No ha sido un sueño
Navidad, finalmente era víspera de navidad.
Junto con la nieve lo recuerdos caen sobre mi sin dar tregua; lentos y precisos, delicados y fuertes, despacio… Como si así le quitara la pena que cargan.
Solo puedo mirarla fijamente, apreciando su natural belleza, sin todavía creer que faltan pocas horas para que ella desaparezca. Tampoco puedo creer que ella ha muerto dos días antes y que, ahora, esta frente a mí.
—¿En qué piensas? —me pregunta enlazando su mano con la mía; siento su tacto, su calidez, siento su piel y siento todas esas cosas extrañas que me recorren cuando me toca.
—En ti —respondo automáticamente, entonces sonrío—. ¿Acaso lo dudabas?.
—No. Solo quería estar segura.
Sus mejillas están ligeramente sonrosadas por el frío, su cabello cae corto por sus hombros y sus ojos marrones me recorren, me está estudiando, hace eso cada vez que cree que miento.
—No quiero que desaparezcas, no quiero —confieso mordiendo mi labio inferior—. Aún no puedo hacerme la idea de vivir sin ti. No puedo, ¿acaso no me entiendes?.
Mi voz se ha quebrado y se me ha hecho un nudo en la garganta al asomarse las solitarias lágrimas en mis ojos, no quiero llorar. No voy a llorar, no mientras ella este aquí conmigo, aun no la he perdido del todo.
—No puedo hacer nada más, no más de lo que puedo hacer ahora y sabes que no es mucho —se lamenta regalándome una sonrisa triste. Se recuesta al banco cubierto de nieve en el que estamos sentados frente al gigantesco árbol de navidad en el centro del pueblo, pero nadie puede identificarla a ella… Me ven a mí, un chico abatido que perdió a su novia en un terrible accidente dos días antes de la víspera de navidad que, ya no parece tan dolido por su muerte puesto que ven a una chica sentada conmigo muy cariñosamente. Pero ellos no pueden saber que es mi chica, la que falleció días antes porque la ven completamente diferente físicamente, todos, menos yo, la veo así.
—¿Cuál es tu misión?, ¿qué tienes que hacer aquí en la tierra para haberte convertido en un espíritu inquieto? —pregunto curioso, acercándome más… Necesito sentir el calor que desprende su cuerpo, no voy a poder vivir sin él… No voy a poder vivir sin ella, no me creo capaz de sobrevivir, ella es mi todo y si mi todo ha muerto, mi mundo, mi corazón, mi esperanza, también murieron.
—Hacerte feliz, esa es mi misión.
—No puedes hacerme feliz cuando tú ya no estés aquí —digo indignado. ¿Ser feliz después de que ella se haya ido?, es realmente imposible—. ¿Por qué no lo entiendes, Viviana?.
—Tú eres el que debería empezar a entender, Alec —responde ella cogiéndome de las manos con fuerza en un gesto con el que trata de infundirme valor—. Me han dado una oportunidad… Te he podido ver de nuevo, te he sentido de nuevo y ese ha sido el mejor regalo que allá arriba pudieron darme… Eres mi regalo de navidad.
—¿Regalo de navidad?, ¡pero si dentro de poco desaparecerás!.
—No sin antes hacerte feliz.
—Han pasado muchas cosas, hace tres días estabas junto a mi comprando los presentes para toda la familia, doce horas después te deslizaste por una colina por culpa de la nieve, apareciste esta mañana en mi habitación diciéndome que poseías el alma de un espíritu inquieto y que no podías estar en paz, ahora estas sentada frente a mi diciéndome que tu misión es hacerme feliz, pero aun no comprendes que si tu no estas no seré nada, y yo no quiero ser nada.
—¿No te alegras de volver a verme? —preguntó ella y empezó a poner distancia entre los dos.
—¡SI!, ¡DESDE LUEGO QUE SI! —repondo rápidamente pescándola por el codo para luego envolverla en un abrazo e impedirle apartarse—, solo que unas horas no es suficiente.
—Pero ahora te estoy haciendo feliz, Alec. Eso es lo que cuenta. No quería arruinar tu navidad, no quería herirte, no quería hacerte daño —levanta la vista y me mira, lo hace como la primera vez que me le acerque en el campus y me había preguntado porque yo me había tardado tanto tiempo en hablarle, como si reprochara algo pero no estaba del todo segura de tener derecho a hacerlo—, pero… ¡Vamos! ,¿no has notado lo mágico que ha sido el día de hoy?, ¿no has visto a las familias reunidas?, ¿has pillado las sonrisas de los niños al jugar con la nieve?. Hoy es un día de esperanza, no quiero que la pierdas por mí.
—Entonces mi esperanza serás tú y el que vuelvas para quedarte conmigo siempre.
—Nunca ha sido lo tuyo conformarte…
—¡Ni lo tuyo tampoco! —acuso—. ¿Por qué no buscas una manera de permanecer junto a mí, Viviana?. ¿Habrá algo que yo pueda hacer para evitar que te desvanezcas al acabar la noche, cuando ya sea el otro día?.
La abrazo con más fuerza, no quiero perderla. Hay tantas cosas que no quiero y que parecen inevitables, en especial ella, la quiero a ella para toda la vida.
—Yo ya estoy muy feliz por volver a tocarte y sentirte por unos momentos, es por eso que me conformo, porque cuando desperté en ese enorme vacío me sentí muy sola, mis pulmones te llamaron a gritos pero tú no aparecías… Entonces te vi llorando en el cementerio, te hablé pero no pudiste escucharme. Te toqué pero no me sentiste, yo tampoco lo hice. Fue horrible… Era como tenerte y al mismo tiempo tener un muro invisible gigantesco entre los dos… Pensé que me quedaría todo el tiempo que durara como lo que soy ahora viéndote sufrir, haciendo tu vida un asco… Entonces deseé hacerte feliz, aunque sea por unas horas. Y ellos, los ángeles del purgatorio, me concedieron mi deseo y me dijeron que lo tomara como un regalo por la víspera.
Siento una humedad en mi mejilla, estoy llorando pausadamente, asimilando sus palabras… Regalándome unos segundos para saborear el párrafo dicho y debatir que situación era peor, la de ella o la mía.
No sé qué decir, me quedo en silencio, únicamente recordando todos nuestros momentos juntos… Cómo me había enamorado, cómo le había declarado mi amor, cómo habíamos reído hasta quedarnos sin aliento…
Recordando las cosas buenas empiezo a sentir paz.
—“Resulta que no eres la chica ideal para nadie —empiezo a susurrarle en el oído, recordando cada palabra de las que una vez dije—, porque eres solo mía. Nadie podrá tenerte aparte de mí, me gustas como eres, sé absolutamente todos tus gustos, he aprendido a mantenerte en el mismo lugar más de dos minutos, se cómo lograr que no te amargues y entres en tu faceta de “Que se jodan todos, me da igual” —trago saliva intentando recomponerme y seguir con el hilo de mis recuerdos—, Eres imperfecta e impredecible… Eres imperfecta como todos los demás lo somos, pero eres perfecta para mí.
—¿Cómo puedes acordarte de eso? —pregunta alejándose un poco de mis brazos para verme bien a la cara, está sonriendo… Cuando ella sonríe me llena una tranquilidad plena—, fue hace tanto tiempo.
Su suspiro me hace reír, fue un sonido fluido y que en tan poco tiempo había olvidado que podía emitirlo… Había olvidado cómo relajar el rostro y cómo reír.
—¿Recuerdas el día en que me perseguiste por la playa para que te diera la rosa blanca que llevaba en mis manos? —pregunto sonriendo, ella asintió.
—Claro que sí, me chantajeaste para que pudieras dármela —me acusa entrecerrando los ojos.
—Sólo te dije que por una rosa blanca debías hacer lo que sea, y que yo… —me detengo, la miró fijamente y empiezo a decir las palabras que voy recordando haber dicho aquel día— “Por una rosa blanca… Lo daría todo. Por una rosa blanca, te amaría hoy y siempre. Por una rosa blanca le gritaría al mundo que eres mi vida y mi perdición. Por una rosa blanca, te perseguiría a donde quiera que vayas… Por una rosa blanca, encadenaría mi vida a la tuya. Por una rosa blanca, Viviana, te diría mil y un veces que soy tuyo, únicamente tuyo, para toda la eternidad”.
—Pura y sencilla como una rosa blanca —dice lo que yo le había contado acerca de por qué creía que una rosa blanca era su representación perfecta.
—“Recuerda, por una rosa blanca, condenaría mi existencia a velar por tus pasos… Por tu tacto… Por tus brazos, por tus labios. Recuérdalo, solo por una rosa blanca” —concluyo. Empiezo a inhalar y exhalar por lo bajo, la temperatura ha aumentado, ya no podemos permanecer un minuto más aquí afuera.
—Vamos adentro —me levanto de golpe, Viviana me imita pero sus movimientos son más lentos y ahora frunce el ceño.
—¿Qué pasa? —pregunto al notar que algo empieza a preocuparla.
—Recuerda que ellos me ven como otra chica… Van a tomarte por idiota…
—No me juzgaran. Estoy seguro de eso –digo para tranquilizarla.
Empezamos a caminar cogidos de las manos, mi casa está a menos de una cuadra entera de donde estábamos. El frío viento azota sus cabellos y los hace revolotear alrededor de su cara, me entretengo mirándola y por eso tropiezo, y ella se ríe de mí.
Dos minutos más y ya hemos llegado, abro la puerta de un tirón y encuentro a toda mi familia reunida en el comedor.
—¿Por qué tardaste tanto? —pregunta mi mamá, luego se fija en la chica junto a mi… Me pregunto qué aspecto tendrá ella para ellos.
—Estaba ocupado.
Todas las miradas caen sobre nosotros dos pero no es por mucho tiempo, se apresuran a saludar y presentarse a mi compañera… La acogen inmediatamente, eso me deja indignado.
¿Cómo podían olvidar lo que había ocurrido no hace mucho?, ¿lo olvidaron?. ¡Mi novia había muerto hace dos días y ellos ya aceptaban a otra!.
Estoy consciente de que es Viviana la que está junto a mí, pero no puedo evitar pensar de que si no fuera ella —aunque ellos no saben que es ella—, la hubieran aceptado así nada más… Sin pensar en todo lo sucedido.
Toda mi familia vuelve a juntarse para empezar a servir la cena, pero yo subo a mi cuarto con Viviana pisándome los talones
—No puedo creer cuán descarada podría llegar a ser mi familia —digo una vez ya dentro de la habitación de paredes verdes.
—No los culpes —me advierte. Se sienta en mi cama y dobla las rodillas, palmea el lugar junto a ella para que tome asiento.
—¿No te dolió eso a ti? —pregunto confuso, de seguro fue más difícil para ella.
—No. Tú familia me quiere… Pero ellos no han perdido la esperanza, Alec. Ellos te quieren a ti y no quieren que te eches a morir, ellos te aceptaran en las buenas y en las malas… Eso es esperanza, creen que serás feliz y que serás capaz de superar esto. Yo también lo creo.
Busca el cobijo de mis brazos y yo la ciño a mi cuerpo, no pretendo dejarla ir. Si la dejo ir, estoy dejando mi alma ir… Y un ser humano no puede vivir sin alma, o quizás solo termine siendo un espíritu inquieto con alguna cosa que cumplir, vagando por la tierra en su busca… Y ahí, no seré feliz, mi cuerpo albergará desdicha y a ella no la vería más.
Duramos mucho rato abrazados, no sé cuánto tiempo exactamente hasta que se separó de mi titubeante.
—Tengo que irme —dice mirando hacia arriba, las lágrimas empiezan a descender por su mejilla. Las mías también empiezan a caer.
—No te vayas —suplico, la sostengo fuertemente en mis brazos. No voy a soltarla.
—No puedes hacer nada, Alec… Déjame ir.
—¡YO NO VOY A DEJAR IR A MI VIDA! —grito desesperadamente.
—No lo hagas más difícil… Alec, te amé, te amo y te amaré por siempre. Eso será así todo el tiempo, este o no este aquí contigo…
Sus ojos se cerraron suavemente, aprovecho ese instante y junto mis labios con los suyos, en un roce inocente y puro, sin malicia, sin tiempo, sin ningún límite entre los dos.
En ese momento, por unos segundos; he sido feliz.
Y ella ha desaparecido, se ha esfumado de entre mis brazos… Dejándome marcado con el olor de su piel.
Mi respiración esta acelerada, me despierto de golpe y me siento en la cama… Siento un escalofrío que me recorre todo el cuerpo. Ahora estoy jadeando… No puedo creerlo, sí que no puedo hacerlo. Todo fue un sueño, un sueño de muy mal gusto…
—Buenos días, dormilón —me giro inmediatamente hasta dar con la voz tan dulcemente familiar —. Tu mamá me ha dejado subir a despertarte, pero ya lo has hecho por ti solo. Vine a avisarte que iría a recoger los presentes que dejamos en la tienda ayer, ¿recuerdas? La carretera está un poco resbalosa… Pero no será problema, ya he ido a…
—¡NO! —grito instantáneamente, me levanto de un salto y corro hasta ella.
Estoy acelerado, todo ha sido un sueño muy real, una muy mala pasada, no la dejaría ir. Ni ahora, ni nunca.
—¿Te pasa algo? —pregunta confundida, se acerca más y me abraza por la cintura.
—Quédate conmigo, Viviana. Quédate conmigo hoy y siempre… No te vayas —no puedo evitar lagrimear lentamente en su hombro aspirando su olor.
—No ha pasado nada, tranquilo Alec, me quedaré hoy contigo si te hace sentir mejor –responde mirándome dulcemente.
Alzo la vista y en el vidrio empañado de la ventana, encuentro un texto escrito;
“Es tu amor por esta chica lo que nos hizo obsequiarte esto. Tienes el privilegio de saber que tienes algo realmente grande como para perderlo… Cuídala, no damos muchas oportunidades… Recuerda lo que tengas que recordar y lo demás déjalo ir. Nunca pierdas la esperanza y, mucho menos en navidad.
—Claro que sí, me chantajeaste para que pudieras dármela —me acusa entrecerrando los ojos.
—Sólo te dije que por una rosa blanca debías hacer lo que sea, y que yo… —me detengo, la miró fijamente y empiezo a decir las palabras que voy recordando haber dicho aquel día— “Por una rosa blanca… Lo daría todo. Por una rosa blanca, te amaría hoy y siempre. Por una rosa blanca le gritaría al mundo que eres mi vida y mi perdición. Por una rosa blanca, te perseguiría a donde quiera que vayas… Por una rosa blanca, encadenaría mi vida a la tuya. Por una rosa blanca, Viviana, te diría mil y un veces que soy tuyo, únicamente tuyo, para toda la eternidad”.
—Pura y sencilla como una rosa blanca —dice lo que yo le había contado acerca de por qué creía que una rosa blanca era su representación perfecta.
—“Recuerda, por una rosa blanca, condenaría mi existencia a velar por tus pasos… Por tu tacto… Por tus brazos, por tus labios. Recuérdalo, solo por una rosa blanca” —concluyo. Empiezo a inhalar y exhalar por lo bajo, la temperatura ha aumentado, ya no podemos permanecer un minuto más aquí afuera.
—Vamos adentro —me levanto de golpe, Viviana me imita pero sus movimientos son más lentos y ahora frunce el ceño.
—¿Qué pasa? —pregunto al notar que algo empieza a preocuparla.
—Recuerda que ellos me ven como otra chica… Van a tomarte por idiota…
—No me juzgaran. Estoy seguro de eso –digo para tranquilizarla.
Empezamos a caminar cogidos de las manos, mi casa está a menos de una cuadra entera de donde estábamos. El frío viento azota sus cabellos y los hace revolotear alrededor de su cara, me entretengo mirándola y por eso tropiezo, y ella se ríe de mí.
Dos minutos más y ya hemos llegado, abro la puerta de un tirón y encuentro a toda mi familia reunida en el comedor.
—¿Por qué tardaste tanto? —pregunta mi mamá, luego se fija en la chica junto a mi… Me pregunto qué aspecto tendrá ella para ellos.
—Estaba ocupado.
Todas las miradas caen sobre nosotros dos pero no es por mucho tiempo, se apresuran a saludar y presentarse a mi compañera… La acogen inmediatamente, eso me deja indignado.
¿Cómo podían olvidar lo que había ocurrido no hace mucho?, ¿lo olvidaron?. ¡Mi novia había muerto hace dos días y ellos ya aceptaban a otra!.
Estoy consciente de que es Viviana la que está junto a mí, pero no puedo evitar pensar de que si no fuera ella —aunque ellos no saben que es ella—, la hubieran aceptado así nada más… Sin pensar en todo lo sucedido.
Toda mi familia vuelve a juntarse para empezar a servir la cena, pero yo subo a mi cuarto con Viviana pisándome los talones
—No puedo creer cuán descarada podría llegar a ser mi familia —digo una vez ya dentro de la habitación de paredes verdes.
—No los culpes —me advierte. Se sienta en mi cama y dobla las rodillas, palmea el lugar junto a ella para que tome asiento.
—¿No te dolió eso a ti? —pregunto confuso, de seguro fue más difícil para ella.
—No. Tú familia me quiere… Pero ellos no han perdido la esperanza, Alec. Ellos te quieren a ti y no quieren que te eches a morir, ellos te aceptaran en las buenas y en las malas… Eso es esperanza, creen que serás feliz y que serás capaz de superar esto. Yo también lo creo.
Busca el cobijo de mis brazos y yo la ciño a mi cuerpo, no pretendo dejarla ir. Si la dejo ir, estoy dejando mi alma ir… Y un ser humano no puede vivir sin alma, o quizás solo termine siendo un espíritu inquieto con alguna cosa que cumplir, vagando por la tierra en su busca… Y ahí, no seré feliz, mi cuerpo albergará desdicha y a ella no la vería más.
Duramos mucho rato abrazados, no sé cuánto tiempo exactamente hasta que se separó de mi titubeante.
—Tengo que irme —dice mirando hacia arriba, las lágrimas empiezan a descender por su mejilla. Las mías también empiezan a caer.
—No te vayas —suplico, la sostengo fuertemente en mis brazos. No voy a soltarla.
—No puedes hacer nada, Alec… Déjame ir.
—¡YO NO VOY A DEJAR IR A MI VIDA! —grito desesperadamente.
—No lo hagas más difícil… Alec, te amé, te amo y te amaré por siempre. Eso será así todo el tiempo, este o no este aquí contigo…
Sus ojos se cerraron suavemente, aprovecho ese instante y junto mis labios con los suyos, en un roce inocente y puro, sin malicia, sin tiempo, sin ningún límite entre los dos.
En ese momento, por unos segundos; he sido feliz.
Y ella ha desaparecido, se ha esfumado de entre mis brazos… Dejándome marcado con el olor de su piel.
Mi respiración esta acelerada, me despierto de golpe y me siento en la cama… Siento un escalofrío que me recorre todo el cuerpo. Ahora estoy jadeando… No puedo creerlo, sí que no puedo hacerlo. Todo fue un sueño, un sueño de muy mal gusto…
—Buenos días, dormilón —me giro inmediatamente hasta dar con la voz tan dulcemente familiar —. Tu mamá me ha dejado subir a despertarte, pero ya lo has hecho por ti solo. Vine a avisarte que iría a recoger los presentes que dejamos en la tienda ayer, ¿recuerdas? La carretera está un poco resbalosa… Pero no será problema, ya he ido a…
—¡NO! —grito instantáneamente, me levanto de un salto y corro hasta ella.
Estoy acelerado, todo ha sido un sueño muy real, una muy mala pasada, no la dejaría ir. Ni ahora, ni nunca.
—¿Te pasa algo? —pregunta confundida, se acerca más y me abraza por la cintura.
—Quédate conmigo, Viviana. Quédate conmigo hoy y siempre… No te vayas —no puedo evitar lagrimear lentamente en su hombro aspirando su olor.
—No ha pasado nada, tranquilo Alec, me quedaré hoy contigo si te hace sentir mejor –responde mirándome dulcemente.
Alzo la vista y en el vidrio empañado de la ventana, encuentro un texto escrito;
“Es tu amor por esta chica lo que nos hizo obsequiarte esto. Tienes el privilegio de saber que tienes algo realmente grande como para perderlo… Cuídala, no damos muchas oportunidades… Recuerda lo que tengas que recordar y lo demás déjalo ir. Nunca pierdas la esperanza y, mucho menos en navidad.
¡FELIZ NAVIDAD!
El purgatorio.”
Tres parpadeos después y en el vidrio no hay nada. Me ataca un flashback y recuerdo las compras navideñas, la muerte de Viviana, mi sufrimiento, recuerdo cuando estuvimos frente al árbol…
Luego recuerdo cómo se retrocedieron tres días.
No ha sido un sueño.
Luego recuerdo cómo se retrocedieron tres días.
No ha sido un sueño.
¡Precioso!, me ha gustado muchísimo tu relato cielo!. Es muy original y distinto a lo que he leído hasta ahora. Me ha gustado mucho la trama y aunque al principio sentí lástima por lo que les había pasado a los protas, luego quedé muy contenta al ver el final tan bueno y positivo que le diste. Finalmente los del pulgatorio fueron muy amables y considerados...
ResponderEliminarBueno reina, gracias por colaborar con esta antología navideña!!!