sábado, 26 de noviembre de 2011

RELATO Nº 7 PARA LA ANTOLOGÍA NAVIDEÑA (No paranormal) by Nenina

Regalos de Calidad


Mi día estaba más o menos soportable, si no fuera por la nieve, los regalos, los niños y la gente, podría llamarlo un día perfecto, ahora, si incluía a mi día la comida, este sería verdaderamente un día perfecto, e incluso aguantaría a cada mujer parada frente a una joyería suspirando y rogando a Dios, por que su marido le regalara los diamantes más grandes del mostrador.          
Pasé la mirada buscando a Linda, mi mejor amiga de toda la vida. La pillé entre paquetes y seda, sentada en un lugar cerca de la ventana donde los pobres de hambre podían observarla comer.
—¿Y tú dónde te hiciste las tetas?. Parece como si te hubieran metido un montón de goma allí —indiqué con mi dedo a sus partes  novedosamente voluminosas y miré a mi amiga expectante por una respuesta, de verdad que yo misma pensaba en hacer algo bueno por mi poco y nada de busto desde que un tipo imbécil en la calle me lo ofreció de regalo, pero mirando el de ella, más ganas me daban de ponerme bello en el pecho y convertirme en hombre.
—¡Pssst! —me obligó a callar (como pensando que nadie más notó el renovado parecido a pamela anderson en morena) colocando un dedo sobre sus labios. Estos eran realmente bonitos y si, son naturales, esos que parecen rellenitos en forma de corazón.
—Es el regalo de navidad para Tom —sonrió brillante y yo me senté en mi silla, sacándome el abrigo, gorro y guantes blancos, si, yo copo de nieve.
El restaurante estaba repleto de gente comiendo sus almuerzos antes de volver al trabajo, incluso un pelirrojo bizco, delgado y de aspecto fome, escondía entre sus pies a un perro peludo y pequeño que alimentaba con restos de un plato medio vacío.
—Se que no se ve muy bonito —levantó una mano en “Stop” al ver mi levantamiento de ceja y el comienzo de una palabrota en mis labios apunto de escapar.
—Pero el doctor dijo que en pocos días van a verse perfectamente —el mozo tomó nuestros pedidos viéndose como obligado a sonreír: un agua y un vino (para mi el alcohol para ella lo... otro) y regresó de donde sea que vino, poniendo cara de estar avergonzado cuando oyó que le dije a mi amiga algo así como:—Tu busto se ve como si fuera a explotar en cualquier momento, pregúntale a él —obviamente que en un restaurante tan “Chic” como este, donde los perros se esconden bajo la mesa, los pordioseros se pegan a tu ventana y tú obtienes un vino de tres euros, no te respondería nadie. Hay que mantener la etiqueta.
—No seas pesada, ni siquiera me apoyas en esto, eres una amargada —alegó entrecerrando los ojos sin contener su disgusto.
—¡Qué condena!. Otra que me baja la balanza de señorita felicidad— el mozo volvió y lo despedimos con una sonrisa y un: –No sabemos todavía.
—Así que eres el regalo para tu Tom —la miré sonriente.
—¿Es que a él le gusta lo colosal o es que tú quieres atraparlo con ellas para que no se te escape como tus otros novios?.
—¿Vas a continuar? —preguntó tomando la carta. Aposté a que la tomó para desviar la conversación.
—¡Pero es que te las has agrandado!. ¡No es como comprarle un gorrito de lana, una bufanda, corbata o una caja de puros!. ¿No se te ocurrió nada mejor?. Tus ex dijeron que lo que “no les gustaba” era tu forma aprincesada de ser, no tu busto —hizo un ruido de disgusto y llamó al mozo con una mano.  Me pareció que la aleteaba por el rápido movimiento de muñeca.
El lugar no tenía nada especial y eso de comportarse como una princesa, es la completa verdad; sólo porque ella le pasaba un billete de cinco euros al mozo, después de cada cena, es que nos atendían en la mesa, los otros clientes se buscaban la comida por si mismos;en bandejas plásticas mal lavadas. El mozo tenía que estar tremendamente metido en la crisis. Mi amiga Linda, una princesa pobre.
—Bueno cuéntame —me dijo corrigiéndose el peinado. Tenía el cabello negro, los ojos negros, una piel broceada y unos labios gruesos pintados en un tono muy rojo. Se veía estupenda y claro está, que yo me opacaba a su lado, siendo rubia, blanca y de ojos grises... Dios se negó a colorearme, me dejó como en una película de blanco y negro.
—No hay nada que contar, el trabajo bien, la casa  mejor y yo perfectamente —me pillé sonriendo y es que su rostro mostraba algo parecido al disgusto. Quizás algo así como si esperara una detallada respuesta sobre algún tema en especial.
—¿No hay un hombre guapo, sexy y completamente loco por ti por allí? —ajá, eso era.
—¡Oh Linda!, no vengas con eso, sabes que no estoy interesada en nadie y que estoy perfectamente y muy contenta tal como estoy —dije antes de que comenzara.
—No lo estás, veo el sufrimiento en tus ojos, siento tus vibras por el suelo y sufro porque no me gusta tu soledad —¿vibras por el suelo?.
—Déjame a mi y a mi soledad tranquilas, somos la compañía perfecta —el mozo volvió y yo apunté a lo primero que encontré en “Pastas” no soy exigente y cómo lo que me den.
—Bueno —suspiró.
—¿Pero vienes esta noche a mi casa verdad?, lo prometiste —Fatal decisión tomada hace meses, no podría negarme el mismo día a pocas horas de la “gran fiesta”, aun cuando preferiría comerme una pizza frente al televisor.
—¿Cómo pretendes esconder estas hasta navidad? —pregunté apuntando con mi barbilla a su regalito.
—No es problema, él lo sabe y ya las vio, pero el paquete se abre en Navidad— se tocó con un dedo el escote tapado por tela verde.
—De todos modos duele un montón y si me quiere para toda la noche, tiene que esperar, antes me dejarían los medicamentos completamente nublada, sin dolor, pero totaaal nublada —rió alargando la “A” en total. No quería, pero me imaginé a mi amiga con una cinta roja amarrada a su alrededor, así como un auto nuevo, me sentí como comiendo limón.
El mozo nos entregó la comida, comimos; terminé el mio y los restos de ella, no soy un pájaro, yo como de verdad.
Luego cada una se fue a su casa, me percaté que Linda tenía serios problemas con el equilibrio y me pregunté si esto sería algo nuevo o algo de toda la vida... ¿Se había balanceado tanto cuando eramos porristas?. No lo creo, será el peso extra.
En mi casa me deshice de toda la ropa, en invierno “ropa” ya no es “ropa” es más como bultos. Después de quitármelo todo me sentí liviana, me congelé el culo, pero ya podía moverme bastante más fluida. Comí unas cuantas galletas y helado mientras veía un programa de animales en la tele, calentándome los pies en la estufa. Ladeé la cabeza observando esos peludos que huelen raro cuando los banas y decidí que quizás me compraría uno. Mejor no, lo perdería, o lo olvidaría y encontraría semanas más tarde, muerto tras el sofá o algo así.
A las ocho en punto, Salí de mi casa vistiendo un vestido celeste largo y con suficiente escote como para dejar miradas fieles a mis atributos, pequeños pero para nada de malos. Los zapatos eran tan altos que yo misma podría pasar por alta. Bajé los pocos escalones de la entrada cuidadosamente, procurando mirar los peldaños antes de cada paso, afirmándome fuertemente de la baranda para no caer por culpa de lo apretada que estaba la tela en mis muslos. Vamos, si por lo general me visto con algo poco mejor que trapos cómodos (como lo llama mi mejor amiga) en los días de fiesta acudo a una enorme manota de gato.
Estaba preparada para la cena de navidad más aburrida y latera de la historia. En la anterior, me encontré escondida en el diminuto cuartito bajo la escalera comiendo las cosas buenas que robé de la cocina a la nana de mi amiga. ¿Qué le daba a todo el mundo por cocinar tan sano hoy en día, que ni mantequilla se le puede poner a las malditas papas?. Te quedas con la boca sin sabor a nada, con razón que todos parecen tan amargados. Apostaría mi mano, a que es porque se les queda la comida pegada en la lengua.
Entré en mi auto y conducí por las calles vacías de la ciudad, todo el mundo ya debía estar comiendo en familia. Rodé los ojos pensando en que si la navidad es un festivo de paz, lo último que deberían hacer, es comer en familia, es como ir a un interrogatorio militar; no te golpean precisamente, pero el dolor en tu pecho viene a consecuencia de los pensamientos fuertes de tus insoportables familiares. El año pasado, no fue sólo la comida lo que me llevó a apretujarme en ese cuartito de la aspiradora, mi supuesta mejor amiga, había invitado al ogro de mi madre, la señora “pobre de mi” como deberían haberle puesto mis abuelos.
Observando las casas crecer en voluminosidad, recé por que nadie compartiente de sangre, estuviese allí esta noche.
Cuando me abrieron la puerta, lo primero que pensé fue: “hay mierda” y no, no me arrepentí ni nada por las palabrotas en el santo día.
La casa estaba completamente de rojo y dorado, con luces tan brillantes, que penetraban quemando tu cartílago, y yo ni siquiera tenía un árbol decorado en mi casa.
Miré a mi anfitriona y mis ojos se fueron automáticamente al voluminoso escote de corazón; el que me llevó a mirar el mio propio de la misma decorativa forma, para sentir la punzada de ganas de ir a un cirujano plástico en cuanto antes.
—¡Te ves estupenda! —chilló agarrándome en un abrazo.
—¡Pero llegas una hora tarde! —y antes de que yo lograra responder dando alguna escusa, me cortó con palabras venenosas.
—Te tengo una sorpresa —tomó mi mano y me tiró tras ella en dirección a la sala.
A regañadientes caminé  a su lado, pidiendo una vez más que fuera lo que fuese, no me horrorizara.
Pasamos la puerta de madera con detalles decorativos en dorado y rojo  y me encontré con un cuarto repleto de gente. Mis ojos se abrieron de par en par buscando nerviosos, a familiares no deseados (esos serían prácticamente todos mis familiares).
Mi sentido animal llamado instinto, me urgía activar mis piernas para correr de regreso a casa, por mi, saltaría ventana abajo; no es tan alto y si tenía la suerte de lograr abrir el pestillo antes de pegar el salto, no tendría que atravesar el vidrio; pero los ojos extasiados de mi amiga me obligaron con remordimiento a seguirla y pararme lado a lado a ella y frente a un bastante guapo tipo.
—Robert, ella es mi amiga Sam —sip, mi nombre es Samanta pero me llaman Sam.
El tipo ni me miró, vamos que yo por lo menos me tomé el trabajo de escanear la sorpresa. Este ni ganas disimulaba de estar allí. Por muy guapo que fuera, se veía como si le hubieran obligado a meterse un ají en el culo.
Asintió con la cabeza en saludo manteniendo la mirada pegada en la puerta.
—Hola —saludé.
—¡Entreténganse! —me susurró linda, viéndose como una niña preparada para apagar las velas de un pastel de cumpleaños. Era asqueroso de ver.
Y el tal Rober continuaba centrado en la puerta como preparando una salida de escape sin que esta fuera lo suficientemente buena para realizar.
—Normalmente uno se muestra agradable en días festivos —dije esperando que por lo menos girara y respondiera.
—Normalmente uno lo pasa bien en días festivos —respondió y ni respondiendo a mi pregunta giró. El tipo me estaba poniendo de mal genio.
—No en navidad —suspiré  buscando la mesa de las bebidas fuertes. Lo bueno de la navidad, es que los regalos alcohólicos abundan.
Di unos pasos alejándome del señor descontento , acercándome a la primera mesa que vi: Esta tenía unas cuantas bandejas con canapés, galletitas, quesos con y sin hongos, soportables e insoportables de oler.
Seguí mi rumbo  escabulléndome de charlas, sonriendo con disculpa y finalmente llegué a la mesa del comedor que estaba repleta con los platos, copas y demás. Mi amiga se encargaba de mandar a sus primas Miria, Mina y Mimi a traer la comida, seguro que le cobraban y seguro que Linda les pagaba una miseria.
—Este tal Robert me cae mal —le dije sinceramente.
—No está mal, lo que pasa es que es serio, pero se parece bastante a ti —levantó una ceja y me miró con reproche.
Entrecerré los ojos.
—No es serio, el es descortés, es borde, es maleducado —me miró sosteniendo una mueca sarcástica, sujetando un canapé en una servilleta en la palma de su mano.
—¿Y cual es la diferencia con tu forma de ser?. Mira Sam, te quiero, eres una importantísima parte de mi vida, pero... ¿Quien te aguanta como yo?— oh, golpe bajo.
—Bien, pero yo no soy así, yo dije “hola” —antes de oír su respuesta, la cual supe no me agradaría, levante una mano logrando silenciarla y me senté en la silla a mi derecha.
Oh por dios, que gente tan odiosa” pensé, observando a un tonto mal vestido con etiquetas de “Chanel” saliendo de su pantalón y chaqueta. El tipo no dejaba de hablar sobre mundanidades, creyendo que es un experto en envases plásticos de agua... ¿A quien le importa si eres tan cagado para comprar floreros, que utilizas diferentes envases de botellas plásticas?. ¿Y qué si las verdes son mejores que las transparentes o las azules?. Tenía que escapar.
Por otro lado, las mujeres no dejaban de mirar el busto de Linda y compararlo con el propio. Los hombres parecían nerviosos y distraídos mirando de tetas a la comida, como si no esperaran poder obtenerlo todo en uno.
Tomé lo que me quedaba de vino tinto en mi copa de un trago y silenciosamente me escabullí llevándome una botella de este manjar rojo líquido sin abrir.
Entré en la cocina, donde Mina, la mediana de las primas “Mi” (como les llama su propia madre) de Linda, se centraba en el trabajo de un postre verde parecido a la jalea. La saludé con un beso en la mejilla y nos sonreímos un instante antes de que yo saliera escondiendo un plato con un emparedado de atún con tomate y mucha mayo.
Ella no lo contaría, yo no me dejaría ver.
Caminé centrándome en mi destino sin mirar atrás; cuando miras atrás sucede que te atrapan, no sé con seguridad por qué, pero sucede. Creo que es porque tomas contacto visual con alguien y a este en ese momento se le ocurre querer hablar con cualquier alma perdida... y allí estás tú, aguantando una historia que ni te importa ni quieres oír pero que recibes con una sonrisa de estúpida interesada en la cara, cuando en realidad lo que quieres es escapar o llevar al narrador  a la inconsciencia.
Vi la escalera y me apeé, era mi momento, si me apuraba nadie me vería, comería y luego de dormir una media hora volvería a aparecer por unos diez minutos. Hablaría con linda, me mostraría y volvería a escabullirme.
La puerta se abrió bajo mi mano y salté adentro por poco y dejando caer el pan de mi plato cuando choqué con un pecho masculino.
—¡Dios mio! —chillé tan bajo como pude por el susto que reprimía a causa de las pocas ganas de ser encontrada bajo la escalera, escondida con mi pan, metida en un vestido de gala. ¿Cuando me convertí en la tipa amargada?. No, descarto cualquier queja a mi persona, los otros son demasiado entusiastas, eso lleva a cualquier persona normal a la locura.
—¿Y tú qué haces aquí? —le pregunté a Robert, intentando no aplastar mi bocadillo.
—Este es mi escondite —respondió como si fuera la cosa más normal del mundo.
—No —aclaré yo.
—Este es mi lugar —insistió. De pronto, por un pensamiento atrevido se me heló la piel.
—¿Estás esperando a alguien o algo así? —miré sus manos buscando que estuvieran en un lugar decente.
—No, me estoy escapando de las conversaciones que no me interesan —respondió indiferente. Tenía una voz áspera, ronca pero muy sexy. Me hacia querer... no sé, me ponía nerviosa.
—Hay muchas conversaciones allí fuera —dije esperando que me diera espacio. El lugar es pequeño y con la aspiradora detrás, poco quedaba para nosotros, ¡poco quedaba para uno!. Prácticamente estábamos pegados el uno al otro  a las murallas y a la única silla que había esperado fuera para mi. Era claustrofóbico.
—Y todas son irrelevantes —sonrió por primera vez y con esa sonrisa tenía que ser dentista.
—Lo siento por ti, pero este es mi espacio desde ya hace anos, es prácticamente mi segundo hogar —su sonrisa no se descompuso, si es que, resplandeció aún más. Me quedé embobada observándolo: tenía el cabello reluciente y sedoso, no muy corto pero no podría llamarse largo, de un color caoba, unos ojos grandes almendrados de un color verde, como ese verde del pasto luego del rocío. Era alto, apuesto y estaba pegado a mi cuerpo. Me estaba sofocando.
—Te haré un trato —susurró en mi oído.
—Yo me quedo y no le contaré a mi prima que te escondes en su fiesta —mi vida aveces es un desastre, vivo sola, no me gusta la gente, leo muchos libros con lo que me clasifican como “aburrida” y no soy que digamos una modelo, digo, al principio los hombres se sienten atraídos, pero después de que ven mi estante de libros, la falta del Tv. cable y saco mis virtudes a relucir, se escabullen de mi vida como yo en la fiesta de navidad de mi mejor amiga.
—Trato —dije y con eso no pensé que el diablo me había cautivado.
Pasamos una hora hablando, hablamos de la vida, de música, de viejas películas y series, del buen café... hablamos una hora, dos horas y mientras más hablábamos más me entretenía estar allí. Incluso comparé mi emparedado con él, y eso es algo grande.
—¡La fiesta ya acabó, pueden irse!. Nadie los va a detener —Linda golpeó la puerta, miró dentro, rodó los ojos hacia nuestros rostros sorprendidos y dijo:
—¿Acaso creen que soy tonta?. ¿Nunca se han preguntado qué es lo que  hace una silla del living allí dentro al lado de la aspiradora?. ¿Creen que la pongo ahí porque me gusta tener mi juego impar? —su cabeza desapareció del marco de la puerta y antes de que se alejara lo suficiente, se le oyó decir :— Ingenuos —y el ruido de los pasos sobre nuestras cabezas retumbó.
—Eso fue... —me quedé sin palabras.
—Vergonzoso —terminó el hombre mirándome desde lo alto, ya que la silla era mía.
—Lo ha sabido durante todos estos años —dijo. Lo miré.
—Nunca te he visto antes —le dije.
—Me cerró mi escondite con llave —lo miré perpleja.
—El baño de servicio —respondió con un encogimiento de hombros, quitándole importancia.
Realmente no quería marcharme, pero quedarme allí en el silencio con él sin saber que decir u hacer, me hacía sentir como una colegiala nerviosa y con unas hormonas demasiado alteradas.
—Bueno— comencé sin encontrar palabras.
—¿Quieres ir a tomar algo? —preguntó sorprendiéndome. Me lo pensé, claro que quería, pero era eso también lo que me ponía de los nervios, aparte que la botella que habíamos compartido, estaba ya hace mucho tiempo abandonada y vacía sobre la aspiradora... el suelo podría moverse para mi.
Dio un paso al frente mirándome desde arriba, levanté la mirada y lo ultimo que vi, fueron sus labios bajar lentamente a los míos.
¡Ohhhh y besaba estupéndo!.
Me tomó entre sus brazos, apretándome contra su pecho, su boca devorando la mía. Me sentí mejor que nunca, esta fue la mejor fiesta de mi vida y él, mi mejor regalo sorpresa.
Olía a jabón, su lengua a vino y jugaba con esta como un experto devorador profecional.
Quizás me lo llevaría a casa. me aferré a su chaqueta como una gata, besando y saboreandolo al máximo.
Y seguro como que después de esta fiestas, un montón de las invitadas se operarían el busto, que si me tomaría unas cuantas copas con él... y quizás un café para el desayuno.


1 comentarios :

D. C. López dijo...

Como la mayoría de tus obras querida Nenina, ha sido un relato muy original y divertido. Una vez más he disfrutado y me he reído con un buen trabajo tuyo.

Hay que ver de qué manera más extraña se conocieron los dos protagonistas... Ambos fueron a esconderse en el mismo sitio!!!, jajaja. Y de esa manera tan peculiar, nació el amor...

En fin bella, tu relato me ha fascinado, gracias por participar en esta antología!!!, qué sería ella sin ti y tu toque humorístico?, jejeje