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lunes, 11 de junio de 2012

CUARTO RELATO NACIDO DEL RETO: CON ESTAS PAUTAS CREA UN CUENTO

Aquí les dejo el cuarto relato que he recibido para el reto: Con Estas Pautas Crea Un Cuento. Esta vez viene a manos de nuestra compi RaeCj (Raquel Campos):

Ian estaba desesperado, estaba de mierda hasta el cuello y no podía escapar del lío. Ya no podía contar con Roberto, después de todo lo que había pasado, su relación con Caroline marchaba muy bien y no quería ponerle en peligro. El penoso recuerdo del reformatorio no iba a ser nada comparable con la realidad de la trena.

Ahora estaba en la salida de ese estúpido y pijo hotel, embutido en ese ridículo traje. Observaba y vigilaba los coches que entraban. Las personas que los dejaban, ni se molestaban en mirarlo, para qué, ellos eran superiores en todo y él no era nadie.

Un enorme mercedes negro, último modelo, aparcó y una preciosa chica bajó de él junto a un hombre algo más mayor. Su vestido verde acariciaba cada una de sus curvas y su pelo negro brillaba como la luna. Por un momento sus miradas se encontraron, Ian vio el miedo en el fondo de esos ojos dorados. El hombre que iba con ella la jaló del brazo. Se acercó hasta él y le dijo en un tono muy despreciativo que no se le ocurriera rayar el coche. Después, entró con la chica del brazo.

Serían estúpidos esos ricachones, trataban a la gente como si fueran una mierda. Pero ya se enteraría ese pijo, mientras lo aparcaba pensaba el dinero que recibiría por ese modelo y por algo muy raro no podía dejar de pensar en la chica.

***

Selen estaba incómoda dentro de ese embutido traje. No le apetecía ir a la fiesta y menos con Marcos. No le gustaba nada como la miraba, además iba detrás de todo lo que tuviera faldas. Pero su padre había insistido en que tenía que ir con él. Estaba enfadada con Iris porque no había querido ir con ella, por lo menos no hubiera estado sola con ese repelente tío.

Mientras estaba allí esperando, miraba a los camareros, iban y venían repartiendo a los invitados cócteles en unas bandejas. Los hombres iban trajeados a la última moda y las mujeres cubiertas de pieles y de joyas. Que gente tan egoísta y ególatra, le daba asco estar en ese sitio. A su mente vino el recuerdo del chico que había aparcado el coche, durante unos segundos no pudo evitar mirarlo a los ojos. Esas oscuras brasas como el chocolate habían llegado muy dentro de ella, y no había apartado la mirada como hacían otros al saber quién era ella.

Las personas se pavoneaban por el salón. Un grupo de hombres captó su atención, miraban hacia todos los lados como observando algo. Marcos se acercó y estuvo charlando un rato con ellos. ¿Qué le uniría a ese grupo tan fuera de tono? Se acercó a la mesa, estaba repletada de canapés y cócteles de todas clases. Joder…le apetecía una simple cola. Una preciosa mujer se acercó a Marcos y estuvieron coqueteando. Ella harta de la situación se acercó.

— Marcos, no sabía que te tirabas a Barbie—.el hombre abrió mucho los ojos, si las miradas matasen la hubiera fulminado al instante.

— Pero, ¿qué dices?

— Me voy. Así puedes seguir ligando con la que te apetezca.

Salió del salón y buscó la salida, ese local parecía un laberinto. Había multitud de salones y un montón de pasillos, cuando estaba casi en la entrada un brazo de hierro la agarró haciéndole daño.

— No vas a ninguna parte, voy a apagar ese fuego tuyo —. Selen tembló de miedo ante la amenaza.

— Me haces daño, pedazo de burro—. Marcos se giró para darle un guantazo.

— Eres un putón…—la mano no llegó, el cuerpo de Marcos fue lanzado como si fuera un títere al suelo y no se pudo levantar porque un puñetazo lo dejó inconsciente.

Ian miraba al tipo que yacía en el suelo, sus años de entrene habían surtido bien y había noqueado al tipo sin dificultad. La chica le miraba a los ojos, sorprendida. ¡Joder, que ojos, se perdería en ese candor!

— No te ha hecho nada, ¿verdad?

— No ha tenido tiempo, gracias —. Ian llamó a un taxi y la metió dentro.

— Vete a tu casa —. Ella asintió y le dio un beso en la mejilla. Ian se congeló al sentir el beso dulce y tierno, no se lo había esperado. Ella le dio las gracias y el coche emprendió la marcha.

Tenía que comenzar con su trabajo, quería terminar pronto y olvidarse de todo para recordar esa mirada. El tipo le miraba con cara de pocos amigos.

— No es suficiente. Si no quieres que nada les pase a tus amigos…nos debes otro trabajito —. Ian enfureció, el tipo jugaba con la pistola y la martilleaba.

— A ellos dejadlos en paz—. Otro hombre se acercó y le asestó un puñetazo en el estómago que hizo que se doblara en dos del dolor. Una sombra observaba todo desde un rincón.

— Tendremos que castigarte para que entres en razón —. Lo agarraron entre dos y se subieron en el ascensor hasta el piso 10º, ¿qué pensarían esos tipos? Lo dejaron amarrado como un cochino; su cuerpo estaba sentado en una silla echado hacia atrás en una posición dolorosa y para más inri…lo habían dejado en pelotas y le habían vendado los ojos. Tendría que claudicar y hacer lo que querían. ¿Cuándo podría dejar toda esa mierda? Sintió un golpe fuerte que provenía del rellano y se tensó. ¿Qué pasaba?

Selen descargó el golpe contra el tipo de la escalera y cogió las ropas que llevaba en la mano. Al entrar se quedó muda al ver el espectáculo, ese chico estaba amarrado, vendado y desnudo…y  que cuerpo…por unos segundos olvidó que estaban en peligro.

— ¿Quién hay?—él había notado su presencia. Selen se acercó y comenzó a desatarle las cuerdas. Sus dedos rozaban la perfecta y dorada piel y se estremecían a cada paso. Estaba mortificada y tenía poco tiempo.

Le estaban desatando y las  manos que lo hacían rozaban su piel dándole pequeñas descargas. ¿Quién era? La venda cayó al suelo y en esa posición solo pudo ver el vuelo de un vestido verde. ¿Sería posible? Se puso en pie como pudo y notó como ella apartaba la vista ruborizada, le tendió un embrollo con sus ropas.

— Vístete, queda poco tiempo. Enseguida vendrán —. Él la miró con gesto interrogante —. Antes de entrar y dejar inconsciente al tipo que había en la puerta, llamé a la policía. Les conté que unos tipos empezaron a pegarte y te llevaron con ellos—.Ian la miraba sin creérselo del todo. Lo había salvado… ¿Por qué? Sin decir nada sus bocas se encontraron en un apasionado beso donde se tentaron y se encontraron. Ian alzó la cabeza y le sonrió.

—Vámonos. Te llevo donde quieras—. Agarró su mano y tiró de ella—, no quiero perderte.

— Llévame contigo, yo tampoco quiero que me pierdas.


FIN

1 comentario:

  1. qué relato tan bonito, con una historia trepidante, y esos protas tan interesantes. Muy bueno!
    Besos!

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