por saber algo.
    —Aún es pronto para saberlo, pero todo indica que no. —Calló unos segundos, como Jack no parecía que fuese a decir nada por la conmoción en la que se encontraba, decidió irse.
    Estaba a punto de cerrar la puerta cuando Jack la apeló:
    —¡Espere, Elizabeth! —La mujer lo hizo, sin mirarlo a los ojos—. Gracias, de verdad, por decírmelo. Diana es importante para mí.
    Elizabeth apretó los labios, sin saber qué decir. Al final, solo asintió levemente y se marchó cerrando la puerta.

***

    Ahora que se había dado cuenta de que Jack no era tan mal tío, Richard no tenía tantos reparos en ir a visitarlo de nuevo si se presentaba la ocasión. Al poco de la intervención del moreno, el muchacho había llevado a Jessica a su casa, pues después de todo el alboroto que había ocasionado la loca esa de Noelia, la muchacha necesitaba descansar algo. Esperaba que mientras tanto, la policía pillara a la demente por intento de asesinato, antes de que volviera a cometer una locura.
    Jack la había denunciado cuando poco después de salir del quirófano, fue la policía a tomarle declaración, pero aunque habían estado en su casa, Noelia había desaparecido del mapa, y ni sus padres ni su hermano mayor sabían dónde se encontraba. No es que le hubiesen contado nada, pero lo había visto por la tele. 
    Ahora se dirigía al hospital de nuevo tras haber cenado algo ligero. Jack lo había llamado con urgencia, y estaba sumamente intrigado. Apenas hacía unas tres horas que se había marchado del centro hospitalario para dejar a Jessica en su casa a buen recaudo con Lucius, y ya estaba el chico reclamando su presencia.
    —Cierra la puerta —le dijo Jack nada más entrar. Richard lo hizo—. ¿Qué sabes de Noelia?
    —Bien poco, pero lo más importante es que, pese a tu denuncia, no está en la comisaría ni nada parecido…

***

    Jessica no se podía creer lo que había pasado; todo esto era demasiado irracional, demasiado irreal. Diana, Noelia, Richard, Jack, ella misma…
    Se había dispuesto a dormir la siesta después de que Richard insistiera en acompañarla a casa después de regresar del hospital, pero tras varias horas dando vueltas en la cama, no lo había conseguido. No podía dejar de pensar en que si Noelia hubiese empujado más su cuchillo, y que si ella no hubiese llegado en ese momento, Jack estaría muerto. Después de todo, agradecía la extraña presencia de Richard en el hospital, puesto que él había sido quien había llamado al doctor… No le había preguntado por ello, pero tenía bastante intriga en saber qué estaba haciendo Richard allí si tanto odiaba a Jack, es más le había parecido muy preocupado por él.
    De repente, sintió un estruendo en el piso de abajo. Dedujo que algo se le debió de caer a su padre en la cocina, mientras preparaba la cena.
    Se levantó y abrió la puerta de su habitación para comprobar qué había pasado realmente.
    —¿Papá? —preguntó, pero nadie contestó.
    Frunció el ceño, esto no era normal. Aunque estaba descalza, bajó las escaleras al piso de abajo, a la carrerilla. No pudo hacer otra cosa que abrir la boca cuando vio gracias a la luz que entraba de la calle, el destrozo; parecía que hubiese pasado un huracán por el salón.
    Algo se movió detrás del sofá, ¿era una mano… eso que veía? No estaba segura, no había suficiente luminosidad. 
    —¡Papá! —Fue hacia él sin preocuparse primero en encender la luz, pero antes de que llegara escuchó una voz gritarle a su espalda.
    —¡Alto ahí! —dijo Noelia, y seguidamente Jessica escuchó un sonido metálico; ella la estaba apuntando con un arma, estaba segura.
    Levantó las manos y se giró lentamente.
    La sonrisa perversa de esa rubia era triunfal; la tenía en sus manos. Y no había nadie que pudiese defenderla de ella en esos momentos.


CAPÍTULO 21

(Natalia Serna)

    Jessica se quedó blanca al ver quien era la persona que le estaba apuntando con una pistola. Al ver que Noelia se acercaba lentamente hacia ella, sintió miedo por lo que pudiera ocurrir. Enseguida aquella rubia desquiciada encendió las luces del salón para poder ver su cara de terror con todo lujo de detalles. 
    Al poder ver la habitación con claridad, Jessica vio que su padre estaba tirado en el suelo cerca del sofá. Estaba inconsciente debido al golpe que debió de recibir en la cabeza. Eso dedujo la joven al ver la sangre que le salía de allí. 
    —¡Papá! —exclamó presa del pánico al ver el estado de Lucius. 
    —¡No te muevas, zorra! —le grito Noelia, quien daba signos de nerviosismo mientras no dejaba de apuntarla—. No se te ocurra moverte o no me temblará el pulso a la hora de disparar. 
    —¿Qué le has hecho? —le preguntó Jess con lágrimas en los ojos—. ¿Le has matado? —Al ver que la rubia no le respondía, centró toda su atención en su padre, y para su tranquilidad, comprobó que el hombre todavía respiraba ¿Por qué haces todo esto? —probó suerte con otra pregunta. Necesitaba respuestas—. Está desangrándose, tengo que llamar a una ambulancia para que venga a buscarlo y lo lleve al hospital. 
    —¡He dicho que no te muevas! —gritó Noelia mientras seguía apuntándola poniéndose más nerviosa por momentos—. Tú. Tú, tienes la culpa de todo. 
    Jessica no entendía por qué Noelia había dicho aquello ni por qué la había tomado de aquella manera con ella ya que ni siquiera la conocía. Pero ahora no era momento de preocuparse por las razones que habían llevado a Noelia a actuar así, en aquellos momentos era más importante la salud de su padre. Aunque sentía miedo por lo que aquella loca desquiciada pudiera hacer, supo que tenía que actuar y pronto. Así que, para sus adentros, respiró hondo y reuniendo el valor suficiente para enfrentarse a Noelia, intentó hablar con ella para ver si le hacía entrar en razón:
    —Noelia —empezó a decir—, por favor, deja la pistola y hablemos. ¿Qué quieres que haga por ti? 
    —¿Qué quiero que hagas por mí? —le contestó de forma agresiva y alterándose cada vez más—. Quiero que te alejes de Jack. Es mío —siguió diciendo mientras iba de un lado a otro sin apartarse de la puerta—. Él me quiere a mí —prosiguió diciendo mientras unas lágrimas empezaban a salir de sus ojos—. Estábamos muy feliz hasta que tú te cruzaste en su camino. 
    —Creía que la última relación que tuvo Jack, antes de salir conmigo, fue con Diana —le interrumpió Jessica. 
    —¡Eso no es verdad! ¡Él comenzó a salir conmigo cuando Diana enfermó! —espetó Noelia empezando a estar fuera de sí—. Gracias al accidente, tuve vía libre para seducirlo y hacerme con él. Y me alegro de que la guarra esa siga hoy en día en el hospital muriéndose porque así no volverá a ser un problema para mí. En cambio, ahora eres tú la que se interpone en mi camino.
    —Jack nunca me habló de ti. No debiste de ser algo importante en su vida si nunca te mencionó. Y estuvieras saliendo con él en alguna ocasión o no, lo cierto es que cuando me conoció, ya no estaba contigo; y debes de aceptarlo, dejarlo ir... —le pidió Jessica con voz calmada y omitiendo que Diana había salido del coma.
    —Eso jamás. Si hace falta, te quitaré a ti también de en medio.
    —¿Qué dices? —le peguntó Jessica acercándose a ella poco a poco—. ¿Tuviste algo que ver con el accidente de Jack y Diana? —Jess la miraba incrédula a la vez que iba atando cabos.
    —¿Acaso crees que iba a dejar que esa se apoderara del chico al que yo le había echado el ojo meses atrás, antes de que ella apareciera con su melodiosa voz? No soy tan estúpida, sabía que a Jack esa chica le importaba bastante, y con ella en juego, yo no iba a tener nunca la oportunidad de acercarme a él. Solo tuve que manipular los frenos para hacer que se estrellaran y rezar para que mis expectativas se cumplieran... nada complicado.
    —¡Pero podrías haber matado a Jack en el intento de deshacerte de Diana! —exclamó Jessica, toda preocupada al comprobar que efectivamente estaba ante una loca que no tenía reparos de lastimar a los demás con tal de salirse con la suya.
    —Sí, era un riesgo con el que contaba. Me dije que si él moría en el acto, no tendría que preocuparme que otra se lo llevara. Prefiero que él muera, antes que esté con otra que no sea yo. Pero la suerte me acompañó y él salió prácticamente ileso. Y luego, no me costó mucho ser su paño de lágrimas, un apoyo donde consolar su pena y su culpa.
    —Te aprovechaste de su estado de vulnerabilidad creyéndose culpable del estado comatoso de su amada, para atraparlo entre tus garras...
    —Así es, y nos iba bien hasta que apareciste tú.
    —Él no estaba ya contigo cuando yo llegué a su vida —susurró Jessica no muy convencida. Que Jack jamás le hablara sobre Noelia e intentara un acercamiento con ella nada más conocerla, no significaba que no estuviera manteniendo entonces una relación con esa rubia desequilibrada.
    —Eso no es del todo cierto en realidad —espetó Noelia, sin dejar de apuntarla con el arma—. Nuestra relación siempre fue especial. Lo mismo estábamos juntos, que lo dejábamos por un tiempo. Pero siempre volvíamos a reconciliarnos y a estar bien. Y estuviéramos de buenas o no, nunca dejó de ser mío ni estuvo cien por cien libre.
    —Hasta que aparecí yo y eso dejó de ser así, ¿es eso lo que me ibas a decir? —Jessica no dejó que respondiera. Estaba viendo que el tiempo pasaba y que la demente no reculaba—. Mira, Noelia, si necesitas hablar puedes desahogarte conmigo pero deja que antes llame a la ambulancia, por favor —rogó estando ya al lado del cuerpo inerte de Lucius y a unos dos metros de donde se encontraba la rubia apuntándola con el arma; con destreza, durante la breve e intensa conversación, se había ido acercando a su progenitor, y por ende, a ella—. Mi padre... mi padre se está desangrando y puede morir si no lo atienden lo antes posible.
    Afuera de la casa, la gente paseaba tranquilamente ajenos a lo que estaba pasando dentro de la vivienda. Hacía una noche despejada y amena cuando el ruido de un disparo, que venía de la casa de Jessica, trastocó el apacible paseo de la gente que pasaba tranquilamente por allí. 

***

    Aquella noche Richard, después de ver como Noelia le había clavado un cuchillo a Jack en el estómago, decidió quedarse en el hospital con él porque no quería que nada de aquello volviese a ocurrir en el caso de que la loca decidiera regresar y rematar la faena. En el fondo empezaba a sentir cierto aprecio por el chico aunque seguía teniendo ciertas dudas al respecto. 
    —Tenemos que hacer algo para proteger a Jessica de Noelia —dijo Richard mientras lo visitaba en la sala de cuidados intensivos, tal como el chico le había pedido—. Noelia es capaz de hacer cualquier cosa.
    —¿Crees que no lo sé? Por eso te he llamado. Necesito que cuides de ella mientras yo no pueda hacerlo —susurró Jack con voz pastosa—. No sabes lo que me duele estar aquí y no poder estar ahora mismo con ella —siguió diciendo—. Como le pase algo por culpa de Noelia, no  me lo voy a poder perdonar en la vida...
    Jack se quedó callado cuando en ese instante el teléfono móvil de Richard comenzó a sonar. 
    —Jessica —dijo nada más descolgar la llamada—. ¿Estás bien? —Según escuchaba lo que la joven le decía desde la otra línea, su rostro iba cambiando de expresión—. Tranquila, verás como lo de tu padre no es nada grave —siguió diciendo intentando calmarla— Tranquilízate... voy para allá ahora mismo —Tras una corta pausa, y ante la atenta mirada de Jack, dijo: ¿Jack? No te preocupes por él, está bien.
    —¿Qué ha pasado? —preguntó Jack visiblemente muy preocupado, después de que Richard colgará el teléfono. 
    —Es Noelia —empezó a decir—, se ha presentado en casa de Jessica y la ha amenazado. 
    —¡¿Cómo...?! —le interrumpió Jack—. ¡Mira que sabía que esa arpía intentaría hacerle daño! —gritó furioso—. ¿Jessica está bien? —preguntó todo preocupado.
    —Está muy nerviosa, pero no le ha ocurrido nada —le dijo para tranquilizarlo—. Te llamo cuando llegue a su casa y vea todo lo que pasa. 
    Richard se marchó apresuradamente de allí ante la preocupada mirada de Jack quien se sentía impotente al no poder ir él también; a su vez, el herido se decía que si aquella loca le hubiese llegado a hacer algo a su amada, él nunca se lo hubiera perdonado.


***

    Al llegar a casa de Jessica quince minutos después, Richard vio tres coches de policía en la puerta además de los típicos vecinos curiosos que se habían acercado al lugar alertados tras el sonido de un disparo. En aquel instante en el que él llegaba, una ambulancia cerraba sus puertas y se machaba de allí a toda prisa. Enseguida él se dispuso a buscar a su amiga deseando que no le hubiese pasado nada malo. Segundos después, la vio sentada en las escaleras de su casa sin calzado y con un policía al lado suyo quien no dejaba de vigilarla ni un solo segundo. Ambos al ver que el otro estaba allí, corrieron al lado del otro ante la atenta mirada de la gente de alrededor. 
    —¿Qué ha pasado? —preguntó Richard. 
    —Noelia —alcanzó a decir Jessica entre lágrimas—. Se ha presentado esta noche en casa... con una pistola —Al hablar entre sollozos, apenas se le entendía—. Quería matarme — confesó— Y ahora anda herida de bala, por ahí suelta concluyó. 
    —Tranquila —la consoló Richard sin dejar de abrazarla—. Estás a salvo. Te llevaré a mi casa para que descanses esta noche. 
    —Quiero ir al hospital —le dijo Jess negando con la cabeza, desestimando su propuesta—. Mi padre... Jack. Llévame allí, por favor. 
    —Está bien —le respondió Richard—. Pero no me separaré de ti en toda la noche. Al menos hasta que la policía no encuentre a Noelia. Quién sabe que más puede hacer la loca esa...
    Después de que la policía le tomara declaración a Jessica, y por supuesto, la dejarán irse, ambos se marcharon al hospital en la moto del muchacho una vez la joven se hubo calzado y mudado de ropa. Al llegar al hospital, enseguida preguntaron por el estado de Lucius. Les informaron que aún estaba siendo atendido por los médicos, pero todo apuntaba a que se recuperaría pronto. 
    Al ver que no podían hacer nada más ahí, en esa ala del hospital, decidieron ir a ver Jack mientras esperaban a que los médicos dijeran cual era el pronóstico de Lucius tras ser atendido en urgencias.
    Como Jessica seguía temblando presa de los nervios por todo lo acontecido, Richard la llevó ante Jack sujetándola de la cintura. Al entrar en la sala de cuidados intensivos, Jessica se soltó del agarre de su amigo y corrió a los brazos de Jack, quien nada más verla sana y salva, se alegró sobremanera. 
    Nada más entrar ambos en contacto, y sin pensárselo, Jessica le besó como si hiciera mil años que no le besaba ajena a la mirada Richard; él, después de presenciar aquel momento, optó por salir al pasillo y dejarlos solos. 


***

    A la mañana siguiente, enviaron de vuelta a Jack a su habitación. Jessica, que había pasado parte de la noche en la sala de observación con su padre, quien resultó tener nada más que una contusión, y la otra parte acompañando a Jack, se encontraba en ese momento con este último, ayudándole a acomodarse en la cama.
    Mientras, Richard, que en todo momento estuvo cerca de Jessica y tampoco había pegado ojo, se encontraba en esos momentos apoyado en la pared blanca del pasillo inmerso en sus pensamientos, cuando la puerta de la habitación de al lado se abrió de repente. De aquella habitación estaba saliendo un trabajador del hospital empujando una silla con una muchacha. "Es hermosa" pensó Richard para sí mismo sin poder dejar de mirarla. Sus ojos ojerosos se toparon con la mirada decaída de aquella chica. Un escalofrío recorrió el cuerpo de ambos sin poder dejar de mirarse directamente a los ojos. Él no podía dejar de mirar cómo aquella muchacha se perdía en el pasillo de aquel hospital junto al celador que empujaba la silla de ruedas que la transportaba. 
    —Disculpe —le interrumpió la voz de un apuesto joven, cercano a los treinta años que estaba a su lado—. Siento interrumpirle, ¿la habitación 302 está por aquí? 
    —Sí, es esta —le respondió señalando a la puerta de Jack que quedaba a sus espaldas—. Pero el chico está descansando ahora mismo como para recibir visitas. ¿Quién pregunta por él? 
    —¿Eres amigo suyo? —preguntó el desconocido—. Mi nombre es Esteban, soy el hermano mayor de Noelia y necesito hablar con él. Es importante. 
    Richard no se fió de estas últimas palabras de Esteban, ¿y si Noelia había enviado a su hermano para rematar lo que había empezado? 
    Sin embargo, después de que Estaban le convenciese de que no tenía nada que temer, Richard lo invitó a entrar seguido de él.
    Nada más entrar los dos, la mirada de Jack reveló que lo había reconocido. 
    —Siento lo que os ha hecho mi hermana a los dos —empezó a decir Esteban—. En casa estamos muy preocupados por ella y entendemos que queráis presentar cargos en su contra —les dijo mientras se sentaba en la única silla que había en la habitación—. Mis padres no saben qué hacer con ella. Acabamos de descubrir que hace semanas que no se está tomando la medicación que le recetaron en el centro psiquiátrico —prosiguió contándoles, llevándose a su vez las manos a la cabeza en señal de derrota y cansancio.
    —¿Está enferma? —preguntó Richard, aunque era algo obvio.
    —Mi hermana tiene una enfermedad psicológica por la que tiene que tomar Fluoretina y Clomipramina todos los días —explicó Esteban—. Nuestros padres tuvieron que encerrarla en un centro porque, debido a su avanzada edad, no podían hacerse cargo de ella —les contaba antes la mirada de los tres adolescentes—. Creíamos que estaba bien y que cumplía con su medicación, pero ya hemos visto que nos engañó y que... —se echó a llorar sin poder terminar la frase. 
    Jessica no dudó en acercarse al hermano de Noelia y darle un abrazo intentando consolarle aunque en el fondo, y al igual que Jack y Richard, tenía ciertas dudas de si aquello que les había contado era verdad o se lo había inventado para que no denunciaran a su hermana. 
    —Antes —empezó a decir Jessica—, tu hermana confesó que fue la causante del accidente que tuvieron Jack y Diana. ¿Sabías algo al respecto?
    Por la expresión de horror del desconocido, la joven supo que no. Y por las caras de espanto que pusieron Jack y Richard, Jessica supo que ahora le tocaba dar explicaciones al respecto.


Capítulo 22

(María Orgaz)

Cuando Jack escuchó que Noelia había sido la responsable del accidente de coche casi se le salieron los ojos de las órbitas. Llevaba torturándose desde el fatídico día de la carrera pensando en que por su culpa Diana estaba entre la vida y la muerte en un estado de vigilia eterna. La culpa había sido una carga tremendamente pesada durante aquel largo tiempo, y resultó que él no había causado el accidente. En parte, seguía teniendo parte de culpa pues correr en carreras ilegales no era precisamente una actividad inocente y segura, pero de ahí a ser responsable del estado de Diana había un largo trecho. Suspiró profundamente, pues varios sentimientos luchaban en su interior. Se sentía más furioso que nunca con Noelia, aunque ya la odiaba a muerte, en aquel instante quería que el mismísimo diablo la llevase al infierno pues era lo mínimo que merecía.
Estaba aliviado porque no había sido el directo responsable del accidente, feliz porque Diana había despertado, agradecido con Richard porque había comprobado que estaba siendo un gran camarada y que sin su ayuda el día del apuñalamiento habría muerto desangrado, y luego estaba la preocupación por la seguridad de Jessica.
  —Tú no tienes la culpa de los actos de tu hermana, pero desde luego si estaba en un psiquiátrico no fue buena idea sacarla de allí, a la vista está —dijo Jack con gesto serio observando a un Esteban totalmente derrotado.
—Ya lo sé, pero es mi hermana pequeña y a mis padres y a mí nos dolía mucho verla allí. No sabes lo que era ir a visitarla y que te suplicara que la llevásemos a casa… —respondió abatido mientras seguía sin poder dejar de llorar.
Jessica estaba descompuesta por la preocupación, la situación era demasiado complicada y peligrosa y por ello, su mente le daba vueltas a todo sin cesar. Eran demasiadas cosas a la vez como para asimilarlas en cinco minutos. 
Richard observaba a Jess con gran preocupación, estaba colapsada, podía verlo en sus preciosos ojos y quería ayudarla a que se despejase.
  —Me llevo a Jess para que tome un poco de aire y que coma algo. Además así podéis hablar tranquilos. —La miró con dulzura y le digo interrumpiendo aquella tensa situaciónEspérame afuera que ahora mismo te acompaño.
  Jessica se sentía tan abrumada que tan solo miró a Jack, después a Richard y asintió con la cabeza sin mediar palabra. Salió de la habitación y se sentó en una de las sillas del pasillo, mientras los tres chicos continuaban en la habitación.
  El joven rubio miró a Jack con seriedad pero con camaradería. Esteban por su parte, seguía llorando sin mirarlos, tratando de calmarse por los atroces actos cometidos por su hermana pequeña. 
  —Jessica está saturada y agobiada, necesita despejarse o no sé lo que puede llegar a pasar —explicó Richard algo menos serio—. Voy a bajarla a la cafetería para que coma algo, que no recuerdo haberla visto comer desde hace horas. Te dejo para que hables con Esteban a ver si se puede resolver esta situación.
  —Me parece bien, porque nunca la había visto así desde el día que le conté lo que le pasó a Diana. Cuida de ella por favor, tal vez Noelia quiera aparecer por aquí para rematarme y sería muy desafortunado que ella estuviera por aquí cuando eso ocurriese…
  —No digas eso, además la policía está avisada. De hecho, creo que hay algunos policías de paisano por si aparece. En cuanto coma algo, subimos de nuevo. No voy a permitir que le pase nada malo. Te lo juro por mi vida.
Jack asintió, sentía muchísima gratitud hacia Richard, y, además, el chico no era mal tipo. Luego estaba el hecho de que ambos amaban la música y en lo referente a mujeres, tenían gustos muy similares. Y encima, el chico, a pesar de haber visto en primera plana el beso que hubo entre él y Jess, había seguido yendo a visitarlo, así como incluso había estado tratando de ayudarle. Cuando todo aquel embrollo finalizase quería hablar largo y tendido con él, pues estaba cansado de enfrentamientos por Jessica, cuando había comprobado que podrían llegar a ser amigos. Pero en aquel momento tenían el asunto de Noelia entre manos y la charla tendría que esperar.

***

Richard se despidió de los dos chicos y salió para reunirse con Jessica, que esperaba sentada en una silla con la mirada fija en el suelo. Cogió la mano de la muchacha para que se levantase y fueron hacia el ascensor para bajar a la planta baja donde estaba la cafetería; lo último que faltaba era que Jess enfermase por no comer.
  Cogieron un par de bocadillos y refrescos y se sentaron en una de las mesas. La cafetería no estaba demasiado llena, por lo que podrían hablar en un ambiente más relajado y sin jaleo. 
  Jessica no paraba de observar a Richard, que estaba serio por la situación pero trataba de tener un gesto amable para no asustarla más de lo debido.
  —Gracias por todo lo que estás haciendo. No merezco que te portes tan bien conmigo y mucho menos después de ver el beso. No pretendía faltarte al respeto besándole delante de ti —bajó la mirada al decir las últimas palabras, pues de corazón se sentía avergonzada, pues sabía los sentimientos de Richard por ella.
Y aunque ella sentía algo, no se podía comparar con lo que sentía por Jack. Tenía que ser sincera y no perjudicar más a Richard.
  —Lo primero, hago lo que tengo que hacer, no voy a permitir que esa loca siga haciendo daño, y más cuando en parte es culpa mía. De no haberla ayudado, nada de esto habría pasado. Segundo, no te preocupes por mí, ahora no es lo más importante pues tu seguridad es lo prioritario. Y tercero, ya lo tenía bastante asumido antes de ver el beso, por muchas cosas que yo sienta por ti, no te puedo obligar a que sientas lo mismo —dijo el muchacho rubio, para acto seguido beber un sorbo del refresco que sostenía en una de sus manos.
Richard estaba hablando totalmente en serio. Era cierto que en el fondo sentía dolor por no ver correspondido su amor por ella, pero como en el fondo quería lo mejor para ella, aceptó la situación con madurez pues tras comprobar que Jack no era un mal tipo y que casi pierde la vida ante sus ojos, su percepción de las cosas había cambiado bastante en un corto periodo de tiempo. Mientras, aprovecharía aquellos instantes para disfrutar de su compañía. 
  —No sé qué decir… no me esperaba tanta sinceridad por tu parte de tantos temas y en este preciso momento —Jessica estaba un poco aturdida, no esperaba hablar tan claramente con su amigo sin llegar a discutir como solían hacer últimamente.
  —Cuando todo este lío de Noelia termine, podremos hablar más tranquilamente de todo —dijo esbozando una sonrisa—. Mientras tanto, déjame que te cuide para que no te suceda nada malo. Además. se lo he jurado a Jack por mi vida, ¿no querrás dejarme mal, no?
  Ella entornó los ojos sin poder evitar sonreír. Al fin había conseguido relajase un poco y todo gracias a él. 
Al oírle mencionar a Jack, un tema se le vino a la mente. Algo que había querido hablar con Richard, pero con tantos acontecimientos, se le había olvidado hasta aquel momento.
  —Oye, Richard, hay una cosa de la que quería hablarte hace unos días, pero con tanto jaleo, no habíamos tenido un tiempo para hablar a solas hasta ahora... —Se sentía cohibida, pues bastantes cosas estaban sucediendo como para asimilar más cosas raras, malas o peligrosas—. Verás, el día que Noelia apuñaló a Jack, te chocaste conmigo lleno de sangre tras haber ayudado a Jack, cosa que demuestra lo buena persona que eres, por cierto, pero… ¿Por qué estabas en su habitación aquél día?
  Él no quería hablar del tema, también estaba agobiado y mucho más teniendo en cuenta que parecía que todo lo que sucedía tenía que ver con la víbora fugitiva, no obstante, conocía a Jess y sabia que no se rendiría ni aceptaría una evasiva hasta que no le diera una respuesta.
Suspiró cerrando los ojos antes de comenzar a hablar:
—Aquel día visité a Jack porque quería hablar con él. Le pedí ayuda para poder librarme de Noelia. Bueno... para librarnos todos de ella. Queríamos trazar algún plan para alejarla de aquí, sobre todo alejarla de ti —dijo mirándola fijamente a los ojos—. Pero esa loca vino, nos escuchó hablando de ella y, sin más, apuñaló a Jack. El resto de la historia, ya la conoces.
  Jessica asintió, y aunque era consciente de la gravedad del asunto, no pudo evitar sentirse alegre al ver que aquel acto que pudo costarle la vida a Jack, había conseguido que se unieran un  poco. No sabía si hasta el punto de ser amigos y estar juntos en la misma banda pero al menos sí como para poder tolerarse el uno al otro, hablar educadamente e incluso ayudarse mutuamente.
Ella sonrió más relajada, pues al menos había una buena noticia entre tanta locura. Continuaron comiendo sus respectivos bocadillos y cuando terminaron, subieron de nuevo por el ascensor para reunirse con Jack y saber qué más había dicho Esteban de su hermana.
  Caminaron por el pasillo, pero antes de llegar a la habitación de Jack se cruzaron con alguien. Jessica se quedó perpleja, era Diana, iba caminando torpemente ayudada por su madre. Sabía que estaba despierta pero no se hubiera imaginado encontrársela frente a frente. Elizabeth miró a Jessica con gesto amable, pues estaba agradecida por las palabras que un día le había dicho la joven.
  —Mira, Jessica, esta es mi niña, Diana —dijo mientras sujetó con más firmeza a su hija por temor a que cayese.
—Hola, Diana, espero que estés recuperándote bien —contestó de forma sincera. Diana simplemente asintió con una pequeña sonrisa, no conocía a la chica y no tenía demasiado interés. Por quien si tenía interés era por aquel rubio tan guapo que ya había visto un día por el pasillo.
—Me llamo Richard —interrumpió mirando a Diana de manera profunda.
Ella le observó fijamente y hasta se podía apreciar un ligero rubor en sus mejillas. Sus miradas conectaron ante la atenta mirada de Elizabeth y Jessica que se quedaron calladas durante unos segundos. Después se despidieron pues Jack se estaría preguntando dónde estaban.
Diana y su madre continuaron con su paseo, mientras los dos jóvenes fueron hasta la habitación de Jack. Al entrar comprobaron que Esteban se había marchado. Al parecer, tras volver a disculparse con Jack y ofrecer su ayuda para cualquier cosa, quiso que el joven moreno descansase sus heridas.
Jessica fue bastante efusiva con él a pesar de estar delante Richard, quien estaba con la cabeza en otra parte, no volvió a abrir la boca salvo para despedirse de Jack. Acompañó a Jessica para que visitase a su padre en la habitación del hospital, afortunadamente estaban en la misma planta, pero con Noelia suelta por ahí, Richard quiso hacer de guardaespaldas. Hasta que no hablase con su padre y la llevase a casa no se iría a dormir. La esperó en el pasillo para que pudiese hablar con su progenitor en intimidad. Ella llamó a la puerta y entró para verle antes de irse a casa a descansar.
—Papá, ¿Cómo te encuentras? —dijo mientras se sentó a su lado mirándole. 
—Mejor hija, solo ha sido un susto. ¿Tú estás bien? Su preocupación paterna salía a la luz.
—Si, papá, la policía está buscando a Noelia. Jack está mejorando, y no fue el causante del accidente que dejó en coma a Diana. Además acabo de ver a Diana y se está recuperando bastante bien. —Jessica estaba un poco más relajada porque el día estaba mejorando, solo faltaba que atrapasen a la loca y todo sería perfecto.
Pero Lucius frunció el ceño en cuanto escuchó que su hija nombró a Diana. Estar entre la vida y la muerte le había hecho darse cuenta de que no podía seguir callado por más tiempo. Tenía que hablar con su hija de una vez para que supiera la verdad.
—Verás hija, yo… tengo algo que contarte. Y si te soy sincero no pensaba contártelo pero todo lo sucedido me ha hecho ver que no tengo derecho a guardar este secreto por más tiempo. Tu madre habría querido que te lo hubiera dicho antes —explicó dejando a su hija con una gran expresión de extrañeza en el rostro.
—¿A qué verdad te refieres papá?
—Verás Jess… ¿Recuerdas el día que te presenté a Elizabeth?
Su hija asintió muy perdida, ¿qué tenía que ver Elizabeth en la verdad que su padre quería contarle?
—Tu madre ella y yo nos conocíamos de jóvenes. Yo era el novio de Elizabeth, y tu madre era una compañera de clase. Pasado un tiempo, Elizabeth y yo pasamos una mala racha y me dejó —explicó ante la atenta mirada de su hija que no comprendía nada—. Tu madre fue un gran apoyo para mi, pasado un tiempo el cariño y amistad fueron a más hasta que nos enamoramos y empezamos a salir —al recordar aquellos tiempos no pudo evitar esbozar una sonrisa de añoranza al recordar cómo se enamoró de su difunta mujer—. Y bueno dos años después naciste tú.
—¿Y en todo ese tiempo no volviste a hablar con Elizabeth? —preguntó intrigada Jessica.
—Casi nada, desapareció prácticamente de mi vida y no supe por qué. Imaginé que era porque no le gustó que empezase a salir con tu madre. Pero cinco años después apareció de nuevo para hablar con tu madre y conmigo —su gesto cambió, se puso más serio y preocupado —. Vino a presentarme a su hija Diana, a nuestra hija.
Jessica abrió los ojos como platos, no sabía si había escuchado bien las palabras de su padre. Quería decir eso que ¿Diana y ella eran hermanas? No podía creerlo, era demasiado irreal como para que fuera la realidad. 
—Papá, ¿es una broma? —estaba demasiado sorprendida como para creer que era real.
—Hija, sé que debí decírtelo antes, pero no veía el momento, y mucho más cuando supe lo del accidente.
—Pero y ¿por qué no te ocupaste de ella? ¿Por qué no cuidaste de ella cuando estuvo en coma? —su voz había cambiado, estaba reprochándole a su padre la mala actitud que había tenido con “su hija ilegítima”.
—Elizabeth no quiso, y eso que tu madre insistió en que formara parte de nuestras vidas. Ella también quería que Diana formase parte de nuestra vida, de tu vida. Tampoco quisimos obligarla —se entristeció al recordar aquella conversación.
—¿Y qué se supone que tengo que hacer con esta información? ¿Diana lo sabe? ¿Qué debo hacer yo ahora? —sus palabras salieron tan atropelladamente de su boca que a su padre le costó entenderla.
Lucius sabía que una bomba de semejante calibre era complicada de asimilar y mucho más tras haber estado a punto de suceder unas cuantas desgracias en poco tiempo. Así que se despidió de ella para que pudiera descansar. Ya hablarían largo y tendido del tema de Diana y de todo lo demás. A fin de cuentas no tardarían en darle el alta.

***

Dos meses después…
La noticia de que Diana y Jessica eran medio hermanas, al principio había sido chocante, pero como ambas se entendieron tan bien desde el primer momento, se trataron como hermanas. Lucius estaba contento por ver la madurez de su hija, que había afrontado la situación mejor de lo que hubiera esperado, y Elizabeth estaba feliz porque su hija tenía un apoyo y sentía a Jessica casi como otra hija. Ver que se entendían tan bien era algo muy positivo tras todo lo sucedido. Además Jess ayudó a Diana durante el resto de la recuperación, para intentar ponerla al día del mundo, de las noticias y se sorprendió al ver que no estaba enfadada porque ella estuviera saliendo con Jack a pesar de que eran novios cuando entró en estado comatoso. Pero claro, había algo que Jessica ignoraba, algo que su hermana había querido guardarse para sí misma.
Afortunadamente para todos, atraparon a Noelia cuando esperó a Jack en su casa el día que le dieron el alta, pretendía matarlo, pero la policía intervino y todo se solucionó sin más percances. Fue un verdadero alivio para todos, ya que la situación había sido extremadamente peligrosa. 
Aunque a Lucius no le había caído bien Jack al principio, cuando Jessica habló con él sobre todo lo sucedido, la realidad del accidente de Diana y todo lo demás, su enfado se suavizó. Todavía tenía un poco de recelo hacia el joven motero, pero había demostrado con creces lo mucho que quería a su hija, y con eso por el momento le bastaba.

***

Jack y Jessica habían ido en la moto hasta el bar de Ryan donde habían quedado con Diana, que al parecer tenía una noticia que darles. Emy dijo que iría también pero más tarde, estaba ocupada con un chico y por más que insistió Jessica no había querido decírselo. Una parte de ella estaba enfadada y molesta, parecía que su amiga no tuviera la suficiente confianza con ella, pero también comprendía que quizás tenía sus motivos para guardar la información por el momento.
—¿Y qué quiere decirnos? —preguntó Jack con intriga tras darle un sorbo a la cerveza.
—No lo sé, ayer estuvimos en casa pero no soltó prenda. Pero tiene que ser algo importante porque además la vi muy seria —explicó recordando la conversación del día anterior con su hermana.
Tuvieron que esperar, ya que ninguno de los dos sabía nada. Lo cierto es que ese rato lo aprovecharon para estar juntos, dedicarse carantoñas y comerse a besos.
—Hermanita, todos los días igual, parecéis lapas… —dijo Diana acercándose a ellos.
Jessica sonrió un poco sonrojada mientras se levantó a saludar a su hermana, Jack hizo lo mismo. No se habían percatado de que alguien venía con ella, y mucho menos que era alguien conocido. Se trataba de Richard.
—Richard ¿Qué haces aquí? ¡Qué casualidad! —Jessica se alegró mucho de verle, pues tras todo lo acontecido habían hablado poco.
—Viene conmigo —interrumpió Diana—. Es… mi novio —dijo mientras se sonrojaba tremendamente.
Tanto Jack como Jessica abrieron los ojos desmesuradamente, no esperaban algo así. Era cierto que desde que Richard salvó la vida del motero, su relación de odio había cambiado, pero el joven rubio había tenido la boca bien cerrada sobre aquel tema. 
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CONTINUARÁ...

9 comentarios:

  1. Oh, yo había pedido participar en la continuación del 7 :( ¿Puedo estar en el 8?

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  2. Me gusta como ha quedado... Es bueno que ante le empate se haya podido agregar ambas y que la historia este quedando bien...

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  3. Que ganas de que llegue el capi que me toca a mi y a ver si sale ganador jejje que quiero formar parte de la historia

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  4. esta quedando genial y con ganas de leer mas

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  5. ¡Hola a todas!

    Si no encontrais el guión del diálogo en el teclado lo podeis hacer con alt+
    0151 —
    Un saludico.

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  6. Tiene muy buena pinta!

    https://deliriosdeunatormentado.wordpress.com

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  7. Vaya!! Menuda historia están construyendo aquí!! Les está quedando genial, chicas! ^-^

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  8. Hola Dulce.

    Que adelantadas van, Dios. Ya me puse al día.

    La historia está tomando muy buena forma. Espero poder participar esta vez.

    Besos

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  9. Aaal fin me puse al día hasta el último capítulo! Vaya historia! A ver con qué nos sorprende Ariuska en el siguiente.

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