viernes, 27 de enero de 2012

QUINTO FINAL ALTERNATIVO PARA LA HISTORIA "HILO ROJO DEL DESTINO" BY HADA FITIPALDI

Hola a tod@s!, aquí les traigo el 5º final alternativo que se ha presentado para que, en el caso de ser el elegido, pase a formar parte de esta gran historia tejida entre tantas fantásticas socias... Si tú también quieres presentar uno, aún estás a tiempo, pues hasta el Domingo 29 de Febrero no cerraré el plazo de entrega... ¿A qué esperas para intentarlo y poner tu granito de arena?. El lunes 30 comenzarán las votaciones... Quien sabe, lo mismo tú final acaba siendo el elegido... ¡Anímate!

Bueno, no me enrrollo más, así que, aquí os dejo el final de Hada Fitipaldi, pero antes, os dejo el enlace de la historia completa y el último párrafo hilado al mismo:
 



Párrafo anterior escrito por Gisela:

"—¡Mamá, no!

Corrí hacia el almacén, pero nada me preparó para ver lo que se desarrollaba ahí adentro. Roberto estaba parado, paralizado en el medio de la estancia, horrorizado, a unos metros una mujer alta y esbelta, se apuntaba a ella misma con un arma en la cabeza.

—No puedo permitir que me encierren otra vez, lo prefiero así —dijo.

—¡No! —tres gritos sonaron a la vez, pero fueron amortiguados por la detonación del arma."



Cerré los ojos con el horror invadiendo cada poro de mi piel, al tiempo que la detonación estallaba en mis oídos como una bomba. No estaba preparada para ver a la madre de Roberto en el suelo, bañada en un charco de sangre. No quería ver morir a más personas. Pero los abrí rápidamente cuando un grito desgarrado de dolor surcó la noche.

-¡Que nadie se mueva! -bramó una potente voz, que me sonó familiar al instante.

El panorama que se mostraba ante mí era sorprendente. Varios agentes de la policía uniformados con chalecos antibalas y pistolas, salían de distintos puntos, rodeando a Roberto y a su madre. Aún estando en estado de shock, dejé que Iris me empujara hasta el nutrido círculo de agentes de la ley. En el centro del mismo, la madre de Roberto se encontraba arrodillada en el suelo, con una mano fuertemente cerrada sobre la muñeca del brazo que anteriormente sostenía el arma. En un atisbo de lucidez comprendí que le habían disparado en la mano para evitar que se suicidara. Un alivio profundo invadió mi ser, ya que Roberto no se merecía ver morir a su madre ante sus ojos. Ya era suficiente la muerte de un progenitor, la muerte de su madre lo hubiera marcado de por vida.

-Rafaella Benedetti, queda usted detenida por el asesinato de Vincent -explicó con contundencia el detective Bennet, mientras se dirigía hacia la madre de Roberto-. Cualquier cosa que diga a partir de ahora puede ser utilizada en su contra…

El inspector siguió recitando toda la normativa legal, en medio del revuelo de policías que iban de un lado a otro. Le hizo un gesto a un compañero para que se llevara a la detenida al coche, y después clavó sus penetrantes ojos en mí, que me había ido acercando a Roberto poco a poco, hasta posar mi brazo sobre su hombro. Bennet nos miró alternativamente en su ya conocida expresión indescifrable. Sin lugar a dudas, no habría hombre que pudiera perturbarme más que él, haciéndome sentir una hormiguita.

-Tendréis que acompañarme a comisaría para explicarme lo que ha pasado -su mirada se dirigió a Roberto, y pude distinguir en la misma un leve destello de compasión, que se extinguió rápidamente. Quizás hasta el más implacable de los detectives tendría corazón-. Siento la muerte de su padre y todo lo demás, Di Steffano. Queda usted libre de cargos, aunque tendrán que prestar declaración.

Lo observé alejarse en la oscuridad de la noche, y en cuanto su coche desapareció, todo mi cuerpo descargó la tensión que sentía. Volví el rostro hacia Roberto, que miraba ensimismado el pequeño charco de sangre formado en el suelo, allí donde habían disparado a su madre. Su mirada estaba perdida, y cuando le cogí la cara con ambas manos obligándolo a mirarme, vi una tristeza tan profunda en sus ojos que me sobrecogí de pies a cabeza. Así que hice lo único que se me ocurrió, cuando sabes que las palabras apenas van a ser escuchadas, abrazarle con todas mis fuerzas, dejando que descargara su peso en mí, y esperaba que también todo el sufrimiento que había estado conteniendo hasta el momento.


3 meses después…


Nuestros pasos resonaban con fuerza en la galería de la penitenciaria. El largo pasillo de pavimento gris nos llevaba de la sala de visitas a la ansiada salida. Comprendía la frustración que tendría que sufrir Rafaella, la madre de Roberto, encerrada entre aquellos muros. Pero cada vez que íbamos a verla mostraba la misma sonrisa exultante cuando veía a su hijo, por fin recuperado después de tantos años. La habían condenado por el asesinato de Vincent, aunque al haber sido en defensa propia, la condena había quedado reducida. Saldría dentro de unos pocos años, y al menos sabía que había recuperado a su hijo, y Roberto a su madre. Recordaba bien sus palabras tras el suceso en el almacén:

“Espero que puedas perdonarme alguna vez, hijo. No podía perder a la persona más importante de mi vida, y lo haría de nuevo si tú vida dependiera de ello. Solo siento que de esta forma, te haya quitado aún más años de estar junto a mí. Te quiero, Roberto. Siempre lo haré”

Y Roberto, con ese lado tan cariñoso que lo caracterizaba, no había dudado en apoyar a su madre en todo momento. Además, estaba en prisión por haberle salvado la vida. De manera que íbamos a verla cada semana. Necesitaba a su madre, fuera en la condición que fuera.

Dejamos que el viento de la tarde se llevara el regusto amargo que siempre nos quedaba tras la despedida, mientras con la moto surcábamos la distancia que nos separaba de casa de Carla. Cuando llegamos a la misma, desmontamos y tomados con firmeza de la mano, llamamos a la puerta, que se abrió mostrando tras ella a una Carla sonriente con un bebé bastante grande colgando de su brazo.

-Me alegro de veros de nuevo por aquí, chicos -dando un paso hacia mí, me dio un beso en la mejilla mientras Roberto tomaba al pequeño Víctor en brazos y lo alzaba por los aires-. Cuidado Rob, acaba de comer.

Desde hacía un par de meses, Roberto había retomado el contacto con Carla, porque a pesar de todo Víctor era su hermano, y no tenía que sufrir por todos aquellos que a su alrededor habían obrado mal. Roberto quería que lo tomara en cuenta como alguien de la familia, aunque sabía que Carla no era feliz en aquel lugar, que le traía tantos malos recuerdos, y le recordaba a cada instante a un hermano que ya no volvería. Por eso había decidido ayudarla. Necesitaba que fuera feliz, y así el pequeño Víctor también lo sería.

-Estaremos solo un momento, Carla, he venido a traerte algo.

Sacó de su bolsillo un sobre y se lo tendió a la chica, que le miró sorprendida.

-¿Qué es?

-Ábrelo y compruébalo tú misma -indicó distraído Roberto, mientras Víctor le cogía la nariz con sus pequeñas manitas.

Carla sacó una llave junto con unos papeles y un fajo de billetes, y se los quedó mirando estupefacta, mientras los leía por encima. A cada línea que avanzaba, sus ojos se iban abriendo como platos.

-¿Una casa en Italia? ¿A nombre de Víctor? -Carla nos miró estupefacta- ¿Qué significa esto?

-Verás, esa casa es de mi madre, me la ha donado, y yo se la quiero dejar a mi hermano -Roberto se acercó a Carla, mirándolo con cariño y determinación-. Sé que podría haberlo hecho mejor contigo, y que aquí no eres feliz, y quiero hacer algo por este niño.

-No sé qué decir -los ojos de Carla empezaron a brillar, amenazando con derramar las lágrimas que contenían-. No lo puedo aceptar…

-Claro que puedes -animé cogiendo sus manos entre las mías-. Te mereces empezar de nuevo.

-Eso sí -aclaró Roberto con una sonrisa divertida, mientras le pasaba el niño a su madre-, ya sabes que nos tienes que guardar una habitación para que vayamos a visitarte.

Y con una expresión de gratitud en su rostro, y una incipiente sonrisa llena de esperanza, la dejamos mientras salíamos de la casa, para coger de nuevo la moto.

Roberto condujo con la agilidad que le caracterizaba por distintas carreteras, desviándose del camino hacia nuestras respectivas casas. Sorprendida, observé como detenía la moto ante una pequeña cabaña anclada en la orilla de una cala muy poco transitada. La oscuridad poco a poco se iba tragando la luz que quedaba, dejando apenas un resquicio anaranjado en el cielo del atardecer. Roberto me tomó de la mano, y se dirigió hacia la casita de madera. Para mi asombro, sacó una llave del bolsillo y abrió la cerradura de la puerta, haciéndome pasar.

-Pero, ¿qué es esto? -pregunté mirando a mi alrededor.

La casa por dentro era muy acogedora y preciosa. La parte central estaba ocupada por dos cómodos sofás, con una televisión plana en el centro de los mismos. A la izquierda se extendía una cocina, tan solo separada del salón por una barra alta, rodeada de un par de taburetes de madera. Al fondo la puerta estaba abierta, y pude distinguir una especie de terraza cerrada con unas amplias puertas de cristal, tras las que se veía la agitación del oscuro mar. Roberto me dirigió hacia allí, y cuando entré en la habitación, una fragancia dulce y exótica llenó mis fosas nasales. En una mesa a la izquierda, había varias velas de colores encendidas, que daban una luz cálida a la estancia. Y a la derecha un amplio colchón se escondía tras amplios paños de seda muy fina de colores. Parecía un lugar de cuento. Roberto me atrajo hacia él, posando una mano sobre mi cintura, y otra acariciando mi mejilla, y colocándome un mechón del rizado cabello que caía suelto a mi alrededor.

-Éste, preciosa, va a ser nuestro refugio particular. Solo tuyo y mío -acercó su cuerpo aún más al mío, separándonos solo una molesta capa de ropa-. La he comprado con un poco de dinero de la herencia de mi padre, y quiero besarte en cada rinconcito de este lugar, que cada partícula de la cabaña sea testigo de lo que te quiero.

-O sea, que me quieres -susurré con tono pícaro; su respiración tan cerca de la mía, provocaba un cosquilleo nervioso y excitante, que se expandió por cada poro de mi piel.

-No creo que lo hayas entendido bien, nena -me empujó hacia la cama, haciéndome caer sobre la mullida superficie, quedando atrapada entre el colchón y su cuerpo-. A lo mejor te lo tengo que explicar mejor -su boca descendió hasta mi oído derecho, provocándome un escalofrío que me atravesó por completo-. Te quiero con cada centímetro de mi ser, y voy a besarte tantas veces y durante tanto tiempo -siguió descendiendo con sus ardientes labios por mi mandíbula, hasta llegar al cuello, dejando un reguero de besos que continuó un camino ascendente hasta mi boca, quedando suspendidos sus labios a muy pocos milímetros de los míos-, que me pedirás a gritos que no pare jamás.

-Suena prometedor, nene… -suspiré aspirando el aroma cálido de su aliento-. Entonces, ¿a qué esperas?

Sin darme apenas tiempo a respirar, su boca captó la mía en un beso tan apasionado y exigente, que me llevó hasta las profundidades del abismo, para después despegar hacia el cielo más dulce que pudiera desear. 



FIN

3 comentarios :

Raquel Campos dijo...

GUauuu que final tan romántico, me ha encantado sobretodo la sorpresa de la cabaña. Felicidades y besos.

Mari dijo...

NO PUBLICAR

Hola mi vida te digo lo de mi capi para que lo sepas y lo leas cuando puedas, entiendo que tengas muchas cositas que hacer y no puedas.

En el curso voy bien un poco atosigada con ingles pero bueno poco a poco.

De nada por mi comprension y por mis palabras y mis comentarios. Lo hago porque te quiero mucho.

Espero k todo te este llendo bien o muy bien y estes recuperada de tu esguince totalmente.

Buen viernes mi vida

Un abrazo muy fuerte y besos

Muakkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

María O.D. dijo...

¡Hola! ¡gran y magnifico final! :)