jueves, 10 de mayo de 2012

SEGUNDO COMIENZO DEL RETO: "HAZLE UN COMIENZO A ESTE CUENTO"

Hola!, aquí les dejo el comienzo que ha hecho nuestra compi Déborah F. Muñoz al desenlace que os presenté:

Elena se sentía casi como una esclava mientras corría a toda prisa para llegar a la discoteca donde su hermana retozaba como una estúpida con su marido vampiro. Nunca había sido muy apreciada en su familia, siempre eclipsada por Danae, más mayor, más hermosa, más grácil... Nunca entendió, pues, por qué ella la odiaba tanto y se había dedicado sistemáticamente a poner a su familia en contra de Elena, a la que trataban siempre como si fuera un estorbo. Pero ahora que ella era la esposa del vampiro que tenía todos los derechos sobre sus vidas, la antipatía que sentía Danae había llegado a nuevos niveles, hasta el punto de convertirla en una especie de Cenicienta.

Ahora, después de un agotador día haciendo recados de unos y de otros, tenía que renunciar a sus pocas horas de sueño para llevar a Danae un estúpido pañuelo para su cuello, ya que había ensuciado el que tenía al haberse caído al suelo mientras bailaba.

Para colmo de males, cuando llegó a la puerta de la discoteca el estúpido gorila de la puerta no la dejaba pasar al no ir vestida para una fiesta ni estar acompañada de un vampiro.

-Mira, no tengo ni tiempo ni ganas de quedarme. Le doy el pañuelo a mi hermana y me largo -dijo gruñendo. El tipo se quedó ahí, plantado sin hacer nada y fulminándola con la mirada, seguramente para que se largara de una vez por todas-. De acuerdo, pues entonces llama a alguno de tus compañeros y que se lo lleve -sugirió, sin obtener respuesta tampoco. Harta, intentó hacer una treta para escabullirse dentro del local, siendo rápidamente detenida por el furioso gorila.

-Va conmigo -dijo una voz a sus espaldas. Ella se giró lentamente.

Estupendo, un vampiro, pensó cabreada. Realmente no les soportaba, pero parecía que, si quería entrar en la discoteca, tendría que soportar que uno de ellos la ayudara.

-Gracias -dijo una vez estuvieron dentro-. Tengo que irme y buscar a mi hermana. Mañana madrugo.

-Venga ya, ¿ni una copa? -preguntó él. Realmente era tan hermoso como fascinante, pero sabía muy bien que, detrás de esa belleza, los vampiros eran crueles y odiosos. Justo como su hermana. Sin duda, en otra vida fue uno.

-No, gracias, no me apetece nada, lo siento -se disculpó antes de perderse en la multitud. No obstante, él no se dio por vencido y la siguió.

Elena encontró a su hermana y le dio un ligero golpecito en el hombro para hacer notar su presencia. Danae se volvió furiosa y le dio una sonora bofetada.

-¿Por qué has tardado tanto, estúpida? -le gritó, mientras su esposo miraba divertido la escena. Ella iba a disculparse cuando el vampiro de antes intervino.

-La he entretenido yo. Y como vuelvas a tocar a mi prometida lo pagarás caro.

-¡Qué va a ser esta inútil tu prometida! Edward, eso no te lo crees ni tú, ella me pertenece -dijo despectivamente el esposo de Danae, señalando a Elena, que miraba sorprendida a su defensor.

-No tengo que darte explicaciones. Está hecho -dijo él, conduciendo a Elena a la puerta.

-Escucha -intentó razonar con él-, muchas gracias por el intento, pero te aseguro que sólo conseguirás meterme en un lío. Y no creo que a tú salgas impune por hacer esta locura porque -Edward la calló con un beso y a ella no le quedó más remedio que dejarse llevar por esa pasión arrolladora.

-Escúchame tú a mí, gatita, no habrá ningún problema para ninguno de los dos. No permitiré que te traten así. Él deja en mal lugar a los vampiros, y tu hermana es odiosa. Te deseo y creo que casarme contigo es la mejor idea que he tenido, así que si no pones más objeciones lo haremos y te trataré como a una reina el resto de tus días.

Elena iba a protestar, pero se lo pensó mejor. Besándole había sentido algo irrepetible, y sin duda su situación no podía ir a peor si accedía a la precipitada proposición. Por otra parte, el desconocido la había ayudado dos veces y, a pesar de sus colmillos, parecía buena persona.

-Me llamo Elena -se presentó.

-Yo soy Edward -sonrió él.


POCAS SEMANAS DESPUÉS


Elena bajó las escaleras con una sonrisa. Las últimas semanas había vivido con Edward, completamente feliz, y sólo había vuelto a ver a Danae y al resto de su familia cuando fue con su prometido a recoger sus cosas. Nunca había imaginado que un vampiro pudiera ser tan dulce y considerado, pero la corta convivencia con él le había hecho cambiar de opinión respecto a esa especie.

Ese día iba a conocer a los amigos de Edward en una fiesta que había hecho especialmente para él. Sabía que había tenido algunos problemas, y que había sido ayudado por ellos, que le habían apoyado en todo, pero aun así estaba nerviosa. No obstante, todo fue sobre ruedas y rápidamente hizo buenas migas con Carla, que estaba embarazada, y April, la compañera de Bill.

Cuando acabó la fiesta, miró a Edward con picardía y se encaminó a la habitación, ronroneando.

-Gatita, eres la mejor decisión que he tomado nunca -dijo él, siguiéndola.

By Déborah F. Muñoz

SIETE MESES DESPUES

La gran sala estaba repleta de personas sonrientes, tanto humanos como vampiros, que bailaban y festejaban el nacimiento de Alexia, la pequeña vampira hija de Carla y Eric. La música de fondo llenaba el ambiente, invitando a los presentes a que bailasen y se dejasen llevar por la suave melodía de los instrumentos sonantes. La iluminación del lugar era la justa, ni muy brillante ni muy tenue y las flores de diversas especies y colores adornaban cada rincón y cada esquina, siendo fiel testigo de que allí se celebraba algo.

En cuanto Edward divisó a su primo John y a Nicole al otro lado del salón, agarró de manera posesiva la cintura de su mujer y tiró de ella en esa dirección. La ayudó a abrirse paso entre los cuerpos en movimiento que ocupaban el centro del salón que se había convertido temporalmente en una improvisada pista de baile y al poco tiempo llegaron junto a ellos.

April y Bill estaban acompañándolos, aunque parecían ajenos a todo lo que les rodeaba ya que estaban más concentrados en devorarse la boca uno al otro que otra cosa. Apenas se percataron de la llegada de ellos, lo saludaron con un gesto de cabeza y continuaron con lo suyo. Si seguían así, no tardarían en pedir habitación para terminar con lo que estaban empezando. Eso o bien lo harían allí mismo, con los vampiros todo era posible y el pudor estaba siempre ausente...

-¿Cómo lo lleváis parejita? -les preguntó nada más llegar junto a ellos y mientras le estrechaba a su primo la mano a modo de saludo.

-Por mi parte muy bien -respondió John con una enorme sonrisa que lo hacía más atractivo que nunca. Siempre había sido un bello vampiro que tenia a todas las "hembras" locas y babeando por tener un poco de su atención. A muchas mujeres les ponía los hombres morenos de pelo largo-, pero parece que Nicole no lo está pasando igual...

-Me gustaría que fueses tú el embarazado, seguro que también lo estarías pasando canutas -farfulló la aludida, que estaba ya con una prominente barriguita-, una vez que una llega a los 6 meses de gestación todo se pone cuesta arriba... ¡Tengo los riñones hechos polvo!.

Elena se compadeció de ella y le dedicó una sonrisa amable mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros y la estrechaba con cariño.

-Ánimos primita, que ya te falta poco. Verás como enseguida estaremos disfrutando del pequeño Ethan, como Carla y Eric disfrutan de Alexia.

-Y hablando del rey de roma...

En ese momento, Eric y Carla llegaron a donde ellos estaban parados de manera despreocupada. La pequeña vampirita dormía en brazos de su mami. Tenía el pelo tan rubio que parecía que carecía de él y su carita regordeta lucía unos mofletes sonrojados.

-Hola chicos, me alegra que hayáis venido a la presentación de mi hija -les dijo el Sheriff mientras saludaba a cada uno de ellos como era debido. A los hombres les estrechó las manos y a las mujeres les dio dos besos, uno en cada mejilla-, Edward, ¿que tal tu hermana Michelle?.

Esa pregunta le hizo ponerse rígido, cada vez que le recordaban a su hermana se ponía en ese estado de nerviosismo. Estaba muy preocupado por ella, no había vuelto a ser la misma desde el ataque que había sufrido meses atrás a manos de Will, el loco cazador de vampiros.

-Ella sigue igual, se ofreció voluntaria para trabajar en el complejo-hotel cuidando a los niños vampiros y allí sigue. No quiere volver a casa ni salir de allí siquiera -suspiró y sintió como Elena lo miraba con compasión, entendiéndole perfectamente-, Creo que tiene miedo de salir al exterior y enfrentarse de nuevo con algún hombre...ella ya no es la misma.

-Entiendo y lamento su situación, sólo espero que lo supere pronto -hizo una pequeña pausa, como si estuviera pensando en algo-, quizás le ayudase el salir de vez en cuando, para que se adapte de nuevo a la vida fuera del complejo. Creo que si le pusiera un guardaespaldas que la acompañase día y noche se animaría ha hacerlo, ¿que te parece?.

Edward lo pensó por un momento, mientras observaba como su mujer tomaba entre sus brazos a la pequeña Alexia y la acunaba con cariño mientras Carla le contaba que tal le había ido el parto. La verdad era que su jefe tenía rezón, Michelle no podía continuar encerrada en esas cuatro paredes, apartada de la vida real y perdiéndose la oportunidad de ser feliz.

-Podría consultárselo mañana mismo, a ver que le parece...

-Pero para que pueda cuidar de ella en condiciones, debemos contratar a un humano, para que pueda salir al exterior en las horas diurnas si hiciera falta. Ella ya tiene poderes sobrenaturales si alguna vez lo necesitase... ¿Quién podría servirnos para este cometido?, ¿tienes alguien en mente?.

-¿De qué habláis? -preguntó Sam cuando hizo acto de presencia acompañado de la explosiva Ángela, que esta vez lucía un vestido tan corto que hasta se les podía ver los mofletes de su trasero respingón.

-¡Hey Sam!, ¡Que bien que venistes! -le saludó Eric contento por tenerlo consigo en ese importante evento- le preguntaba a Edward si conocía a algún humano que estuviera dispuesto a trabajar a tiempo completo como guardaespaldas. Es para que cuide de Michelle y la haga salir de su confinamiento en el que ella misma se ha metido.

El vampiro se quedó un momento pensativo y al segundo sus ojos se iluminaron con un brillo intenso.

-¿Que tal mi cuñado Adam? -inquirió.

Los otros vampiros se miraron con asombro.

-¡Claro!, no había caído en él. Seguro que es el hombre más adecuado para este trabajo.

Edward apenas había coincidido alguna vez con ese imponente hombre. Lo conocía gracias a Sam, ya que alguna que otra vez Adam los había acompañado en alguna noche de fiesta, que últimamente eran escasas ya que las mayoría las pasaba en compañía de sus mujeres. Pero ellas también salían a veces juntas para desconectar y pasar un buen rato en compañía femenina. Por eso no se privaban de reuniones de "hombres" de vez en cuando, muy de vez en cuando...

Adam era un hombre ya rozando los cuarenta años, de complexión corpulenta. Tenía unas espaldas muy anchas, unos músculos muy marcados y para ser un humano, era un buen deportista y muy envidiado por algunos vampiros por su gran habilidad en el cuadrilátero. Adam era ex-boxeador profesional y trabajaba ahora de portero en una famosa y concurrida discoteca... Sin dudas, era el hombre ideal.

El llanto de la pequeña Alexia lo hizo salir de sus cavilaciones y concentrarse en su mujer que se veía preciosa con un bebe en brazos. Esa imagen le produjo una ganas inmensas de ser padre. Eric ya lo era, John estaba muy cerca de serlo y Bill le había dicho que en menos de un año se pondría también a buscar uno... Sam era el único que reconocía que aún tanto él como Ángela no tenían ganas de ser padres todavía por un largo tiempo... ¿Y Elena?, ¿quería ella?.

En eso estaba pensando mientras observaba como Carla y Eric se despedían de ellos con Alexia entre sus brazos. La pequeña tenía hambre y estaba chupándole a su madre la sangre que emanaba de la pequeña incisión que le había hecho su padre en la parte superior del seno; justo donde comenzaba éste.

Bill y April se excusaron diciendo que tenían que marcharse ya y que ya se verían en otro momento... No sólo fue Edward el que se dio cuenta de lo que iban a hacer la parejita... estaban tan excitados que saltaba a la vista.

-Nosotros también nos vamos a ir ya -dijo Nicole con cara de sufrimiento-, tengo las piernas hinchadas y de lo único que tengo ganas es de acostarme y ¡no levantarme en días! -exclamó con una media sonrisa.

Era comprensivo, una mujer tan joven y con un embarazo tan avanzado era normal que estuviera agotada y más aún si seguía siendo la fuente de alimento de su marido vampiro.

Después de más besos y abrazos, John y Nicole se fueron también de la fiesta dejando a Edward y a Elena acompañados de Sam y su explosiva mujer.

Aprovechó que la parejita se separaron de ellos también para irse a la pista de baile a bailar para arrinconar a su esposa contra la pared y susurrarle sobre los labios:

-Gatita... ¿cuando te toca el periodo de celo? -notó como a ella se le iluminó el rostro con aquella pregunta.

-Dentro de una semana, ¿porqué quieres saberlo? -Elena ya intuía el porqué, pero aún así necesitaba oírselo decir.

-¿Te gustaría tener un pequeño Edward en casa? -lo dijo con un tono tan sensual mientras sus caderas chocaban con las de ella que Elena tuvo que ahogar un gemido.

-¿O una pequeña Elena querrás decir también, no? -antes de que le respondiera, pasó su sonrojada lengua por la comisura de los ardientes labios de su vampirito mientras también se contoneaba siguiéndole el juego de sus caderas.

-¿Eso es un sí? -preguntó con esperanza y con la voz ronca por la excitación que lo estaba envolviendo en ese momento. Su miembro erecto era un fiel testigo de ello.

-Digo que podríamos regresar a casa nosotros también y empezar a practicar, ¿no crees?.

A Edward no le hizo falta que le dijera nada más. Con una enorme sonrisa de oreja a oreja, la agarró por la cintura de nuevo y tiró de ella en dirección a las escaleras que subían a la parte superior de la mansión de Eric.

-Tengo una idea mejor, ¿que tal si le damos uso a la habitación que Eric tiene asignada para nosotros?.

Elena nada más oír eso sintió una oleada de deseo que la hizo humedecerse al instante, allí mismo, en un salón repleto de vampiros y algunos de ellos conocidos. Recordaba perfectamente lo que había sucedió allí la última vez que se quedaron a dormir en esa casa y los recuerdos eran sumamente gratos y agradables.

-Estas tardando en llevarme allí.

Como Edward diría... "Querida, tus deseos son órdenes para mi". Y sin más, la tomó entre sus brazos y literalmente voló con ella al dormitorio sin perder tiempo alguno...


By D.C. López


FIN

2 comentarios :

Astarielle dijo...

Esta super bien, me encanta, haceis wen equipo

Lectora Nocturna dijo...

Hola Sedientaaaa!!!!

Wuauuuuuu!!!! Que relato más espectacular, me encanta y me ha puesto los pelos de punta. Esta estupendo.

Escribís las dos geniales.

Mordiskos vampi