Hola a tod@s de nuevo!, aquí les dejo el final que ha hecho nuestra querida compañera María OD a esta fantástica historia. Pero antes, les dejo la última estrofa hilada hasta ahora:
"—Ese hombre le dijo al bastardo que iba a matarte también, que era por tu culpa que esa joven hubiera terminado así... —comezó a sollozar la mujer—, lo siento, Roberto, lo siento tanto..
—¡Mamá, no!
Corrí hacia el almacén, pero nada me preparó para ver lo que se desarrollaba ahí adentro. Roberto estaba parado, paralizado en el medio de la estancia, horrorizado, a unos metros una mujer alta y esbelta, se apuntaba a ella misma con un arma en la cabeza.
—No puedo permitir que me encierren otra vez, lo prefiero así —dijo.
—¡No! —tres gritos sonaron a la vez, pero fueron amortiguados por la detonación del arma."
No quería más muertes. Todo parecía salido de una película, como si mi vida se hubiera quedado al otro lado de la pantalla de la televisión; me alegraba por Iris, que se había atrasado lo suficiente para que la bala no la alcanzara, la bala que atravesó mi pecho... muy cerca de mi corazón.
Seguro que la madre de Roberto se asustó tanto al verme, como yo de verla a punto de quitarse la vida, que disparó hacia las sombras. Antes de caer, vi una mueca de confusión en su rostro; seguro que cuando me vio se preguntó que qué hacía una absurda inocente en el lugar equivocado.
Su expresión se acentuó cuando vio a Roberto saltar hacia mí, cuando vio a su hijo tomarme en brazos, cuando lo escuchó gritar...
-¡No! –él tenia los ojos tan humedecidos que casi se le volvieron grises-, ¡Caroline!
Iris se arrodilló junto a Roberto; al que casi ya no podía ver debido a mi visión nublosa. Aún así, podía sentir sus brazos rodeándome, pero no podía escucharlo. Una de sus lágrimas mojó mi mejilla, y para entonces, él era casi un borrón.
A lo lejos logré distinguir a mi agresora, aún tenía la pistola en las manos, y él la llamó:
-¡Mamá!, ¡espera! –ella fingió no escucharlo y echó a correr. Le hubiera dicho que la siguiera si hubiera podido hablar, pero yo estaba en una condición agonizante y temblaba como unas maracas. Él se quedó junto a mí. Y justo antes de perder el conocimiento, vi otra sombra que se situó detrás de Roberto y de Iris.
-Caroline… Caroline, no… -continuó éste llamándome.
***
-Caroline… -necesitaba más que nada escuchar esa voz... Me hubiera encantado oírla incluso si hubiera replicado un “nena”.
Abrí los ojos lentamente, Roberto estaba en frente mía, observándome con sus intensos ojos verdes que siempre lograban desarmarme… Entonces reaccioné y me pregunté, ¡¿Qué había pasado después?!
-¡Roberto… ¡detrás de ti y de Iris… había …
-El comandante Bennett –mi amiga se asomó, tenia en las manos su cuaderno de apuntes de lengua y literatura.
-¡Iris! –ella vino hacia a mí para abrazarme y fue cuando me dí cuenta que hasta ese gesto me costaba mucho trabajo hacerlo. Apenas pude rodearla con mis brazos, pues el hombro y el pecho aún me dolían. Miré hacía esa dirección y ví que un hilillo trasparente colgaba con suero y se perdía en la vena de mi brazo derecho.
Estaba en el hospital.
-No te preocupes por nada, el comandante ya sabe toda la verdad…
-¿Qué pasó con tu madre, Roberto?
-Nadie sabe donde está, o si está viva o muerta –la voz se le quebraba y al terminar de hablar me pareció que hizo un enorme esfuerzo por retener un sollozo–. Yo sabia que era inocente, al menos de la muerte de mi padre... Y ahora… tengo miedo de lo que pueda pasarle...
Alguien abrió la puerta interrumpiéndole. Lo primero que apareció trás ésta fue una cabecita casi calva y un par de hoyuelos colorados que combinaban perfectamente con aquellos ojitos azules. ¿Víctor Di Steffano?, ¿el hermano pequeño de Roberto?.
Antes de que entrara la portadora de aquél precioso niño, Iris sonrió y corrió hacia Carla para cargar al niño.
Roberto estaba tenso, cabizbajo, mientras mi amiga y yo hablábamos con ella. Al parecer, ambas se habían hecho muy buenas amigas cuando yo me encontraba inconscientemente convaleciente.
Lo que me resultó muy extraño fue que en ningún momento Roberto y Carla hablaron o se miraron siquiera...
Un rato después, Carla se despidió de nosotros cuando el pequeño Víctor empezó a llorar. Ya se iba pero se giró bruscamente y soltó con una voz en momentos totalmente ahogada en sollozos…
-¡Perdón Roberto!, ¡perdóname!, me arrepiento tanto de lo que te hice, yo… mi hermano… -casi no se le entendían las palabras, pues apenas podía controlar su llanto.
Roberto dejó de apretar mi mano y fue hacia ella. Antes de responderle, tomó una manita del bebé y lo besó en la frente. Víctor dejó de llorar.
-Alguien, la única que creyó en mi, me enseñó que el presente es lo que cuenta... Carla, el pasado, ya no importa; te perdono.
Ambos se abrazaron sin decirse nada más y luego Roberto volvió a aparecer ante mis ojos como un lejano borrón. Estaba tan conmovida, tan enamorada, que no pude evitar llorar de felicidad.
Por un gran milagro, quizá el milagro del amor, ya estaba casi compuesta y deseando salir del hospital y volver a mi vida normal, pero esta vez, con él a mi lado.
***
Un par de meses después, me encontraba entre sus brazos. La luz de la luna iluminaba su rostro y su sensual sonrisa... él sonreía para mí.
-Me encanta tu sonrisa –susurré a su oído.
-¿Sabes que yo sonrio solo para ti y por ti? –Sí. Lo sabía.
-Ah... ¿sí? –él me respondió con un beso.
-Caroline… -dijo apartándome lentamente. Por supuesto, yo me rehusaba y como buena rebelde, mordí su labio. Él sonrió.
-Caroline, esto no es una historia de vampiros...
-Por poco -le dije bromeando.
-¡Qué graciosa!, pero es hora de irnos... Mañana hay clases, y como el buen novio tuyo declarado formalmente y responsable Di Steffano... es mi responsabilidad velar por...
-Suenas fatal –lo besé interrumpiéndole–.Tu fuerte no es el don de convencimiento, pero quizás una cierta cantidad de besos te sirvan para negociar…
-¡Caroline! -me reprendió fingiendo estar enfadado-. Es tarde, ¡te llevaré a tu casa ahora mismo!
-Por favor, esperar... ¡no os vayáis aún! -una voz conocida nos interrumpió.
Roberto giró hacía la dirección donde procedía la misma y corrió hacía allí.
-¡Mamá! –la abrazó, levantándola del suelo.
Roberto había cambiado desde la última vez que la vio. Desde entonces, sus ojos verdes lucían siempre un destello de preocupación cada vez que volvíamos del zoológico sin ella. Durante todo ese tiempo, había madurado mucho y siempre guardó la esperanza de volver a verla alguna vez... Por eso, muchas veces íbamos a buscarla ahí, porque él decía que si estaba viva tendría que encontrarla en ese lugar de donde había vivido muy buenos momentos con ella durante su infancia. A veces hasta llevábamos a Víctor y a Carla con nosotros.
Roberto y yo mantuvimos viva la esperanza y gracias a ello, ahora ella estaba con nosotros, llorando y estrechando a su hijo con fuerza. Y cuando se apartaron, me miró y le dijo:
-Estoy feliz porque por fin tienes la familia que te mereces Roberto –le hizo una seña para que esperara cuando él iba a interrumpirla–. Ya hablé por teléfono con el comandante Bennett y le confesé que yo maté a Vincent. Quiero que sepas que no me arrepiento porque él quería matarte hijo. Ahora voy a pagar una sentencia por ello, pero prefiero eso que siguir viviendo huyéndo de la ley y lejos de ti... Tú sólo sé feliz y así me harás feliz a mí también... Perdóname hijo, porque yo no pude darte la felicidad que merecías...
Se dio la vuelta para irse, Roberto dudó un momento a mi lado, y luego me jaló para alcanzarla.
-¡Mamá!, ¡voy contigo!. Te acompañaremos a la comisaría, nunca más te dejaré sola.
Ella en respuesta nos miró a los dos con mucho cariño y luego se centró en mi.
-Caroline, prométeme que no lo abandonarás.
-Por supuesto que no, nunca –respondí.
Roberto era mi mejor compañía... Él era mi destino.
FIN
2 comentarios :
Tengo que ir dándome prisa si quiero escribir también un final...aunque antes va el final de 'Cazada'. No he leído el escrito aún para que no me influencie, aunque espero hacerlo pronto.
¡a quedado muy bien, Dulce! gracias por las correcciones, he aprendido mucho :)
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