lunes, 4 de abril de 2011

"ENTRE LAS SOMBRAS" RELATO CREADO POR D.C. LÓPEZ (No recomendado a menores de 18 años)



ENTRE LAS SOMBRAS

Una noche más como tantas, el hombre se fundió con la naturaleza que lo rodeaba, oculto entre las sombras. Parecía formar parte de aquél lugar, tan sombrío, tan oscuro y siniestro. Ese era su principal objetivo, pasar desapercibido para poder acechar a su próxima víctima. Una vez más estaba de caza, como llevaba haciendo en sus miserables años de vida, unos largos e intensos años. Su existencia superaba los más de quinientos malditos años, siempre con la misma sed que lo consumía y acompañaba cada día, cada instante, cada noche, cada segundo... y sólo había una manera de saciarla.

Conteniendo la respiración y haciendo el menor ruido posible, William observó al grupo de seis chicas que salían de una discoteca concurrida. Sus alegres sonrisas y femeninas voces lo envolvieron, llenando de melodía sus sensibles oídos desarrollados. El olor del perfume y de la sangre de cada una de ellas inundaron sus fosas nasales, aumentando su apetito a tal punto que rozaba la locura extrema. ¡Tenía tanta sed!. Con paso sigiloso y silencioso, William fue tras ellas, siguiéndolas en la distancia sin que fueran conscientes de su presencia. No sabían que un depredador nocturno se ocultaba muy cerca de ellas, esperando la ocasión perfecta para atacar.

Giraron por una calle que daba acceso a un callejón igual de lóbrego que el anterior, un coche blanco estaba estacionado allí, en el comienzo de la calle. Cinco de ellas se montaron en él después de despedirse de la sexta y con un ruido estridente, el vehículo fue arrancado. Las ruedas chirriaron sobre el viejo asfalto cuando se deslizaron por la carretera, mientras era conducido con un destino desconocido para el vampiro.

Nerviosamente, la muchacha pelirroja que había quedado sin compañía alguna, avanzó a paso ligero, introduciéndose más todavía en el oscuro callejón, sin saber que se metía en la boca del lobo...

William no perdió tiempo y la siguió, guardando las distancias y calculando su próximo movimiento. No muy lejos de allí había otro coche aparcado en el lado derecho de la calle, se trataba de un Ford Focus gris metalizado. Las luces de los intermitentes fueron accionados por un periodo breve de tiempo, cuando la pelirroja presionó el botón del mando a distancia. Durante esos escasos segundos, William quedó momentáneamente cegado, ya que poseía una vista demasiado desarrollada y los cambios bruscos de luz le molestaban. Antes de que la mujer alcanzara a abrir la puerta, William la sujetó del brazo izquierdo y la obligó a girarse, para quedar enfrente de él, de un depredador, de una criatura de la noche...

El grito que amenazaba por salir de la garganta femenina, fue silenciado por la amplia mano del vampiro; ahora este tenía el cuerpo de la joven victima aprisionado contra el suyo, además de un brazo rodeándole la cintura y una de sus manos sobre la boca.

En los oídos de William retumbaba el eco de los fuertes latidos del corazón de la humana, que bombeaba a gran velocidad, con frenesís, debido al miedo que la inundaba. Así mismo, su cuerpo delicado se encontraba temblando entre sus musculosos brazos, pero repentinamente dejó de forcejear, de intentar gritar o huir de sus garras, pues en cuanto sus ojos se clavaron en los de él, quedó totalmente hipnotizada y a su merced; esa era una de las grandes ventajas de ser un vampiro, un ser antinatural; él podía cautivar a cualquier mortal con solo una de sus miradas penetrantes color ámbar.

Sus ojos brillaban intensamente, reflejando la luz de la luna que bañaba la ciudad en esa noche calurosa de principios de verano. Una sonrisa ladeada cubrió su rostro masculino, de severos rasgos duros y a la vez, bellos. Era un espécimen muy atractivo y hermoso entre los suyos, con su larga melena rubia y su cuerpo musculoso de casi dos metros de estatura. Nunca había tenido problemas para ligar, o para atraer a sus víctimas; pero esa noche estaba demasiado sediento y no podía perder más el tiempo, tenía que actuar y rápido. Ya no era sólo para saciar su maldita necesidad, que le hacía arder la garganta y padecer un fuerte dolor en las entrañas... no, lo hacía también por el bien de su víctima. Un vampiro en su condición, podría perder los estribos y cometer una locura si no saciaba pronto su sed.

No sería la primera vez en su larga y extensa vida que, muy a su pesar, había acabado con la vida del desafortunado humano que había caído en sus manos. A veces eso pasaba, empezabas a beber con fuertes e intensos tirones de la vena sangrante, sin controlar la cantidad substraída y cuando te venías a dar cuenta, lo habías dejado drenado, totalmente seco.


Ahora que tenía a la pelirroja bajo su hechizo vampírico, William la tomó entre sus fuertes brazos y la llevó al callejón de al lado, donde sabía que tendrían privacidad al estar entre dos edificios abandonados; nadie pasaría por allí a interrumpirlos.

Lentamente, la dejó de nuevo en el suelo, apoyada contra la fría y grisácea pared del viejo inmueble que tenía más a mano. Se separó lo justo para poderla observarla como era debido; todavía no había estudiado minuciosamente la mercancía y sentía curiosidad.

Con lujuria en su mirada, recorrió el cuerpo femenino, que estaba a su vez observándolo atentamente y esperando... Y la espera no iba a ser muy larga, eso seguro.

La muchacha de no más de veinte años, llevaba puesto un vestido negro, de esos que se adhieren a la piel y dejan a la vista la forma de sus redondas y sensuales curvas femeninas. Sus pechos no eran pequeños, pero tampoco eran demasiado grandes. Aparentemente parecían firmes, pesados y presumiblemente de suave textura.

William continuó evaluándola, y lo que más le gustó eran sus largas piernas, que parecían no terminar nunca. Tan bien formadas, perfectamente definidas, y lo suficientemente fuertes como para poder aferrarse correctamente a sus caderas cuando la tomara.

Inconscientemente, se relamió los labios, anticipando la gloria que vendría después, cuando finalmente la probase y se fundiera con ella. Realmente había cazado una excelente pieza.

Ante la mirada atenta de la mujer, William se acercó a ella con paso decidido, acortando los escasos dos metros que los separaban; ahora su enorme e imponente cuerpo cubría al de la joven, que era mucho más pequeño y delicado que el suyo.

Sin perder el tiempo, sus labios atraparon los de ella, fundiéndose en un hambriento y urgente beso. Su lengua intentó abrirse paso en la boca femenina, la cuál no tardó en corresponderle y darle la bienvenida, chocándose la una con la otra, acariciándose y fundiéndose como si fueran una sola.


Un gemido de placer retumbó en ambas bocas, mientras la pelirroja se arqueaba sensualmente, derritiéndose con aquél beso tan apasionado e intenso. Su cuerpo ansiaba más, necesitaba más, por eso se presionaba contra él, intentando que todas sus moléculas tacaran al hombre. Una pequeña mano voló a la nuca rubia del vampiro, unos finos y largos dedos se introdujeron en la cabellera masculina, entrelazando y jugando con sus largos y espesos mechones. La otra mano vagó perezosamente hasta la altura del prieto trasero de William. Su palma aferró una de sus duras nalgas y apretó sobre ella, marcándolo con su caricia y presionando más hacia ella, para sentirlo más cerca.

William no perdió el tiempo tampoco, mientras su boca seguía devorando a la excitada mujer, una de sus manos atrapó uno de sus turgentes senos y jugó con él. Finalmente el pezón se endureció lo suficiente para quedar visible tras la tela del vestido. La otra mano, también juguetona, alcanzó uno de sus desnudos muslos y la incitó a subirlo. Ahora una de las hermosas piernas de la mujer descansaba sobre un lado de su estrecha cadera. Él la ayudó a que subiera también la otra y la dejara apoyada en el otro lado; en pocos segundos el vampiro se vio rodeado con ellas, que se aferraban a él como si le fuera a ir la vida en ello.

El bajo del vestido negro se había subido lo suficiente para dejar a la vista sus blancos y tiernos muslos. William terminó de plegar la arrugada tela, hasta dejarla por encima de la cintura y dejando expuestas de ese modo las braguitas blancas. El fuerte aroma de la esencia femenina lo golpeó de lleno, provocando una reacción primitiva en el vampiro. Sin poderlo remediar, sus largos y puntiagudos colmillos salieron de sus encías para mostrarse en toda su plenitud. Estaba más que preparado para darse un festín.

Su endurecido miembro palpitaba contra el sexo de la mujer, reclamando atención y pidiendo a gritos salir de la prisión que eran sus pantalones. Pero todavía era pronto, aún tenía que saborear y degustar mejor a su víctima. Por eso, separó su boca de la suya, rompiendo el beso y comenzó a lamer con su experta lengua la barbilla de la muchacha. Su recorrido descendía lentamente hacía abajo, bajando por el elegante y esbelto cuello de la mujer y alcanzando su escote. Siguió jugando con su lengua, saboreando, probando y lamiendo cada centímetro expuesto. Finalmente alcanzó el endurecido pezón que resaltaba y sobresalía tras la tela del vestido y lo mordisqueó. Ella en respuesta, arqueó la espalda hacía atrás, levantando más su pecho para que él pudiera tener mejor acceso.

Mientras ella continuaba acariciando su cabello y su trasero, William daba largas caricias a uno de sus suaves muslos, mientras que con la otra mano acunaba el otro seno. Mientras, la tela del vestido se estaba mojando bajo su caricia húmeda, fue entonces cuando decidió bajarle el tirante elástico para dejar el pecho al descubierto. El sonrosado y endurecido botón estaba apuntándolo, incitándolo a que continuase con lo que estaba haciendo.

Con una sonrisa victoriosa, volvió a bajar la cabeza para atrapar entre sus dientes el excitado pezón para seguir con la tortura. La agitada respiración de la hembra retumbaba en la calle, junto con sus débiles gemidos y jadeos. Tenia que silenciarla, tenía que hacerla callar antes de que delatará a algún transeúnte de la presencia de ambos. Por ello, liberó el sabroso brote rosado y volvió a besarla, con más intensidad que antes, con más urgencia y lujuria.

La mano que estaba acariciando el muslo desnudo de la mujer, se volvió codiciosa y se atrevió a ir a más. Primero comenzó tocando el cálido muslo interno, para luego continuar ascendiendo y llegar hasta la entrepierna. Con dedos sabios y expertos, acarició el sexo de la mujer por encima de las braguitas. Ella estaba lista, húmeda y preparada para él. Las ladeó e introdujo uno de sus largos dedos por la chorreante hendidura y la penetró.

Los gemidos de placer de la mujer hacían eco dentro de la boca del vampiro, por eso el se negó a romper el beso y siguió atormentándola con su lengua y con su dedo. Cada vez bombeaba con más fuerza en las venas la sangre de la mujer, llamándole, recordándole el sabroso sabor metálico que tenía para su disfrute. Ya casi era la hora...

Dejó el pecho libre y con un solo movimiento, se bajó la cremallera de la bragueta y liberó su más que hinchado y endurecido miembro. Con otro movimiento igual de preciso, empujó el glande sobre la húmeda y cálida entrada femenina hasta hundirlo muy adentro. Le siguió el resto del eje viril y hasta que no la penetró hasta la empuñadura, no dejó de empujar. Comenzó a bombear una y otra vez, con largas y profundas embestidas, mientras las estrechas y carnosas paredes vaginales lo envolvían. El placer era inmenso, la sensación de tener su carne dentro de la de ella solo era comparable al éxtasis que se sentía cuando uno cumplía con sus deseos.

Ahora lo único que se podía oír era el sonido que se producía cuando las carnes chocaban entre ellas, junto con ambas respiraciones agitadas. Y él, cada vez la penetraba con más fuerza, más duro, con más impaciencia y cuando estaba apunto de alcanzar aquél maravilloso lugar donde todo el mundo quería ir y nunca volver, se acercó a su cuello y la mordió.

Los afilados colmillos perforaron profundamente la tierna piel de la mujer, produciendo unos pequeños orificios por donde comenzaban a salir la deliciosa sangre humana. William tragó con avaricia, con ansías y avidez. Dejó que el espeso líquido rojo se derramase por su garganta, calmando su sed y apaciguando el dolor de sus entrañas. En ese momento, la pelirroja llegó al clímax cuando sintió los incisivos hundiéndose en su cuello, no sintió dolor alguno, simplemente notó una sensación electrizante que la hizo gozar de tal manera que aceleró la llegada de su delicioso orgasmo.

Esta vez tenía libertad absoluta para gritar a los cuatro vientos un gemido satisfactorio, que retumbó en la solitaria calle. Y a pesar de ello, William siguió dándole largos tirones a su vena, mientras su garganta trabajaba tragando sin pausa y entonces llegó el momento. Las paredes internas del canal estrecho de la mujer, se contrajeron violentamente, cuando ésta alcanzó su éxtasis. Sin ser consciente, lo estaba ordeñando, haciendo que unos chorros espesos y cálidos salieran disparados de su pene, llenándola.

Lamió las pequeñas heridas producidas por su mordedura para que cicatrizaran y se separó de ella. La mujer casi pierde el equilibrio cuando se encontró sola, sin el soporte del cuerpo masculino. Estaba un poco débil debido a la pequeña pérdida de sangre y las piernas aún le temblaban con los repiques de los espasmos de su reciente corrida. Al terminar, acomodó de nuevo el pene dentro de sus jeans negros e intentó peinar su larga melena con la mano, sin conseguir domarla.

Ayudó a la mujer a regresar a su vehículo y se largó de allí sin mirar atrás. Ya había cumplido con su cometido, había saciado ambas necesidades y ahora tocaba regresar a su vida cotidiana.

Mañana sería otro día...


FIN

3 comentarios :

Lourdes dijo...

¡Ayy madre míaa! Impresionante nena, me encantó, un erotismo perfecto y a la vez sobrenatural. ¡Ideal Dulce te felicito!
Un beso grande.

Anónimo dijo...

Fina. Hola esta super bueno, que lastimaque fue cortito, mil gracias por tu trabajo, por compartir, besos.
Que todos pasen una linda semana, besos, chao

Lala dijo...

Dios mio, valla pedazo de relato, me dejo loca jaja. Me encanta todo lo que escribe ♥♥