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La habitación en que Susana leía, aún malhumorada, se llenó con prontitud de múltiples estrépitos; confundida, miró a todos lados en busca de alguna explicación, sin embargo no esperó a encontrarla pronto, pues instintivamente salió. En el pasillo ocurría algo, pues los demás estudiantes corrían en el sentido contrarío en que Susana se conducía.
-¡¿Qué hiciste esta vez Alex?! -Se preguntó en voz alta atribuyendo el disturbio a los inevitables poderes del chico. Caminó con cautela y se encontró con una gran voluta de humo, que obstaculizaba identificar si alguien seguía allí, o siquiera donde se encontraba la pared o las escaleras contiguas.
Susana siguió sin rumbo por unos segundos, pues aunque conocía bien el espacio, no lograba ver nada. No pasó ni un minuto y el humo ya se estaba disipando, formando una gran nube hacia el techo del extenso pasillo y, mirando hacia el piso, Susana pudo ver al fin. Telas de colores llamaron su atención e hicieron que le diera un vuelco el corazón, era Isa y se hallaba inconsciente, se veía tan inocente con su vestimenta colorida y aunque sus gritos la exasperaban, en ese momento quería recogerla entre sus brazos; no había tiempo para eso, alguien gimoteaba más allá, casi llegando a las escaleras que descendían.
Sentada en el suelo y abrazando sus rodillas, Amalia lucía confundida y una sola palabra escurridiza entre sus labios basto para alarmar a Susana y comprender que Alex ya no se encontraba en aquel lugar.
- Baal -susurró Amalia.
Susana realizó un conjuro apresurado de aparición, que diluyó en unos segundos aquella escena teñida de gris. Pronto llegó a un exterior desolado, un camino que ni siquiera tenía huellas de animales, pues naturalmente todos huían de un ser como Baal. ¿Por qué Baal y no otro demonio se había llevado a Alex? ¿Por qué no Angul o Cresil?.
-¡¿Pero qué cosas digo?! -expresó Susana para sí-. Ellos son más poderosos - pronunció la última palabra y pensó que sólo quería evitar a Baal, porque formaba parte de su oscuro pasado en el amor-. ¡No seas cobarde! -se reprendió.
Tras cruzar una tanda de espesos arbustos, Susana pudo ver la fachada de una enorme residencia, antigua y descuidada, con maderos de un color semejante al carbón, parecía que había ardido la noche anterior, pero no había indicios de otros daños, era un color siniestro, que invitaba a apartar la vista de aquel lugar. Sin embargo, Susana sabía que era la madriguera de Baal, a donde llevaba a los Iniciados con los que quería hacer un contrato, un pacto por su cuerpo, pero también por su alma.
Baal era un Transformista, un demonio que cambiaba de apariencia apenas lo deseaba y que con engaños hurtaba los cuerpos y las mentes de los Iniciados, y caminando hacia la puerta de aquella gran residencia, a Susana le fue inevitable llamar a los recuerdos.
Susana tenía diez años, era un noviembre especialmente frío y según los meteorólogos, la ciudad de Teruel nunca había sufrido de una temperatura tan baja. Aquella noche, mientras Susana se dirigía al centro, para reparar el inmenso horno de microondas de su abuela, se percató de que alguien la seguía y sentía la presión de una mirada sobre su nuca, pero para cuando se giraba de forma repentina, no hallaba absolutamente nada.
Comenzó a asustarse cuando doblaba las esquinas y percibía de reojo una sombra escurriéndose tras los muros que le precedían. Intentó caminar más rápido, pero el peso del microondas dificultaba sus movimientos. ¡Vamos, más rápido! parecía decirle a sus pies y colocó el microondas a su costado izquierdo, con la esperanza de avanzar a otra velocidad, pero por períodos seguía viendo hacia atrás; y en un momento, cuando quiso volver la mirada hacia el frente, su rostro se impactó contra algo oscuro y muy duro, y todo paso muy rápido: el rostro le dolió, más bien, le ardió, el microondas se le resbaló de las manos y en una maniobra espeluznante, pero espectacular, con lo que había chocado ya se encontraba encima de ella.
La respiración se le entrecortó por el peso de aquel ser, que era un hombre mayor, de unos 35 años y que se encontraba mostrándole sus dientes, afilados y del color del marfil, componiendo una sonrisa desalmada. Susana se quedó sin habla, con sus labios construyendo una ‘o’ perfecta.
-Ahora eres mía -dijo aquel hombre con una voz gutural. Él, de manera muy extraña y generando nauseas en Susana, lamió la parte izquierda de su mandíbula, pasando por su mejilla y hasta subir a su frente, como si pensara terminar con ella de un mordisco. Pero algo impacto con el costado derecho de aquel hombre, y este salió disparado unos cuantos metros hacia el otro extremo, de lo que hasta entonces Susana había entendido era un callejón.
-Levántate y sígueme -le ordenó a Susana una voz impertérrita, que pronto descubrió pertenecía a un chico adolescente, de 19 años calculados subjetivamente. Susana obedeció y se dio cuenta que más allá, el hombre que la había lamido estaba había perdido el sentido; a Susana le parecía todo muy extraño, pero el temor y el agradecimiento le impedían cuestionar a aquel chico que ahora seguía con apuro-. ¿Qué haces a estas horas de la noche por este sitio? -reanudó él, después de llevar adelante, unas cuantos pasos.
-Buscaba un establecimiento donde pudieran reparar el horno de mi abuela -dijo Susana avergonzada, porque en el callejón que cinco minutos atrás habían pisado, se había quedado el horno hecho añicos de la abuela.
-¿Y no pudiste repararlo en casa? -se mofó el chico.
-¡¿Cómo demonios iba a hacerlo yo sola?! -dijo sintiendo una profunda antipatía por el chico, que hasta entonces empezaba a parecerle apuesto.
-Con tus poderes, por supuesto -dijo él naturalmente, dejando un poco atrás a Susana, pero se detuvo al ver que ella no avanzaba más- ¿Vienes o qué?. Si vuelve a aparecer ese tipo esta vez no te ayudaré -advirtió exasperado.
-¿Quién eres? -el chico había roto la barrera de comunicación, así que Susana creyó que era buen momento para preguntar-. ¿A qué poderes te refieres? - completó. Pero un silenció fugaz invadió el ambiente y llenó de brillo los ojos del chico.
-Espera... ¿no sabes...? -dijo dudando de su posición.
-Más bien, no entiendo qué es lo que pasa aquí, ni a que te refieres -Susana explicó confundida.
-¡Rayos!. Eres Susana Fariello ¿o no? -el chico se había pasado las manos por el cabello tan negro como la noche y ahora estaba jalándoselo como si quisiera hacerse daño.
- Si, ¿pero tú cómo lo sabes?. ¡¿Y quién eres?! -ella dudó.
-Baal Constant -se presentó el chico, extendió su mano para estrechársela, pero ella no le correspondió, pensaba que si había golpeado a aquel hombre de esa manera, no sabía que podía ocurrir con ella- Típico de los Fariello -dijo Baal, alzando muchos las cejas y refiriéndose a su poca educación.
Susana suspiró volviendo al presente, se encontraba a unos pasos de llamar a la puerta de ‘la casa negra’, como había decidido llamarle. A partir de ese momento en que Baal había fungido como su salvador, le había revelado que ella poseía poderes, que toda su familia los había tenido y que al igual que ellos tenía que aprender a controlarlos. La condujo a la Escuela del Dragón y le dijo que él no podía ayudarla en ese sitio y que a nadie debía mencionarle su existencia.
Y así lo hizo Susana, pero entonces entendió que algo pasaba con Baal, pues al paso de los años, el seguía igual, mientras que Susana iba teniendo los cambios propios de la edad. Y como por arte de magia, algo se despertó en su interior, algo que le hacía cosquillas al convocar la imagen del apuesto Baal, y que cuando él la buscaba, que era constantemente, desembocaba en mil estallidos internos, de felicidad y de amor.
Susana cubrió los pasos que le faltaban y se dio cuenta que la puerta estaba entreabierta, la empujó y un rechinar le erizó la poca vellosidad que había en su cuerpo. Y en la totalidad de la casa, y Susana estaba segura que también en los alrededores, la voz añorada de Baal resonó.
-Te estaba esperando -Baal no gritó, pero su voz era lo suficientemente firme como para hacer temblar a Susana - Bueno, te estábamos esperando, nos encontramos en el salón -puntualizó.
Susana pensó que quizá era una trampa y que posiblemente Baal no tendría en aquel sitio a Alex, pero lo mejor era averiguarlo. Se dirigió por la casa vacía, en que las maderas de los pisos y las paredes crujían, pero no se desbarataban apenas y las tocabas. El salón debía ser aquel cuarto poseedor del portón blanco, que desentonaba con el resto de la casa, aunque en el pomo podían percibirse huellas digitales alargadas y negras, indicio del nivel que Baal, como demonio, ya había alcanzado.
Susana desenrolló la manga de su playera y la colocó sobre sus dedos, para no tocar el pomo y abrir de una buena vez aquel portón blanco; al hacerlo, Susana notó que extrañamente era la única pieza de la casa que no profería sonido alguno. Y vio, al fondo de la larga estancia, que se hallaba Alex sentado en un sillón rojo, alto y con orejas. Al ver a Susana, a Alex se le iluminó la mirada y ella casi pudo percibir su esperanza, ya que aunque no parecía atado, seguro que Baal lo tenía bajo algún embrujo. Pero Baal, parecía imperturbable, ubicado al costado derecho de Alex, le daba la espalda a Susana y veía directamente a la chimenea, donde ardía un fuego que seguramente el había encendido.
-Entonces... ¿este es tu nuevo amigo? -dijo Baal girándose hacía ella.
-Déjalo ir -dijo Susana sin ninguna emoción en la voz.
-No es tan fácil -dijo Baal sopesando sus posibilidades de que Susana no echara a correr hacia Alex, si ella lo intentaba estaba dispuesto a liquidarlo.
-Puedo ayudarte a conseguir otro -ofreció Susana con insensibilidad al resto del mundo.
-No, lo quiero a él porque tú lo quieres, ¿cierto? -Baal no pudo esconder la amargura de su voz y Alex miró con extrañeza a Susana, creyendo comprender por vez primera su mal humor, seguro que su vida con y sin Baal, siempre había estado llena de dificultades.
-Las cuestiones de mi vida sentimental ya no son de tu interés, no desde que me abandonaste y engañaste, ¿cierto? -ella añadió con crueldad.
-Pero tu sabes porqué lo hice -dijo Baal desesperado.
- Sí, porque eres un ególatra, un demonio que juega con los humanos, una basura -a Susana le dolió haber dicho eso último, pero no tanto como a Baal haberlo escuchado.
-¿Y si te digo que me perdones?, ¿qué he sido un tonto por haberte alejado de mi vida?.
-No te creería, estás dispuesto a acabar con Alex, ¿no? -Baal no contestó-. Pues si tanto te duele que yo piense en él, como pensaba en ti, déjalo ir y acaba conmigo, así no tendríamos que pasar nuevamente por esta situación -propuso Susana.
-¡NO! -gritó Alex reclamando su presencia y rechazando un posible sacrificio.
-Tu amado no lo quiere y yo tampoco -dijo Baal cambiando de actitud repentinamente.
Pero Susana llevaba mucho tiempo preparándose para ese momento y esa última frase, marcó la sentencia de Baal. Susana se llevó las manos al pecho e introdujo una de ellas por el cuello, bajo la playera. Baal permaneció estático y Alex apenas respiraba.
Susana, en un rápido movimiento extrajo su gran amuleto, aquel que le había regalado el profesor Augustus, su mentor en la Escuela del Dragón, en el que había concentrado toda la energía de sus noches de llanto por el abandono de sus padres, por la muerte de su abuela y por el engaño de Baal. Tenía ahora en sus manos, el amuleto que llenó de la constante felicidad que le habían traído Amalia e Isa, por eso Susana siempre lucía malhumorada, porque había cambiado el sentir de todas aquellas extremas emociones, por almacenarlas en aquel objeto mágico.
Y Alex no supo porqué pero cerró los ojos, y aún así percibió un destello de luz tan blanca y brillante, que parecía ser el inicio de la vida. La última imagen que Alex se llevó a la dimensión de los sueños, fue a Susana sonriéndole con tristeza y apretando aquel medallón con decisión, como si de ello dependiera todo el mundo.
-¡Susana! -gritó Alex, despertando en una cama extraña, volviendo de la inconsciencia y recordando la sonrisa de Susana.
-¡TODO ESTÁ BIEN! -dijo Isa en su característico grito.
-¡¿Cómo qué todo está bien?! -Cuestionó asustado Alex, mirando con dificultad a Amalia, a Isa y al profesor Augustus que estaban de pie a un costado de su cama –¿Dónde estoy? -preguntó.
-Querido Alex no te angusties -contestó el profesor-, estamos en el servicio médico de la Escuela del Dragón -señaló.
-¡¿Y Susana?!, ¡¿qué pasó con Baal?! -Alex intentó levantarse, pero Amalia le colocó un brazo de forma ruda, en el estomago, impidiéndole cualquier movimiento.
-Es difícil explicar Alex, Baal se ha ido, la fuerza del amuleto de Susana ha sido muy fuerte -apuntó Amalia.
-¡Pero díganme!, ¿qué fue lo que pasó? -los tres permanecieron callados y Alex supo que no todo había salido bien, no entendía aquella magia, era apenas un Iniciado, pero su corazón le decía que algo había cambiado con Susana.
***
Era el último día del curso en la Escuela del Dragón, el sol golpeaba las paredes externas con un candor especial. Las sillas estaban dispuestas y decoradas para proceder con un evento que había motivado por un par de meses a toda la comunidad académica. Como Intermedio, Alex debía ayudar en la ceremonia de graduados de los Patrones, y además, entregar un reconocimiento muy especial. El jardín de la ceremonia ya estaba repleto y la directora Brandela Burg, dio un mensaje de bienvenida a los padres y un mensaje emotivo a los alumnos. Amalia, como la mejor estudiante del nivel Intermedio, dio un discurso sobre la amistad y en algunos puntos gritaba demasiado, parecía que juntarse con Isa ya había surtido su efecto. Al final todos le aplaudieron, porque dijo cosas que hicieron mella en su memoria y porque también ya había dejado de gritar.
Y entonces el profesor Augustus, decidió dar pie al homenaje del día.
-La valentía es algo que todos poseemos, pero que muy pocos decidimos liberar, por ello, les pido un caluroso aplauso, como este día, para recibir a la persona que se desprendió de sus temores, sin cuestionarse siquiera -Todos aplaudieron y esperaron a quien subiría a la tarima del escenario. Con una sonrisa tímida, Susana arribó con prontitud las escaleras laterales y se encaminó hacia el micrófono, mientras Alex la seguía con las manos ocupadas en una almohadilla, recordando las palabras pronunciadas por Susana al recuperarla.
-Vacié la energía del amuleto en Baal, rogando porque no se inclinara en tu dirección, pero su ser era tan pútrido, que el impacto con mi energía fue muy grande, lo destruyó, pero la energía no sabía para donde continuar y seguía fluyendo, así que regresó hacía mí, venía en mi dirección y pensé que se acercaba el final, la habitación estalló y yo me disolví por un momento. Cuando desperté, vi el suelo a través de un distorsionado cristal y no podía moverme, sentir o hablar, y así pasé lo que creí eran años, hasta que del otro lado del cristal pude ver a Amalia, Isa y al profesor Augustus. ¡Quedé atrapada en el amuleto!, ¡¿puedes creerlo?! -Susana había finalizado su relato con nerviosismo, parecía otra persona, una persona que a Alex le gustaba más.
El sol deslumbró a todos, y Alex se hizo visera con la mano, Susana le sonrío y Alex entendió que debía despertar de su aturdimiento, porque a partir del regreso de Susana, siempre le pasaba eso, bueno, si la tenía cerca. Alex finalmente tomó el micrófono.
-En nombre de todos los Iniciados, Intermedios y Patrones, te nombró Máxima patrocinadora -dijo Alex entregándole una medalla, que en realidad era su amuleto, reparado y mejorado por el profesor Augustus. A Susana se le escaparon unas cuantas lágrimas, pesadas y cálidas, que Alex no dudo en limpiar con el dorso de la mano.
-Esto lo debemos celebrar -propuso Alex en voz baja y sonriendo de oreja a oreja, mientras la audiencia presente, a sabiendas de la hazaña de Susana, aplaudía sin parar.
-¿Es una cita? -cuestionó Susana con candidez.
-Por supuesto -confirmó Alex, sintiendo que un mar se agitaba en su interior.
FIN
By Athena Rodríguez
5 comentarios :
desde luego, con este reto estamos aprendiendo por dónde va la creatividad de cada una!
muy chulo, Athena, pero me queda una duda: si a Baal lo destruye el amuleto ¿cómo estaba en la ceremonia? (hoy estoy un poco espesa, si es obvio no me lo tengas en cuenta ^^)
¡Hola Déborah! déjame decirte que hiciste un excelente trabajo con el inicio y pues tu pregunta, no entiendo a qué te refieres, porque Baal no estaba en la ceremonia debido a que ya estaba destruido, allí sólo hablo de los profesores, las compañeras de Susana y de Alex.
Ahora, si te refieres al amuleto, señalo en el escrito que ha sido reparado por el profesor Augustus.
Si me he equivocado, te ruego me señales donde nombre aquello que no corresponde. Un beso grande ^^
Me gusta el final, pero todo pasa tan deprisa que a penas me he enterado de cosas...Espero que a Cali se le ocurra otro final...(Yo claro está también lo había pensado...)
Espero, Athena, de que no fuese muy difícil la acontinuación que te dejé (me salió un poco mal ¬ ¬)
Bonito final, aunque es verdad que hay veces donde la cosa va muy rápido y una se pierde un poco. Me da pena Baal, no se, me gustaba xD y en cuanto a la ceremonia, tal vez haya un error, porque en el final sale un trozo con ".........-dijo Baal" ,del resto, me ha gustado :)
leyéndolo otra vez (más despejada) me doy cuenta de que mi confusión se debe a que había una errata, Athena. Al final, donde la ceremonia, pone: -En nombre de todos los Iniciados, Intermedios y Patrones, te nombró Máxima patrocinadora -dijo Baal entregándole una medalla...
Y claro, mi mente recién levantada se quedó un poco desconcertada XD
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