sábado, 7 de enero de 2012

CONTINUACIÓN DE LA HISTORIA "HILO ROJO DEL DESTINO" HECHO POR GISELA

Hola de nuevo!, aquí os traigo la continuación que le ha hecho nuestra querida compañera Gisela, a esta historia:



 Capítulo Trece


Me encontraba otra vez en la comisaría en menos de dos días. Por más que el ambiente fuera el de una oficina típica, no era un lugar al que quería volverme asidua. Las cosas en el lugar estaban igual, hombres uniformados, caminando de un lado a otro, hablando entre ellos, bromeando. Se notaba que tenían un buen compañerismo y que vivían ajenos a los problemas de los demás, a nuestros problemas.

El detective Bennet nos esperaba en su oficina, leía unos archivos que estaban apoyados sobre su mesa, al costado tenía una pequeña torre de carpetas. Se veía bastante atareado, y por la postura de su cuerpo podía decirse que cansado. Pero no pude notar en sus fríos ojos azules, cuando se fijaron en mí, nada que delatara sus emociones. Nada más verme entrar en su despacho, se acomodó en el asiento y me miró analizándome, para después fijarse en mi madre.

—Señora y señorita Iduarte —saludó contrito, mi madre respondió al saludo con una inclinación de la cabeza yo solo desvié la vista—, siéntense por favor.

Mamá y yo nos sentamos en silencio, el hombre me ponía nerviosa, sus ojos estaban fijos en mí. Si ese era un método de intimidación, le funcionaba perfectamente conmigo. Todavía me sentía un poco shockeada, no podía creer que Vincent estuviera muerto.

Esto se estaba transformando en una historia de terror de la que no quería formar parte. La muerte, los asesinatos... Toda la fealdad de este mundo jamás me había tocado tan de cerca... Cómo estaba ocurriendo ahora. Esas eran cosas que veía en las noticias, y estaba lejos de mí. Y ahora me veía indirectamente involucrada en dos homicidios. Tragué con dificultad, no quería pasar por esto, pero no estaba dispuesta a hacerme a un lado y dejar que acusaran a Roberto de algo que él no había hecho.

Me erguí levemente para enfrentar al detective. Él me miró unos segundos antes de comenzar a hablar. El interrogatorio comenzó de inmediato, y esta vez me pareció un poco diferente al anterior. Sus preguntas me llegaban una detrás de otra sin darme tiempo a respirar, mucho menos a pensar.

Al momento en que me preguntó donde habíamos estado, no tuve los suficientes reflejos para evadir la cuestión, e inventarme una excusa... y tampoco quería, estaba harta de mentiras. Estaba asustada, muy asustada, y si con la verdad podía salvar a Roberto, lo demás no importaba, ni la reprimenda de mi madre o del detective.

—Estuvimos en una de las casas de Roberto —mascullé con la vista fija en la mesa.

El detective me hizo repetir lo que dije. Levanté la cabeza y lo miré a los ojos.

—Roberto y yo, estuvimos en una de sus edificios.

El rostro de Anthony Bennet era una máscara de impasibilidad.

—¿Por qué? —preguntó sin miramientos.

Suspiré, aunque no había nada malo en lo que decía, por dentro sentía que estaba traicionando la confianza de Roberto.

—Por que... él quería revisar los vídeos de seguridad.

El hombre alzó una ceja, pero el resto de su rostro permanecía sin expresión.

—Los vídeos de seguridad... —repitió con voz pensativa—, ¿y encontraron algo?

Desvié la mirada una vez más. Me sentía una idiota diciéndole a un profesional que habíamos jugado hacernos los detectives y había salido mal.

—No —respondí pesarosa—, todos los vídeos habían sido eliminados, todos los de las últimas semanas.

—¿Roberto tiene la contraseña de los vídeos de seguridad?
 
Le dirigí una rápida mirada y asentí.

—Según Roberto, sólo cuatro personas tenían las contraseña... —hice una mueca, sentía que cada vez traicionaba un poco más a Roberto.

—¿Y sabes quienes son esas personas?

—Sí —asentí levemente con la cabeza, a la vez que entrecerraba los ojos, el sol se ocultaba lentamente por el horizonte y los rayos del sol que entraban por la ventana iban directo a mis ojos, todo me parecía tan irreal, quería dormir y no despertar hasta estar segura de que todo era una pesadilla, y que volviera a ser sencillo como cuando simplemente discutía con Roberto—. El señor Di Steffano, su jefe de seguridad —me negué rotundamente a decirle que el hombre estaba muerto, ya no quería hablar de más muertes—, Roberto... —miré mis manos y vacilé, antes de agregar—: ... y su madre.

Estaba preparándome para la siguiente pregunta, pero esta nunca llegó. Levanté la vista y entrecerré los ojos para ver al detective a través de los rayos de sol. El hombre me miraba sin expresión, me sostuvo la mirada unos segundos, y yo fui incapaz de apartarla. Abrió la boca, seguramente para darme el golpe de gracia con su pregunta final, pero un golpe en la puerta hizo que se detuviera.

El detective Bennet miró hacia la puerta y yo me giré para hacer lo mismo. Un hombre uniformado entró con rostro serio a la pequeña oficina, le entregó una nueva carpeta a mi interrogador, y después de intercambiar unas palabras en tono bajo con él, se marchó.

Vi como el investigador abría la carpeta y la inspeccionaba con el seño fruncido. Miré a mi madre confusa y ella me devolvió la mirada, tomó mi mano y la apretó suavemente. Me sentí mejor al saber que ella estaba a mi lado y de nuestra parte.

El hombre frente a nosotras cerró la carpeta de golpe y pude ver un leve brillo de satisfacción en sus ojos.

—Muy bien señorita Iduarte, muchas gracias por su cooperación —habló el detective con amabilidad, dando por concluido el interrogatorio.

***

La canción "Please me" de Poncho fue lo que me despertó, estaba desconcertada. Había caído rendida ni bien había llegado a casa, ni siquiera pude llamar a Roberto. El cansancio tanto físico como mental que me había dejado el interrogatorio del detective Bennet, no me había dado lugar para nada más.

Miré a mí alrededor, la habitación solo estaba iluminada por la luz anaranjada de los faroles de la calle. Todavía me encontraba vestida con la ropa que había salido, alguien seguramente mi madre, me había sacado las zapatillas y las había dejado a un costado de mi cama.

La canción seguía sonando en mi teléfono móvil, tanteé sobre mi mesilla de noche en su búsqueda, pero no pude encontrarlo. Me incorporé sentándome en mi cama y lo tomé, estaba a unos centímetros de mi mano. Miré el identificador de llamadas, era Iris. Sentía como si fueran años de la última vez que había hablado con ella. Contesté de inmediato.

—Iris —saludé.

—Caroline —contestó ella con una voz extraña—, ¿es cierto lo del profesor Vincent?

Me quedé paralizada unos segundos, confundida, hasta que la realidad me golpeó con fuerza. Dos asesinatos en menos de dos días... el cuarto giró levemente por lo que me recosté mi cabeza en la almohada y tapé mis ojos con un brazo.

—Al parecer, sí, —contesté cansada—, hoy me volvieron a interrogar.

Un leve sollozo se escuchó del otro lado de la línea. Y recordé, Iris... Vincent... Iris siempre había mostrado cierta predilección por ese profesor... ella estaba enamorada de él.

—¡Oh, por dios, lo siento mucho, Iris! —dije sollozando también, sentí que estaba al límite de mis fuerzas...

—¿Puedo subir, Caroline? —murmuró ella—, estoy enfrente de tu casa.

Escuché el coche de Iris estacionarse en ese momento. Me levanté rápidamente, y me agarré a mi mesilla de noche cuando un fuerte mareo me sobrevino. Miré la hora en el despertador, la una de la mañana, sólo había dormido seis horas, y al parecer no era suficiente. Iris debía estar muy mal para venir a esta hora, cuando me asomé a la venta pude verla a ella bajando de su auto, pero una sombra me llamó la atención. Miré hacia la sombra justo cuando sentí el rugir de una moto poniéndose en marcha, era Roberto.

Me tambaleé hasta mi cama y me puse las zapatillas, sin detenerme bajé las escaleras a la carrera y alcancé a Iris.

—¿Que pasa? —dijo ella impresionada.

—Vamos, vamos, Iris, ¿lo viste? Era Roberto síguelo, sin que se dé cuanta.

***

Me sorprendió cuando Roberto detuvo su vehículo frente a un almacén abandonada. Iris estacionó en una parte oscura. Mientras yo veía como él bajaba de su moto. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Acaso buscaba más problemas? ¿Por qué no me avisó que iba hacer algo? Me dolió que no confiara en mí.
Roberto entró por un costado del almacén, y yo me apresuré a seguirlo.

—¿Qué haces? —dijo Iris—, ¿estás loca? Deberíamos irnos, sabes lo peligroso que pueden ser estor lugares —añadió mirando a su alrededor.

—Entonces, ven conmigo —murmuré y descendí del coche.

Caminé rápida y silenciosamente hasta el almacén, la voz de Roberto hizo que me apresurara, sonaba desesperado, y pude escuchar la voz de otra persona a medida que me acercaba... era la de una mujer.

—¿No lo entiendes, hijo? ¡Tuve que hacerlo!, él pretendía matarte a ti también —exclamaba ella—. No pretendía hacer nada contra él, mi plan desde el principio fue matar al malnacido de tu padre, pero ese hombre llegó primero...

—Mamá...

—¡No!, ¡no lo entiendes!. ¿Crees que lo pasé bien? Tu padre me encerró en un hospital por años y te mintió diciéndote que estaba refugiada en un convento... Jamás pude acercarme a ti ni decirte la verdad.. yo quería estar contigo, alejarte de esa escoria, pero él me lo impedía, ¡Me encerró!

La voz de la mujer subía de volumen con cada palabra, parecía histérica.

Ese hombre le dijo al bastardo que iba a matarte también,  que era por tu culpa que esa joven hubiera terminado así... —empezó a sollozar la mujer—, lo siento, Roberto, lo siento tanto.

—¡Mamá, no!

Corrí hacia el almacén, pero nada me preparó para ver lo que se desarrollaba ahí adentro. Roberto estaba parado, paralizado en el medio de la estancia, horrorizado, a unos metros una mujer alta y esbelta, se apuntaba a ella misma con un arma en la cabeza.

—No puedo permitir que me encierren otra vez, lo prefiero así —dijo.
 
—¡No! —tres gritos sonaron a la vez, pero fueron amortiguados por la detonación del arma. 

by Gisela



¿Quién se ofrece a escribir el final de esta preciosa historia?, quisiera que se ofreciera más de una y que todas ellas hicieran el final que creyeran más adecuado, luego éstos se pondrían a votación para que l@s lectores/as y seguidores/as de esta historia titulada "Hilo Rojo Del Destino", nacida del reto "Tejiendo Un Cuento", voten por uno de ellos y éste, el elegido, sería el que pasaría a formar parte de la historia, poniéndole el fin a la misma...

Dejen aquí un comentario con su ofrecimiento si estás interesada en poner tu granito de arena, gracias!

Saludos y hasta otra!

6 comentarios :

Déborah F. Muñoz dijo...

yo ya empiezo la universidad, por lo que no sé cuándo podría hacerlo, pero me encantaría

María O.D. dijo...

¡Eso suena genial! :) ¡si se necesita y puedo (aun no mando mis datos para pertenecer al club) me apunto! :)

Nina Benedetta dijo...

Dulce, aún puedo aportar algo más??? Me encantaría escribir un final a ver si salgo votada ^^
Besos!!

Luana Pedroso. dijo...

Dulce,desde hace rato te vengo diciendo qué ya está mi continuación :B
http://jasonmccannunasesinopuedeamar.blogspot.com/2012/01/continuacion-de-la-historia-cazada.html

Angy J. W. dijo...

Oh my God O_O (esta carita se ha vuelto muy frecuente). Eso sí que es hacerlo intenso. Escribiría un final encantada, el tiempo no está de mi parte pero la inspiración sí. Ya se verá.

Déborah F. Muñoz dijo...

¡Dulce! estoy haciendo el final y una de dos: o sale algo muy, pero que muy largo que finaliza o hago algo más cortito que puede continuar otra persona. Tú dirás