miércoles, 30 de noviembre de 2011

RELATO Nº 13 PARA LA ANTOLOGÍA NAVIDEÑA (No Paranormal) By Lulai

Mi presente


Camila no había podido escapar de los reclamos de su madre, que “ya no llamas”, “hace casi una año que no nos vemos”, “tu padre quiere verte”. Su mamá la quería a toda costa en la cena, hasta había llegado a amenazarla con llevar a toda la familia a su casa, cosa que ella no iba a permitir. Prefería viajar y volverse cuando quisiera, que tener a miles de parientes en su casa por tiempo indeterminado.
Abrió la llave de la ducha y dejo que el agua le cayera en el rostro, helada y sabrosa. Se encontraba otra vez en su pueblo natal. Otra vez viendo el verde alegre de los campos donde pastaban las vacas, los pinos y los trigales. El paisaje era precioso, lástima que le traía tantos malos recuerdos. Todos recuerdos que pretendía olvidar, por eso se había mudado a la ciudad. Respiró hondo mientras se enjuagaba el cabello rubio con paciencia, solo tendría que aguantar un par de días, a lo sumo, cuatro. Solo por navidad.
¿Qué era navidad para ella?. Camila podía citar las respuestas de varios de sus familiares. “Un momento ideal para reunir a la familia” diría su madre. Para Luis, su hermano mayor el que había pasado por el seminario y era párroco sería “el festejo del nacimiento del Dios hecho hombre”. Sueños, ilusiones, regalos…Sus sobrinos morían por estas fiestas, pero ella ya no creía en Papá Noel. Tampoco le tenía mucha fe a los sueños.
Cuando terminó, cerró el agua y se envolvió en una mullida toalla. Volvió a su habitación, la cual seguía igual que como la había dejado años atrás para irse a la universidad. Se cambio con lentitud, retrasando a toda costa el momento en que tendría que salir de allí y hacer frente a su familia. Se colocó un sencillo vestido rosa de tirantes que no le superaba la altura de las rodillas y se calzó un par de sandalias de tiritas blancas.
Mientras tarareaba una cancioncilla conocida, Camila caminó por la casa. Miró las paredes pintadas de color maíz y los cuadros que su madre había colgado en ellas. Llegó a la sala sin proponérselo. Se acercó al modular que había en un costado, en las estanterías descansaban las fotos familiares. Todas de su infancia y la de sus hermanos. Se sorprendió tratando de recordar esos momentos felices que pasaba junto a Juana, Luis y Yamila cuando aún eran chicos.
Demasiado concentrada en las fotos, no notó cuando él se le acercó por detrás. Fue demasiado tarde para escapar cuando tuvo su cintura atrapada en sus masculinos brazos.
—Hacia demasiado tiempo que no nos veíamos, dulzura —esa voz provocó que un escalofrío recorriera la espalda de Camila.
—Ignacio —pronunció el nombre sin emoción alguna intentando liberarse de su agarre, pero solo logró girar y quedar mirándolo de frente—. ¿Qué haces aquí?.
—Tu madre me invitó a la cena —dijo disfrutando de su incredulidad y se arriesgo a acercar su boca a la de ella.
—Eso significa que… —Camila dio vuelta el rostro evitando el beso inconscientemente. De pronto solo tuvo ojos para mirar la pequeña figura que se había detenido en el marco de la puerta y la mirada sin poder disimular su sorpresa— Alejo…
Ignacio la soltó dejándola avanzar hacia el niño de cinco años. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Camila se inclino ante Alejo y extendió sus brazos rogando porque él la recibiera. Alejo aceptó su suplica y terminó con la distancia entre ambos permitiendo que ella lo alzara en brazos estrujándolo con ternura.
—Mi bebé —Camila lo meció contra su pecho sintiendo una felicidad sofocadora y su hijo le rodeó el cuello con sus bracitos pequeños hundiéndole el rostro en el hombro.
—Veo que ya se han encontrado —la voz de su madre rompió el emotivo reencuentro.
—¿Por qué los invitaste? —Camila se volvió hacia su madre lanzándole una mirada reprobatoria.
—Creí que tal vez querías ver a tu hijo —se justifico ella con cara de inocencia.
—Claro que sí, pero y ¿la policía?, ¿qué pasará cuando lo sepan? —levantó las cejas acuciante—. Te recuerdo que tengo una orden de alejamiento —aferró a su hijo con más fuerza rogando por qué no volvieran a quitárselo.
—No hay problema con eso —su madre se mostraba relajada y Camila no entendía a que iba todo eso —. Nacho no le dirá nada a nadie, será un secreto.
—¿Nacho? —miró a su ex marido sin creérselo—. ¿Se supone que debo agradecer el favor?, ¡¿debo decir gracias, porque después de que me quitara a mi hijo me da unas horas con él?! .¡¿Eso pretendes?! —toda la amargura que Camila llevaba dentro salió a flote.
—Jamás debiste separarte —Luis había aparecido en la sala sin que su hermana lo viera —. El matrimonio es sagrado. Dios dice que es hasta la muerte.
—¿Y qué significa eso?, ¿Dios me quita a mi hijo por divorciarme? —desafió a su hermano con la mirada.
—Dios no castiga, nosotros si —dijo eso sin desviar la mirada de Camila.
Ella negó con la cabeza. No podía ser cierto. Sabía que a su familia no le había caído bien su separación, pero no podía creer que hubieran contribuido a que Ignacio le quitara a Alejo. Miro a su madre en busca de una explicación, pero ella se limito a mirar el suelo
—Cam, ellos le ayudaron… —Yamila, su hermanita de diecisiete años, se había unido a la conversión— A ninguno le gustó que te separaras.
Siempre había sentido que no encajaba en esa familia tan conservadora, que le costaba contentar a sus padres… A ellos nada les había caído bien, ni su entrada a estudiar marketing ni su divorcio ni el haber abandonado el pueblo… Todos sus actos eran dignos de censura. Solo les había gustado que se casara con Ignacio, pero ella no había sido capaz de seguir adelante con un matrimonio en el que no era feliz.
Sin mirar nadie y aún con su hijo en brazos, cruzó la sala en dirección a la puerta. No tenía sentido permanecer más tiempo en esa casa.
—Camila… —su madre la llamó imperativamente— Vuelve en este instante.
—Déjela —Ignacio apoyó una mano en el hombro de la mujer—. Volverá.
No tenía ningún sentido llorar y lo sabía, pero quien podía evitar que las lágrimas surcaran su rostro compulsivamente. Avanzó por las calles acariciando la espalda de Alejo, que aún sin comprender mucho seguía agarrado a su cuello. Paró en una plaza y depositó al niño en el suelo. Esbozó una sonrisa de tranquilidad para él.
—¿Quieres ir a los juegos? —le peino el alborotado cabello color maíz—. Mamá tiene que pensar unas cosas, después podemos hablar.
Alejo le sonrió y se fue trotando hacia la hamaca. Camila se dejó caer en un de los bancos de madera y hundió la cabeza entre sus manos llorando.

***

Bruno miró directamente al sol como retándolo a que calentara mas la tierra. ¿Quién es su sano juicio lo enviaría a buscar cerezas un 24 de diciembre a las siete de la tarde? Solo su abuela podía lograr que saliese a hacer un recorrido inútil en pleno calor. Bueno, tan inútil no había sido. Doña Martina tenía su despensa abierta, la única que abría su negocio en víspera de Navidad.
Con la bolsa de cerezas en la mano, camino lentamente por la calle de vuelta a la casa de su abuela. Decidió acortar camino por la plaza del barrio, tal vez, hasta podía pasar por alguno de los bebederos y mojarse el cabello. La idea le sabia exquisita, pero en el momento en que se iba a encaminar hacia allí, un solitario niño hamacándose le llamó la atención. Se le acercó con rapidez al reconocerlo.
—Hey, Alejo… —lo saludó cuando estuvo a su lado— ¿y tu padre?.
El niño levanto la vista y le dedico una pulcra sonrisa.
—En casa de mi abuelos —siguió meciéndose de atrás hacia delante.
—¿Has venido solo? —buscó a su alrededor mientras hablaba.
—Ale, nos vamos —Camila apareció al ver a un extraño hablar con su hijo.
Bruno le dedicó toda su atención a ella, mirándola de tal forma que hizo que a Camila se le enrojecieran las mejillas. Él escaneó todo su cuerpo, desde su lacio cabello rubio, pasando por sus pequeños hombros, su estrecha cintura, hasta llegar a las torneadas piernas que sobresalían del vestido rosa.
—Vamos, Alejo —ella apremió a su hijo, se sentía incomoda bajo esa mirada.
—¿No podemos quedarnos un ratito más? —Alejo miró a su madre suplicándole.
—Hace demasiado calor —se excusó toscamente y lo tomó de la mano para hacerlo caminar.
—Yo quiero quedarme —chilló el niño con terquedad.         
Camila suspiro frustrada. Bruno observaba la escena sin saber quién era esa mujer.
—No podemos, nos vamos —decidió que no podía darse el lujo de discutir con su hijo y tironeó de su pequeño brazo.
—Me duele —gimió Alejo sin dejarse arrastrar por su madre.
—Ahora no, Alejo… — le lanzó una agotada mirada al niño, pero este pareció no advertirla y siguió quejándose con ojos llorosos.
—Creo que debería soltarlo —Bruno intervino a favor del pequeño.
Ella le miró sorprendida. Trató de ignorarlo y se acuclilló frente a Alejo.
—Por favor, vámonos —le rogó dulcificando su manera.
—¿A dónde? —Alejo inclinó la cabeza hacía un lado como meditando.
—A donde quieras… —accedió Camila—, pero vamos.
—¿Con papá? —preguntó el niño.
—Más tarde tal vez. —escuchar que su hijo lo nombraba la irrito de sobremanera— ¿No quieres pasar más tiempo conmigo?.
Alejo negó con la cabeza y Camila se quedó paralizada. Intentó acariciarle el rostro, pero Alejo se corrió quedando escondido tras las piernas de aquel extraño.
—Vamos, cariño. Lamento haberte hecho daño… —trataba de convencerlo de que volviera a sus brazos— No quise hacerlo.
En respuesta, él se limito a apretar la pierna de aquel hombre. No se iba a poner a discutir con aquel extraño en frente, por lo que se irguió y se adelanto para tomar a su hijo en brazos.
Bruno la detuvo, antes que pudiera dar un solo paso, poniendo su mano en el hombro de ella. Si Alejo le tenía miedo, nada bueno podía salir de esa mujer. Además, ¿quién era? No la había visto en el pueblo. Era verdad que aún no llevaba más que un año de volver allí, pero jamás la había visto.
—¿No escuchó que no quiere ir con usted? —desafió a la rubia con prepotencia.
—No se meta —le espetó ella entre irritada y nerviosa—. Usted no tiene nada que ver en esto.
—Deje al niño en paz —le ordenó y luego volviendo la vista a Alejo agregó: — Lo llevaré con su familia.
—¡¿Quién es usted para decirme lo que tengo o no tengo que hacer?! —Camila volvía a sacar el enojo contenido delante del niño. Respiró hondo antes de proseguir—. Mejor córrase y déjeme llevarme a mi hijo.
Bruno dejó escapar una risa socarrona ante la colérica mirada de ella.
—¿Cree que soy tan tonto como para creerme eso de que es su hijo? —volvió a reír sacudiendo negativamente la cabeza—. Mire, señora, conozco perfectamente a la familia de él.
El rostro de Camila pasó del enojo a la sorpresa absoluta.
—¿Ah sí?, ¿y de dónde? —cuestionó desesperada por marcharse de allí.
—No sé por qué ha de importarle eso a usted.
—Ya le he dicho que yo soy su madre —repitió ella.
Bruno se removió inquieto, ¿y si le estaba diciendo la verdad?. Era cierto que jamás había conocido a la madre del niño. Lo levantó en brazos poniéndolo a la altura de su rostro.
—¿Quién es ella, Alejo? —señalo a la mujer rubia en frente.
—Ella es mi mamá, Bruno —el niño rodó los ojos como si fuese obvio.
—Yo… —Bruno no sabía que decirle a esa enojada mujer que esperaba con los brazos extendidos a que le devolvieran a su hijo.
—No me importa —Camila ya no tenía humor para discutir menos de charlar. Se acercó y agarró a Alejo en sus brazos. Se dio media vuelta y se marchó.
Él la dejó alejarse. Le vió caminar a paso apresurado aún acunando al niño en sus brazos. Desde allí le oyó susurrarle.
—Lo siento, cariño —le acariciaba la cabecita—. No pretendía hacerte daño. Te quiero más que a mi vida, ¿lo sabes?. Te llevaré con tu padre —le prometió queriendo enmendar sus errores—. Sé que no me quieres a tu lado y es mi culpa, bebé. Te amo. Digan lo que te digan, debes saber que nada me gustaría más que estar contigo, pero no puedo. No me dejan.
Camila sintió que algo humedecía su hombro y cuando Alejo levantó el rostro para mirarle lo vió surcado de lágrimas.
—No quiero ir con papá —murmuró el niño apretando sus puñitos—. Llévame contigo.
—Que más quisiera, hijo —Camila dejo que sus lágrimas también se le resbalaran por las mejillas—. Te prometo que haré todo lo posible por que volvamos a estar juntos pronto. ¿Vale?.
—Vale —Alejo acerco su boca al rostro de su madre y depositó un beso en su mejilla. Luego se acurrucó contra su cuerpo y guardo silencio el resto del camino de vuelta.

***

En la puerta de la casa les esperaban Ignacio y su madre. Camila miró con rabia no disimulada a ambos, pero se mantuvo firme en dirección a ellos.
—Te dije que volvería, Sandra. No es tonta —se jactó Ignacio.
—Cariño… —volteó su rostro hacia su hijo y formo una suave sonrisa— ve con tu abuela que tengo que hablar con tu padre —depositó al niño en el suelo y le besó en el tope de la cabeza antes de darle una suave palmadita en su espalda. Espero a que Alejo se alejara con Sandra para volver su vista a su ex marido— Eres una basura —le escupió las palabras en la cara.
—Dulzura, no creo que en verdad pienses eso —Ignacio se mostraba tolerante a los insultos como si estuviera más que seguro que acabaría ganando.
Los ojos de Camila destilaban odio y rencor, pero él no parecía ser consciente de ello. Se le acercó con calma y con el dorso de la mano le acarició la mejilla sin que ella pudiese evitarlo.
—No me toques —intentó apartarse pero él tomó su mañeca derecha con la mano libre impidiendo que se alejara mas.
—¿Recuerdas lo felices que éramos cuando nos casamos? —acercó su rostro al cabello rubio de Camila y aspiró su aroma— ¿Y cuando nació Alejo?. Todo estaba bien y puede volver a estarlo —al decir eso los hizo girar a ambos para dejarla a ella acorralada contra la pared.
—Nada estaba bien, Ignacio —intentó tranquilizarlo, sabiendo que no sería capaz de zafarse de su agarre—. Amo a mi hijo, pero eso no me ayuda a amarte a ti.
Ignacio perdió la calma que tenía tras esas palabras y apretó su cuerpo contra el de ella. Le miró con fuego en los ojos y el ceño fruncido.
—No te ayuda —musitó con amargura para luego sonreír irónicamente—. Esto te ayudará, vas a ver —aplastó su boca contra la de ella forzándola a recibirlo, a responderle.
Camila cerró los ojos y luchó por liberarse, pero no parecía haber manera alguna de lograrlo. De pronto, todo sucedió demasiado rápido, dejo de sentir a Ignacio sobre ella y abrió los ojos. Se encontró con que entre ellos se interponía él, como hacía unos minutos lo había hecho en la plaza, pero ahora defendiéndola.
—No la toques —exigió casi como un rugido.
—¡Lárgate y déjame a solas con mi esposa! —no podía ver el rostro de Ignacio pues el torso de su salvador lo tapaba, pero por su voz sabía que había perdido definitivamente la paciencia.
—Ignacio, lo mejor va ser que no grite —Bruno se mantuvo impasible y tranquilo—. No hubiese intervenido si hubiese tratado a la señora como se debe.
—No pretendo pelearme contigo —le amenazó Ignacio con la voz contenida—, pero si sigues inmiscuyéndote en mis asuntos no me dejaras otra. Te lo dije una vez y te lo volveré a repetir: aléjate de mi familia.
—¡Tú no eres mi familia! —el grito de Camila corto la discusión de ellos— .¡Yo no tengo más familia que mi hijo!.
—¿Se puede saber que está sucediendo? —Sandra se había asomado a la puerta llamada por los gritos—. ¿Qué hace él aquí? —señalaba a Bruno.
—Él es con quien me engañaba —acusó Ignacio con soltura como si no estuviera diciendo más que la pura verdad—, la causa de que nos separáramos.
—¡¿Qué?! —exclamaron al unísono Bruno y Camila.
—¡Es un descaro que se te ocurra aparecer por aquí después de romper a una familia! —Sandra levantó el mentón con arrogancia mientras que con la mirada condenaba a Bruno.
—¿Por eso mi quitaron a Alejo?, ¿porque él les dijo que yo le engañaba? —Camila negó con la cabeza presa de la decepción que el embargaba—. Son tan maleables… Veo que le creen más a él que a mí.
Bruno no se movía ni decía nada. No entendía de qué le acusaban. ¿De ser su amante?, si apenas conocía a esa mujer.
—¿Te vas a hacer la desentendida? —le cuestionó Ignacio como si se sintiese traicionado.
—No me hables, eres una mierda —estuvo tentada a escupirle, pero se esforzó por controlar su ira. Luego se volvió hacia su madre—. Acabo de entender que no tengo madre, ni familia. No son mucho mejor que él y lo saben —dicho eso comenzó a alejarse—. No me rindo, ya sabrán noticias mías.
Caminó con rapidez tratando de poner mucha distancia entre ella y esos que la habían herido y traicionado. Se alejó unas cuadras, cuando se permitió aplacar el ritmo y caminar. Esta fiestas habían pasado de ser algo incomodo, a algo detestable. Se llevó una mano al pecho y la refregó como si así calmara el dolor que sentía por dentro.
Repentinamente unos dedos se cerraron sobre la muñeca de la mano que aún colgaba al costado de su cuerpo. Asustada y volvió con la intención de pegarle a su captor, pues creía que podía ser su ex. Se detuvo en el último momento al distinguir el cabello negro de su salvador.
—Lo lamento —se disculpó a la vez que volvía a caminar con él a su lado—, me refiero a lo de que te acusaran de algo que... —no pudo seguir hablando, pues las lágrimas acudieron a sus ojos.
—Shh… —Bruno la atrajo hacia su pecho en una tentativa por consolarla—. Ya todo pasó.
—Nada pasó —murmuró ella acurrucada contra él—. Ellos tienen a mi hijo y yo nada que me lo devuelva.
Le había prometido a Alejo hacer algo por recuperarlo, había amenazado a su madre y a Ignacio con enfrentarlos, pero ¿cómo?. Ella no poseía recurso alguno, en cambio su ex, sí y de sobra. De seguro cuando la acuso de adulterio, nadie se había molestado en comprobar la veracidad de la acusación. No, claro que no, era la palabra de Ignacio Montenegro.
—Te puedo ayudar… —dijo Bruno con nerviosismo—. Si me lo permites, puedo poner mis recursos a tu disposición de manera que lo recuperes.
Tras esas palabras, Camila fue consciente que se encontraba llorando sobre el pecho de un hombre al que apenas conocía y que de la nada este le ofrecía su ayuda. Se separó de él y le miró a la cara, tratando de vislumbrar en su mirada sus pretensiones.
Bruno se sintió escrutado por los ojos verdes de ella. Estaba casi seguro de saber lo que le cruzaba por la mente a la rubia. El también se sentiría turbado si alguien a quien acabara de conocer le quisiera prestar ayuda en algo tan íntimo, como recuperar a un hijo. Tampoco sabía bien por qué le quería prestar ayuda. La veía tan sola y cuando rompió a llorar sintió que algo se le quebraba en el interior como empatía por su dolor.
—No te conozco —murmuró Camila mordiéndose el labio inferior.
—Yo tampoco —Bruno le sonrió tratando de romper el hielo—. Me presento, soy Bruno Oñate.
—Camila Coronel —le costó soltar su nombre, pero al fin cedió tal vez llamada por la posibilidad de volver a tener a Alejo.
— Mucho gusto.
—¿De dónde conoces a mi hijo? —Camila soltó la duda que le venía rondando en la cabeza desde de que conociera al hombre
—Te vas reír, todo el mundo lo hace… —dejo ver su blanca sonrisa—, pero soy su maestro en el jardín.
A ella no le dio gracia, más bien le pareció muy dulce que un hombre se dedicara a cuidar y enseñar a niños tan pequeños.
—¿Por qué?.
—¿Por qué qué? —él levanto la cejas desconcertado por la pregunta—, ¿por qué soy maestro de jardín o por qué quiero ayudarte?.
—Lo segundo.
—Ah, fácil… —eso era mentira, ni él sabía por qué quería ayudarle— Conozco bien al padre de Alejo y no creó que este bien con él. Además, pude presenciar que ha dicho mentiras de usted para quitarle al niño y no me parece justo.
Esas justificaciones no dejaron a ninguno de los dos satisfechos. Pero Bruno solo podía esperar a ver si ella aceptaba su ayuda.
—No tienes que responder ahora, solo piénsalo. Ahora… —se pasó una de la manos por el cabello como indeciso— ¿tienes donde pasar la navidad?.
Camila abrió grande los ojos a la vez que negaba. No podía creer que él la fuera invitar a pasar la navidad juntos.
—Pues ven a casa. Mi familia no tendrá problema en recibirte, aparte podre comentarte cómo es que yo te puedo ayudar.
No supo cómo fue, pero minutos después estaba entrando en la casa de la abuela de Bruno y fue recibida como si fuese alguien más de la familia.
—Brunito, corazón, no le habías dicho a la abuela que tenias novia… —comentó la anciana cuando saludaba a Camila con un beso en la mejilla.
—Nana, ella no es mi novia —Bruno acudió en ayuda de Camila al verla ponerse de un rojo encantador—. Es solo una amiga.
Camila permitió esa mentira, debido a que sería más difícil explicar toda la situación y ella no quería ventilar su historia familiar a unos desconocidos.
—Oh… ¡Que lástima! —Nana de verdad pareció decepcionarse de la negativa—, pero si es tan linda… Mírale esos ojos, Bruno, y dime si no te enamorarías de ellos.
Él tragó saliva acorralado por la insinuación y ella bajo la mirada avergonzada. Se le acercó para levantarle el rostro y así poder observar esos vivaces ojos.
—Tienes razón, Nana… —una ancha sonrisa se dibujo en su anguloso rostro y Camila fue testigo de la dulzura con que la escrutaba— Estos ojos son preciosamente encantadores… Creo que acaban de hechizarme.
Arrebatada por la confesión, Camila se alejo un poco disimulando sus temores con una tímida sonrisa. Pero él pudo notarlo, por lo que tomo su mano y disculpándose con los familiares se la llevó a un de las habitaciones para hablar.
—Lo lamento, Nana ya me quiere ver casado y busca en cualquier chica una novia para mí —apenas hubo soltado esas palabras se arrepintió, pues vio el ceño fruncido de Camila—. Digo, no es que seas cualquier chica…Eres muy hermosa…
Ella liberó una carcajada la verlo tan rebuscado.
—Bueno, al menos logré hacerte reír —se encogió de hombros.
—Me gusta tu familia —le dijo casi sin notarlo, expresando en voz alta su deseo de que su familia fuera así—. Se nota que se quieren y te quieren mucho.
—Ya te lo he dicho… —le tomó ambas mano y busco su mirada—, si me lo permites, lograré que recuperes a tu familia.
—No lo sé… ¿Cómo lo harías? —lo miró con la expresión llena de pena.
—Mi padre es un buen abogado que tiene varios contactos que podrían ser de mucha ayuda —sabía que su padre les tendería una mano si él se lo pedía.
—No podría pedirte tanto.
—No lo estás pidiendo, te lo estoy ofreciendo —la lógica de él le hizo sonreír.
—Vamos… ¿Sabes lo linda que te queda esa sonrisa? —le guiño un ojo con ternura—. Deja que te ayude.
—Solo si me prometes una cosa —dijo ella con los ojos húmedos por una mezcla de emoción y miedo—. Prométeme que juntos haremos que vuelva.
—Te lo prometo —la atrajo a hacia su pecho y le poso un beso en el cabello—. Te devolveré a Alejo, pero ahora no llores. Me parte verte así.
—¿De verdad…? —aunque la pregunta de ella quedo incompleta enseguida él supo a que se refería.
—Si, te juro que me hechizaste —le susurró cerquita de su boca— En un solo día me enamoré de tu figura, tus ojos, tu cabello, tu temperamento… Es por eso que quiero ayudarte.
Unió sus labios en un suave beso que se les hizo eterno. Él la sostuvo en sus brazos para que no le fallaran las piernas y ella se limito a responderle el beso sin mover nada más que sus labios.
—Gracias por dejarme ayudarte —le dijo al oído cuando se separaron y tomándola de la cintura la instó a caminar—. Vamos, es hora de celebrar la navidad.

*** 

Un año después…

Camila no podía creer lo retrasada que iba. Miró su reloj, esperando que no hubiese avanzado mientras ella bajaba corriendo las escaleras del edificio donde trabajaba. Lamentablemente si había pasado, eran las once menos cuarto y ella estaba a punto de volverse loca.
Sintió su celular sonar dentro del bolso y rebusco hasta dar con él. Con una sonrisa dulce vio el nombre en la pantalla antes de contestar sin dejar de correr.
—Hola, bebé.
—¡Mamá llegas tarde! —chilló Alejo desde el otro lado sin siquiera saludar.
—Lo sé, cariño. Me he tardado más de lo que creía —intentó justificarse.
—Tardarse más de lo creías no es ir por diez minutos y quedarte cuatro horas, Cam —su amiga Juliana la regaño por teléfono.
—Ale, sabes que odio cuando me ponen en alta voz —se quejo a la vez que trataba de embocar al llave en la cerradura de su auto— Prometo que en diez minutos estaré en casa con un pollo y algo más para comer.
—Tarde, querida. Nosotros te esperamos en el restaurant de la vuelta de tu trabajo —sintió la risa burlona de su amiga y frunció el ceño.
—Pero si dije que yo iba a hacer la cena —volvió a cerrar el auto y decidió que caminaría pues no valía la pena enfrentar el tráfico por una cuadra.
—Si, así como dijiste que volverías enseguida —refutó su hijo con gran maestría.
—¡Juli deja de enseñarle esas cosas! —le grito medio en broma medio enojada.
—Yo no se lo enseñe, fuiste tú —su amiga se encontraba de un gran humor— Vamos, apurate. Queremos nuestra cena de navidad antes de las doce.
Cortó sin decir nada y corrió los metros que le quedaban. Sabía perfectamente que lugar estarían pues era su lugar favorito para almorzar en días de trabajo. Frenó en la puerta para recuperar el aliento y entró con paso relajado.
No veía la cabellera roja de Juliana por ninguna parte. No podía ser que se estuviera equivocando de lugar. Siguió revisando las mesas, hasta que dio con el rostro de Alejo que le llamaba la atención con su manito levantada, fue hacía allí.
Se quedó petrificada cuando descubrió que quien estaba en la mesa con su hijo no era Juliana, sino un hombre alto de cabello negro que se volvió a mirarla con alegría en los ojos. Esos ojos que no veía desde hacía más de medio año.
—Bruno —su nombre brotó con sorpresa de sus labios.
Él se puso de pie y tomándole una mano le beso los nudillos con ternura.
—Un gusto volver a verte, Camila —le regaló una de sus arrebatadoras sonrisas.
—¿Qué haces aquí?, ¿cómo…? —ella no salía de su sombro.
—Es un secreto… —le dijo de forma picara guiñándole un ojo y ella no pudo más que reírse a la vez que el miraba con los ojos entrecerrados.
—Fue tía Juli… —acusó el niño con alegría.
Bruno miró a Alejo desaprobando su acción, pero él se limito a encogerse de hombros.
—Mamá dice que no hay que mentir —sonrió con inocencia.
Camila negó con la cabeza conteniendo la risa.
—Tendrás que aguantarlo —le advirtió a Bruno cuando se sentaban—. Solo toma en cuenta mis lecciones cuando le conviene. Por cierto, ¿dónde está Juliana? —buscó a su alrededor esperando encontrarla en algún lado.
—Se ha ido en cuanto colgaste… Casi te la cruzas en la puerta —aclaró Bruno pasándole una carta y mirando la suya—. ¿Pedimos?.
—Claro.
—¡Por fin! —Alejo puso los ojos en blanco como si hubiese esperado mil años.
—Ya cierra el pico, enano —su madre le pellizcó la mejilla, porque él lo detestaba.
Pidieron de comer y entre que les traían la comida ninguno de los dos se atrevió a decir nada. Siendo sinceros, Camila se avergonzada de cómo había huido de él luego de recuperar a su hijo, pero aquellas emociones le habían asustado y tenía el temor de cometer otra vez el error de casarse con alguien equivocado. Por su lado, Bruno sabía bien que había cometido un error al decirle que la amaba tan pronto…Por eso la había dejado escapar y esperó un tiempo antes de volver a buscarla.
Ahora, no podía apartar sus ojos de ella…de su cabellera rubia, que le cubrían la mitad del rostro…ni de sus mejillas sonrosada…ni de sus ojos verdes, que le esquivaban. Camila revolvía su comida con el tenedor, sin animarse a levantar la vista. Sentía el inexplicable impulso de cortar ese tenso silencio, de decir algo por muy absurdo que fuese. Necesitaba escuchar su voz. Para que negar que había pensado en él todo el tiempo que estuvieron separados.
—Es extraño como actúa el destino… —murmuró ella y él se la quedo mirando sin saber a qué se refería. Se digno a posar sus ojos en él— Siempre apareces en mi vida en navidad… ¿Vendrás también la siguiente?.
—No lo creo —dejo escapar una risita al ver su dulce rostro contrariado— Quizá no me vaya nuca más de aquí —le acarició la mejilla, esperando su reacción.
Se sintió complacido cuando los ojos de ella brillaron de la emoción. Camila no aguantó más, fue capaz de dejar sus miedos de lado para estirar el rostro y apoderarse de los labios de Bruno.
—¡Feliz Navidad! —gritó Alejo a todo pulmón cuando comenzaron a sonar las campanadas de la iglesia.
El lugar se llenó del tintinear de copas al brindar y felicitaciones entre comensales y empleados. Camila y Bruno rompieron su beso sonriendo.
—Feliz Navidad, peque —Bruno lo invitó a acercarse extendiendo el brazo en su dirección para colocarlo entre él y su madre. Camila abrazó a su hijo a la vez que se le humedecían los ojos.
—No, Camila —sintió que Bruno la besaba en la mejilla—. Esta navidad no te permito llorar. Te amo, espero que esta vez sí lo aceptes y no huyas de mí.
Ella inspiró hondo.
—No me escaparé —negó sin quitarle la vista de encima a él por temor a que se esfumara—, pero eres consciente de lo que dices.
—¿Qué si soy consciente? —rodó los ojos cómicamente—. Las personas deben mirar nuestra mesa y pensar “Que linda familia”. Y yo te digo que quiero hacer realidad esos pensamientos. ¿Te parece eso prueba de que soy consciente?.
Camila asintió sin poder evitar que una lágrima se escapara de la comisura de su ojo, pero antes de esta pudiera recorrer mucho tramo Bruno la atrapó con un beso. Luego le dejo otro en sus labios.
—Te amo —le confesó ella contra su boca.
—Lo sé, cariño. Siempre lo he sabido —volvió a besarla con dulzura—. Feliz navidad.


3 comentarios :

Rosa de los Santos dijo...

Hola buenas tardes, me presento :me llamo Rosa de los Santos, y quiero pertenecer a este club de escritoras-
tengo un relato , llamado LA SAGA MATA VAMPIROS, que puedes ver en este sitio http://labrujafeliz.blogspot.com/p/la-saga-mata-vampiros.html echo y creado para un concurso vampirismo del CLUB DE LAS ESCRITORAS-
Ademas tengo varias poesías escritas tambien para otros concurso , las puedes ver aquí ,
http://labrujafeliz.blogspot.com/p/reflexiones-tristes-de-poeta.html
tambien otros poemas como el siguiente http://labrujafeliz.blogspot.com/2011/06/poesia-noche-magica-de-san-juan.html
asi como los que siguen...http://labrujafeliz.blogspot.com/search/label/Concurso
en esta pagína veras que hay mas de dos poemas ademas...
http://labrujafeliz.blogspot.com/2011/03/rima-rimando-un-poema-claudia-he-creado.html
Y decirte , Dulce , que estoi escribiendo un libro , para imprimir en papel , auto-editado - que será todo un éxito de publico y ventas,si Dios quiere-
Colaboro asidua mente en este club , con mis relatos(cuando tengo tiempo ) comentarios e ideas , y quiero seguir , colaborando , considerándome una SOCIA DEL CLUB- cosa que ya creía que era -
Es por eso que te pido , me incluyas si lo tienes a bien -
Házmelo saber y dime si falta alguna cosa por decirte-
Rosa de los Santos - TAROTISTA CARTOMANTICA , ASTROLOGA - POETA- CONTADORA DE RELATOS -MADRE - ESPOSA Y ABUELA -de Gandia Valencia- España-
SALUDOS Y MIL BESOS-

Anónimo dijo...

Huy acabo de leerlo!!!! Te quedó muy tierno Lulaii!!! me gusto mucho :) besitos!!!

D. C. López dijo...

Me ha gustado mucho tu relato preciosa. Tiene una trama muy original y toca un tema muy real que te da en qué pensar...

Lamenté lo que le ocurrió a la protagonista, verse sin el apoyo de sus familiares y sin la custodia de su único hijo... Menos mal que la verdad salió a flote y con la ayuda del prota pudo recuperar su reputación y a su niño.

Decirte que has relatado muy bien la historia y has sabido reflejar los miedos y sentimientos de los personajes, sobre todo de la protagonista. Felicidades por ello!.

Por cierto, gracias por participar en la antología!!!