viernes, 15 de junio de 2012

NOVENO RELATO NACIDO DEL RETO: CON ESTAS PAUTAS CREA UN CUENTO

Aquí les dejo el siguiente relato que he recibido para el reto: Con Estas Pautas Crea Un Cuento. Esta vez viene a manos de Francisco Javier, del blog Historias Que No Te Conté


El criminal más buscado 



La policía les pisaban los talones, la moto iba a toda velocidad por las calles desiertas, cruzando las frías calles londinenses. Ella tenia miedo, se sentía confusa, se preguntaba cada segundo como todo podía haber terminado de aquella manera. Llegaron a un giro y la moto salió a una autopista, había coches por todas partes, zigzagueando como podía entre ellos la moto negra y su hábil conductor esquivo a los policías y los perdió unos kilómetros más abajo en la infinita carretera, en el calor de la tarde. Otra vez volvía a escapárseles de entre los dedos el escurridizo criminal.

La moto fue encontrado por la policía al día siguiente, ya sólo quedaban de el las cenizas y la estructura metálica, de sus ocupantes no sabían nada, habían desparecido sin dejar rastro. Alguien pagaría las consecuencias.

*

Un día antes

Su melena rubia era peinada lentamente por la peluquera, se decantó por el rubio porque ya estaba harta de verse igual, como la tonta morena y aunque se convirtiera en algo parecido en una chica fácil, blanco de todo tipo de miradas, es lo que buscaba. Se estaba preparando para ir con su novio a la fiesta que se daba en honor al buen trabajo hecho en la alcaldía en la que trabajaba como jefe de prensa.

Al llegar la noche ya estaba lista, con un vestido verde esmeralda y unos tacones de un centímetro de color beige. El descapotable azul marino apareció en la calle antes de lo esperado, Ian era impaciente en todo y desde luego una fiesta en el que era el protagonista no iba a ser menos.

Cuando vio la gran mansión en la que se organizaba la fiesta ya sabía quien había sido el seleccionador de los premios, el padre de Roberto, Lorenzo, el mafioso millonario exculpado de todos los juicios por falta de pruebas. Todo el mundo sabía que compraba con tiempo a  los testigos e incluso al abogado del denunciante para que todo saliera como debería, para no terminar entre rejas.

Estaba repleto de mesas con manteles limpios y relucientes, por todas partes había sirvientes para servir los deliciosos aperitivos y las copas de champan en las bandejas duraban poco. Las caras puertas de madera caoba, los caros cuadros adornando paredes repletas de adornos, el suelo de mármol brillante. Definitivamente no se sentía parte de todo ello. Todo el mundo parecía divertirse menos ella. Se encontró a Ian hablando con una desconocida, comiéndola la oreja y todo delante de sus narices. Se decidió a dejarle bien claro que ella no era segundo plato de ningún tío y menos de él.

—Veo que no estas trabajando en la esquina esta noche —fue directa, no le gustaba que nadie estuviera con su novio, era posesiva pero no más de lo necesario— seguro que no soy la única que te lo ha dicho esta noche.

—Lo siento —dijo avergonzado de Caroline. La chica se fue ofendida por sus comentarios.

La sacó a la calle a rastras, la tiraba del brazo y la estaba haciendo daño.

—¿Cómo te atreves a faltarme el respeto de esta manera?, delante de todo el mundo. Te encontré en la calle y no eras nada. ¿Quién te crees que eres?, ¿Con quién crees que estás tratando?

Le dio una violenta bofetada en la cara que le dejó la mejilla roja. De la nada apareció otro chico, no podía ser, pero lo era, su mirada, ese peinado, su forma de andar y caminar, no podía ser. Quería pensar que era otro.

Le dio un puñetazo a Ian en la cara, después forcejearon pero el otro fue más fuerte, le dio otro en el estomago y después un gancho en la cara. El gilipollas de su novio yacía inconsciente en la humeda acera. Ya había aguantado bastante y tenía ganas de venganza, se acercó y le dio una patada entre las piernas. Se acercó al chico, era Roberto, le quería olvidar, para siempre y ahí estaba.

—¿Estás bien?

—Si, ahora si. Vámonos antes de que alguien nos vea.

Se subieron a la moto negra, reluciente y limpia. Cruzaron la ciudad, las luces les envolvían. Gracias a los cascos nadie les reconoció. Al llegar a un enorme, tosco y feo edificio de hormigón entraron en un garaje, él paró la moto y la ayuda a bajar.  Los tacones le hacían daño en sus pies. Sin decir nada subieron al tercero. La vista desde la ventana tampoco ofrecía mucho, rodeado de más pisos, de gente bebiendo en la calle y la molesta luz de la farola iluminando parte de la casa sin remedio pues las contraventanas de hierro parecían rotas y viejas. Se preguntaba cómo el hijo podía vivir de forma tan diferente al padre. Quizás fuera que al menos Roberto tenía ética y empatía al contrario que Lorenzo, su corrupto padre.

—Que ganas tenía de hacer esto.

La cogió de la cintura y la llevo a una cama desecha, con sabanas blancas. La beso sin parar, la fue quitando la ropa, la dejo desnuda mientras ella hacía lo mismo con Roberto, sus tersos músculos la sorprendieron, no se esperaba un cuerpo tan definido, había pasado tanto tiempo, habían cambiado muchas cosas. Ambos hicieron el amor hasta saciarse, tenían ganas de encontrarse y de amarse. El calor que entraba por la ventana fue disminuyendo según llegaba la madrugada y el frescor de la brisa les acariciaba. Cuando decidieron levantarse y comer algo el sol ya estaba calentando el día. Caroline comió una tostada con aceite y el un café sin azúcar. En ese momento se dio cuenta de que sobre la mesa había una pistola y muchos billetes.

—¿A qué te dedicas ahora?, antes eras legal, ya sabes. Todo lo malo lo tenia tu padre, ¿qué ha pasado? —dijo mirándole con el ceño fruncido. Estaba enfadada pensaba que era el chico de siempre, solo que con veintidós años.

—Digamos que ahora saco a luz los trapos sucios que puedo de mi padre y es por ello que tengo una pistola para defenderme de los polis comprados. El dinero ayuda a que algunos de sus secuaces digan la verdad, digamos que su manera de ver la vida es el dinero que saco del blanqueo de mi padre. Por eso me persigue la justicia, pero yo no hago mal a nadie, es más trato de borrar del mapa a todo aquel que lo hace. No soy un héroe ni mucho menos ni quiero serlo. Sólo que odio lo que mi padre hace y le pongo solución.

Se miraron a los ojos, su verdor resplandecía, no sabía si de amor o de compresión y tristeza frente a su dura rutina, estaba claro que él estaba enamorado de Caroline. Pero ella no lo tenía claro. Sonó el telefonillo. De repente colgó y la dijo que se metiera debajo de la cama, que abriera la escotilla, y bajará por las escaleras. Mientras tanto bloqueaba la puerta con una viga metálica, cogía una linterna y se introducían en la cavidad.

—¿Adónde da este túnel?

—Al garaje, cogeremos mi moto y huiremos. No hay otra salida. No te preocupes ya he usado esta escapatoria varias veces. Espera que apriete este botón.

Cogió el móvil e introdujo un código, apretó un botón amarillo y escuchó una pequeña explosión sobre sus cabezas.

—Es para que la habitación se llene de humo y que los policías que entren estén confusos y crean que seguimos allí, esperándoles —una sonrisa picara hizo que se estremeciera, era inteligente y eso la gustaba. Al menos no era sólo un cuerpo bonito—. Unos escalones más y hemos llegado.

Al llegar abajo usó una llave y una puerta que pasaba desapercibida, escondida entre unos grandes tubos rojos se abrió permitiéndoles el paso. Se pusieron los cascos, está vez eran blancos y salieron por una puerta trasera. Al llegar a la carretera se mezclaron con los coches que a  esas horas de la tarde volvían del trabajo. Los enormes autobuses rojos eran los que más ayudaron hasta que se encontraron con un control y les persiguieron. Encontraron la forma de despistarles en la autovía y se dirigían al puerto. Su amante protector estaría siempre junto a ella, nunca la dejaría sola frente a todo. Había cambiado su vida, con eso era suficiente.

*

En las noticias decían que eran los criminales más buscados, entonces apareció una foto de un chico moreno de mirada de color verde y una joven rubia de ojos azules con un gesto inocente en su cara. Aplastó el vaso de plástico. Se les había vuelto a escapar y cada vez sabía menos que medidas tomar. Lorenzo dio un golpe a la mesa, este último soplo le había salido muy caro, debido a ello el comandante de policía se estremeció. El corrupto le miró al policía con rabia.  Otra vez. La misma historia y la de siempre a la vez. Cogió el revolver, quitó el seguro y apuntó al comisario.

—¿Sabe sumar tres y una? —le dijo al comandante.

—Si… pero.

Apretó el gatillo, estaba harto de escuchar a gente inútil y aún más incompetente como él, y ya iban cuatro con este. Ni sobornados eran capaces estos policías de cerrar el pico.

—Pues con usted ya serán cuatro.

Y escupió al impoluto traje del oficial mientras avisaba a sus matones que se deshicieran del cuerpo.


FIN

1 comentarios :

Lu Morales dijo...

Una trepidante historia llena de acción, y amor. Una combinación explosiva, jejeje!!
Me ha encantado esta historia!
Besos!