CAZADA
Susana se miró una vez más en el espejo que tenía junto a la puerta de entrada de su pequeño apartamento. Su pelo negro caía como una cascada hasta la cintura, y el reflejo de uno de sus exóticos ojos color chocolate le guiñó un ojo, infundándole seguridad. Nunca antes había quedado con nadie por un chat, pero Claudia le había recomendado en numerosas ocasiones que lo hiciera. Y cuando conoció a Álex apenas dos semanas atrás, empezó a sentir curiosidad por la persona que se escondía tras aquellas atrayentes palabras. Les gustaba la misma música, las mismas aficiones; aunque Susana sabía bien lo fácil que era construirse una identidad falsa cuando solo un ordenador te unía con tu interlocutor.
La vida como Detectora de seres oscuros era una verdadera lata. Cuando el año anterior le habían asignado a su Asesino personal, Darek, al cumplir los dieciocho años, por fin había consolidado su Círculo de Cazadores. Pero eso suponía vivir en apartamentos tan solo separados por una fina pared, junto con Claudia, su Protectora. Y a través de Internet, había conseguido la vía de escape perfecta para desconectar del trabajo. Pero por supuesto, se había inventado gran parte de su vida; por eso temía que aquel chico hubiese hecho lo mismo. Por si fuera poco, Claudia había exigido acompañarla a la cita secreta, en la feria del pueblo. Y ella era incapaz de decirle que no, cuando la miraba con esos ojos del color de la miel alegando que también quería un poco de diversión.
Susana cerró la puerta de su piso de un portazo, llamando inmediatamente a la puerta de al lado. Claudia no tardó en salir luciendo su habitual sonrisa. Era una chica de facciones elegantes y con muchas curvas, algo que no se molestaba en disimular lo más mínimo. Además sus habituales taconazos de diez centímetros disminuían las distancias que separaban a las dos amigas.
-¿Preparada para seducir a ese hombre? -susurró pícaramente, mientras cogía a Susana del brazo-. Espero que haya tenido la vista de llevarse a un amigo, ¿le dijiste que ibas conmigo, no?.
-Sí, pero ya que te has colgado como has querido- aclaró su amiga poniendo los ojos en blanco-, creo que no tiene ninguna obligación de contentarte.
-Chica como eres, lo quieres todo para ti.
Se encaminaron hacia la feria con paso rápido, mientras la noche se cernía sobre ellas. Lo bueno de pertenecer a un Círculo y ser Cazadora, era que llevaban entrenando desde que tenían uso de razón, por lo que la excelente forma física de ambas era innegable. Aunque en la especialización, los Detectores y Protectores tuvieran un mayor desarrollo de sus habilidades mentales, pero sabían luchar muy bien. Susana se ocupaba de localizar a aquellos seres oscuros que, normalmente, moraban en la noche. Darek por su parte, se encargaba de eliminarlos. Y Claudia los protegía en todo el proceso, con escudos protectores y hechizos diversos.
Cuando llegaron a la feria se zambulleron de lleno en la marea de gente que caminaba por sus escasos pasillos. Habían quedado junto al puesto de algodón dulce, y en cuanto se acercaron advirtieron que un chico muy alto, con el pelo rubio oscuro miraba nervioso a un lado y a otro. Susana se acercó lentamente al desconocido, y un extraño sentimiento de desilusión la embargó por unos instantes. No era la idea que tenía de él para nada. Pero aún así llegó hasta donde el chico estaba parado.
-¿Álex? -preguntó insegura, mientras el desconocido clavaba sus ojos alternativamente en ella y Claudia-. Soy Susana.
-¡Hola guapa!. Encantado de conocerte- se adelantó y le dio dos besos rápidos, haciendo la misma maniobra con su amiga-. Pero no soy Álex, él está a punto de llegar.
Álex caminaba lánguidamente, no tenía prisa alguna en llegar a su destino. La tal Susana le había caído bien, sorprendentemente había despertado en él una curiosidad silenciada desde hacia muchos años. Pero la supervivencia era su regla de oro, y ante ella todo quedaba relegado a un segundo lugar.
Llevaba años haciendo aquello. Conocía a chicas por Internet, las seducía con aquello que querían oír para quedar con ellas, y después se alimentaba del modo que quería de su cuerpo. Era tan fácil robarles toda la sangre que deseara, casi se hacía aburrido. Casi. Porque el placer de sentir aquel líquido rojo, espeso y caliente resbalando por su paladar, merecía todo el esfuerzo para conseguirlo. Así se lo estaba inculcando a su aprendiz, Aitor. Le servía de ayuda el carácter impulsivo y lleno de emociones del chico. Era uno de los marcados, un destinado a acabar siendo como él, un vampiro.
Álex era un vampiro joven, aún no carecía de sentimientos, como otros de sus colegas, ni era ajeno a las exaltadas emociones humanas. Incluso había chicas como Susana, que le suscitaban interés y hacían más placentero el momento del encuentro. Así que aligeró un poco el paso, mientras se deleitaba con todos los olores que entraban por sus fosas nasales. Sudor, lágrimas, sangre… Por no hablar de cómo cambiaba el olor del cuerpo humano cuando experimentaba fuertes sentimientos. Por eso se quedó rígido unos instantes, con todo el cuerpo en tensión, cuando llegó hasta el puesto de algodón dulce.
Allí habían dos chicas bastantes diferentes, al lado se su aprendiz, conversando animadamente. Una de ellas una rubia exuberante, que se contorneaba provocativa, consiguiendo que Aitor prácticamente babeara por ella. Ambos desprendían un fuerte olor a excitación.
La otra, más alta y con una larga melena morena ondulada, miraba alrededor con gesto perdido, y a su vez desprendía un claro olor agrio, a decepción. Al instante tuvo claro que se trataba de Susana, y se relamió los labios claramente complacido. Cuando sus miradas se trabaron, el olor desagradable desapareció, y en el rostro de la chica pudo distinguir claramente un expresión de alivio, y quizás también de intriga.
Álex solía causar verdaderos colapsos en las mujeres. Era alto, corpulento, de pelo negro despeinado en largos mechones, de los que algunos resbalaban distraídos sobre sus profundos ojos negros. Susana no pudo evitar deslizar su mirada por su musculoso torso, hasta llegar a la cinturilla de sus raídos vaqueros, que resbalaban indecentemente por sus caderas. El vampiro sonrió al captar el claro aroma del deseo. Se acercó con paso decidido a aquel bombón, sin tocarla. Quería esperar a ver que hacía ella, con suerte se ruborizaría y su olor se haría más fuerte. Cuando estuvieron frente a frente, Susana sonrió levemente.
-Supongo que tú sí eres Álex.
-No te equivocas -afirmó decidido, mientras repasaba los rasgos de aquella chica, memorizándolos. Algo especial la rodeaba, y eso le atraía e inquietaba a partes iguales-. Y tú debes de ser Susana.
-Esa soy yo. -Hizo una pausa mientras seguía observándolo y decidiendo si darle dos besos o no-. Ha sido un poco cobarde eso de mandar a tu amigo para analizar el terreno, ¿no?.
-¿Tú crees? -Álex no podía ocultar una sonrisa de diversión-. ¿Y qué crees que quería descubrir?.
-Pues por ejemplo, si de verdad tenía diecinueve años, o si era físicamente aceptable.
-¿Y qué te hace pensar que has pasado la prueba? -siguió pinchando el chico.
-Pues que estás aquí -Susana intentaba imprimir un tono firme a su voz, pero la presencia de aquel chico la perturbaba.
-En eso tienes razón, permíteme disculparme por mi forma de actuar tan poco caballerosa.
Álex cogió la mano de Susana, con el fin de darle un beso en el dorso. Y en el camino hacia sus labios, un potente escalofrío recorrió ambos cuerpos. Los ojos de la humana tornaron a un rojo escarlata, que señalaba la detección de un ser oscuro, y los ojos del vampiro se revelaron de un verde muy potente, dando a conocer su naturaleza.
Un grito ahogado quedó atascado en la garganta de la joven, que dejó que el sorprendido vampiro le diera aquel beso caliente y húmedo. Y deseable, por qué negarlo. Apartó ese pensamiento de la cabeza, lo prioritario era atrapar a aquel ser, ya que por muy apetecible que fuese, no dejaba de ser un ser oscuro.
Claudia pudo notar claramente la explosión de energía que había surgido tras el contacto de su amiga con el chico del chat. Así que se impulsó hacia la pareja, pero una firme garra en su brazo le impidió dar su salto maestro. Confundida dirigió la mirada hacia el rubito guaperas, que se había identificado como Aitor. Le sorprendía la fuerza con que la sujetaba, ya que Susana no había detectado oscuridad alguna cuando les había dado los dos besos. Claramente disgustada forcejeó con él, y consiguió soltarse durante unos segundos, tirándolo al suelo con una llave de defensa. Pero al momento se levantó dándole alcance.
Por su parte a Susana no le iba mucho mejor. Echó un rápido vistazo hacia su amiga, a la que Aitor abrazaba firmemente por la espalda. Sabía que aquel chico no era un vampiro, por lo que dedicó todas sus fuerzas al oponente principal que se le presentaba. Cuando se volvió para mirarlo, se había desplazado unos pocos metros hacia un pasillo lateral muy poco transitado. Solo había una luz al entrar al callejón, bajo la que se situó el vampiro mirándola retador. Aún a sabiendas de que no era lo mejor, Susana se lanzó hacia aquel punto, mientras seguía con la mirada el avance de Álex al interior de aquel lugar. En seguida solo pudo distinguir sombras, por lo que se quedó muy quieta, intentando detectar la presencia del vampiro. Ese era su don, por lo que le costó muy poco localizar el leve movimiento que se producía a su espalda. Se volvió con rapidez arremetiendo contra el cuerpo del chico, pero la fuerza que imprimió a su ataque hizo que ambos cayeran al suelo dando vueltas.
Susana dio puñetazos y patadas al aire, y algunas llegaron a su objetivo. Pero no conseguía cogerlo bien, para clavarle la pequeña daga que siempre guardaba en el cinto. Intentó separarse del cuerpo del vampiro, pero éste la agarró con fuerza, aún en el suelo, impidiendo que se alejara. Susan consiguió acercar lo suficiente el puñal a su cuello, haciéndole un pequeño corte, del que manó un poco de líquido que sintió caliente sobre su piel.
Cuando Álex notó que aquel filo cortante lo dañaba, se enfureció retorciendo la mano de la chica, que con un grito de dolor soltó la daga. Dio otra vuelta en el suelo, con sus cuerpos aún entrelazados, colocándose encima de ella a horcajadas para inmovilizarla. Cuando Susana intentó empujarlo lejos de ella, el vampiro pegó sus labios al cuello de la chica, raspando con sus afilados colmillos la piel descubierta.
-Será mejor que te tranquilices, Cazadora, porque no vas a poder ganar esta batalla.
-Eres un sucio despojo y voy a acabar contigo -exclamó Susana con la voz un poco temblorosa, empujando con su cuerpo al chico.
-Más te vale cuidar lo que sale de esa boquita, bonita -Álex profundizó un poco más los arañazos con sus dientes, provocando que la chica exhalara un gemido ahogado-. Me gustan las chicas malhabladas, y no te conviene gustarme.
Susana maldijo su suerte una y otra vez, mientras sentía el peso del vampiro sobre ella. Era fuerte, mucho más que ella. Así que relajó un poco su cuerpo, y dejando caer uno de sus brazos a un lado, rebuscó la daga que había tenido que soltar. Una ráfaga de esperanza la iluminó cuando pudo tocar el frío metal, pulsando el botón que servía de intercomunicador entre Darek, Claudia y ella. No pudo guardarse el arma, porque Álex en seguida se dio cuenta de que pretendía cogerla, y de un fuerte manotazo la alejó de ellos. Pero al menos había podido avisar al Asesino de su grupo, Darek, y esperaba no alejarse mucho de la feria, o al menos no muy rápido, para que pudiera seguir su rastro.
Álex tiró de ella, levantándola del suelo. La pegó a su cuerpo de un modo demasiado íntimo, que lejos de aterrarla hizo que se ruborizara por completo. Se dirigieron al principio del callejón, donde Aitor los esperaba con Claudia entre sus brazos. Oficialmente las habían cazado, y rezó para que su compañero se diera prisa, mientras era incapaz de contener los escalofríos que la atenazaban en cada una de las partes de su cuerpo que el vampiro rozaba.
Álex arrastró a Susana por la oscura calle mientras Aitor levantaba en brazos a la inconsciente Claudia. El vampiro tenía intención de alejarlas de la feria para evitar miradas indiscretas y no montar un escándalo que atrajera la atención de los que no debían. Podía notar los temblores de la humana. Estaba asustada y seguramente, con esas mentes tan calenturientas de los jóvenes, pensaría que iba a forzarla sexualmente o algo por el estilo. Humanos... ¿cuando aprenderían que a los vampiros no les importaban esas cosas tan mundanas? A él solo le interesaba la sangre y punto. Haciendo caso omiso de las protestas de la chica y el ensordecedor ritmo de sus latidos, Álex llegó hasta su coche, lo abrió y metió a Susana en el maletero, cerrando a continuación de manera brusca. Solo entonces se tranquilizó y miró a su protegido.
- Llévate de aquí a esta mujer - dijo en voz baja, para que Susana no pudiera escuchar. Aunque con sus gritos y sus golpes al maletero no escucharía nada ni aunque gritase. - Abandónala en algún lugar y luego aléjate de ella lo más rápido que puedas. Te avisaré cuando haya acabado con el problema más urgente...
Dicho esto, subió al coche y arrancó para alejarse de la feria, observando como su discípulo se hacía cada vez más pequeño a través del retrovisor a medida que se alejaba. La chica no dejaba de patalear en el maletero, gritando y golpeándolo todo. Tenía que neutralizar la amenaza que suponía Susana y tenía que hacerlo pronto, antes de que llegase el verdadero cazador.
***
Susana despertó sobresaltada. Recordaba haberse quedado dormida en el maletero del coche y de pronto su mente le recordó todo lo que había pasado en la feria y entonces abrió los ojos con el corazón acelerado. Se dio cuenta de que estaba sentada en una silla con las manos atadas detrás del respaldo y los tobillos atados a las patas. Tenía una mordaza en la boca y la habitación estaba en penumbras. No se lo pensó dos veces y empezó a forcejear para liberarse.
- No lo intentes. Te vas a hacer daño - aseguró Álex, recostado en la cama, leyendo un libro. Susana echó fuego por los ojos y siguió forcejeando, pero solo consiguió desollarse la piel de las muñecas. El vampiro no la miró en ningún momento, pasaba las páginas con total tranquilidad y solo cuando ella se rindió, se permitió cerrar el libro. - Te lo dije. Te has hecho daño y ahora puedo oler tu sangre desde aquí... - Susana sintió un escalofrío subirle por la espalda y tragó saliva. Álex se sentó en el borde de la cama y observó fijamente a la humana, con una expresión de curiosidad en el pálido rostro. - ¿Sabes que pienso? Que no tienes ni idea de dónde te has metido. Desenfundaste muy rápido ese cuchillo tan desagradable y estabas dispuesta a clavármelo en el corazón... - dijo con voz apenada poniéndose la mano sobre el pecho. Ella volvió a forcejear y masculló maldiciones a través de la mordaza. - Sí, sí, te entiendo perfectamente. "Yo no soy el hombre que conociste por Internet" "Me has engañado" "Inventaste todo eso para ganarte mi confianza" y blablabla... - hizo un gesto cansado con la mano y se puso de rodillas frente a Susana, mirándola fijamente con sus penetrantes ojos azules. Su cercanía provocó en la chica un rubor que tiño de rojo sus mejillas. En vida aquella criatura había sido un hombre muy apuesto. Ahora seguía siéndolo, pero su piel era del color del mármol pulido, y resultaba fascinantemente atractivo. - ¿Qué quieres que te diga? Sí, lo hice... Y ahora estamos aquí. Ahora estoy aquí mirandote, oliendo tu deliciosa sangre y pensando si es buena idea que te muerda o eso me va a provocar algún tipo de trauma sobrenatural por el cual estaremos vinculados por toda la eternidad; o condenados a amarnos y a odiarnos; obligados a entendernos. ¿Qué me dices a eso? - le retiró el pañuelo con un leve tirón y la primera intención de Susana fue gritar. Pero se contuvo. Álex sonrió. - Buena chica. Contesta a mi pregunta, ¿qué pasaría si bebiese tu sangre? - pregunto mirándola con suspicacia.
- Que te quemarías por dentro - respondió ella. Él sonrió más ampliamente, riendo divertido. Luego suspiró.
- Es lo que quería oir...
Se aproximó a Susana y aferró con la zurda su larga melena, tirando hacia abajo para levantarle la cabeza. Acercó la boca al cuello de la chica y atravesó su fina piel con los dientes afilados, arrancándole un grito ahogado cuando la sangre empezó a brotar copiosa. El cuerpo de Susana se tensó y trató de forcejear, pero Álex era como una estatua, inamovible. El dolor del pinchazo apenas duró un instante, después sintió un agradable cosquilleo en la punta de los dedos y por su cuerpo descendió un ramalazo de placer que borró de un plumazo todo el miedo, sustituyéndolo por un extraño sopor.
Cuando el vampiro hubo saboreado el primer trago, deslizó la lengua por la herida abierta y esta se cerró. Susana sacudió la cabeza, creyéndose muerta o algo por el estilo, pero ni siquiera se sentía débil por la pérdida de sangre. Álex puso su rostro a la altura de ella, con los labios manchados de sangre brillante y roja. Su sangre. Susana le miró la boca y luego le miró a los ojos, azul profundo. Tan... intensos.
- Soy el primer vampiro que ves, ¿no es cierto? ¿Cuantos años tienes en verdad? ¿Dieciocho? ¿O en eso también me mentiste?
- Tengo dieciocho... - respondió con un balbuceo. - ¡Tu también mentiste!
- Pues espero que emplees tu vida en algo mejor que en cazar vampiros o vivirás muy poco tiempo. Si para detectar tienes que acercarte tanto que tengas que tocarlo, no todos serán tan compasivos como yo.
- No, no tengo que acercarme tanto... es solo que no... esperaba encontrar a un monstruo como tú... - dijo, envalentonada. Álex volvió a tirarle del pelo y pasó la lengua por su cuello, sintiendo las palpitaciones de su corazón en la boca. Luego acercó los labios a la oreja de Susana.
- La valentía y el arrojo de los jóvenes. ¿No te enseñaron a ser paciente como un cazador para evitar convertirte en presa? Vuestros instructores están tan empeñados en deshacerse de nosotros que ahora entrenan a niños para luchar contra adultos. Sois como esos niños soldado, sin infancia, con un arma tan grande en las manos que no son capaces de sostenerla. No tengo ninguna intención de matarte, ni de dejar que me mates. Pero comprenderás que estamos en una situación complicada...
***
Susana despertó sobresaltada. Recordaba haberse quedado dormida en el maletero del coche y de pronto su mente le recordó todo lo que había pasado en la feria y entonces abrió los ojos con el corazón acelerado. Se dio cuenta de que estaba sentada en una silla con las manos atadas detrás del respaldo y los tobillos atados a las patas. Tenía una mordaza en la boca y la habitación estaba en penumbras. No se lo pensó dos veces y empezó a forcejear para liberarse.
- No lo intentes. Te vas a hacer daño - aseguró Álex, recostado en la cama, leyendo un libro. Susana echó fuego por los ojos y siguió forcejeando, pero solo consiguió desollarse la piel de las muñecas. El vampiro no la miró en ningún momento, pasaba las páginas con total tranquilidad y solo cuando ella se rindió, se permitió cerrar el libro. - Te lo dije. Te has hecho daño y ahora puedo oler tu sangre desde aquí... - Susana sintió un escalofrío subirle por la espalda y tragó saliva. Álex se sentó en el borde de la cama y observó fijamente a la humana, con una expresión de curiosidad en el pálido rostro. - ¿Sabes que pienso? Que no tienes ni idea de dónde te has metido. Desenfundaste muy rápido ese cuchillo tan desagradable y estabas dispuesta a clavármelo en el corazón... - dijo con voz apenada poniéndose la mano sobre el pecho. Ella volvió a forcejear y masculló maldiciones a través de la mordaza. - Sí, sí, te entiendo perfectamente. "Yo no soy el hombre que conociste por Internet" "Me has engañado" "Inventaste todo eso para ganarte mi confianza" y blablabla... - hizo un gesto cansado con la mano y se puso de rodillas frente a Susana, mirándola fijamente con sus penetrantes ojos azules. Su cercanía provocó en la chica un rubor que tiño de rojo sus mejillas. En vida aquella criatura había sido un hombre muy apuesto. Ahora seguía siéndolo, pero su piel era del color del mármol pulido, y resultaba fascinantemente atractivo. - ¿Qué quieres que te diga? Sí, lo hice... Y ahora estamos aquí. Ahora estoy aquí mirandote, oliendo tu deliciosa sangre y pensando si es buena idea que te muerda o eso me va a provocar algún tipo de trauma sobrenatural por el cual estaremos vinculados por toda la eternidad; o condenados a amarnos y a odiarnos; obligados a entendernos. ¿Qué me dices a eso? - le retiró el pañuelo con un leve tirón y la primera intención de Susana fue gritar. Pero se contuvo. Álex sonrió. - Buena chica. Contesta a mi pregunta, ¿qué pasaría si bebiese tu sangre? - pregunto mirándola con suspicacia.
- Que te quemarías por dentro - respondió ella. Él sonrió más ampliamente, riendo divertido. Luego suspiró.
- Es lo que quería oir...
Se aproximó a Susana y aferró con la zurda su larga melena, tirando hacia abajo para levantarle la cabeza. Acercó la boca al cuello de la chica y atravesó su fina piel con los dientes afilados, arrancándole un grito ahogado cuando la sangre empezó a brotar copiosa. El cuerpo de Susana se tensó y trató de forcejear, pero Álex era como una estatua, inamovible. El dolor del pinchazo apenas duró un instante, después sintió un agradable cosquilleo en la punta de los dedos y por su cuerpo descendió un ramalazo de placer que borró de un plumazo todo el miedo, sustituyéndolo por un extraño sopor.
Cuando el vampiro hubo saboreado el primer trago, deslizó la lengua por la herida abierta y esta se cerró. Susana sacudió la cabeza, creyéndose muerta o algo por el estilo, pero ni siquiera se sentía débil por la pérdida de sangre. Álex puso su rostro a la altura de ella, con los labios manchados de sangre brillante y roja. Su sangre. Susana le miró la boca y luego le miró a los ojos, azul profundo. Tan... intensos.
- Soy el primer vampiro que ves, ¿no es cierto? ¿Cuantos años tienes en verdad? ¿Dieciocho? ¿O en eso también me mentiste?
- Tengo dieciocho... - respondió con un balbuceo. - ¡Tu también mentiste!
- Pues espero que emplees tu vida en algo mejor que en cazar vampiros o vivirás muy poco tiempo. Si para detectar tienes que acercarte tanto que tengas que tocarlo, no todos serán tan compasivos como yo.
- No, no tengo que acercarme tanto... es solo que no... esperaba encontrar a un monstruo como tú... - dijo, envalentonada. Álex volvió a tirarle del pelo y pasó la lengua por su cuello, sintiendo las palpitaciones de su corazón en la boca. Luego acercó los labios a la oreja de Susana.
- La valentía y el arrojo de los jóvenes. ¿No te enseñaron a ser paciente como un cazador para evitar convertirte en presa? Vuestros instructores están tan empeñados en deshacerse de nosotros que ahora entrenan a niños para luchar contra adultos. Sois como esos niños soldado, sin infancia, con un arma tan grande en las manos que no son capaces de sostenerla. No tengo ninguna intención de matarte, ni de dejar que me mates. Pero comprenderás que estamos en una situación complicada...
Mientras hablaba, había desatado los nudos de los pies de Susana, y también los de sus manos. Pero no le soltó el pelo, ni se apartó de su oreja. Ella no se dio cuenta de que estaba libre, tan solo sentía el cosquilleo de sus palabras bajándole por el cuello, los dientes puntiagudos rozándole la oreja, y sobre todo, su cercanía.
3 comentarios :
Dulcísima!! Te envié un mail al correo del Club, fijate si e llegó.
Besos!
holaa, yo me ofrezco :D
bicoos*
He leido la historia de pasada, y me ha gustado. Si no se anima nadie, cuenta conmigo!!! Tengo ganas de hacer algo ya este año, jejejje!!
Besos!!
Feliz dia!!
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