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jueves, 26 de abril de 2012

SOBRE ASUNTOS/PROYECTOS DEL CLUB

Hola de nuevo a tod@s!, hoy voy a contaros cosas sobre los diferentes proyectos que hay activos en el club.

Empezaré por hablaros de la Antología "Pasión De Navidad":

1. PASIÓN DE NAVIDAD:

*Decirles que, ahora mismo este proyecto está en "pause", a la espera de que las socias que formarán parte de dicha Antología, corrijan sus relatos y se los entreguen a nuestra compi y colaboradora del club Anna Karine.

Ella misma impartió unas clases sobre técnicas de escritura, para que mejoráramos a la hora de escribir y no cometiéramos fallos tan comunes y habituales como los que se dan a la hora de redactar.

Si quieres hacerte con dicho dossier, decirte que puedes descargarte los archivos de cada una de las sesiones impartidas desde este enlace:


El caso es que, esperamos tener dicha Antología terminada para finales de Noviembre, así podremos disfrutarla para las Navidades de este año. 

Por lo tanto, a las socias que componen dicho proyecto, les apremio para que se pongan las pilas, que repasen sus relatos y lo corrijan si lo creen necesario. Luego, se lo tienen que entregar a Anna Karine por medio de este email:


Avisarles que dichos relatos tienen que ser entregados y corregidos como muy tarde, a finales de Septiembre, para que ella disponga al menos un par de meses para preparar el montaje y maquetar ambos libros (recuerden que esta Antología está compuesta por dos tomos).

Si quieren saber más información sobre esta doble Antología, visiten este enlace:


***

2. "RETO, HAZ UN COMIENZO A ESTE CUENTO":

*Sobre este reto no tengo mucho que decirles, pues la verdad no ha tenido mucha aceptación, y sip, estoy algo decepcionada por ello...

En fin, decirles que, cómo sigue en pie, aún podéis apuntaros si os apetece hacer algo nuevo e intentar superaros. Un reto al fin y al cabo es eso, una meta que uno se propone para ver hasta dónde llega los límites de uno...

Diré que se apuntaron al mismo estas tres socias:

-Paty C. Marín

-Rossiel B. (me entregó su aportación, pero había algunos errores y le pedí que lo modificara y desde entonces, no he vuelta a saber nada sobre esto -.-)

-Mari (también me entregó su aportación, pero no era exactamente lo que pedía y por ello, ahora mismo está haciendo uno nuevo y pronto lo entregará X.x)

-Déborah F. Muñoz, por aquel entonces dijo que andaba bastante liada, pero que lo intentaría. Aún sigo sin saber si ya puede hacerlo y le apetece participar o no.

-Angy. W, por aquel entonces dijo que no estaba inspirada, que si veía que se le ocurría algo, participaría. No sé si ha fecha de hoy, lo acabará haciendo o no O.o

Y eso es todo lo que puedo decir sobre este reto.

Para aquellas que no saben de qué trata, aquí les dejo el enlace del mismo:


Espero que  muchas de vosotras se animen a participar en el mismo, os estaría tremendamente agradecida >.<

***

3. HILO ROJO DEL DESTINO:

*Con este proyecto sí os traigo novedades, y son las siguientes:

Decirles que ya tenemos la Contraportada provisional de dicha historia (que por cierto, ¡es divina!) y tres argumentos de la misma, de los seis que en total espero recibir.

Aquí os dejo varias imágenes de la contraportada, cada una de ellas con distinto argumento (de los tres recibidos) y la cosa sería algo así (hasta que no se elija el argumento más adecuado y que más guste, no tendremos la contraportada definitiva):




Y con la portada, el resultado sería algo así:


Si quieren saber más sobre este proyecto, visiten esta entrada:


***

4. CONCURSO EXPRESS PARA CELEBRAR MI CUMPLE

Notificarles que, este concurso organizado para celebrar que el 10 de Mayo es mi cumpleaños, ha sufrido una pequeña modificación.

Y es que resulta, que el blog de nuestra compi Lorena Louzán no puede ser seguido ya que no tiene dicha opción, y por ello, para poder participar habrá que seguirla a través de su cuenta Facebook (si tienes tú también una, ¡claro! >.<). 


Si quieres saber de qué trata este nuevo concurso, ve a este enlace:


***

5. DESTINADA A SER TU ESCLAVA:

Sobre esta nueva historia mía, no tengo mucho que decir, solamente recordaros que la estoy escribiendo por placer y para poder compartir con vosotr@s un sueño que tuve y que se ha repetido en varias ocasiones.

Por lo tanto, verán que no está lo perfecto que debería, pues no me he documentado y por ello, seguramente habré metido más de una vez la pata cuando he intentado hablar del siglo XVI y sus costumbres, jajaja.

En fin, que es lo que hay y al que no le guste, que no lo lea... Aquí no obligamos a nadie a leer o participar en nada >.<

Y ya que estoy, aclararles que dicha historia está continuamente sometida a variaciones, ya que según la voy escribiendo (y por lo tanto, publicando), le voy modificando algunas cosas que veo que se me pasaron, o no me cuadran... O que incluso se me olvidó mencionar. Además, cada vez que me dejáis algún comentario constructivo, tomo nota e intento corregir mis fallos y hacer lo que se me ha aconsejado (que lo consiga o no es otra cosa, jajaja).

¿Qué quiero decir con todo esto?, que no se extrañen que si alguna vez se lo vuelven a releer, acaben encontrándose con algunos cambios y cosas así, jejejeje.

Y bueno, para l@s que aún no han tenido la ocasión de leer dicha historia (no apta para menores de edad), decirles que desde este enlace pueden hacerlo:




¡Y eso es todo por hoy!, ¡Saludos y feliz Jueves! 

lunes, 19 de diciembre de 2011

ÚLTIMOS RETOQUES SOBRE LA ANTOLOGÍA NAVIDEÑA

Hola a todas!, aquí les dejo la lista de los relatos para la Antología Navideña (que en total al final han sido 38):

*Relatos No Paranormales (18):

Astarielle
Anna Karine
Danyyy
Nenina
Luz
Nadia López
Lulai
Nadia Salamanca
Tania Luna
Ivonne
Daniela
Murasaki
Athena Rodríguez
JJ. Campagnuolo
Maga De Lioncourt
Mircea
Hada Fitipaldi
Rossiel Black

*Relatos Paranormales (20):

IRIS MARTIYANA
MARIJOSE
VALNELIA
MARI
NESBELL
LIGHLING
PUKITCHAN
ERZENGEL
ANGY. W
PATY C. MARÍN
NINA NEKO
MARRU
BRIANNA CALLUM
D.C. LÓPEZ
NIKTA
KELLY DREAMS
SUSAN
ELI
CANDE
DÉBORAH F. MUÑOZ

Cada volúmen irá compuesto por:

+Vol. 1:


-Relatos No paranormales (9):

Anna Karine 
Daniela
Hada Fitipaldi 
Luz
Maga De Lioncourt
Mircea
Nadia Salamanca 
Nenina
Rossiel Black

-Relatos Paranormales (10):

BRIANNA CALLUM
DÉBORAH F. MUÑOZ
D.C. LÓPEZ
ERZENGEL
IRIS MARTIYANA
KELLY DREAMS
LIGHLING
MARRU
PATY C. MARÍN
VALNELIA

+Vol. 2:


-Relatos No Paranormales (9):

Astarielle
Athena Rodríguez 
Danyyy
Ivonne
JJ. Campagnuolo
Lulai
Murasaki
Nadia López
Tania Luna 

-Relatos Paranormales (10):

ANGY. W
CANDE
ELI
MARIJOSE
MARI
NESBELL
NIKTA 
NINA NEKO
PUKITCHAN
SUSAN

Nota: Por favor chicas, comprueben que está todo correcto, que el enlace que tiene puesto vuestro nick corresponde a la entrada donde publiqué en su día vuestro relato y que no me he equivocado y he puesto el link de otra. Decirles también que si alguién quiere que su relato quede firmado con otro seudónimo distinto, que lo diga, aunque yo les recomiendo que lo mejor es que en vuestro escrito aparezca el nick con el que se os conoce aquí en el club, y por lo tanto, en el mundo blogger... Pero eso es decisión vuestra, no mía.

Si alguna de vosotras no está conforme con la asignación de los grupos, que lo haga saber también y analizaré la situación. Decirles que no garantizo que vaya a efectuar por tanto algún cambio, sólo me comprometo a estudiarlo y tenerlo en cuenta, luego tomaré la decisión que crea conveniente.

Saludos y feliz comienzo de semana!!!

jueves, 15 de diciembre de 2011

RELATO Nº 37 PARA LA ANTOLOGÍA NAVIDEÑA (Paranormal) By Brianna Callum

En tus ojos
By Brianna Callum
 
El telón volvió a cerrarse tal como había sucedido cada noche al finalizar la función. Ella se quedó de pie, con la mirada fija y borrosa posada sobre la pesada tela color borgoña, sintiendo como la ya conocida soledad nuevamente la envolvía en su abrazo de hierro.
Había empezado a odiar ese instante en el que la adrenalina de la función se aplacaba, y todo el entorno cambiaba.  Las luces, —antes brillantes y sofocantes—, se apagaban dando paso a la fría oscuridad. Oscuridad que parecía más densa y gélida debido al silencio ensordecedor que dejaba la sala vacía del teatro… Sí, odiaba esos instantes, porque era cuando caía abruptamente en la dolorosa realidad. Aquella realidad que le recordaba a gritos que estaba sola en el mundo. Sola...
Sola desde que aquella madrugada de abril, bajo una torrencial lluvia, la imprudencia y la fatalidad se habían asociado para dos días después arrebatarlo a él de su lado para siempre…
Una vez en el camerino, y sin siquiera quitarse el maquillaje oscuro y recargado que la puesta en escena le exigía a sus ojos color café, Gabriella vistió su abrigo, y recogió su bolso. Recorrió el camino hasta cruzar las puertas de entrada, y abandonó el teatro casi sin percatarse de que lo hacía.  Dejó atrás la fachada vidriada y las marquesinas coloridas que la anunciaban a ella como la figura estelar.
Sobre el escenario, lo tenía todo; fuera de este, nada.
Caminaba como una autómata. Últimamente esa era su forma de andar por el mundo; como un ente vacío y desolado. Sorteaba a los transeúntes. Iba tan abstraída en su propio mundo, que los rozaba o chocaba en su andar sin siquiera percatarse. Ellos, ajenos a sus atribuladas emociones, le proferían insultos. Pero nada podía afectarla más de lo que ya estaba.
Durante la tarde había llovido. Muestra de ello era la humedad que sobre el asfalto reflejaba las luces de la avenida, o los charcos que se habían formado en los baches de la calzada.
Un automóvil que circulaba a velocidades superiores a las permitidas en avenida, pasó sobre uno de esos baches, y levantó una cortina de agua embarrada que Gabriella observó como si ocurriera desde una dimensión diferente a la que se encontraba ella. Sus sentidos parecían aletargados y difusos.
Dejó atrás la avenida, y se adentró en las callecitas de la ciudad. Las luces de las farolas allí eran más tenues, no obstante, cada vivienda estaba decorada acorde a la fecha.
Esa noche, la soledad, más que nunca estaba decidida a aferrarse a sus entrañas y a retorcerle el corazón. Esa noche, más que nunca…
Jo, Jo, Jo, se oyó a lo lejos, y Gabriella volteó el rostro para ver, sin ver nada. Campanas y villancicos se fusionaban en el aire con música alegre, carcajadas y voces que parecían salir de cada casa. Las luces titilantes en las ventanas y en los pórticos, y los pinos decorados en los jardines, se confabularon en su contra y empezaron a girar a su alrededor.
Corrió.
Corrió lejos, porque no soportaba pensar que esa noche era Nochebuena y cada detalle no hacía más que recordárselo.
Esa sería la primera Navidad que pasaría sin él. ¿Cómo haría para sobrevivir a aquella noche sin morir de angustia?
Hasta el año anterior, aquella había sido de sus fechas favoritas. Juntos habían envuelto regalos para luego intercambiarlos pasadas las doce. Habían decorado el departamento y prendido fuegos artificiales en la terraza… no obstante, todo había cambiado. Todo… Y ahora, la Navidad se había convertido en una de las fechas más lúgubres para Gabriella, junto con aquel día negro de abril.
Gabriella siguió corriendo hasta que sus pasos la llevaron por inercia hasta el puente de la ciudad, el que servía para que vehículos y peatones cruzaran el ancho río. En ese puente lo había conocido a él, pero de eso también había transcurrido ya demasiado tiempo.
Sentía que se ahogaba.
El aire le resultaba escaso debido a la carrera, su corazón parecía a punto de explotar y las lágrimas ya habían empapado el frente de su abrigo. Pero al menos allí, lejos del centro de la ciudad, la Navidad no parecía tan cercana.
Se secó las lágrimas con el dorso de la mano para poder ver el paisaje.
Las luces seguían titilando a lo lejos, y comprobó que continuaban haciéndole daño.
El río bajo el puente era una densa masa de agua que se tornaba negra a la vista nocturna. Las luces refractadas se distorsionaban cuando la fría brisa acariciaba su superficie. Gabriella permaneció con la vista fija en las suaves ondulaciones durante un largo rato. Tal vez…
Tal vez aquellas aguas fueran su mejor refugio y lograran aplacar el intenso dolor que amenazaba cada vez con mayor intensidad desgarrarle el pecho.
Trepó a la cornisa aferrándose con fuerza a uno de los cables del puente atirantado. Se tambaleó, y el piso pareció girar bajo sus pies. Cerró los ojos hasta estabilizarse, y luego volvió a abrirlos. Sentía vértigo, ¿pero qué podía importarle si pronto todo acabaría?
Un salto.
Eso era todo lo que la separaba de la tan ansiada paz.
Necesitaba darlo.
Los dedos de Gabriella se soltaron del que hasta el momento había sido su único agarre. Renunciaba a su vida. A una vida vacía que cada día se le había hecho más difícil vivir…
—No lo hagas.
Una voz masculina que Gabriella no sabía si era real o solo producto de su imaginación, puesto que instantes antes no había nadie allí, intentó detenerla; pero ella no quería hacerle caso. Avanzó un paso. Estaba al borde de la cornisa.
—No lo hagas —volvió a repetir la voz, y ahora sí Gabriella volteó el rostro para verlo.
No pudo distinguir sus facciones. Uno de los pilares del puente hacía sombra sobre su rostro.
—No te entrometas —espetó.
—Nada puede ser tan terrible como para que decidas terminar con tu vida —le dijo él.
Gabriella sonrió con una mezcla de ironía y tristeza.
—¿Y qué sabes tú? —inquirió. Había volteado hacia él. Sus pies seguían peligrosamente jugando con el destino.
—Sé que nada puede justificar tu decisión.
—El dolor, sí —expuso ella. Hubiese querido gritar, pero la voz se le había estrangulado.
—Ni siquiera el dolor —fue la respuesta de él.
Gabriella negó con la cabeza.
—No sabes nada. El dolor… el dolor es demasiado intenso como para que quiera seguir soportándolo… Y la soledad… —volvió a voltear de cara al río.
El extraño trepó también a la cornisa, y avanzó lentamente. Sabía que debía moverse con cautela, puesto que ella podría asustarse, y caer; o apresurar su decisión, y saltar.  Deseaba que ninguna de esas posibilidades se llevara a cabo. Estaban a gran altura. Una caída desde allí podría provocarle un golpe tan fuerte como para herirla de gravedad, o matarla. Además, el agua estaría helada, lo que fácilmente le provocaría hipotermia. En cualquiera de los casos, era muy probable que hallara la muerte.
No podía permitirlo.
—Ven aquí —susurró él, y extendió la mano—. Cuéntame qué te sucede.
Ella volvió a negar con la cabeza.
—Déjame, por favor… —le suplicó.
—No puedo —le respondió él. Y era cierto.
La mano masculina lentamente fue al encuentro de la mano de la mujer, hasta que logró aferrar la frágil muñeca. Sus dedos la rodearon fácilmente. Ella se sobresaltó, y pretendió actuar. Con desesperación forcejeó. Quería soltarse; pero él había anticipado esos movimientos, entonces, sin mediar palabras, la estrechó entre sus brazos con fuerza, y la alejó del borde de la cornisa.
—¡Suéltame! —le exigió ella, mirándolo por primera vez directamente a los ojos.
—Nunca —fue la escueta respuesta de él.
Gabriella percibió un brillo especial en esos ojos negros; tan negros como las mismas aguas a las que ella deseaba abandonarse. Y por un instante, se abandonó a esa mirada penetrante que parecía tener el poder de leer su alma. Bajó los párpados. Volvía a sentirse mareada, y ahora no podía echarle la culpa al vértigo que le provocaba la altura. De alguna manera, el desconocido había conseguido bajarla al suelo mientras ella había estado concentrada en liberarse de él.
Sin soltarla, el extraño la condujo mientras cruzaban la calzada hacia la otra vereda peatonal del puente. Allí había un banco de cemento en el que podrían tomar asiento.
Gabriella se dejó guiar. Se sentía desahuciada. Ni siquiera había tenido la libertad de ponerle fin a su miserable vida, gracias a ese entrometido.
—Puedes irte —le dijo con brusquedad. Una vez sentada se había cruzado de brazos en gesto ofendido. No lo miraba directamente, aunque por el rabillo del ojo distinguía la imponente figura del hombre que estaba a su lado.
Los seductores labios masculinos se curvaron en una sonrisa. Sin dejar de sonreír, y sin pedir permiso, el extraño tomó asiento junto a ella.
—¿Esa es tu manera de agradecerme el evitar que cometieras una locura? —preguntó en fingido tono de reproche, aunque su voz había sonado seductora y jovial.
—Nadie te pidió que lo hicieras —masculló indignada. Dio un respingo con altanería, alzando su nariz levemente respingona—. Es más, yo no quería que me detuvieras.
—Eres muy terca, ¿lo sabías?
Gabriella no respondió, pues su mirada irradiando cólera fue suficiente. Aunque para mayor bochorno, lejos de provocar el efecto deseado, esta vez le arrancó una sonora y musical carcajada al desconocido.
—Y tú eres insufrible —murmuró ofendida—. Quiero que te vayas. Deseo estar sola.
—No creo que te encuentres en condiciones de estar sola.
—¡Aggg! —exclamó exasperada—. ¿Qué eres, un castigo que me han enviado por pensar en el suicidio? ¡Vete! ¡Vete! ¡Vamos! ¿Qué parte de quiero estar sola es la que no entiendes?
—Y tú, ¿qué parte de no te dejaré sola es la que no entiendes, mujer terca?
—¿Acaso no tienes que ir con los tuyos y… —su mirada capturó algunas prematuras luces estallando a lo lejos; las señaló con la mano—, celebrar la estúpida Navidad?
—En este momento, en el único lugar en el que deseo estar, es aquí, contigo.
Gabriella bufó con ironía.
—Entonces, tú también estás solo —dijo, y no era una pregunta, sino una suposición.
—No estoy solo… —sonrió, y observó maravillado el delicado perfil femenino. Ella lo conmovía—. Estoy contigo.
Al oír esas palabras, Gabriella volteó el rostro hacia él. Sus miradas se perdieron, una en la otra, por un instante interminable.
—¿Quién eres? —quiso saber Gabriella, preguntando en un susurro ahogado.
—Hoy puedo ser quien tú quieras que sea.
—No juegues conmigo.
—Jamás lo haría —le respondió él con seriedad.
Qué tentador que era pensar que ese desconocido podría ser quien ella quisiera que fuera por esa noche… Pero no, él no podía ser reemplazado por nadie.
—Sé tú mismo —le pidió finalmente.
El hombre asintió conforme.
—En ese caso, déjame presentarme como es debido. Mi nombre es Jeliel.
Gabriella alzó una ceja en gesto interrogante.
—¿Jeliel? ¿Qué clase de nombre es ese?
Jeliel extendió la mano. Ella se la estrechó, aunque el contacto fue breve. Un cosquilleo alarmante había recorrido el brazo de ambos, y Gabriella prefirió apartarse.
—Solo un nombre. No le otorguemos mayor importancia de la que tiene —respondió.
—Jeliel —repitió Gabriella, paladeando cada letra mientras su imaginación volaba a miles de kilómetros—. Me suena como el nombre de un ángel.
Jeliel sonrió, y extrañamente, Gabriella se sintió contagiada por ese sutil gesto, y lo imitó.
—Tal vez lo seas… —se alzo de hombros—. Después de todo, me has impedido saltar.
—Ya te lo he dicho. Nada justifica que le pongas fin a tu vida. Esta es demasiado valiosa.
—No puede ser tan valiosa. No cuando no me trae más que tristeza. —Bajó la vista a sus propias manos entrelazadas sobre su regazo—. No he hecho más que perder a la gente que he amado. Primero mis padres cuando solo era una niña; luego mi abuela; y cuando creía haber encontrado el amor y la felicidad… lo perdí a él. —Se irguió con decisión y respiró una profunda bocanada de aire—. La vida no vale la pena. No vale el sufrimiento que provoca.
—Estás equivocada.
—¡No lo estoy! —exclamó indignada y volviendo la vista hacia él, esta vez con dureza—. Después del accidente, él luchó desesperadamente por su vida durante dos días. ¡Dios! Sé que sufrió dolores insoportables. Lo vi con mis propios ojos. Estuve a su lado, tomando su mano mientras la muerte consumía su último aliento… Él quería vivir a toda costa. Pero dime, ¿de qué le sirvió tanto sufrimiento? —preguntó con la voz desgarrada—. ¿De qué le sirvió dar tanta pelea y soportar tanto, ¡maldición!, si la muerte se lo llevó de todos modos?
Jeliel sintió el impulso de acariciar el cabello que en suaves ondas castañas caía sobre los estrechos hombros femeninos. Por un instante, lo reprimió.
—¿Aún no lo entiendes, verdad?
—¿Qué debo entender, que la vida es una mierda plagada de injusticias?
—No. No entiendes que siempre hay un motivo valioso por el cual seguir viviendo. Tú misma acabas de decir que él te lo demostró hasta último momento.
Gabriella no entendía qué era lo que Jeliel quería decirle. Se sentía abrumada, y la angustia había vuelto a hacer acto de presencia en su garganta y en el centro de su pecho.
—Aún cuando él debe haber anticipado que estaba en el ocaso de su vida, sintió que había motivos más importantes que cualquier sufrimiento. Motivos por los cuales valía la pena seguir luchando hasta arrebatarle un segundo más a la muerte. Siempre hay algo por lo que vale la pena vivir, y para él, ese motivo eras tú. ¿Crees que aceptaría de buena gana que tú terminaras con tu vida, algo que para él, evidentemente, era lo más preciado? Aún no entiendes que por ti luchó segundo a segundo. Por retener un instante más tu imagen en sus ojos, por acariciar una vez más la piel de tus manos. Por ti, solo por ti…
Gabriella sintió un escalofrío recorrerle la espalda y una brisa fría, sutil como la caricia de un ángel, logró erizarle la piel. Se agitó violentamente.
Esas palabras… Esas palabras eran las mismas que él, su amor, había pronunciado con su último aliento. Ahora que las había escuchado en labios de Jeliel, podía recordarlas. ¿Cómo podía haberlas olvidado durante los meses pasados?
Rompió a llorar desconsoladamente.
Jeliel la rodeó con sus brazos, y la atrajo hacia su pecho. Inmediatamente se sintió preso del impulso de besarla con ternura en la coronilla, y su mano, como impulsada por una fuerza superior, le acarició a ella el cabello. Esta vez, no pudo resistirse.
—Shhh —susurró Jeliel, derramando su aliento tibio sobre la frente femenina.
—¿Por qué la vida es tan injusta?
—La vida da muchas vueltas y en muchas ocasiones no resulta ser como nosotros quisiéramos que fuera; no obstante, siempre nos brinda una nueva oportunidad. Solo hay que saber reconocerla.
—¿Siempre suenas tan sabio? —le preguntó entre sollozos. Su voz había salido amortiguada por la gruesa tela oscura del abrigo de Jeliel; aún así él alcanzó a oírla, y la risa burbujeó en su pecho.
—A veces lo intento —dijo, ahora en tono de broma.
Gabriella alzó el rostro, y buscó la mirada de Jeliel. Entonces, mágicamente se perdió en sus ojos negros. Se preguntó si su mirada siempre tendría ese brillo especial, o esa intensidad que le recordaba tanto a la mirada de… él.
Jeliel llevó su mano hasta la mejilla femenina, y la acarició con ternura desde la sien hasta la barbilla. Gabriella no hizo nada por impedirlo.
En la zona urbanizada de la ciudad, los fuegos artificiales que anunciaban que la Navidad había llegado, empezaron a estallar en el cielo. Las lejanas luces iluminaron furtivamente el perfil de la pareja que, absorta, se observaba como si estuviese presa de un hechizo.
Jeliel rompió el silencio.
—No estás sola. Nunca estás sola.
—Lo sé —dijo Gabriella. Algo había cambiado en ella, y ahora podía comprenderlo todo con claridad—. Tú estás conmigo…
Jeliel asintió. Ella había comprendido. Bajó la cabeza, y acercó sus labios a los de Gabriella sin cortar el contacto de sus ojos.
—Yo estoy contigo —repitió, antes de besarla.


miércoles, 14 de diciembre de 2011

RELATO Nº 36 PARA LA ANTOLOGÍA NAVIDEÑA (Paranormal) By Marru

Tesoro de amor



Érase una vez… Siempre había querido que mi propia historia empezase con esas tres palabras. Y lo cierto era que todavía mantenía esa esperanza pues mis razones tenía…
Antes pensaba que no tenía motivos para ello. Que mi “cuento de hadas” jamás se haría realidad, que nadie se fijaría en mí porque… no tenía nada, nada que me hiciera especial o que pudiera enamorar a alguien. Pero… eso había cambiado desde hacía unos meses…
Él lo había cambiado todo… pues no había nadie que pudiera compararse con Ángelo. Él era… lo era todo para mí. Era un chico perfecto, maravilloso, guapísimo y un chico que no se parecía a ninguno de los que había conocido hasta ese momento.
Todavía podía recordar el día en que había hablado con él por primera vez por teléfono. Estaba tan nerviosa que casi no me salían las palabras de la boca. Ángelo era… se notaba su perfección en la voz. Nunca había conocido a nadie que me hubiera impresionado tanto sólo con unas cuantas palabras. Pero la verdad es que empecé a enamorarme de él casi sin proponérmelo.
Lo cierto es que intenté evitarlo, intenté no enamorarme de él, a fin de cuentas era el novio de mi amiga, pero… era tan perfecto y guapo que no pude resistirme. Intenté evitarlo con todas mis fuerzas, pero no podía dejar de hablar con él. Y cuanto más intentaba evitar enamorarme más me enamoraba de Ángelo.
Me sentía afortunada porque semejante hombre se hubiera fijado en mí, pero me sentía mal por mi amiga. Ella era mi mejor amiga desde hacía años, y él era su novio. Era cierto que en muchas ocasiones ella decía que quería dejarle, que no sabía si continuar con esa relación de unos meses. Eso era lo que me recordaba a mi misma cada vez que pensaba en él. Me decía para mis adentros que tenía justificación ya que ella misma pensaba en dejarlo. Pero lo cierto es que no era ninguna excusa.
Sabía que el habernos enamorado no era ningún pecado, pues esas cosas pasaban. Lo que peor llevaba era tener que ocultárselo a mi amiga. ¿Por qué?, porque Ángelo estaba pasando el verano con ella por una promesa, y me decía que tenía que esperar un poco, que no era el momento. Hasta que finalmente, casi cuando el verano se había marchado, mi amiga me mandó un mensaje diciendo que su novio la había dejado porque estaba enamorado de otra… de mí.
No sabía cómo sentirme, pues todo era extraño. Por una parte estaba contenta de no tener que seguir con secretos y con un amor clandestino, pero por otra… había hecho daño a mi amiga. No sabía si me perdonaría, si podría ser capaz de seguir siendo mi amiga tras lo ocurrido.
Pero cuando al fin pude decir que Ángelo era mi pareja me sentí muy feliz. Nos fuimos a vivir juntos, pues había sido amor a primera vista, nos entendíamos muy bien. Nos amábamos y éramos muy felices. Hasta el día en que me contó su triste pasado. Él llevaba los negocios familiares de su abuelo que hacía unos meses había fallecido, y estaba bastante ocupado. Pero siempre tenía un rato para mí. Y aquella noche me contó que él había estado prometido.
Se llamaba Isabella. Era… molto bella. Era una bambina maravillosa. En muchas cosas te pareces a ella, pero a la vez eres molto diferente. Nos conocíamos desde picollos. Llevábamos varios años saliendo y… estábamos prometidos. De hecho… estaba embarazada. Y… la mataron, por unos negocios de mi abuelo. Esa bala debió ser para mí, pero… la mataron… me contó con el rostro entristecido.
Amore, lo siento… dije con tristeza en la voz al escuchar la triste historia.
No te preocupes, bambina… contestó mirándome fijamente a los ojos–. Yo lo pasé muy mal, todavía no la he olvidado, y… no querría olvidarla.
Además… a veces la siento cerca. Sueño con ella. Creo que me protege y me cuida.
A veces yo también he tenido esas sensaciones. A veces, siento como si… como si hubiera alguien a mi lado.
¿Así que tú también crees en estas cosas, Melinda? –preguntó él cogiendo mis manos.
Sí. Más de una vez tengo esas sensaciones. No sé, supongo que soy rara… comenté sacando la lengua.
Eres la mia bambina, mia cara… dijo con ese acento italiano que tanto me gustaba, antes de besarme apasionadamente.
Al día siguiente me levanté para ir a trabajar. Puse rumbo a la librería, a pesar del mal tiempo que hacía, pero era pleno diciembre, estábamos en la campaña de Navidad, y había mucho trabajo, además de hacer un frío tremendo.
Tenía que ir en coche al trabajo pues estaba un poco lejos, pero al menos tenía trabajo. El camino en coche era de unos veinte minutos y me encaminé como cada día. Pero había dormido mal esa noche y estaba cansada y durante dos efímeros segundos cerré los ojos mientras conducía.
No supe qué fue lo que pasó después pero… sentí que había alguien conmigo. Una presencia de alguien, era dulce, tranquilizadora… y me desperté justo cuando faltaban unos centímetros para darme con el quitamiedos. Me sobresalté y seguí conduciendo. Pero para evitar que pudiera pasar, subí el volumen de la música y puse el aire frío. Estuve inquieta todo el día, intentando descifrar qué o quién me había avisado para despertar.
Por la noche llegué a casa y se lo conté a Ángelo. Él se asustó mucho porque me podía haber pasado algo, pero cuando le conté lo que había sentido, él suspiró.
Creo que… fue ella. Ella que te cuidó para que volvieras a mi lado –dijo él abrazándome muy fuerte.
Después nos fuimos a la cama, ambos estábamos cansados, había sido un largo día y con ese pequeño incidente los dos estábamos un poco asustados. Ángelo no se apartó de mí, se quedó dormido abrazándome.
A eso de las tres de la madrugada empecé a inquietarme. En mis sueños se apareció una chica rubia y muy guapa, parecía una modelo, pero en cierto modo me recordaba a mí. No por el físico, si no… por algo que no sabía explicar.
Me llamó por mi nombre y del sobresalto me desperté. Abrí los ojos y delante de mí estaba viendo una joven, era la misma que la de mi sueño. Yo me levanté y me puse frente a ella.
¿Quién eres? –pregunté en voz alta.
Soy Isabella.
¿De verdad?, ¡vaya!… yo… no sé ni lo que decir… dije sorprendida.
Ángelo ya ha sufrido seis largos años por mí. Ya es hora de que sea feliz. Por eso hice que os conocierais. Porque tú eres la adecuada para él. Sé que le harás feliz –contestó ella.
Como yo hablaba en voz alta, Ángelo se despertó y me vio a mí, hablando con Isabella. Se levantó y se puso a mi lado, mirándola fijamente, mientras sus ojos se humedecían.
Amore…
Ángelo, he venido a deciros una cosa. Quiero que seáis felices y tengáis una vida en común que sea plena y feliz.
Todavía te amo… yo… sé que fui el culpable de que te fueras.
Ya no lo pienses. Las cosas pasan por alguna razón. Yo ya no estoy, pero hice que conocieras a Melinda. Y quiero que seáis felices, sobre todo por lo que vendrá…
Eso nos dejó desconcertados, ¿Es que ella sabía algo que nosotros no supiéramos? Pero no me atrevía a preguntar. Además para unos minutos que Ángelo podía volver a estar con ella, no iba a estropear el momento. Era cierto que yo sentía que él la amaba más a ella, y mucho más viendo la forma de mirarla, pero no podía culparle por sentir esas cosas tan bonitas por ella. Sólo esperaba que me llegase a amar tanto alguna vez.
Debo irme. Ángelo, quiero que recuerdes algo, amore…
Dimmi, bambina.
Te amo, y siempre voy a amarte. Pero tienes que pasar página y dejar de sentirte culpable. Porque tienes una bambina maravillosa a tu lado, y tienes que cuidarla molto bene.
Te amo.
Pero no pudo escuchar si respondía porque dejamos de ver a Isabella. Él se quedó callado intentando buscarla con la mirada para ver si volvía a aparecer. Yo estaba a su lado sin saber si decir algo o si era mejor quedarme callada.
Entonces Ángelo se giró y me miró. Me dedicó una preciosa y amplia sonrisa y me abrazó. Después acercó su rostro al mío y me dio un cálido beso que me supo como un auténtico manjar.
Yo… espero que algún día llegues a amarme tanto como la amas a ella –dije sin dejar de observarle tras el beso.
Ya te amo más. Eres lo más importante para mí. Yo… haré cualquier cosa por protegerte. No permitiré que vuelva a repetirse la historia.
No pienses eso… no me va a pasar nada malo. Además ella me cuida. Ahora sé que fue ella, porque sentí lo mismo que cuando estaba ella aquí.
Nos volvimos a la cama y abrazados nos dormimos. Yo pensaba que Ángelo exageraba al ser tan protector, pero supuse que era normal después de haber perdido a su prometida de esa manera.
Unos días más tarde, volvió a pasar lo mismo. Un coche que iba como un loco, casi me dio un golpe. Estaba a punto de de acabar empotrada contra la mediana. Y… algo, mejor dicho alguien, me salvó. Continué el camino, y cuando detuve el coche junto al trabajo, miré al cielo y sonreí.
Gracias por salvarme, Isabella. Te lo debo todo –dije en voz alta.
Una noche llegué a casa bastante tarde después del trabajo. Sabía que Ángelo ya estaba porque me había dicho que estaba cansado y que regresaría pronto esa tarde. Intenté abrir la puerta pero la llave no giraba.
Llamé al timbre, seguramente él se habría dejado las llaves puestas y no se había dado cuenta. A los pocos segundos, la puerta se abrió y allí estaba mi maravilloso y perfecto novio.
Hola.
Te esperaba.
Te dejaste las llaves puestas –dije sonriéndole mientras le besaba cariñosamente.
Lo sé. Lo hice a propósito. Así te podía recibir en la puerta.
¿Y eso?, ¿pasa algo?.
Pero él no me contestó. Se limitó a cogerme de la mano y hacer que entrara dentro de la casa. Pero… todo estaba diferente. Había muchas velas pues la luz estaba apagada. Vi varios ramos de calas blancas, mis flores favoritas. Y una suculenta cena en la mesa del comedor.
Vaya… ¿Celebramos algo? –preguntó mirando todas las cosas que había preparado.
Sí. Siéntate, bambina, per favore…
Nos sentamos en la mesa uno frente al otro. Yo no podía parar de sonreír, pues todo estaba precioso, era perfecto, como en esas películas de la televisión. Él estaba muy misterioso pero feliz así que eso me tranquilizaba.
Empezamos a cenar, pero yo estaba muy intrigada por saber lo que sucedía. Ángelo no decía nada y la intriga me estaba comiendo por dentro. Pero quería que se tomara su tiempo para decirme qué era lo que pasaba. Hasta que al fin vi cómo respiraba hondo para hablarme.
Bambina… quiero decirte algo.
Estás muy misterioso –contesté intrigada.
Hoy… he vuelto a ver a Isabella. Me advirtió que habías estado a punto de tener un accidente pero que te ayudó. Hablé con ella unos minutos para preguntarle una cosa. Y… después de esa conversación ya puedo hablar contigo sobre lo que llevaba pensando unos días –dijo mirándome con esos preciosos ojos azules que tanto me gustaban.
¿Y qué es?.
Ángelo se levantó de la silla y se acercó a mí. Cerró los ojos unos segundos y mientras metió la mano derecha en el bolsillo de su pantalón. Del bolsillo sacó una pequeña caja de terciopelo azul eléctrico. Después se arrodilló delante de mi y me sonrió antes de hablar.
Mia bambina, tu sei mi único amore. ¿Quieres casarte conmigo? –preguntó mostrando un bonito anillo de diamantes.
Yo me quedé sin palabras durante unos segundos. No esperaba algo así en esos momentos. No pensaba que él estuviera pensando en proponérmelo. Y me había quedado atolondrada por la proposición. Él seguía de rodillas delante de mí con la cajita del anillo entre las manos.
Amore, dimmi algo, per favore…
Sí –Fue la única palabra que salió de mi boca antes de ponerme a llorar de la alegría y besarle con pasión.
Nos quedamos abrazados besándonos mientras yo no paraba de llorar de la alegría que sentía en esos instantes. Cerré los ojos pensando en Isabella. Ella había sido la razón por la que nos habíamos conocido, ella había conseguido que conociese a semejante chico, un ángel, un dios. Se lo debía todo, toda mi felicidad me la había proporcionado ella.
Cuando abrí los ojos la vi delante de mí. Estaba sonriente, feliz, tranquila… a su lado se respiraba paz y una tranquilidad que se metía dentro del cuerpo, calmando cualquier preocupación.
Isabella se acercó a nosotros y puso su mano sobre la mejilla de Ángelo. Él al sentir algo, se incorporó de forma acelerada y me miró con los ojos abiertos como platos. Después miró a su alrededor y allí estaba ella. Tan hermosa como siempre y con una amplia sonrisa dedicada al que había sido su prometido.
Amore… suspiró él.
Me alegra que al final te decidieras. Sé que vais a ser muy felices. Y… que no estaréis solos –dijo ella con una perfecta sonrisa.
Siempre voy a amarte.
Lo sé. Pero tienes que amarla a ella, más de lo que me amaste a mí. Bueno, no sólo a ella… no terminó la frase y eso nos desconcertó.
¿Qué quieres decir? –preguntó él.
Isabella me miró a mi y sonrió, y entonces lo supe… sabía lo que quería decir. No podía estar más feliz, no podía tener más felicidad en ese momento, porque nadie en el mundo podría ser tan feliz como yo lo era en ese momento.
Isabella nos miró una vez más y le dedicó una sonrisa a Ángelo. Después se marchó y todo se quedó en silencio pero en paz. Él me miró desconcertado, emocionado y alegre por haber visto de nuevo a Isabella. Pero seguía desconcertado porque no había comprendido el mensaje.
¿Qué ha querido decir?.
Me acerqué a él y le abracé sin parar de sonreír. Le besé cariñosamente, jugueteando con su lengua antes de separarme unos centímetros de él. sin dejar de mirarle a los ojos y sonreír, cogí una de sus manos y la puse en mi vientre plano. Entonces él reaccionó.
¿Estás embarazada? –preguntó mientras abrió los ojos desmesuradamente.
Eso parece. Además ahora que lo pienso, tengo un retraso y no me había dado cuenta –contesté alegremente.
Siempre amaré a Isabella. Nunca la voy a poder olvidar. Pero quiero que sepas que te amo más que a la mia vita, que tu sei mi único tesoro, la mia bambina. Te amaré siempre, a ti y a nuestro bebé –contestó muy seguro.
Te amo, mio caro.
Te amo, mia cara.
Y así disfrutando de la gran noticia y celebrando nuestro amor, seguimos nuestras vidas. Pero yo cada noche, antes de dormir, le daba las gracias a Isabella, pues había cambiado mi vida, me lo había dado todo, y la estaría eternamente agradecida, pues me había dado una gran noticia que fue para nosotros como un regalo de Navidad particular. Y lo más importante, me había ayudado a conocer al amor de mi vida, y me ayudó a tener mi gran y valioso tesoro.