domingo, 22 de enero de 2012

TERCER FINAL ALTERNATIVO PARA LA HISTORIA "HILO ROJO DEL DESTINO" BY PUKITCHAN

Hola a tod@s!, aquí os traigo el tercer final alternativo que he recibido para que, si acaba siendo elegido en las votaciones, pase a ser hilado a la historia que hemos estado tejiendo en el reto: Tejiendo Un Cuento:

La historia completa está aquí:
 



Párrafo anterior de Gisela:

—¡Mamá, no!

Corrí hacia el almacén, pero nada me preparó para ver lo que se desarrollaba ahí adentro. Roberto estaba parado, paralizado en el medio de la estancia, horrorizado, a unos metros una mujer alta y esbelta, se apuntaba a ella misma con un arma en la cabeza.

—No puedo permitir que me encierren otra vez, lo prefiero así —dijo.

—¡No! —tres gritos sonaron a la vez, pero fueron amortiguados por la detonación del arma.

Final Alternativo

Por: 

PukitChan


En el momento en el que cerré mis ojos, sólo escuché el sonido de la bala dando de lleno con algo qué no pude precisar qué era. Mis oídos estaban aturdidos por que el sonido del disparo fue demasiado cerca de mí. Las manos me temblaban fuertemente y el agitado palpitar de mi corazón me hizo abrir la boca para tomar una gran bocanada de aire.

Había actuado por impulso: corrí rápidamente hacia la madre de Roberto, ya que éste estaba paralizado. Cuando la detonación se dio, empujé la mano de la mujer para que la bala se desviara hacia el techo. Aunque mi vida había estado en peligro, supe que era algo que tenía que hacer; Roberto no estaba en condiciones para perder también a su madre.

Escuché unos sollozos agudos y desgarrados, para luego percibir cómo una gota tibia se deslizaba por mi mejilla. Alcé la mirada, notando que ella estaba llorando, sin cubrirse, sin reprimirse. El arma cayó al suelo, en un ruido que no pareció hacer efecto en nadie, luego de todo lo que había ocurrido.

―Tú… ―musitó entrecortada―, ¿por qué me detienes…?

Antes de que tuviera tiempo de responder, o siquiera analizar debidamente mi comportamiento, escuché a la lejanía el ruido de una sirena de la policía. Luego, la voz de Iris a lo lejos, hablando con alguien, aunque dudaba seriamente de que ese alguien fuese Roberto.

―¡Caroline, mamá! ―escuché mi nombre en la voz rota de Roberto, aunque pronto también mis ojos se encontraron con sus brazos rodeándome, o más bien, rodeándonos. Él no sólo me abrazaba a mí, también sostenía con fuerza a su madre.

Los movimientos del pecho de él me confirmaron que también estaba llorando pese a que no podía ver de manera clara su rostro. Cuando exhalé un gemido roto, comprendí que yo también lo hacía. Mordí mis labios cuando me di cuenta que tan cerca estuve de la muerte y al mismo tiempo, lo cerca que estuve de verlo a él completamente destruido.

No me di cuenta del momento en el que el ruido de las patrullas había cesado, sólo me incorporé cuando escuché algunas pisadas, voces, ruidos y finalmente una voz amenazante, fuerte, que en estos tiempos había aprendido a reconocer en una sola persona.

―Di Sttefano… ―exclamó ronco, pero sin llegar a gritar del todo el detective Anthony Bennet―, por favor, le pido que por el momento se aleje de ella, porque...    

―¡Es mi madre! ―gritó él, abrazándola protectoramente―. ¡No me pida que me aleje de ella!

―Roberto… ―susurré tratando de calmarlo. Aunque, ¿qué se supone qué debía hacer él? Estaba entre la espada y la pared. No había algún buen lado en el cuál ponerse.

De soslayó, miré a Iris hablando con uno de los oficiales que acompañaban al detective. Se abrazaba a sí misma y tenía la cara llena de lágrimas secas. Asintió un par de veces a las, seguramente, preguntas del oficial y después de unos minutos el mismo oficial se acercó a Bennet para susurrarle cosas.

―De acuerdo, Di Sttefano ―dijo el detective―, no haremos nada pero necesito que nos acompañes… mejor dicho, que todos vosotros nos acompañen a la comisaria. Se hablará ahí de esto ―dictaminó sin dar pie a reclamos. La madre de Roberto parecía ajena a todo, claramente sintiéndose bien y calmada en los brazos de su hijo. Opté por acércame a Iris para abrazarla también. No sabía qué había dicho para intervenir, pero le agradecía todo pese a que comprendía que le dolía lo del profesor Vincent.

Durante el camino en el automóvil de Iris, con dos patrullas delante y una atrás, en la cuál venían Roberto y su madre, todo permanecía en silencio. Era muy de noche y apenas alcanzaba a ver algo más allá del vidrio. Gracias al reflejo, mis ojos observaron las manos de Iris apretando con fuerza el volante.

―Yo… tenía una relación con Vincent… ―confesó. Me giré lentamente para verla, preguntándome si acaso había más que descubrir esta noche―. No conocía en absoluto sus planes de matar a Roberto y a su padre. Acepto que sabía su odio hacia ellos por lo de Carla, pero… ―Negó con la cabeza―. Juro que no te lo ocultaba Caroline, todo este tiempo, yo sólo creí que era mejor dejarlo en silencio… pensé que tú lo sabrías todo, pero no de esta manera. Cuando Carla me llamó… y supe que había muerto… no lo sé… lloré, me angustie pero… no puedo justificar sus acciones, nada del terrible mal que hizo... pero también lo comprendo…  ¿Me entiendes, Caroline? ―Lloró y me esforcé por no hacerlo también, suficientes lágrimas ya se estaban derramando por hoy―. No odio a esa mujer… pero… ella… ella… lo mató. ¡Y él también se convirtió en un asesino! 

Levanté mi mano y coloqué la palma en su hombro. Iris me miró unos instantes, antes de regresar la vista al camino. Estaba ausente, con la mirada triste. Le sonreí y ella me respondió de la misma manera, negando con su cabeza.

―Vaya nochecita… ―susurró en un débil intento de humor.

―Ni que lo digas ―completé.

Cuando estuvimos todos en la comisaria, imaginé con pesar que empezaba a acostumbrarme a ese lugar. Durante los interrogatorios, las pláticas, el café caliente y los brazos de mi madre que asustada había llegado, mantuve un gusto amargo. Roberto todo ese tiempo permaneció callado, aunque permitió que lo abrazara.

Sabía que todo estaba llegando a su fin y pedí porque fuese uno bueno.


***


Una brisa de aire frío golpeó mi rostro con suavidad, casi como una caricia. Contemplé a mi alrededor y sonreí inevitablemente; había tantos árboles y tanto espacio abierto que fácilmente podría confundirse con un bosque, aunque la fuente hecha de mármol y las mujeres vestidas de blanco, acompañado a personas tomándolas del brazo o empujándolas en una silla de ruedas, me recordaba donde estábamos: en un Centro de Salud Mental.

Pese a ese nombre, que a primeras instancias no podía escucharse muy agradable, el sitio sí lo era, además de que era ideal para la madre de Roberto, quien todo este tiempo había temido a los espacios cerrados debido. El asesino de Lorenzo Di Sttefano fue confirmado por ella: Vincent lo había efectuando; sin embargo esto no la libró del crimen que ella también cometió... pero claramente por el estado de salud en el que se encontraba, en lugar de ser enviada a la cárcel por aquella tragedia, primeramente  se le considero enviarla a otro centro más cerrado. Gracias al poder que recién había adquirido al heredar el imperio de su padre, Roberto consiguió que fuese enviada a este lugar.

Si bien ella podrá salir hasta que sea tratada adecuadamente (se calculan algunos años de por medio),  en los seis meses que ha habitado este lugar no ha dado muestras de molestia. Sonreí cuando vi a Roberto y a su madre sentados en una mesa lejana, tomados de la mano y hablando. Me era difícil creer que ya había pasado medio año desde aquella noche, donde esta mujer estuvo a punto de matarse.

Parpadeé lentamente cuando madre e hijo se giraron para mirarme. Me sonrojé intensamente cuando comprendí que ya le había dado la noticia y con un gesto de la mano, Roberto me invitó a acercarme con ellos. Mientras caminaba, pensé en mi amiga Iris, quien durante este tiempo había estado algo deprimida por la muerte de Vincent, culpable por no haber podido hacer algo con su odio pese a que estaba al tanto de ello; sin embargo, me llené de alegría cuando me di cuenta de que algo la estaba empujando a salir adelante y era precisamente Víctor, el pequeño hijo de Carla, al cual había adoptado como su querido sobrino y él parecía corresponderle en ese cariño fraternal que sólo un bebé sabía dar.

Mientras más me acercaba a Roberto y a su madre, me vi riendo cuando recordé el momento en el que, con gran sorpresa y entusiasmo, descubrí que Michael y Carla empezaron a salir juntos; Iris fue quien los había presentado y al parecer, ambos congeniaron muy bien. También el pequeño Victor ahora crece con la protección de su hermano mayor, Roberto. Eran buenas noticias. No pude imaginarme final más feliz tanto para mi amiga, como para ellos, quien merecían felicidad después de los todos nos vimos obligados a pasar.

Estiré mi mano lentamente cuando Roberto alzó la suya. Me sonrió tiernamente y yo asentí cuando él beso mi mano, específicamente el dedo en el que portaba un anillo de compromiso.

―¡Me da tanto gusto por vosotros! ―exclamó la mamá de Roberto, mirándonos a ambos con esa ternura que sólo una madre podría ofrecer―. ¡Tienen que venir a visitarme antes o después de la ceremonia! ¡Se los ordeno!

Reí cuando me senté a un lado de Roberto. Él vestía formalmente, sabía que tenía una reunión en la oficina después de esto.

―Aunque Caroline no quiere que la boda sea pronto… ―dijo él, haciendo una mueca que nos hizo reír a ambas, ya que contrastaba demasiado con la seriedad de su traje―. Yo digo que en cuanto más pronto, mejor. El destino es el destino.

―Déjame terminar primero mis estudios ―aclaré―, después piensa en todo lo que quieras.

―Mientras tenga nietos, yo seré feliz… ―comentó su madre. Eso me hizo sonrojar fuertemente al tiempo que Roberto se reía con descaro.

―¡Y los tendrás mamá, los tendrás!

Aún sigo sorprendida de cómo cambió mi vida aquella primera vez que vi a Roberto. Creo que cuando dos personas están destinadas a encontrarse y compartir su vida, se les ponen pruebas que deben aprender a enfrentar juntos. Sé que suena cursi, pero aprendí eso estando con él.  Es algo misterioso, pero a la vez maravilloso. Es algo que no sólo sucede en la ficción.
Se dice que hay una misteriosa red que entrelaza a todas las personas para que sus caminos se unan…

―Te amo, Caroline… ―dijo Roberto, acariciándome el rostro. Yo sonreí, feliz de poder decirle sin problemas, aquello que estaba alojado en mi corazón.

―Te amo, Roberto.

…yo le llamo el Hilo Rojo del Destino. 

FIN 

3 comentarios :

Sophie dijo...

Hola! Vengo a decirte que tengo un nuevo blog:

http://bornthiswaySblog.blogspot.com/

Espero que te pases y, si te gusta, me sigas o me dejes un comentario ^^
En breve empezaré a subir nuevos posts, personales, de moda, de belleza, de todo lo que me pase por la cabeza. Intentaré ser divertida y entreteneros durante el rato que me leais :P
Muchas gracias, xoxo

Sophie.

Monique. dijo...

Hola!

Yo aquí de nuevo, me encanto esta entreada, mucho.

Quería decir que me he puesto a promocionar el club en uno de mis blogs, no tiene muchas visitas pero...supongo que puedo ayudar :)

Con cariño Mony

María O.D. dijo...

¡¡¡me encanta este final!!! :)