lunes, 21 de noviembre de 2011

RELATO Nº 2 PARA LA ANTOLOGÍA NAVIDEÑA (Paranormal) by Nikta

Un deseo de Navidad



Mi familia se había empeñado en montarme una fiesta para mi diecisiete cumpleaños... Lo que ni ellos ni yo sabíamos es que esa misma fiesta significaría el final de mi vida mortal.
Recuerdo que estaba agobiada con tanta atención y con tanta parafernalia, del vestido de princesita y de todo ese rollo, así que, a la que pude me escapé por la ventana de mi habitación y corrí calle abajo hasta el lugar donde había quedado con mis amigas. Las horas pasaron entre risas y cuchicheos, sé que nos metimos en un antro que le habían mencionado a Carol y que allí todo empezó a torcerse...
Era un lugar oscuro y bastante sórdido, no tenía nada especial pero a la vez tenía un toque atrayente, el ambiente era raro, denso. El olor dulzón de la bebida se mezclaba con la decoración gótica, la música estaba bastante alta pero era igual de sugerente. Era una mezcla rara entre heavy y gótico, había velas negras repartidas por el local, nos sentamos en un rincón y yo empecé a sentirme observada. Cuando quisimos darnos cuenta se nos había hecho más tarde de lo normal, salimos y nos despedimos como siempre en el mismo punto, hacía frío a esa hora así que se que me abracé a mi misma y seguí andando por la calle con un mal presentimiento, tenía un nudo en el estómago y sentía los latidos de mi corazón golpear acelerado tras mis sienes con fuerza.
Miré alrededor pero no vi absolutamente a nadie, las sombras parecían alargarse a la luz de la anaranjada farola de aquel oscuro callejón, el suelo empedrado estaba húmedo aún de la tormenta de la noche anterior, no era una chica asustadiza pero esa noche había algo extraño, lo sentía por cada poro de mi ser, alcé la vista hasta la luna y vi como las nubes empezaban a cubrirla y un escalofrío me recorrió la espina dorsal, una botella de cristal resonó al rodar por el suelo y yo di un respingo apresurando el paso volviendo los ojos hacia atrás y fue entonces al volver la cabeza al frente que aquella figura cayó del cielo.
Contuve el aliento dejando escapar un sonido extraño de sorpresa y sé que mis ojos se clavaron en las botas de aire militar que llevaba con hebillas de plata, tenía los pies afianzados y separados sobre las piedras con una seguridad aplastante, fui ascendiendo por esas piernas poderosas enfundadas en un pantalón negro, tras él ondeaba un abrigo de piel negra y seguía subiendo hasta llegar a su torso, como no, su camiseta era también negra y se adivinaba bajo ésta unos músculos viriles marcados y poderosos al igual que esos brazos que podían apreciarse bajo la piel negra. Hasta que por fin llegué a su rostro, un rostro perfecto y hermoso, duro, anguloso, masculino como todo él, seductor... sus ojos estaban fijos en mí... negros como su pelo cortado al dos. Miré hacia atrás de nuevo para sospesar la situación y cuando volví a girarme para mirarlo, él ya no estaba salvo que cuando quise darme cuenta estaba empotrada contra la pared y él estaba frente a mí con una mano alrededor de mi cuello.
Su aura salvaje y peligrosa me hizo estremecer y aquel maldito mal presentimiento llegó con más viveza que nunca. No iba a salir de ese callejón...
Ni siquiera grité, sólo me quedé muy quieta mirándolo con el reto en la mirada y el mentón alzado, irritada, enfadada, sopesando la situación, si pensaba que sería mansa por mi aspecto frágil y aniñado lo llevaba claro, al menos vendería cara mi piel por pocas opciones que tuviera.
Extendió la mano libre y dudando la detuvo a escasos centímetros de mi mejilla, muy despacio rozó con sus nudillos mi piel, la suya estaba tan helada que al mismo tiempo quemaba. Sus ojos se movieron nerviosos por mi cuerpo resiguiendo las delicadas curvas que poseía, memorizando el contorno de mis labios rosados hasta fijar sus negras pupilas en mis iris azules. Cogió un mechón castaño oscuro de mi pelo liso y aspiró su aroma, los músculos de su cuerpo se tensaron aún más bajo su ropa y yo giré el rostro como pude cuando acerco el suyo al mío. Sus labios rozaron la piel de mi cuello y yo jadeé poniéndome de puntillas para intentar liberarme de su tenaza apretándome contra la pared que arañaba mi espalda y cerré las uñas contra ésta cuando sentí como algo se hundía en mi carótida.
Un grito sordo y ahogado salió de mi cuello estrangulado, la presión aumentó y esa punzada se hundió más en mí ¡¿Aquel tipo me estaba mordiendo?! Intenté empujarle clavándole los dedos en los hombros pero parecía de acero, ajeno al dolor que me partía en dos. La cabeza me rodaba y poco a poco sentía como la fuerza me iba abandonando y la vista nublándoseme. Sentí sus labios en mi cuello una vez me liberó y yo me estremecí con un quedo gemido mientras caía al suelo desmadejada.
—“Nise no te duermas, no te duermas, lucha” —me repetí a mi misma intentando alejarme de él arrastrándome por el sucio suelo de ese callejón olvidado.
Las botas del tipo volvieron a cruzarse en mi campo de visión y noté como me alzaba como si yo no fuese más que una muñeca rota a la cual la vida se le escapaba.
—Deja de luchar o te dolerá más —su voz sensual era aterciopelada, algo ronca e hipnótica, intenté enfocar su cara pero todo se nublaba. Se me echó sobre los hombros y todo se volvió negro.
Desperté a causa del dolor, me quemaba, sentía mi cuerpo febril desgarrarse, era un dolor lacerante y atroz, me plegué sobre misma hasta que fui consciente de estar sobre un cuerpo, le aporreé la espalda y escuché un portazo tras eso él me soltó lanzándome sobre el suelo que estaba cubierto por una alfombra beige y suave. Mis brazos quedaron tendidos al igual que mi mejilla sobre un desgastado y viejo sofá de cuero marrón. Lo miré furiosa y él se agacho con esa expresión fría e indiferente frente a mí. La agonía regresó arrancándome un nuevo grito y de nuevo fue como si todo desapareciera salvo el calor de sus caricias...
Sentía sus manos recorriendo mi cuerpo con devoción, despacio... sus yemas eran llamas que calmaban mi ser, eran como un bálsamo...
Al día siguiente desperté entre las sabanas de una cama, miré alrededor ahogando un chillido tapándome la boca, justo a mi derecha estaba él, dormido, perfecto... desnudo...
Me levanté como una bala sin hacer el más mínimo ruido y me pegué a la pared mirándolo con la respiración agitada y el pulso por las nueves. Mis ojos no podían apartarse de su figura por mucho que quisiera y entonces, miré horrorizada mi propio cuerpo desnudo bajo la sábana que aferraba contra mi cuerpo tembloroso. Entonces, lo recordé... sus besos, sus manos en mi piel, nuestros cuerpos unidos entre las sedas y mi espalda arqueada sobre él, los gemidos de placer surcando la noche, su aliento...
—“¡Oh Dios mío! ¿Pero que diablos has hecho Nise?” —me reprendí.
Él estaba de costado, casi boca abajo con uno de sus potentes brazos bajo la almohada, parecía tan inofensivo ahora... relajado. Tragué y dando un paso al frente lo observé palpándome el cuello, no lo había soñado... ahí seguían las marcas de sus colmillos.
El vampiro se movió y abrió sus oscuros ojos que se clavaron directamente en mí, se volvió y pasándose los brazos tras la cabeza sonrió de un modo arrebatador que me dejó sin aliento y yo sacudí la cabeza confusa. Parecía tan pequeña al lado de su cuerpo...
Su mirada, iluminada por la suave luz que se filtraba por las ventanas, me dejo ver algo más, su soledad, su dolor... estaba cansado, triste...
Y sin saber que me impulsó a aquello volví a subir a la cama con el corazón encogido, su sufrimiento me golpeaba, puse una mano en su mejilla y lo miré. ¡¿Por qué diantres me parecía familiar?!. Había algo en él, algo que conocía... ¡¿Cómo?!.
—¿Por qué sufres tanto?.
Él rodeó mi mano con la suya y la apartó acercándola a sus labios.
—El paso de los años es una pesada carga Nise. La eternidad es demasiado tiempo para estar solo si aún te quedan sentimientos.
—¿Quién eres?.
—Lo que siempre andabas buscando, vine desde el mismísimo infierno por ti. Yo soy tu deseo...
Yo negué aturdida ya que su voz era un susurro provocador junto a mi oído.
—¿Qué me has hecho?. ¿Me has condenado para paliar tu soledad sin mi consentimiento?.
—Sólo te he liberado, bienvenida al eterno baile de la vida. Tú, querida eres mi compañera. No puedes resistirte —ronroneó tendiéndome en el lecho con una mano en mi nuca.
Jadeé cuando sus labios besaron mi yugular para abrirse paso luego por mis labios, abriéndolos. Todo estalló cuando la primera gota de su sangre resbaló por mi garganta más dulce que cualquier elixir.
Fue como si miles de recuerdos se abrieran paso a través de mi mente, como si llevará siglos repitiendo el mismo ciclo. Nacía y volvía a morir en ese mismo callejón a manos de esas criaturas oscuras, ¿por qué?. ¿Como si yo misma era ahora como ellos?, ¿o no?.
Parpadeé confusa viendo como la nieve caía fuera, lenta y silenciosa, lánguidamente, no tenía ninguna prisa en cubrir el mundo con su níveo manto. Sentí frío y los ojos se me anegaron al pensar en mi familia, había desaparecido la víspera de navidad, justo en mitad de mi fiesta de cumpleaños y no había regresado, no lo haría nunca... ¿Qué iba a ser de mí ahora?, ¿de verdad estaba sucediendo aquello?.
Lo aparté como pude en busca de aire y salí de aquella cama, miré a través del cristal escarchado y apoyé mi mano sobre este jadeando. No podía ser, tenía que estar soñando aún en la seguridad de mi casa. Seguro que me despertaría y todo estaría bien de nuevo. ¿Cómo podía ser ese mi lugar?, ¿por qué lo sentía así?.
Él me miraba paciente, como si supiera exactamente que era todo lo que estaba pasando por mi cabeza. Intenté alcanzar la puerta de la alcoba pero cuando quise darme cuenta él ya la bloqueaba y la cerraba haciéndola resonar por el vacío lugar. Di un respingo azorada e intenté poner espacio entre su cuerpo y el mío.
—Déjame salir —pedí alzando decidida la vista.
—¿Para que huyas?. No, Nise...
Me llevé las manos a la cabeza negando, aquello era una locura.
—¡Dios, esto no puede ser real!. ¡Suéltame cabrito! —empecé a forcejear y a insultarle para librarme de su tenaza ya que volvía a sujetarme por los hombros.
Él tan sólo sonrió de aquel modo irresistible y esperó a que me calmase y resoplase para apartarme el pelo de la cara.
—¿Ya?.
Asentí tratando de llevarme una buena bocanada de aire a los pulmones y aproveché para lanzarme sobre la puerta cuando me soltó. Pero de nada sirvió. Me atrapó de la cintura y me cargó sobre su espalda como si no fuera más que un fardo para luego tirarme sobre la cama.
—No me dejas alternativa –dijo y dándome la espalda una milésima de segundo volvió a subirse a la cama atándome los brazos a esta, pese a patear y maldecir. Hasta que lo mordí.
Él gruñó mirándose la herida y me cogió la cara entre sus dedos.
—Sigues siendo una fiera cariño.
—¡Suéltame!, ¡estás loco!.
—Nise, por favor. Estoy cansado de esto —se llevó la mano al puente de la nariz con un suspiro—. Sé que me recuerdas, sólo haz un esfuerzo. Debemos romper esta maldita maldición de una vez o acabaré volviéndome loco. Te necesito —me liberó una mano poniéndomela sobre su pecho.
Yo me encogí mirándole fijamente.
—No sé de que me hablas, enserio tío déjame salir, no le diré nada a la policía. Te lo juro, pero por favor no me hagas daño. Sólo quiero ir a casa.
Él volvió a pasar la mano por la cabeza con esa sonrisa apagada y dolida, cada vez que yo intentaba alejarme era como si recibiese una puñalada pero al menos me liberó las manos y mi pulso empezó a relajarse un poco.
—Está claro que haga lo que haga nunca será suficiente, ni siquiera soy capaz de salvarte. Vete si quieres, no puedo retenerte. Ahí tienes la puerta, para ti sólo soy una especie de pirado que te ha asaltado en mitad de la calle y te ha... —no acabó la frase—. Ahí tienes la puerta, pero recuerda que sólo yo puedo mantenerte ahora. Si yo no te alimento desaparecerás.
¿No podía estar hablando en serio, verdad?. Aquel chico debía estar como un cencerro pero aún sentía su sangre llenando mi cuerpo, su calor y sus afilados colmillos en el cuello. Me levanté despacio intentando no temblar y me vestí sin perderlo de vista un solo momento pegada a la pared. A ver que les decía yo ahora a mis padres...
Abandoné el lugar sin mirar atrás y corrí hacia mi casa, el aire helado cortaba mi cara y apenas podía respirar. Aporreé la puerta una vez llegué llamando a mis padres a la desesperada y me aparté de la puerta conteniendo un sollozo. No había absolutamente nadie, no se oía nada, todo era absoluto silencio, me acerqué a la ventana y pasando la mano por la superficie quite el polvo acumulado para ver el interior. El pecho me dolió al ver el interior vacío, oscuro y medio en ruinas. Allí parecía no haber vivido nadie en años. Negué con la mano y me alejé quedando en mitad de la calle con las lágrimas surcándome las mejillas. Di una vuelta sobre mi misma y miré alrededor, ni un coche, ni un alma, nada... Estaba todo desierto salvo por la nieve que seguía cayendo. Miré la carretera y ni una sola rodada manchaba la nieve impoluta.
Chillé aferrándome la cabeza y me dejé caer al suelo meciéndome como una niña, estaba completamente sola, aquello era una pesadilla. Me levanté medio zombie y empecé a caminar sin rumbo por las calles buscando alguna señal de vida, nada... Todo estaba como abandonado, como si todo hubiese desaparecido de golpe tras una explosión nuclear o algo. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal al ver los adornos de navidad aún colgando de las farolas y volví a tragar llevándome una mano al estomago.
Tenía frío y sentía como cada vez empezaba a debilitarme más. Me apoyé en una pared tratando de respirar y miré el cielo encapotado.
Las palabras de aquel tipo regresaron a mi mente y yo las deseché. Volteé apoyando el hombro en los ladrillos y me obligué a caminar. El aliento que salía de mi cuerpo se ondulaba en blancas volutas. Algo crujió no muy lejos y me detuve con los sentidos alerta. El pulso se me disparó y juro que oí una especie de gruñidos o respiraciones medio animales. Tragué quedándome muy quieta y oí como la nieve volvía a crujir sobre los tejados.
El bello de la nuca se me erizó y aterrada me di muy despacio la vuelta. Allí, tras de mí, había un tipo alto, pálido y con los ojos rojos como dos hogueras. Abrió una boca negra, llena de afilados dientes y yo salí corriendo con un estridente chillido. Me lancé al interior de unas escaleras tapándome la boca con las manos para aplacar mis jadeos y esperé. Cuando el peligro pareció pasar, salí aún a gatas mirando furtivamente alrededor por el rabillo de los ojos.
Una garra me aferró y yo chillé cerrando los ojos. No sentía el suelo bajo mis pies, empecé a patear hasta que esa cosa... Me inmovilizó y yo me vi rodeada por más de esos seres.
—Mira que tenemos aquí, pero si es la compañera de Uriel. Creía que habíamos acabado contigo, pero parece ser que ese desgraciado halló el modo de trampear la maldición.
—¡Suelta!, ¡suéltame!. ¡¿Qué diantres sois?!, ¡¿qué queréis?!. ¡¿Dónde está todo el mundo?!. ¿Compañera?, ¡¿de qué habláis?! —sollocé histérica y enfadada, no entendía nada.
—Oh, pero si acabas de despertar a la realidad, que tierna —rozó mis labios con sus uñas largas y oscuras.
—Aparta tus manos ahora mismo de ella.
El corazón me dio un vuelco al oír esa voz, escuché como cargaba un arma y las pupilas se me dilataron cuando aquella cosa se volvió conmigo cara al tipo al que había llamado Uriel. Ese ser torció la sonrisa y aún manteniéndome en vilo con el cabello flotando al aire me lanzó a las manos de otro y se lanzó contra Uriel.
Su abrigó hondeó con el movimiento y le vi golpear el pecho de aquel hombre o lo que fuera. Una saeta salió disparada silbando en el aire e impactó entre los ojos del que me sujetaba. Un chorro de sangre negra resbaló de la herida y yo me escabullí soltando otro grito. Un tercero me cortó el paso y el de la saeta en la frente se levantaba como si nada con esos ojos rojos brillando de furia.
—¡Al suelo! —al oír su orden no tuve ni que pensar, me lacé cubriéndome la cabeza y sentí como otra de aquellas flechas pasaba sobre mí impactando directamente en el corazón de uno de ellos que explotó envuelto en llamas.
Me levanté sacudiéndome los restos y lancé a correr asestándole un puñetazo a otro de ellos y grité al sentir el crujido de mis dedos. Le propiné un puntapié y seguí corriendo hacia la mano que me tendía Uriel. Éste me lanzó sobre un trozo helado de carretera por donde me deslicé hasta quedar cubierta en un resquicio de un edificio. Me aparté el pelo de la cara sosteniéndome sobre los antebrazos y miré como Uriel volteaba de nuevo, sus movimientos eran pura poesía, certeros y letales. El tipo desde luego sabía luchar, le clavó un puñal en mitad del pecho a una de esas cosas y volvió a girar tras barrer con la pierna a otro. Se agachó como pudo y al levantarse hundió el filo bajo el mentón de otro, extendió el brazo contrario y disparó un nuevo proyectil. Una de aquellas cosas le golpeó el brazo con que sostenía la ballesta y Uriel la soltó con una mueca de dolor apretando los dientes. Uno de ellos le aferró la muñeca y él no pudo moverse. Salí corriendo de donde estaba sin siquiera ser consciente y recogí la ballesta. Llamé a ese engendro y al volverse disparé y le lancé una patada a otro como toda una profesional. Uriel dio buena cuenta del que quedaba y aferrándome la mano echamos a correr. Casi no me quedaba aliento así que nos refugiamos tras un edificio.
—¡¿Qué son esas cosas?!, ¿dónde está mi familia?!.
—Escúchame bien Nise –me rodeó la cara con sus manos—. Hubo una guerra hace mucho entre ángeles y caídos. El mundo que conocías desapareció, en mitad de esa lucha, ellos te atraparon y te lanzaron una maldición para alejarte de mí y que no pudieras exterminarlos. Por eso siempre repites el mismo ciclo, por eso sientes que nada encaja. Conseguí despertarte pero tu memoria esta dañada y el mundo entero te necesita para poder renacer.
—¿A mí?. ¿Por qué?, no lo entiendo.
—Es igual cielo, tienes que mirar de recuperar tu fuerza o todo estará perdido.
—Yo...yo... No sé...
—Sólo has de desearlo, piensa en lo que más desearías ahora mismo. De verás lamento no haber podido estar ahí para protegerte —me estrechó contra él.
Su olor era tan excitante...
—Vamos —Uriel me instó a correr de nuevo pero a mí apenas me quedaban fuerzas.
Me sentía morir con cada paso que daba, cada bocanada era un suplicio, me aferré el pecho y noté como mi pulso se ralentizaba y todo iba como a cámara lenta. Uriel soltó una maldición y me cogió en volandas. Tenía fiebre y temblaba, jamás me había sentido tan mal como entonces.
—¿Qué me pasa?.
—Que necesitas que te alimente —dijo abriendo de una patada una puerta que atrancó como pudo al tiempo que me dejaba en el suelo y se quitaba la ropa.
—¿Qué estas haciendo?. ¿No creerás que vamos a hacerlo aquí y ahora, verdad?. No creo que sea el mejor momento con eso detrás de nosotros.
Pero él no me hizo ni caso y empezó a desnudarme y a abrirse un corte en el pecho.
—Para un momento, esto es de locos —le cogí las manos.
—No pienso perderte otra vez, no soportaré otro infierno sin ti. Se que lo sientes Nise, vamos... soy yo... desafiaste a todos por mí. ¿Vas a hacer que todo haya sido en balde? No dejes que ganen... Tú siempre creíste en el amor, en lo bueno, tú me salvaste de ser uno de ellos.
Yo lo miré, la desesperación y la rabia de su voz despertaban algo extraño en mí, cada vez que lo miraba el corazón me daba un vuelco. Uriel me besó y de nuevo fue como si hubiese un estallido de luz y recuerdos borrosos en mi mente. Gemí sin poderlo evitar y me abracé al cuerpo de él que me tendió en el suelo. Deslicé mis labios por el corte de su pecho y sentí como una descarga de energía me recorría.
Me aferré a su cuerpo y cerré los ojos deseando estar a salvo, deseando que todo no hubiese sido más que una pesadilla. Sentí sus manos deslizándose por mi espalda y como el frío desaparecía. No había nada más que él y entonces supe que por fin había encontrado mi hogar y que sus brazos eran mi refugió. Ya nada me afligía. Por fin encajaba en un mundo que nunca sentí como mío porque hasta entonces sólo existía como un sueño tras cortar el hilo...
Me desperté sobresaltada, un peso cruzaba mi estomago y miré alrededor. Una luz suave y cálida se filtraba a través de la ventana de mi habitación y los cantos de los pajarillos resonaban a través de las paredes. Miré el brazo que reposaba sobre mi cuerpo y sonreí cuando encontré al dueño de ese potente miembro aún medio dormido. Él abrió lentamente los ojos y sonrió atrayéndome hacia sus labios, me besó robándome el aliento y le miré aún sin acabar de entender.
—Buenos días, amor —me acarició la mejilla.
—Hola —sonreí aún sin saber como reaccionar.
¿Acaso lo había soñado todo?. Hundí mis dedos entre su cabello y me sentí en el paraíso.
—Nise cariño, a desayunar.
Oía la voz de mi madre desde la cocina y sin poder evitarlo me eché a reír de pura felicidad.
—Creo que es hora de que me vaya antes de que tu padre me arranque las alas —frotó su nariz contra la mía.
—Sí, creo que sí —me senté viendo como se ponía los pantalones de espaldas a mí.
Uriel se volvió hacía mí y yo me quedé de nuevo sin aire, era tan perfecto...
—Pero antes debería darte tu regalo, es Navidad —se agazapó como un felino frente a mí, yo ronroneé aún con esa sonrisa tonta en la cara.
—Ya tengo mi regalo de Navidad, Uriel —le puse la mano en la mejilla.
—¡Nise dormilona!, se te enfriará.
—¡Ya voy Mamá! — grité mirando hacia al puerta.
—¿Y cual es si se puede saber?.
—Tú —le besé—. Me devolviste la capacidad de soñar, de desear y creer en lo que sentía cuando parecía perdido. Tú, angelito —medio reí—. Me salvaste.
—Y tú al mundo mi vida.
—Creí que todo era una ilusión.
—Pero no lo era —dijo alzándose cuan largo era extendiendo unas preciosas alas negro azuladas—. Y ahora será mejor que me largue antes de que me pillen —me guiñó un ojo y me besó saliendo por la ventana haciendo resplandecer sus suaves alas bajo el suave sol del invierno.
—¡Nise como pille a ese arcángel en tu habitación voy a tener más que palabras con él! —escuché a mi padre dejando el periódico sobre la mesa.
Yo me eche a reír y retiré el edredón. Me vestí y bajé trotando las escaleras, una vez abajo despeiné el cabello de mi hermano que protestó soltando la consola y me dirigí a la cocina.
—Buenos días mamá —le di un beso en la mejilla robándole una tostada que me metí entre los dientes y fui hacia el salón abrazando a mi padre.
Ninguno acababa de creérselo.
—¿A qué viene esto? —sonrió él pasándome la mano por el pelo.
—A nada, me apetecía —me encogí de hombros y los miré—. Bueno, ¿qué?. ¿Vamos a desayunar?.
—Claro —parpadeó mi madre intercambiando una mirada cómplice con mi padre.
—Ha estado arriba ¿verdad?.
—¡Papá! pero si te cae la mar de bien.
—Pero tú sigues siendo mi niña y el tesoro más preciado. Además, aún eres muy joven y no quiero que te hagan daño. Nise, no nos gusta decirte las cosas porque sí, nos preocupamos por ti.
—Lo sé, y siento haberme comportado como lo hice. A veces, hace falta perder todo lo que más quieres para darte cuenta de la realidad y de que el amor es el sentimiento más fuerte y poderoso que tenemos.
Mi madre se abrazó a mi padre y tras darle un beso en el cogote me miró con un suspiro.
—Anda, ves por él y tráelo.
Sonreí sin pensármelo dos veces y salí al jardín extendiendo mis recién redescubiertas alas y me reuní con Uriel que aún estaba sentado observándonos desde el tejado vecino.
—Ya lo has oído, ¿no?.
Él asintió atrayéndome hacia él, cogiéndome de la cintura al tiempo que apoyaba su frente en la mía.
—Sí, así que será mejor que no hagamos esperar al jefe.
—No y las manos quietas. Y como se te ocurra volver a entrar sin pasar por esa puerta olvídate de ver a mi hija —se escuchó su voz.
Nosotros volvimos a reír y bajamos hasta la puerta cogidos de la mano. Uriel me miró con esos ojazos brillando y me dejó pasar delante.
—Nise...
—¿Si?.
—Te prometo que jamás volveré a dejar que te pierdas.
—Lo sé —tiré de él haciéndolo entrar.
Mi padre le tendió la mano dándole silenciosamente las gracias. Al fin y al cabo parecía que todos sabían lo que había pasado menos yo.
Nos sentamos todos en la mesa y al escuchar el sonido del cascabel del árbol que el aire mecía sonreí pidiendo un deseo en silencio, creyendo que con ganas todo puede ser realidad.
—Feliz Navidad a todos.


2 comentarios :

Eli dijo...

Ha sido un agradable relato, aunque le faltan puntos y algunas veces falla en la expresión, como aquí "Se me echó sobre los hombros y todo se volvió negro." Y vello es con v, si lo pones con b es sinónimo de hermoso. Espero que no te importe que te lo diga, es para que mejores la redacción.

Felicidades Nikta por tu relato!!!

D. C. López dijo...

Un relato muy sorprendente, con un final inesperado. Aunque como bien dice Eli, tiene algunas cosas que necesitan ser mejoradas, pero por lo demás, es un buen relato.

La trama de la historia en sí es inédita y diferente, buenas razones para conseguir atrapar al lector.

Te felicito querida Nikta por ello, gracias por colaborar en este proyecto!