martes, 16 de agosto de 2011

CONTINUAMOS CON LA HISTORIA "HILO ROJO DEL DESTINO"

Aquí os dejo la continuación que ha hecho Princess Or Dark de la historia "Hilo Rojo Del Destino", pero antes os pondré la última estrofa escrita hasta ahora a manos de Angy. W:


Miré a lo que se suponía que tenía que subirme y no pude contener la risa. ¿La moto?. ¿Después vestirse tan elegantemente iba a llevarme en moto?. Negué con la cabeza y me monté detrás de él. Noté mariposas en el estómago cuando pasé las manos por su cintura, notando sus abdominales debajo de la camisa. ¿Qué me ocurría?, ¿acaso estaba volviéndome loca o... de verdad estaba sintiendo algo por Roberto?. Reflexioné durante el camino, mirando distraída a la calle. De repente, algo que vi me dejó helada. Michael y Stacy estaban... ¿Besándose?.

No entendía nada. Me quedé mirando hasta que doblamos la esquina. No me daba cuenta de la fuerza que estaba haciendo con los brazos sobre la cintura de Roberto hasta que él me dijo:

-Nena, ¿acaso te da miedo mi forma de conducir?. No te preocupes, estoy conduciendo a una velocidad prudente -encima él creía que era porque tenía miedo...

-Ya, ya lo sé -es lo único que pude contestarle-. ¿A dónde vamos?.

-Ya lo verás cuando lleguemos...

Mientras Roberto conducía, yo iba sumergida en mis pensamientos... Aún no entendía porque Michael iba a querer estar con alguien como Stacy, aunque bueno, mirándolo desde otra perspectiva, seguro que Michael tan solo pensaba en provocarme celos. ¡Já!, si en serio creía que me iba a poner celosa, iba apañado.

Salí de mi ensoñación y contemplé el lugar en el que nos encontrábamos. Era un edificio que no conocía. Estaba claro que no estaba en el pueblo, ya que habíamos conducido durante un buen rato.

Era un hotel y no uno cualquiera, era de cinco estrellas nada más ni menos. ¿Cómo podría costearse algo así?. Y... ¿que era lo que pretendía este chico?, no sabía que era lo que esperaba de aquella noche, pero seguro que no era lo mismo que yo.

-¿Por qué me trajiste aquí?, ¿acaso piensas...? - y sin terminar de exponer la pregunta comencé a caminar a grandes zancadas, y creedme que las cuales con los zapatos de tacón que llevaba no era nada sencillo. 

Estaba intentando encontrar una parada de taxis con la mirada, cuando Roberto me agarró del brazo y me dijo:

-Caroline, espero que no hayas pensado nada de lo que creo, porque lo cierto es que estas bastante confundida y equivocada -me miró a los ojos con esa intensa mirada la cual hacía que mis piernas temblaran-. Yo jamás, escucha bien, jamás te obligaré a hacer nada que tú no desees. Lo único que quiero es que me des una oportunidad de conocerme... Y quiero que sepas que si alguien intenta hacerte daño, como hace unos minutos ha pasado, tendrá que vérselas conmigo.

Me quedé helada. No solo por esa clara dulzura de sus palabras, sino porque se había dado cuenta de lo de Michael y Stacy, y no había dicho nada para no incomodar la velada. En aquel momento me acerqué un poco más, hasta que nuestros cuerpos casi se tocaron.

-Gracias.

Él me miró intensamente a los ojos. Mi mente intentaba comprender todo lo que había pasado en los últimos días, intentaba asimilar como habían ido sucediendo las cosas, y en que se habían convertido.

-No tienes que darme las gracias, ten por seguro, que si alguien intenta causarte daño alguno, yo no sé de lo que podría ser capaz...

Sus palabras eran nuevas para mí. Mi mente me decía que sería alguna treta suya para llevarme a la cama, pero mi corazón... Mi corazón me decía todo lo contrario. Que aquel chico que tenía delante era el verdadero Roberto, no ese que siempre anteponía el quedar bien, e impresionar a sus amigos.

-¿Qué es lo que vamos a hacer? -conseguí aventurar para romper el incómodo silencio que se había apoderado de nosotros.

-Es una sorpresa.

Su media sonrisa me cortaba la respiración. Imaginaba que me habría llevado allí a cenar. El Porto Bello era uno de los hoteles más prestigiosos de la zona, ya que tenía unas vistas magníficas al mar, su restaurante era un cuatro tenedores, y poseía un magnifico Spa, el cual siempre había querido probar.

Roberto me condujo suavemente con la mano apoyada en mi espalda hasta la recepción. Me dijo que esperase y fue ha hablar con la joven que atendía el teléfono. Al cabo de unos segundos y una comprobación en el ordenador volvió junto a mí.

-Vamos, espero que tengas hambre -me dijo sonriéndome otra vez.

Un hombre de unos cincuenta años nos condujo al interior de un amplio comedor, el cual estaba abarrotado. Pasamos de largo, lo cual creó cierta curiosidad en mi interior.

-¿Dónde dices que vamos?.

-Ya lo verás, no seas impaciente preciosa.

¿Y lo de nena, donde había quedado?. Cada vez Roberto me sorprendía con algo nuevo que jamás habría podido imaginar en él.

Llegamos a una pequeña habitación, decorada en blanco y negro. Tenía una sola mesa para dos comensales, y unos sillones a juego con una mesita de cristal, los cuales se encontraban sobre una alfombra de pelo blanco. Estos daban a una imponente chimenea de ladrillo negro.

Roberto comenzó a reírse, al mismo tiempo que yo me daba cuenta de que tenía la boca abierta de par en par.

-Señorita -dijo señalándome la mesa, la cual estaba decorada con unas velas también negras, a juego con la porcelana de los platos, y haciendo contraste con el blanco del mantel y las copas. Si, las copas eran blancas, del un blanco perlado. Mi cara de asombro me delató mientras nos sentábamos.

-Las copas son mías. Si es eso lo que te preguntabas -ladeó la cabeza y volvió a esbozar aquella media sonrisa que me encantaba y tanto me cautivaba-, son preciosas, ¿verdad?. Las traje en uno de mis viajes a Suiza. Cristal de bohemia lacado en perla. Lo cierto es que cuestan una fortuna, pero merece la pena beber en ellas -sirvió un poco de agua en las copas.

No entendía nada, estaba muy confusa ante todo lo que estaba sucediendo en tan corto lapso de tiempo. Abrumada ante todo lo que me rodeaba conseguí articular palabra.

-¿Donde estamos?.

-Es un reservado privado, el cual poca gente ha pisado. La sala amanecer. Le puse yo mismo el nombre -esquivó mi mirada, e hizo un gesto como reprochándose algo-, pero no me gusta hablar de eso.

¿Que ocurría aquí?, ¿cómo que él había puesto nombre  a ese saloncito?. Y, ¿por qué estábamos nosotros allí si era tan exclusiva?.

-¿Hablar de qué? -le pregunté-. ¿Cómo que tú le has puesto nombre a este sitio?. Si me has traido aquí para conocerte mejor, deberías empezar por explicarte.

Su rostro cambió. Pude ver como su expresión pasaba de la culpabilidad por haber dicho algo que no debía, a la tristeza. No entendía porque estaba de repente tan triste.

-Ya te he dicho que no me gusta hablar de estas cosas, pero es como si en ti pudiese confiar... -titubeó un poco-, como si pudiese ser yo mismo cuando estoy contigo.

No os podéis imaginar la cara de lela que tenía en ese momento. Continuó hablando intentando ignorar mi cara de pánfila.

-Lo cierto es que este hotel es...mío -me miró como si hubiese hecho algo malo-. Aunque no vengo casi nunca por aquí.

¡¿Qué?!, ¿cómo que era suyo?.

-¿Me estas diciendo que tu eres el dueño de este lujoso hotel? -pregunté incrédula.

-No exactamente, es de mi padre. Soy hijo de Lorenzo Di Steffano... -lo dijo como con miedo a mi reacción. Y la verdad es que aquella revelación me dejó helada.

Lorenzo Di Steffano, era un empresario italiano muy importante, pero en aquella zona no se le tenía mucho aprecio, ya que estaba destruyendo parte de nuestras tierras y bosques para construir edificios. Corría el rumor de que era parte de la mafia italo-americana, y que era tan poderoso como peligroso.

Roberto estaba callado y muy serio. Esperando mi contestación. Así que no pude contenerme más. Lo solté con calma pese a mi obvia sorpresa.

-¿Eres el hijo del multimillonario más famoso de los alrededores?.

Él me miró y soltó el aire que había aguantado dentro.

-Pues aunque no me guste un pelo... es así. Aunque por favor Caroline, no se lo cuentes a nadie. Ninguna persona del instituto sabe que en realidad soy su hijo, ni que tengo todo esto -señaló a su alrededor-. Para montar fiestas ya tengo mi casa, no me hace falta un hotel, ni alardear de dinero. Aunque no lo creas es así.

-¿Pero entonces porque me has traído aquí sino para alardear? -Roberto bajó la mirada y comenzó a hablar entre susurros palabras que no llegé a entender bien. Hasta que de pronto me miró fijamente.

-No te he traído aquí para que veas cuanto dinero tengo. Sino para que sepas como soy en realidad. Quiero que veas lo que jamás muestro a nadie, y así quizás empieces a confiar en mí. Caroline yo...

De pronto una puerta se abrió y ante nosotros apareció un hombre de unos cuarenta y picos años, con algunas canas en su morena melena, pero muy apuesto. Estaba perfectamente arreglado con un traje que parecía bastante caro. Literalmente un hombre con clase, pero también destilaba la palabra peligro en sus fríos ojos azules.

-Roberto, hijo. ¡Que sorpresa verte por estos lares!, y sobre todo en tan buena compañía. ¿Es que no me vas a presentar a esta hermosa joven que hoy te acompaña?.

2 comentarios :

Déborah F. Muñoz dijo...

wow, vaya giro está dando la historia!

flor dijo...

cada parte de esta historia tiene un giro,nada es lo que se puede ver. Perdón pero quiero un capitulo mas,por favor!!!
besos y gracias por una historia mas!