Buenas noches a tod@s!, hoy os traigo la última entrada del día y se trata nada más ni nada menos que el final de la historia "Mágica Cita" hecho por JJ Campagnuolo. Deciros que el comienzo de la misma lo hizo en su día nuestra querida compañera Déborah F. Muñoz y la continuó nuestra otra apreciada compi Rossiel Black.
Aquí os dejo el úlimo párrafo para que recordéis cómo quedó la historia. Más abajo dejaré el enlace de la historia al completo para que aquell@s que no la leyeron en su día se puedan hacer una idea de qué trata.
"Susana se agarró de las telas ajenas tratando de no caer de bruces producto del temblor que causó al abrir la maldita boca. Izó la mirada para enfrentarlo con la misma altivez, no sabía por qué deseaba proteger a Alex, pero una necesidad cuyo corazón aceptaba, le daba el aplomo suficiente para oponerse rotundamente una y otra vez. No lo entregaría.
—¿Quién eres...?. Y, ¿por qué necesitas a Alex?. Es un iniciado... —dijo, y enseguida tragó saliva pues para escuchar la respuesta, tendría que someterse a nuevos temblores.
Azrael sonrió entre labios, una sonrisa profunda e insonora.
—Soy Dios, y vengo a someter al mundo a mi propio paraíso infernal —se inclinó desmedidamente hasta quedar cara a cara con Susana—, si te opones a mis planes, te torturaré durante mil años, en tanto Alex disfruta ayudándome a destruir este asqueroso planeta creado por la miseria innombrable al cual ustedes llaman, ¡Padre Celestial! —se enervó con idiosincrasia volviendo a mirarla desde lo alto.
—Tráelo aquí, y yo te concederé un deseo sin tener que darme a cambio tu alma. Con Alex, me doy por pagado —finalizó. Chasqueó nuevamente los dígitos y Susana despertó, eso sí, antes de volver en ella, fue testigo de en lo que acabarían los humanos en el futuro, extintos."
—¿Quién eres...?. Y, ¿por qué necesitas a Alex?. Es un iniciado... —dijo, y enseguida tragó saliva pues para escuchar la respuesta, tendría que someterse a nuevos temblores.
Azrael sonrió entre labios, una sonrisa profunda e insonora.
—Soy Dios, y vengo a someter al mundo a mi propio paraíso infernal —se inclinó desmedidamente hasta quedar cara a cara con Susana—, si te opones a mis planes, te torturaré durante mil años, en tanto Alex disfruta ayudándome a destruir este asqueroso planeta creado por la miseria innombrable al cual ustedes llaman, ¡Padre Celestial! —se enervó con idiosincrasia volviendo a mirarla desde lo alto.
—Tráelo aquí, y yo te concederé un deseo sin tener que darme a cambio tu alma. Con Alex, me doy por pagado —finalizó. Chasqueó nuevamente los dígitos y Susana despertó, eso sí, antes de volver en ella, fue testigo de en lo que acabarían los humanos en el futuro, extintos."
Rossiel Black
------------- Final By JJ Campagnuolo -------------
—¿Estás bien? ¿Qué te sucedió?
Susana intentaba recuperar el conocimiento frente a la mirada atónita de Alex. Mientras se incorporaba, su mente rememoró rápidamente la visión que había tenido reaccionando con brusquedad.
—¡Rápido, tenemos que ir ante los Maestros!
Él la tomó por el brazo, intentando calmarla.
—Espera, acabas de tener un colapso…
No terminó de escuchar sus explicaciones. Se zafó de su agarre y entró velozmente en la Escuela dispuesta a interrumpir cualquier reunión oficial para comunicar su visión a los ancianos. Alex la siguió confundido, esperando que aquel trance no la haya enloquecido.
Estaba a punto de abrir la puerta que daba acceso al salón de reuniones cuando fue interrumpida por una voz severa.
—Azrael no puede irrumpir en la mente de mis iniciados sin que yo lo sepa.
Al girarse se encontró con Loán, el mayor de los anciano que presidía el Consejo, sentado en un sillón.
—No puedo seguir siendo su Patrona, no soy la indicada —señaló al desconcertado de Alex sin dar más explicaciones. Su Maestro comprendía sus palabras.
—Lo eres y ahora no puedes rechazar su formación.
—Necesita un guía más capacitado. El demonio dijo…
—Sé perfectamente lo que dijo.
Con mirada severa la reprendió. Susana tuvo que cerrar con fuerza los labios para no contestar. Alex se mantenía en silencio, observándolos fijamente, entendiendo a medias la situación.
—Informaré al resto del Consejo lo sucedido. Prepárense para que vayan en busca de su amuleto.
—Pero Maestro, Alex aún no está preparado, es muy pronto...
Loán se levantó de la silla dirigiéndose a la sala de reuniones.
—No hay tiempo. De un momento a otro se puede desatar una guerra —mirando a Alex que estaba parado muy serio tras Susana les dijo —Alístense para un viaje corto, solicitaré una comisión que los acompañe, en el camino seguirán entrenando.
El anciano desapareció tras la puerta, dejándolos ansiosos por más explicaciones. Susana salió molesta e inconforme con la decisión, Alex la siguió manteniendo en privado sus angustias.
Caminaban por una rocosa montaña con rumbo al norte como les había indicado Loán, al cruzarla encontrarían las Cuevas del Orco donde Randú, un viejo Mago orfebre, diseñaba los amuletos que utilizaban los iniciados para canalizar su magia ayudándolos a crear sus propios hechizos. Susana marchaba al frente del grupo con el rostro endurecido y los brazos cruzados en el pecho, Alex caminaba cerca de ella seguido por tres Magos elegidos para acompañarlos en la travesía.
—¿No vas a contarme lo qué te sucedió? —intentaba interrogarla sobre la visión que había tenido, pero ella se negaba a informarle los detalles del asunto.
—Un Dios de las Tinieblas invadió mi mente y amenazó con destruir el planeta.
—¿Por qué te lo anunció a ti? Eres simplemente una iniciada, hay Magos más poderosos en la Escuela.
—Ellos se valen de cualquiera para enviar sus mensajes.
—¿Y qué tengo que ver yo en todo esto? ¿Por qué no te consideras la indicada para enseñarme?
—Tu poder es muy grande, no lo puedo manejar.
Alex respiró profundamente, intentando imaginarse aprendiendo con otro guía, pero no le gustó lo que sintió.
Al entrar en una cañada comenzaron a revolotear alrededor de ellos cientos de mariposas amarillas. Continuaron su andar espantando a los insectos con las manos, pero estos de alguna manera se atravesaban en su camino. Susana notó que varios de ellos se arremolinaban en tres grupos, volando de manera extraña.
—¡Son transformistas!
Los cinco corrieron presurosos para salir de la cañada y subir a una colina. Pero rápidamente aquellos seres de cuerpo etéreo y ojos rojos los rodearon, impidiéndoles el paso. Susana y los tres Magos tomaron sus amuletos y comenzaron a recitar sus hechizos. Alex se quedó tras ellos sin saber qué hacer, aún no tenía un amuleto y canalizaba muy poco sus poderes.
Los tres demonios esquivaban con gran pericia las agresiones de sus enemigos, devolviéndoles los golpes logrando asestarles con facilidad. A los pocos minutos todos estaban derrumbados en el suelo, débiles por las descargas que habían sufrido. La última opción que les quedaba era unir sus poderes en un gran conjuro de protección, pero mientras preparaban la invocación los demonios rápidamente se acoplaron para lanzar un poderoso rayo contra ellos.
Alex miró la escena aterrado. Quien estaba en medio del camino del rayo era Susana, sería la primera que sufriría las consecuencias de la descarga demoniaca. Cerró sus ojos concentrándose rápidamente en su hechizo, uniendo sus manos en un apretado puño y antes de que el rayo maligno los alcanzara un fuego aniquilador salió de sus manos desintegrando a los demonios en segundos.
Todos quedaron impactados, incluso Alex se sorprendió por lo que había hecho. Susana corrió a su lado mirándolo estupefacta.
—¿Cómo lo hiciste?
Él la observaba aliviado, si no hubiera sido capaz de dirigir su poder hacia los demonios ella hubiera muerto.
—Tenemos años formándonos, lanzamos varios conjuros y ninguno los afectó ¿Y tú, sin ningún amuleto, fuiste capaz de desintegrarlos? ¿Sabes lo que eso significa?
Alex la miraba resignado, no le importaba lo que significaran sus poderes. La salvó y punto.
Uno de los acompañantes corrió a la cima de la colina para evaluar el resto del camino, llamándolos alarmado. Todos corrieron ansiosos y al observar el horizonte quedaron impactados. Lo que se encontraba al pasar la montaña no eran las Cuevas del Orco, sino el portal al propio infierno.
—¡No puede ser posible!
Todos observaban aterrados las enormes puertas de piedra talladas en la montaña. A su alrededor una sombría neblina y enormes árboles de formas siniestras le daban al lugar un aspecto lúgubre. Según lo que habían leído en los libros sagrados, Azrael lograba abrir cada cientos de años un portal que daba paso a sus demonios para que atormentaran a los humanos y robaran sus almas, con intención de alimentarlo. La fuerza que les aportaba le permitiría salir de su cárcel eterna para apoderarse de todo lo creado.
Por ahora, las puertas tenían una pequeña abertura, dando paso sólo a pequeños demonios. La Escuela del Dragón nació para mantener esos portales cerrados, eliminando a los pocos que lograban salir del infierno y neutralizando el poder de los Magos Oscuros quienes preparaban el terreno para nuevos portales.
Desde hace décadas Azrael no habían logrado abrir ningún portal. Susana y el resto de los Magos no sabían qué hacer. El poder que rodeaba aquella entrada era demasiado fuerte para ellos, debían informar al Consejo para que convocaran a los más poderosos de la Escuela.
Pero ya su presencia había sido avistada por los demonios menores. Escucharon un chillido ensordecedor divisando a cientos de seres alados volando presurosos hacia ellos.
Corrieron asustados sabiendo que de aquello no se salvarían. Los tres Magos y Susana comenzaron a recitar hechizos de protección pretendiendo unir sus fuerzas para crear un campo de poder que los defendiera de los ataques y les garantizara la huída. Pero los demonios eran más veloces, llegaron rápidamente a ellos y uno a uno fueron lanzados con violencia hacia las fauces del infierno.
Susana corría junto a Alex intentando escapar. Uno de los demonios los alcanzó y la tomó bruscamente por los cabellos llevándola consigo. Ella gritaba aterraba mirando a Alex que se había detenido en medio de un claro.
Al ver al demonio llevarse a Susana se enfadó. Tenía que hacer algo para salvarla y evitar que su alma fuera consumida. Desesperado corrió hacia el portal siguiéndolos mientras el resto de los malignos seres volaban cerca de él, atormentándolo, pero sin atacarlo, esa había sido la orden de Azrael. Alex fácilmente los apartó hasta lograr llegar a la cima de la colina.
La ira y el miedo se arremolinaron en su alma, sintiendo la necesidad de expulsarla de alguna manera. Grito al cielo mientras en su cuerpo se aglomeraba todo su poder mágico en forma de un humo brillante y azul verdoso, que lo cubrió de pies a cabeza creando a su alrededor una inmensa bola.
Susana luchaba contra las garras del demonio que la sostenían con fuerza. Cuando notó que era inútil liberarse se aferró a su amuleto y recitó el único conjuro de protección al que podía acudir en esos casos. Sería lanzada a las llamas del infierno y tendría una muerte dolorosa, lo único que podía salvar era su alma.
Al terminar su invocación y faltando pocos metros para que el demonio la lanzara al infierno escuchó una poderosa explosión. Una fuerte onda expansiva la arrancó de las garras del demonio y la lanzó violentamente hacia la vegetación. Pensó que moriría en la caída pero milagrosamente su conjuro la salvó de una muerte segura.
Al levantarse pudo observar el resultado del estallido. Poco de la vegetación había sufrido, ya que fue una descarga mágica que no buscaba afectar la naturaleza, pero todos los demonios habían desaparecido y las puertas del infierno fueron nuevamente selladas.
Impactada, corrió buscando a Alex, tenía que haber sido él quien produjo aquella explosión, ningún Mago ni reunión de Magos eran capaces de semejante osadía. Cuando llegó a él lo encontró arrodillado en el suelo, jadeante y débil por el esfuerzo. Alzó su cabeza mirándolo a los ojos, feliz porque estaba bien y orgullosa porque su aprendiz pudo utilizar sabiamente sus poderes en el momento más indicado.
—¿Cómo lo hiciste? No tenías un amuleto para canalizar tu magia.
—Él no necesita de amuleto.
Loán se acercó a ellos mirando satisfecho las puertas selladas. Susana se levantó furiosa, clavando su mirada en él.
—¿Por qué…?
Alex la interrumpió tomándola por el brazo, acercándola a él.
—Déjanos solos.
—¡No!
Con una simple mirada la convenció, ella estaba furiosa por la traición de su Maestro, pero entendía que el mayor afectado era su aprendiz que fue llevado a los brazos del mayor de los demonios bajo engaños. En silencio se apartó y al quedar solos, Alex se dirigió molesto a Loán que lo ignoraba observando la montaña con una sonrisa en los labios.
—Tú poder es muy grande muchacho, encerraste nuevamente a Azrael en el infierno. Pasara un buen tiempo antes de que logre abrir otro portal.
—Sabias que lo haría.
—No estabas convencido de tu fuerza, por eso los engañé.
—Estuvieron a punto de matarla.
—Pero lo evitaste. Además, si no lo hacían no lograrías canalizar tu magia.
—¿Qué dices?
—No eres un Mago común, tienes el poder de un Semi Dios. No necesitas amuleto pero sí una razón de fuerza que guíe tu poder.
Alex observó confundido a Loán, luego dirigió su mirada preocupada hacia Susana.
—¿Ella?
Loán sonrió ante la mirada incrédula de Alex.
—Creo que te será más difícil conquistar su corazón que controlar tus propios poderes.
Se alejó manteniendo una amplia sonrisa en el rostro, dejando a Alex en medio de la colina mirando preocupado a su posible amuleto mágico. Susana se acercó al ver que Loán se alejaba, aún con la rabia asomándose en su rostro.
—¿Y? ¿Qué te dijo?
—Que me falta mucho por aprender.
Ella lo miró con los ojos agrandados.
—Tendrás que buscarte otro patrocinador.
—Olvídalo, no voy a comenzar con otro. Tendrás que soportarme.
Él se alejó dispuesto a regresar a la Escuela, a Susana no le quedó otra opción que seguirlo. Ya no se sentía incómoda por tener que compartir tiempo con él al enseñarlo, pero jamás lo demostraría. Fueron dos años de torturas y aunque no fue su culpa, no podía evitar hacerlo sufrir al menos un poco… ya vería en qué terminaría aquella historia.
Susana intentaba recuperar el conocimiento frente a la mirada atónita de Alex. Mientras se incorporaba, su mente rememoró rápidamente la visión que había tenido reaccionando con brusquedad.
—¡Rápido, tenemos que ir ante los Maestros!
Él la tomó por el brazo, intentando calmarla.
—Espera, acabas de tener un colapso…
No terminó de escuchar sus explicaciones. Se zafó de su agarre y entró velozmente en la Escuela dispuesta a interrumpir cualquier reunión oficial para comunicar su visión a los ancianos. Alex la siguió confundido, esperando que aquel trance no la haya enloquecido.
Estaba a punto de abrir la puerta que daba acceso al salón de reuniones cuando fue interrumpida por una voz severa.
—Azrael no puede irrumpir en la mente de mis iniciados sin que yo lo sepa.
Al girarse se encontró con Loán, el mayor de los anciano que presidía el Consejo, sentado en un sillón.
—No puedo seguir siendo su Patrona, no soy la indicada —señaló al desconcertado de Alex sin dar más explicaciones. Su Maestro comprendía sus palabras.
—Lo eres y ahora no puedes rechazar su formación.
—Necesita un guía más capacitado. El demonio dijo…
—Sé perfectamente lo que dijo.
Con mirada severa la reprendió. Susana tuvo que cerrar con fuerza los labios para no contestar. Alex se mantenía en silencio, observándolos fijamente, entendiendo a medias la situación.
—Informaré al resto del Consejo lo sucedido. Prepárense para que vayan en busca de su amuleto.
—Pero Maestro, Alex aún no está preparado, es muy pronto...
Loán se levantó de la silla dirigiéndose a la sala de reuniones.
—No hay tiempo. De un momento a otro se puede desatar una guerra —mirando a Alex que estaba parado muy serio tras Susana les dijo —Alístense para un viaje corto, solicitaré una comisión que los acompañe, en el camino seguirán entrenando.
El anciano desapareció tras la puerta, dejándolos ansiosos por más explicaciones. Susana salió molesta e inconforme con la decisión, Alex la siguió manteniendo en privado sus angustias.
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Caminaban por una rocosa montaña con rumbo al norte como les había indicado Loán, al cruzarla encontrarían las Cuevas del Orco donde Randú, un viejo Mago orfebre, diseñaba los amuletos que utilizaban los iniciados para canalizar su magia ayudándolos a crear sus propios hechizos. Susana marchaba al frente del grupo con el rostro endurecido y los brazos cruzados en el pecho, Alex caminaba cerca de ella seguido por tres Magos elegidos para acompañarlos en la travesía.
—¿No vas a contarme lo qué te sucedió? —intentaba interrogarla sobre la visión que había tenido, pero ella se negaba a informarle los detalles del asunto.
—Un Dios de las Tinieblas invadió mi mente y amenazó con destruir el planeta.
—¿Por qué te lo anunció a ti? Eres simplemente una iniciada, hay Magos más poderosos en la Escuela.
—Ellos se valen de cualquiera para enviar sus mensajes.
—¿Y qué tengo que ver yo en todo esto? ¿Por qué no te consideras la indicada para enseñarme?
—Tu poder es muy grande, no lo puedo manejar.
Alex respiró profundamente, intentando imaginarse aprendiendo con otro guía, pero no le gustó lo que sintió.
Al entrar en una cañada comenzaron a revolotear alrededor de ellos cientos de mariposas amarillas. Continuaron su andar espantando a los insectos con las manos, pero estos de alguna manera se atravesaban en su camino. Susana notó que varios de ellos se arremolinaban en tres grupos, volando de manera extraña.
—¡Son transformistas!
Los cinco corrieron presurosos para salir de la cañada y subir a una colina. Pero rápidamente aquellos seres de cuerpo etéreo y ojos rojos los rodearon, impidiéndoles el paso. Susana y los tres Magos tomaron sus amuletos y comenzaron a recitar sus hechizos. Alex se quedó tras ellos sin saber qué hacer, aún no tenía un amuleto y canalizaba muy poco sus poderes.
Los tres demonios esquivaban con gran pericia las agresiones de sus enemigos, devolviéndoles los golpes logrando asestarles con facilidad. A los pocos minutos todos estaban derrumbados en el suelo, débiles por las descargas que habían sufrido. La última opción que les quedaba era unir sus poderes en un gran conjuro de protección, pero mientras preparaban la invocación los demonios rápidamente se acoplaron para lanzar un poderoso rayo contra ellos.
Alex miró la escena aterrado. Quien estaba en medio del camino del rayo era Susana, sería la primera que sufriría las consecuencias de la descarga demoniaca. Cerró sus ojos concentrándose rápidamente en su hechizo, uniendo sus manos en un apretado puño y antes de que el rayo maligno los alcanzara un fuego aniquilador salió de sus manos desintegrando a los demonios en segundos.
Todos quedaron impactados, incluso Alex se sorprendió por lo que había hecho. Susana corrió a su lado mirándolo estupefacta.
—¿Cómo lo hiciste?
Él la observaba aliviado, si no hubiera sido capaz de dirigir su poder hacia los demonios ella hubiera muerto.
—Tenemos años formándonos, lanzamos varios conjuros y ninguno los afectó ¿Y tú, sin ningún amuleto, fuiste capaz de desintegrarlos? ¿Sabes lo que eso significa?
Alex la miraba resignado, no le importaba lo que significaran sus poderes. La salvó y punto.
Uno de los acompañantes corrió a la cima de la colina para evaluar el resto del camino, llamándolos alarmado. Todos corrieron ansiosos y al observar el horizonte quedaron impactados. Lo que se encontraba al pasar la montaña no eran las Cuevas del Orco, sino el portal al propio infierno.
—¡No puede ser posible!
Todos observaban aterrados las enormes puertas de piedra talladas en la montaña. A su alrededor una sombría neblina y enormes árboles de formas siniestras le daban al lugar un aspecto lúgubre. Según lo que habían leído en los libros sagrados, Azrael lograba abrir cada cientos de años un portal que daba paso a sus demonios para que atormentaran a los humanos y robaran sus almas, con intención de alimentarlo. La fuerza que les aportaba le permitiría salir de su cárcel eterna para apoderarse de todo lo creado.
Por ahora, las puertas tenían una pequeña abertura, dando paso sólo a pequeños demonios. La Escuela del Dragón nació para mantener esos portales cerrados, eliminando a los pocos que lograban salir del infierno y neutralizando el poder de los Magos Oscuros quienes preparaban el terreno para nuevos portales.
Desde hace décadas Azrael no habían logrado abrir ningún portal. Susana y el resto de los Magos no sabían qué hacer. El poder que rodeaba aquella entrada era demasiado fuerte para ellos, debían informar al Consejo para que convocaran a los más poderosos de la Escuela.
Pero ya su presencia había sido avistada por los demonios menores. Escucharon un chillido ensordecedor divisando a cientos de seres alados volando presurosos hacia ellos.
Corrieron asustados sabiendo que de aquello no se salvarían. Los tres Magos y Susana comenzaron a recitar hechizos de protección pretendiendo unir sus fuerzas para crear un campo de poder que los defendiera de los ataques y les garantizara la huída. Pero los demonios eran más veloces, llegaron rápidamente a ellos y uno a uno fueron lanzados con violencia hacia las fauces del infierno.
Susana corría junto a Alex intentando escapar. Uno de los demonios los alcanzó y la tomó bruscamente por los cabellos llevándola consigo. Ella gritaba aterraba mirando a Alex que se había detenido en medio de un claro.
Al ver al demonio llevarse a Susana se enfadó. Tenía que hacer algo para salvarla y evitar que su alma fuera consumida. Desesperado corrió hacia el portal siguiéndolos mientras el resto de los malignos seres volaban cerca de él, atormentándolo, pero sin atacarlo, esa había sido la orden de Azrael. Alex fácilmente los apartó hasta lograr llegar a la cima de la colina.
La ira y el miedo se arremolinaron en su alma, sintiendo la necesidad de expulsarla de alguna manera. Grito al cielo mientras en su cuerpo se aglomeraba todo su poder mágico en forma de un humo brillante y azul verdoso, que lo cubrió de pies a cabeza creando a su alrededor una inmensa bola.
Susana luchaba contra las garras del demonio que la sostenían con fuerza. Cuando notó que era inútil liberarse se aferró a su amuleto y recitó el único conjuro de protección al que podía acudir en esos casos. Sería lanzada a las llamas del infierno y tendría una muerte dolorosa, lo único que podía salvar era su alma.
Al terminar su invocación y faltando pocos metros para que el demonio la lanzara al infierno escuchó una poderosa explosión. Una fuerte onda expansiva la arrancó de las garras del demonio y la lanzó violentamente hacia la vegetación. Pensó que moriría en la caída pero milagrosamente su conjuro la salvó de una muerte segura.
Al levantarse pudo observar el resultado del estallido. Poco de la vegetación había sufrido, ya que fue una descarga mágica que no buscaba afectar la naturaleza, pero todos los demonios habían desaparecido y las puertas del infierno fueron nuevamente selladas.
Impactada, corrió buscando a Alex, tenía que haber sido él quien produjo aquella explosión, ningún Mago ni reunión de Magos eran capaces de semejante osadía. Cuando llegó a él lo encontró arrodillado en el suelo, jadeante y débil por el esfuerzo. Alzó su cabeza mirándolo a los ojos, feliz porque estaba bien y orgullosa porque su aprendiz pudo utilizar sabiamente sus poderes en el momento más indicado.
—¿Cómo lo hiciste? No tenías un amuleto para canalizar tu magia.
—Él no necesita de amuleto.
Loán se acercó a ellos mirando satisfecho las puertas selladas. Susana se levantó furiosa, clavando su mirada en él.
—¿Por qué…?
Alex la interrumpió tomándola por el brazo, acercándola a él.
—Déjanos solos.
—¡No!
Con una simple mirada la convenció, ella estaba furiosa por la traición de su Maestro, pero entendía que el mayor afectado era su aprendiz que fue llevado a los brazos del mayor de los demonios bajo engaños. En silencio se apartó y al quedar solos, Alex se dirigió molesto a Loán que lo ignoraba observando la montaña con una sonrisa en los labios.
—Tú poder es muy grande muchacho, encerraste nuevamente a Azrael en el infierno. Pasara un buen tiempo antes de que logre abrir otro portal.
—Sabias que lo haría.
—No estabas convencido de tu fuerza, por eso los engañé.
—Estuvieron a punto de matarla.
—Pero lo evitaste. Además, si no lo hacían no lograrías canalizar tu magia.
—¿Qué dices?
—No eres un Mago común, tienes el poder de un Semi Dios. No necesitas amuleto pero sí una razón de fuerza que guíe tu poder.
Alex observó confundido a Loán, luego dirigió su mirada preocupada hacia Susana.
—¿Ella?
Loán sonrió ante la mirada incrédula de Alex.
—Creo que te será más difícil conquistar su corazón que controlar tus propios poderes.
Se alejó manteniendo una amplia sonrisa en el rostro, dejando a Alex en medio de la colina mirando preocupado a su posible amuleto mágico. Susana se acercó al ver que Loán se alejaba, aún con la rabia asomándose en su rostro.
—¿Y? ¿Qué te dijo?
—Que me falta mucho por aprender.
Ella lo miró con los ojos agrandados.
—Tendrás que buscarte otro patrocinador.
—Olvídalo, no voy a comenzar con otro. Tendrás que soportarme.
Él se alejó dispuesto a regresar a la Escuela, a Susana no le quedó otra opción que seguirlo. Ya no se sentía incómoda por tener que compartir tiempo con él al enseñarlo, pero jamás lo demostraría. Fueron dos años de torturas y aunque no fue su culpa, no podía evitar hacerlo sufrir al menos un poco… ya vería en qué terminaría aquella historia.
FIN
2 comentarios :
cielo, la nueva cabecera se sale de la pantalla...
Cuánto tiempo, tendré que leer la historia entera porque ya ni me acuerdo
Interesante final, conmovedor :) ¡voy a leerme la historia completa ya :D
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